1 abril 1995

Actriz en más de 40 películas, siempre defendió la reconciliación entre actores de todas las ideologías

Fallece la actriz franquista Ana Mariscal, primera mujer directora de cine en España y siempre marcada por la película ‘Raza’

Hechos

El 28 de marzo de 1995 falleció la actriz Dña. Ana María Rodríguez-Arroyo Mariscal.

Lecturas

01 Abril 1995

Ana Mariscal

Francisco Umbral

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En esta semana que termina ha muerto Ana Mariscal, una de las grandes estrellas de Cifesa, aquella Cifesa franquista de los 40/50. Ana Mariscal no era folklórica ni castiza ni patriotera, aunque hizo la grande e insoportable película de Franco, Raza, y sus convicciones iban por ahí, pero cultivaba un estilo personal/Hollywood (el género de «los teléfonos blancos», como dijera el memorable Alfonso Sánchez). O sea la comedia. Era una glamourosa de Cifesa que nunca tuvo glamour.

Creo que la entrevisté una vez en su piso de la plaza de la Marina Española, enfrente del Consejo Nacional del Movimiento o Presidium Supremo de Falange, paisaje que correspondía mucho a su alma esbelta y obstinada. También creo haberla entrevistado una vez en el Reina Victoria o el Alcázar, donde ponían Dulce pájaro de juventud, de Tennessee Williams. El dulce pájaro de juventud era Nuria Torray, con una chaqueta de piel de serpiente, y la ya madura Ana Mariscal (quizá me confundo con Aurora Bautista, aunque de Aurora he sido más amigo) debía tener con Nuria, en la obra, una especie de amor bollacón o así. Lo que recuerdo es que la Mariscal fue siempre un poco borde. Hizo de Don Juan Tenorio en un noviembre franquista y eso debió de parecerle ya una machada progre, aunque entonces no se decía así. En aquella España, cualquier cosa era un delicioso escándalo, para memoria de mi querido y admirado Vizcaíno Casas, que vende casi tanto como Girón o más. El público español es de feldespato, una especie de ferromagnetal, una cosa mineral que no evoluciona ni respira.

La juventud no tanto, claro. El español está vivo hasta los treinta años y el primer quinquenio. Luego sigue acumulando quinquenios y tópicos otros treinta años y muere, o se estira otros treinta con marcapasos. Lo digo porque a los chicos de entonces, cuando Ana Mariscal, no es ya que no nos gustasen aquellas actrices ni aquellos actores ni aquellas películas. Es que no nos gustaban ni como mujeres. En mi generación de postguerra, que incluye varias, no creo que hubiera un solo nacional que se hiciese una gayola (Amilibia prefiere «gallarda») a la salud de ninguna de aquellas señoras de Cifesa. No sé si eran buenas o malas actrices. Lo que sé es que el franquismo las desexualizó de manera eficaz y misteriosa (para que digan que Arias Salgado era tonto), de modo que los de la primera edad no pecásemos en el cine (de todos modos, pecábamos con Rita Hayworth y Lana Turner, que estaban mucho más mundialorras, que eran mujeres de carne inmediata, aunque tan lejanas, y todo el cine era un puro pajote, oyes). Vi Raza de Ana Mariscal porque ese domingo era el único cine medio vacío de Valladolid. Luego he leído el guión de Franco y es puramente escolar. Pienso que del mismo modo que desexualizaron a aquellas actrices guapas y quizá valiosas, desilusionaron la vida, desideologizaron la cultura, desvitalizaron la política. Querían un español sin estímulos, «sin atributos», «unidimensional», como dirían luego Musil y Marcuse.

Y se pregunta uno finalmente si no estará pasando hoy lo mismo. Un Felipe González sideralmente alejado de los españoles, como Franco, un Gobierno que crece hasta el espanto, pronto acorazado por la «ley coraza», como un cruce de cangrejo y guerrero japonés, unos jueces silenciados en lo que se puede, unos delincuentes tácitamente despenalizados, porque todos son de la secta, una Prensa que se quiere aseptizar y una televisión que sólo es ruido y detergente. Con seis maravillosos canales de televisión y varios satélites, han conseguido reinventar el entrañable NODO y la rústica e inmortal Cifesa.