26 junio 1985

Francesco Cossiga se convierte en nuevo Jefe de Estado en Italia como ‘Presidente de República’

Hechos

En junio de 1985 Francesco Cossiga asumió la Presidencia de la República de Italia.

26 Junio 1985

Un presidente para Italia

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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POR PRIMERA vez en la historia de Italia, con la excepción de De Nicola, en 1956, el nuevo presidente de la República, Francesco Cossiga, ha sido elegido en el primer turno de la votación; ha recibido el apoyo de todos los partidos del arco constitucional, los cinco que constituyen el Gobierno, el comunista y la Izquierda Independiente. Este hecho es más sorprendente porque en una fecha reciente, este mismo mes, el país se había dividido profundamente en el referéndum sobre la escala móvil de salarios. El PCI promovió esa operación intentando agrupar a todos los sectores descontentos en un choque frontal contra el Gobierno Craxi. El referéndum fue un fracaso de los comunistas y las tensiones derivadas de dicha confrontación hacían temer una nueva ceremonia de la confusión en la elección presidencial, como tantas veces ha ocurrido en Italia; el propio Pertini sólo resultó elegido al cabo de 12 días de votaciones, en el decimosexto turno de la elección. Esta vez ha ocurrido exactamente lo contrario, lo cual parece indicar una reacción de la clase política italiana encaminada a restablecer un clima de mayor distensión entre las principales fuerzas políticas y sociales del país. Incluido el PCI, que, con su capacidad para conservar durante décadas en torno al 30% del electorado, representa un fenómeno sui géneris y constituye un componente importante, al lado de partidos socialistas y socialdemócratas, de la izquierda europea.El éxito de la elección de Cossiga se debe principalmente al secretario general de la Democracia Cristiana, De Mita. Éste se comprometió, al ocupar el cargo, a modificar las viejas costumbres de clientelismo y división que han caracterizado a dicho partido. Una prueba de que lo está logrando es que, por primera vez, los democristianos han sido capaces de escoger a uno de los suyos como candidato a la presidencia. Además, De Mita ha sabido tomar tres iniciativas, de cara a todas las fuerzas políticas, que han perfilado la elección de Cossiga: primero, reivindicar resueltamente la presidencia de la República para un democristiano, cosa que Craxi estaba interesado en aceptar, pues supone indirectamente consolidar su presencia en el palacio Chigi. Segundo, proponer un método distinto para elegir al presidente: una negociación transparente, antes de la elección, entre los partidos, en vez de esperar, turno tras turno, los efectos de sorpresa que el voto secreto lleva siempre consigo. La tercera iniciativa se refería a la figura del candidato. Aquí tenía dos opciones. La primera, un candidato como Forlani, lo que hubiese significado llevar al Quirinal a un representante del pentapartido, es decir, de la fórmula de gobierno que encabeza actualmente Craxi. Era la candidatura preferida por los socialistas por diversas razones; Forlani forma parte del Gobierno Craxi y sus simpatías por los socialistas son conocidas; su elección hubiese significado, en cierto modo, un afianzamiento del actual Gobierno. La preferencia otorgada a Francesco Cossiga indica que De Mita ha elegido la vía alternativa, teniendo en cuenta la conveniencia, que dimana de la propia Constitución italiana, de que el presidente de la República se coloque realmente por encima de las diversas coyunturas gubernamentales y políticas posibles. Cossiga no era el candidato preferido por los comunistas. Pero sí era, por su historia, muy cercana a la de Aldo Moro, por su cargo actual de presidente del Senado, un político no ligado al pentapartido, y por tanto, susceptible de obtener un consenso muy amplio, incluso el voto comunista. Por su parte, al votar en favor de Francesco Cossiga, el PCI ha demostrado que era consciente del peligro de aislamiento que entrañaba su actitud en anteriores ocasiones, como la del reciente referéndum. Ha sabido responder a la nueva oportunidad que encierra la presencia en el Quirinal de Cossiga: un presidente de la República elegido por todo el arco constitucional y susceptible de permitir fórmulas políticas hasta ahora inéditas en la política italiana.

Otro factor ha pesado con una enorme fuerza moral en el proceso de elección del nuevo presidente: la personalidad fuera de serie de Sandro Pertini, que ha logrado, en su etapa presidencial, colocar a una gran altura el cargo. Para sustituirle los políticos italianos han necesitado inspirarse en su ejemplo. Pertini ha sido de verdad el presidente de todos los italianos, con un prestigio popular sin precedentes. Cossiga inicia su etapa en condiciones favorables. Su elección puede contribuir a dar mayor estabilidad y firmeza a la democracia italiana.