1 abril 1990

Los dibujantes consideraron que el Grupo PRISA despreciaba sus dibujos por retirarles de las páginas de opinión ras una serie de viñetas contra los hermanos Guerra

Gallego y Rey rompen con Grupo PRISA en medio de la polémica por centrar sus viñetas en el caso Juan Guerra

Hechos

En abril de 1990 los caricaturistas Gallego y Rey abandonaron el diario EL PAÍS tras la decisión del director D. Joaquín Estefanía de cambiarles de página.

Lecturas

Los humoristas gráficos José Gallego y Julio Rey abandonan El País por considerar que la decisión de cambiarse de la página editorial a la página de televisión tomada por el director Joaquín Estefaía Moreira es una censura por sus viñetas contra Alfonso Guerra González y su hermano Juan Guerra González (que habían sido elogiadas por medios competidores como la revista Época de Jaime Campmany Díez de Reventa el 22 de enero de 1990). Joaquín Estefanía Moreira sostiene que el cambio defendía potenciar la página de televisión. Cambio16 dedica un reportaje a dar la versión de Gallego y Rey en la que estos critican a El País. Cambio16 no daba la versión de este medio.

AlfonsoyJuanGuerra1990gallego_rey_elpais Los hermanos Guerra, Alfonso Y Juan, objetivos predilectos de los viñetistas de EL PAÍS. 

LOS DIBUJANTES RELATAN SU RUPTURA CON PRISA EN CAMBIO16

c16guerra El 7 de mayo de 1990 ‘Gallego y Rey’ detallaron en CAMBIO16 su marcha del diario EL PAÍS por desavenencias con su director, D. Joaquín Estefanía.

 

22 Enero 1990

El juego de los espejos

Jaime Campmany

Leer
No le habrá hecho gracia la tira de Gallego y Rey a don Afonso, y más publicada en EL PAÍS, terreno suyo, pero ya lo dijo el clásico, arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué.

Gallego y Rey, que están salvando a EL PAÍS de ser una separata del Boletín Oficial, han metido a don Alfonso Guerra en el Callejón del Gato, y le han puesto ante los espejos cóncavos y convexox. Ha sido como un homenaje a Ramón, y un ejercicio de ramonismo y de independencia. En el espejo cóncavo, don Alfonso Guerra aparece esquelético, hético, espirituado y exinanido, sujeto quebrado y de pocas quijas, como un alma de EL Greco o como ese personaje que salió en el programa de Julia Otero, sentimental y escuálido. Y luego, en el espejo convexo, aparece en cambio con la facha de su hermano Juan, aparta Juan, que te cae la caña, con puro y leontina, fauces feroces y dientes de presa, como un banquero de La traca. No le habrá hecho gracia la tira de Gallego y Rey a don Afonso, y más publicada en EL PAÍS, terreno suyo, pero ya lo dijo el clásico, arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué.

Dice don Alfonso Guerra que se equivocan los que le implican en las actividades de algún pariente o familiar, porque él vive de su sueldo, que también trae guasa la afirmación (…) Eso mismo le dijo a Hacienda el mismísimo Juan Guerra cuando pidió y obtuvo que le devolvieran dinero de la contribución de la rena: que él vivía del sueldo que le daba el PSOE. ¡Toma y además eso!, que diría don Perogrullo. Pero, desgraciadamente para él, para los militantes y votantes socialistas, y para todos los ciudadanos de este país, porque a todos nos afecta la «ética» de esa familia, ese tinglado de empresas y negocios, de bienes y de intereses, levantado con celeridad de carpa de circo, cae también sobre los hombros, y no sólo sobre el apellido, dle vicepresidente del Gobierno. En el partido manda Guerra, manda Alfonso Guerra y todo el mundo sabe que no se mueve una hoja sin su permiso y si se mueve una hoja, esa hoja no sale en la foto. Y Juan Guerra tenía despacho oficial en la Junta de Andalucía, cobraba del partido y todos sabían en Andalucía que actuaba de mastín del cortijo, de guardián de la finca, y se presentaba en despachos y oficinas como la voz y la mano larga de su hermano Alfonso. Lo del Callejón del Gato no es una broma. Es un retrato.

Jaime Campmany

07 Mayo 1990

Versión de los dibujantes sobre su salida de EL PAÍS

Gallego y Rey

Leer

El miércoles al mediodía, Gallego entregaba el dibujo de los Guerra haciendo surfing en el mapa de España que aparece en la portada de esta revista. Una hora después ambos viajaban a Valencia a conceder una entrevista más entre las muchas que les han solicitado en los últimos días.

Terminaba así una semana de tensiones y agitación para los dos socios que han formado la mordaz llave de caricatura política. El sábado anterior, el director de EL PAÍS, diario con el que habían fichado en marzo de 1989 tras nueve años en DIARIO16, les informó que su tira cotidiana iba a ser desplazada. Ya no aparecería en las páginas de opinión, como siempre, sino que saldría como faldón de la sección de televisión y radio: ¿acaso una consecuencia de las inclementes tiras contra los hermanos de Guerra?

«Entendimos que no era la página más idónea para un caricatura política, y así se lo dijimos al director», comenta Gallego, «Incluso le ofrecimos una tira diferente sobre el mundo de la televisión».

Pero la decisión era irrevocable. El lunes 23 el dibujo de Gallego & Rey (uno más de la saga Guerra) apareció en la página 57 debajo de una noticia sobre Cobi, el perro mascota de los Juegos Olímpicos. Iba a ser su última caricatura en EL PAÍS. «Para nosotros fue muy claro que se menospreciaba nuestro trabajo». La serie Guerra resultaba incómoda para el diario que la publicaba

09 Mayo 1990

Un cínico en la tribuna

Lorenzo Contreras

Leer
El propio periódico al que Cebrián tiene unido su destino profesional, ha asistido recientemente al episodio de sus humoristas Gallego y Rey, que abandonaron aquel por entender que el ‘caso Guerra’ como el ‘caso Naseiro’ distan de ser minucias de la vida política.

El ex director del diario EL PAÍS y actual consejero delegado de su grupo editor, Juan Luis Cebrián, ha acusado a la oposición y a la ‘Prensa retrofranquista’ de ocuparse de cuestiones menores dentro del debate nacional, cuando lo que importa es el futuro de Europa. Tan pintorescas palabras han sido vertidas desde la Tribuna del Club siglo XXI.

Es verdad que importa a todos le futuro de Europa. Pero no es menos cierto que las llamadas ‘cuestiones menores’, si por ellas hay que entender la corrupción política, no deben recibir esa conceptuación caprichosa. Forzando un poco la ironía, cabe decir que en España ‘lo menor’ es enemigo de lo bueno. Cuando tenemos en el centro del ruedo ibérico el tremendo toro de la corrupción política, resulta frívolo pretender que ese tema merece ser pospuesto o postergado en aras de asuntos principales. Hay que negar la mayor: la inmoralidad, los tráfico de influencia no son un asunto menor.

El propio periódico al que Cebrián tiene unido su destino profesional, ha asistido recientemente al episodio de sus humoristas Gallego y Rey, que abandonaron aquel por entender que el ‘caso Guerra’ como el ‘caso Naseiro’ distan de ser minucias de la vida política. Claro que si estos dos profesionales hubiesen proporcionado a su trabajo crítico un sesgo compatible con los intereses políticos de la casa, el adiós con portavoz no se habría producido.

La corrupción es temáticamente admisible para el diario oficioso siempre que los asuntos suscitados sean tratados a gusto de un staff que coincide con los grandes intereses del Gobierno. Europa como quite del toro que está sobre la arena es lo que Felipe González y Cebrián desean.

La atención proporcional y equivalente a los asuntos externos de España, a sus intereses europeístas, pero también a la ética de su vida pública interna, habría sido una razonable propuesta. Ocurre, sin embargo, que a Cebrián le traicionan los demonios familiares del régimen anterior, al que odia con ese apasionamiento propio de quienes le han servido desde el oportunismo y la coyuntura.

No es una prensa retrofranquista la que sitúa el centro de su interés en sucesos pretendidamente menores. Es sencillamente la que no se encuentra vinculada con el poder la que entiende como indispensable dar a cada uno lo suyo. Uno de los grandes sarcasmos profesionales de la vida periodística española es que EL PAÍS se autodenomine ‘diario independiente de la mañana’. Claro que sólo de la mañana, como finamente han subrayado Gallego y Rey.

Desde la tribuna del Club Siglo XXI, Juan Luis Cebrián ha sentado cátedra de cinismo. Porque en vez de eludir palabras que se vuelven contra su persona, ha acusado indebidamente de franquistas a una abrumadora mayoría de periodistas que jamás lo fueron. Incapaz de reflejarse en ese espejo, prefiere, naturalmente, apedrearlo.

Lorenzo Contreras

El Análisis

DERECHOS DEL PATRÓN, DERECHOS DEL DIBUJANTE

JF Lamata

Aunque en los medios se insinuara que la marcha de los Sres. Gallego y Rey se debía a una «censura», lo cierto es que la dirección del diario EL PAÍS era libre de trasladar la sección de los célebres dibujantes a la última página o a dónde considerara oportuna, pues esa es precisamente la potestad de un director, ya lo hiciera por congraciarse con el Gobierno o por un repentino cambio de opinión sobre la importancia de los viñetista, era secundario a ese respecto. La forma de presentar un producto que has comprado es derecho legítimo del patrón, en este caso Grupo PRISA. Pero al igual que es irrenunciable ese derecho por parte del patrón, es un derecho del profesional el decidir si aceptar o no aceptar, y, en el caso de no aceptar, coger la puerta e irse. Eso fue precisamente lo que hicieron ‘Gallego y Rey’, que consideraron que tenían suficiente prestigio como para considerar ‘humillatorio’ el trato recibido por el Grupo PRISA.

Los hechos demostraron que ‘Gallego y Rey’ no iban desencaminados en su auto-evaluación, la mejor prueba de ello fue que en cuanto se supo que los dibujantes abandonaban PRISA, que tanto EL MUNDO, como DIARIO16, como el Grupo Zeta, como TELECINCO se pelearon por intentar ficharlos. Cuando se llega a un nivel de prestigio en el que las principales empresas del país pujan por ficharte, es cuando puedes permitirte trabajar en una empresa por la que te sientas respetado, como hicieron en aquel año 1990 los Sres. Gallego y Rey.

J. F. Lamata