1 octubre 1980

Los padres y hermanos de Ustarán eran del PNV pero en su caso optó por la militancia en UCD, militancia que le ha costado la vida

ETA (P-M) asesina a José Ignacio Ustarán Ramírez, dirigente de la UCD en Vitoria y marido de Charo Muelas

Hechos

El 1 de octubre de 1980 se hizo público el asesinato de D. José Ignacio Ustarán Ramírez, reivindicado por ETA Político-Militar.

Lecturas

El 29 de septiembre de 1980 D. José Ignacio Ustarán Ramírez, militante de UCD en Vitoria es asesinado por un comando de ETA Político Militar. El Sr. Ustarán Ramírez es marido de Dña. María Rosario Muela, concejal de UCD en el ayuntamiento de Vitoria, que estaba presente en el momento del crimen.

02 Octubre 1980

Entre Vitoria y Estrasburgo

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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EL ASESINATO de José Ignacio Ustarán, miembro del comité ejecutivo de UCD de Alava, equipara -por si alguna duda hubiera aún- en brutalidad y cobardía a los verdugos de ETA Político-militar, que se han jactado de su autoría, con sus competidores de ETA Militar.Con diferencias de matiz o de acento, torpemente exageradas en ocasiones por celos partidistas o por prejuicios ideológicos, todas las formaciones políticas vascas democráticas han expresado su rechazo y su repugnancia por el nuevo crimen, no siendo la condena del PNV menos rotunda o menos sincera que la de otros grupos. En este sentido, es justo destacar el enérgico comunicado del comité ejecutivo de Euskadiko Ezquerra. Este pronunciamiento, que confirma el descabalgamiento de Euskadiko Ezquerra de la violencia y despeja las dudas en torno a su proyecto político, deja a los dirigentes de ETA Político-militar desprovistos de cualquier cobértura ideológica y ayuda a poner en evidencia las contradicciones de una organización que dice desear abrir vías políticas en el País Vasco a la vez que las niega con los cadáveres de sus víctimas.

Por lo demás, el crimen de Vitoria -cuyos autores, al igual que los del cuádruple asesinato de Marquina y de tantos otros atentados, podrán ponerse a salvo de pesquisas en San Juan de Luz, Biarritz o Bayona- ha saltado a la primera plana de los periódicos al mismo tiempo que unas declaraciones del primer ministro francés en Estrasburgo. Según Raymond Barre, los nacionalistas vascos radicales instalados en el departamento francés de los Pirineos Atlánticos tienen todo el derecho a acogerse al estatuto de asilados políticos, reservado en principio a quienes huyen de regímenes dictatoriales y liberticidas, y recae sobre el Gobierno español la carga de probar, caso por caso, que estos exiliados de un país democráticos son militantes o cómplices de las dos ramas de ETA.

Los profesionales del poder tienen que estudiar, para prosperar en su carrera, la disciplina del cinismo. Y la razón de Estado permite predicar para los demás las virtudes que en casa no se practican, aplicar dos medidas para los comportamientos que favorecen o perjudican a la causa propia y apoyar a sangrientos genocidas como Bolcassa, tan pródigo en diamantes con sus amigos. Aun así, las declaraciones de Raymond Barre causan asombro. El Estado francés no sólo descarta la posibilidad de uri régimen autonómico para los vascos del sur de su territorio (Euskadi norte), sino que los humilla subsumiéndolos en un departamento -o provincia- donde son minoritarios. Pero, como algunos vinos, los principios se alteran al cruzar los Pirineos.

La protección de hecho concedida por el Gobierno francés a los terroristas de ETA parece una contraprestación destinada a que la muerte, la sangre y el dolor no salpiquen el territorio galo.

Ya es grave que el Gobierno francés no aplique a los activistas etarras el mismo tratamiento que a supuestos miembros de las tramas negras y las Brigadas Rojas italianas cuya extradición concede, incluso si se trata de profesores e intelectuales de no probada o dudosa culpabilidad. Perorebasa cualquier posibilidad de comprensión que los terroristas de las dos ramas de ETA campen por sus respetos, cobren los llamados impuestos revolucionarios, conspiren, se entrenen y descansen al lado mismo de la frontera con España.

Ningún país, ninguna sociedad, ningún Estado podrá ganar política y policiacamente la batalla contra el terrorismo mientras una nación vecina, que se reclama además amiga, ofrezca a sus activistas un generoso e indefinido santuario.