19 junio 1983

La guerra de Eugenio Suárez contra su ex esposa María Teresa Lázaro y el nuevo marido de esta Fernández de Bobadilla, clave en su hundimiento definitivo

Hundimiento de las publicaciones de Eugenio Suárez: la revista SÁBADO GRÁFICO cierra y EL CASO queda a la deriva

Hechos

El 19.06.1983 D. Eugenio Suárez mandó una carta al diario ABC sobre su situación procesal.

Lecturas

Carta de Eugenio Suárez a los medios de comunicación:

LA REVISTA EL CASO, A LA DERIVA 

ElCaso_deriva La revista EL CASO, que llegó a ser una publicación de masas junto a la revista ¡HOLA! de los años cincuenta, sesenta y setenta, ahora se encuentra en quiebra económica y, aunque al contrario que su hermano SÁBADO GRÁFICO, seguirá abierta de momento, es difícil que vuelva a recuperar la influencia de antaño.

19 Junio 1983

Carta del fundador de EL CASO

Eugenio Suárez

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El día 15 de junio, a las 10.30 de la mañana, declaraba el periodista Eugenio Suárez Gómez en el juzgado de instrucción número 11, de Madrid sobre las informaciones que ha publicado el semanario SÁBADO GRÁFICO acerca de un presunto fraude inmobiliario realizado por las empresas Covinosa, Itesa-Rioja e Itesa-Cantabria. Una vez evacuados los trámites procesales ante los abogados de estas sociedades y dentro del recinto judicial, Eugenio Suárez fue agredido por el presidente de las empresas periodísticamente denunciadas y por otras personas, entras las que se encontraba una mujer. La agresión fue presenciada por numerosas personas e incluso tuvo de ello conocimiento inmediato personal y directo, el propio magistrado titular don César Uriarte López, quien ordenó la detención de José Antonio Fernández Bobadilla y María Teresa Lázaro Núñez por escándalo público y lesiones, poniéndose a disposición del juez de guardia. La abogada María Luisa González G. Pando, el letrado Pedro Romero Requejo y las 25 o 30 personas que presenciaron la agresión han testimoniado ya o están dispuestos a testimoniar sobre los hechos referidos.

Las diligencias preliminares las llevó a cabo el propio magistrado-juez de instrucción, quien las pasó con los detenidos al juez de guardia, que tal día era el del número 7, don Epifanio Legido López.

Eugenio Suárez

Caso Cerrado

Eugenio Suárez

2005

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En 1980 ya tirábamos EL CASO en una imprenta de Guadalajara y se vendía a 25 pesetas, con las 16 páginas del gran formato. Perduraban los viejos reporteros, capitaneados por Margarita Landi, que más tarde ficharía por otra casa donde la pagaban mucho más. Y el veterano Mariano R. Box que empezó en Murcia como colaborador, donde realizó un valioso y tenaz trabajo sustituyendo a Enrique Rubio que emprendió otros y exitosos derroteros. En esa época lo dirigió Cándido Calvo, una de las personas más eficientes y bondadosa que he conocido. Gente joven como Vicente Díez-Hernández, Carlos Aguilera, Delfín Rodríguez. El escritor Jesús Ynfante frecuentó aquellas páginas por esas fechas.

Volvió a editarse en Madrid y cuando mi vida particular era un epítome de problemas y sobre la empresa se lanzaba la segunda esposa y algunos colaboradores que deseaban apoderarse de ellas, la confié in extremis al último director contratado Joaquín Abad, que poseía una imprenta en Almería, impresora de un diario dedicado a la política local. Era la única salvación transitoria, donde EL CASO pasó varios años descuidado y en decadencia hasta su desaparición llegó en 1987 [su último número es publicado el 24 de septiembre de 1997].

(Pag 337) Derrumbada mi empresa, me encontré completamente arruinado. Quiero decir, sin una peseta. Y con deudas, con la Seguridad Social, por ejemplo, que mantuvo sus reclamaciones hasta que el expediente cayó en su extinción. Fue un problema personal, pues a mi nombre estaban las publicaciones y, por tanto, de mi responsabilidad eran sus compromisos.

EL CASO, acosada la titularidad en los tribunales por parte de la segunda esposa y de algún empleado que creyó haber hecho su fortuna reclamándolo, había sido puesto a salvo cuando le propuse al último director contratado, Joaquín Abad, que lo imprimiera en unas máquinas de su propiedad que editaban un pequeño diario en Almería. Pero cualquier periódico, y con mayor motivo un medio popular, requiere una dedicación y entusiasmo que no supieron o pudieron darle. Fue decayendo, cada vez peor hecho, alejándose sus lectores y muriendo, sin gloria y con mi pena, en algún momento del año 1997 [su último número fue publicado el 24 de septiembre de 1997 siendo su último director Manuel Bretone Martínez]. Había vivido 45 años y murió casi olvidado, como en un asilo. Del esplendor de su historia quedó el último aldabonazo: caso cerrado, fin, kaput. Años después, alguien me sugirió que donase las colecciones de cuando promoví a un centro universitario, para que estuvieran al alcance de los estudiosos en las materias. Regalé los tomos encuadernados – más de 400 – de todas las publicaciones que edité, a la Facultad de Periodismo de la Universidad San Pablo CEU y en ella se encuentran a disposición de los interesados.

Aún me consideraba útil, tenía poco más setenta años, y pedí trabajo en cuantos sitios suponía que era posible alcanzarlo. No vi más que espaldas y, en el mejor de los casos, disculpas y golpecitos en el hombro. Me dirigí a un hombre [Jesús Polanco] con quien había tenido encuentros casuales, siempre muy gratos. Él había empezado, como yo, desde cero, vendiendo enciclopedias, libros de otras editoriales, casa por casa, en las librerías y grandes almacenes. Habíamos compartido manteles y viajes colectivos en alguna ocasión. Se perfilaba como un gran editor de repetido éxito. Fui a ofrecerle mi trabajo para la Cadena SER – mundo este, el radiofónico, casi desconocido para mí – e inmediatamente me encontré en un programa de Radio Madrid, confiado a las manos de Augusto Delkader, su director general, en 1989. He trabajado a las órdenes de Daniel Gavela, Mariano Revilla, Goyo González y Sergio Ramiro. Escribía mi colaboración y la leía dentro del espacio designado. Luego, cuando el diario EL PAÍS inauguró el suplemento dedicado a la capital de España, volví a dirigirme al amigo ofreciéndome como viejo escritor y peatón que circula por las calles de la ciudad donde ha vivido siempre. Comencé en noviembre de 1992, con tan buena fortuna que presenté mi primer artículo firmado al premio González-Ruano, creado por Mapfre y me lo concedieron. Diez años antes había logrado el Luca de Tena, del diario ABC. Tenía dos trabajos, de los que estoy viviendo estos últimos años. No dispongo de otro medio de expresar mi gratitud a Jesús de Polanco que dedicar este libro a su fuerte mano amigo. Como remate, el año 2003, la Asociación de la Prensa de Madrid me otorga el Premio Rodríguez Santamaría, honorífico, como reconocimiento a una vida dedicada a este oficio.

EL CASO tuvo un fin inmerecido. Casi cuarenta años batiéndose bravamente para un fin imprevisto. Un caso perdido y cerrado, eso es lo que fue y da título a estas páginas. Cuando digo que soy un antifranquista arrepentido quizá quiera expresar que estoy descontento, no de mis apreciaciones de aquellos tiempos, sino por la forma en que se tratan, enjuician y explican los avatares por los que pasé yo, y treinta o cuarenta millones de españoles, durante casi cuarenta años. Yo no soy antifranquista a moro muerto, lo fui de aquel peligroso señor.

¿Arrepentido? El tránsito es demasiado breve para desaprovecharlo en inútiles lamentaciones. Venturas y desventuras, allá se anduvieron. Hoy continúo en escena, gano mi pan, conservo afectos terminales, hijos, nietas y un bisnieto. La única persona que hubiera querido a mi lado en este último recorrido ha sido Marichu, mi primera esposa, cuyo afecto intenté rescatar, pero lo inevitable se me adelantó. Murió a finales del año 2003. He jubilado las animadversiones y no me da la gana de mirar el reloj que marca el tiempo que resta. La creciente sordera amortigua el estrépito en que han transcurrido muchos de mis tiempos. Tampoco quiero saber si el eco de esa campanada es el penúltimo. Ultima necat.

EUGENIO SUÁREZ

Juan Caño Díaz

2014, Pasando Revista

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Eugenio Suárez hizo gala de esa caballerosidad que le distinguía. Pasamos bastante tiempo sin vernos y, diez o doce años más tarde, vino a mi despacho de Hachette con el propósito de que mi empresa comprara EL CASO, que por entonces malvivía editado pobremente desde Almería y tenía hasta la cabecera embargada.

Había perdido todo: su empresa, su piso, su familia… Hacía años que no veía a su hijo Borja, cuya madre, tras separarse de Eugenio, entabló un proceso y se quedó con buena parte del patrimonio matrimonial. La mala y descuidada gestión se llevó el resto, convirtiendo a Eugenio Suárez en un ‘nuevo pobre’, después de haber sido un nuevo rico.