21 abril 2005

Con el apoyo de la BBK deberá evitar los asaltos de los que puede ser víctima la entidad eléctrica empezando por Gas NAtural

Ignacio Sánchez Galán reemplaza a Íñigo de Oriol al frente de la eléctrica Iberdrola para satisfacción del nacionalismo vasco

Hechos

El 20.04.2005 el Consejo de Administración ratificó el nombramiento de D. José Ignacio Sánchez Galán como presidente de la entidad a partir de 2006.

Lecturas

La COmposición del consejo de Administración de Iberdrola:

Presidente – D. José Ignacio Sánchez Galán

Vicepresidentes (no ejecutivo) – D. José Antonio Garrido Martínez y D. Francisco Javier Herrero Sorriqueta

Vocales – D. Víctor de Urrutia Vallejo, D. José Orbegozo, D. Cësar de la Mora, D. Lucas María de Oriol López-Montenegro, D. Antonio Garay, D. Ricardo Álvarez, D. Antonio María de Oriol D. Mariano de Ybarra, D. José Ignacio Berroeta, D. Juan Luis Arregui, D. Julio de Miguel, D. Sebastián Battaner, D. Jesús María Cadenato, D. Xabier de Irala y D. Íñigo Víctor de Oriol

21 Abril 2005

Iberdrola, una transición ejemplar

EXPANSIÓN (Director: Iñaki Garay)

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El Consejo de Administración de Iberdrola ha nombrado sucesor de Íñigo de Oriol en la presidencia a Ignacio Sánchez Galán, actual vicepresidente ejecutivo y consejero delegado. El modelo elegido, poco habitual en la historia empresarial española pero muy utilizado en otros países, permitirá una transición ordenada, alejada de las incertidumbres y sobresaltos que suelen acompañar a este tipo de procesos. Íñigo de Oriol permanecerá al frente de la empresa hasta después de la celebración de la junta general de accionistas correspondiente a 2006. Hasta entonces, se abrirá un proceso de cohabitación en las decisiones básicas. Cabe destacar la generosidad de Oriol en la forma de prever su sucesión, diseñada en tres etapas: el fichaje de Sánchez Galán como primer ejecutivo, la cesión del ‘bastón de mando’ al vicepresidente y consejero delegado para llevar a cabo un ambicioso plan estratégico, y un último periodo, en el que ambos irán de la mano en la máxima representación institucional de la empresa. Iberdrola ha sido el gran proyecto de Oriol, fruto de la fusión de Iberduero e Hidroeléctrica en 1991 que dio lugar a una de las grandes empresas españolas. Galán ascenderá a una presidencia que se ha ganado a pulso, tras demostrar su capacidad y compromiso, plasmado en una visión estratégica que ha permitido cumplir en un tiempo récord el reto de duplicar el tamaño de la compañía. Iberdrola se encamina a lograr los objetivos establecidos en el Plan Estratégico 2001/2006. En estos años, Sánchez Galán se ha ganado la confianza de los accionistas y de los mercados; Iberdrola es hoy la primera empresa española de su sector por capitalización bursátil, con un valor de 18.000 millones de euros al cierre del primer trimestre.

Sus retos son muchos. Por el momento, encara un año de transición con el futuro despejado. Para más adelante quedan pendientes otras cuestiones, como la expansión exterior, que ha iniciado ya en el ámbito eólico, o los desafíos de un sector condenado a producir con tecnologías más limpias, en sintonía con el desarrollo sostenible. Lo importante ahora es cumplir lo aprobado ayer, y que el nuevo presidente sea capaz de dar continuidad a un proyecto de empresa que tiene que afrontar todavía algunas cuestiones espinosas, como equilibrar la generación con las ventas de electricidad, o mejorar un ‘mix’ que, aunque cada vez menos, todavía es dependiente en gran medida de energías volátiles, agua y viento. El sector eléctrico, en general, e Iberdrola, en particular, tienen pendiente renovar un parque de generación en gran parte obsoleto. El cierre de la producción térmica de fuel-oil, que ha aumentado de forma notable en el último trimestre, y de las plantas de carbón más antiguas e ineficientes, empieza a ser una exigencia de la opinión pública. Y la calidad de servicio, que aunque ha mejorado mucho en los últimos años, arrastra todavía una mala imagen general.

El sector debe seguir invirtiendo a ritmos acelerados.

11 Septiembre 2005

El drama eléctrico, un culebrón en varios actos

Jesús Cacho

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A Iñigo Oriol los rumores de que le estaban intentando mover la silla le cogieron en Lima, Perú. Recién aterrizado en Barajas, octubre de 2000, el capo de Iberdrola se dirige a la torre de Azca, al despacho de ese gran mediocre que ha sido siempre Emilio Ybarra. Una sorpresa le aguardaba: junto al del BBVA se hallaba Alfonso Cortina, presidente de Repsol. Con la brutalidad que a menudo suele acompañar los parcos discursos de los cortos de palabra, Ybarra le dice que le han convocado para pactar las condiciones de su retirada, que cuánto quiere, que le harán presidente de honor, que banda de música, y Oriol no entiende nada, o eso hace creer, pero ¿me estáis diciendo que me vais a echar? No, Iñigo, te estamos diciendo que mañana se va a presentar una OPA por Iberdrola, que todo está hablado, y que cuánto quieres. «Ah, bueno, si es así dadme 12 horas para pensármelo», pide con gesto perplejo, «y mañana quedamos a desayunar y os cuento mis condiciones».

Superviviente de mil batallas, Oriol no se va a su despacho de Hermosilla, sino que le dice al conductor que enfile derecho al Palacio de la Moncloa, mientras por el móvil llama a la secretaria del presidente, dígale a don José María que tengo que verle, que no, que tiene que ser ahora mismo, que el asunto es de la máxima urgencia. Y así llegó a Moncloa, y todavía recuerda que Aznar le hizo esperar una hora larga, pero cuando por fin le recibió fue justo al grano, esto es lo que hay, José María, me acaban de sorprender con el anuncio de una OPA de Repsol sobre Iberdrola, yo creo que es una barbaridad, y naturalmente intuyo que estos cuentan con el respaldo de Rodrigo, así que como éste es un asunto de partido, te pido que me digas qué tengo que hacer, porque si tú dices que esto se hace ahora mismo tiro la toalla y ancha es Castilla…

Naturalmente no hubo desayuno al día siguiente en Azca. Aznar paró en seco la intentona de Cortina y del BBVA. La cosa terminó aflorando en la prensa como un murmullo pronto apagado por el estruendo del anuncio de fusión por absorción de Iberdrola (40%) por Endesa (60%). Rato devolvió el obsequio a Oriol frustrando la operación y dejando al vasco perdido en una incógnita que quiso despejar tratando de reformar a toda prisa la cúpula directiva de Iberdrola. Necesitaba encontrar un consejero delegado con currículo suficiente para encabezar su propia sucesión. Y pensó en el de Fenosa, un hombre que siempre le gustó. Reinoso pidió tiempo, pero antes de que diera respuesta, su esposa, una Arias Mosquera, mujer de armas tomar, se presentó en Hermosilla y abortó la operación, sé lo que le has ofrecido a mi marido y se lo está pensando, pero te va a decir que no porque yo le he dicho que te diga que no: estamos muy tranquilos y no me da la gana tener que vivir a partir de ahora rodeados de escoltas.

El nuevo objetivo de Oriol se llamaba Juan Hoyos, compañero de pupitre de Aznar y socio principal de McKinsey en España, tienes todas las cartas para sucederme en poco tiempo, le espetó Iñigo, déjame pensarlo, le dije que no a mi amigo cuando me ofreció el sillón de Endesa, he dicho que no a otras cosas, no sé. Su mujer le animaba, hasta que los capos de la consultora en EEUU le disuadieron y de nuevo quedó Oriol colgado de la brocha. En el horizonte del patrono apareció entonces Ignacio Sánchez-Galán.Con él creyó contentar al nacionalismo vasco, dado el respaldo que su nombramiento encontró en la BBK, primer accionista, además de llenar el vacío gerencial de la eléctrica. Dos pájaros de un tiro. Salvo los vascos, el resto del consejo se mostró reacio, te estás equivocando, Iñigo, es un buen director general pero no un consejero delegado y menos un futuro presidente, pero Oriol se puso numantino: es mi hombre y adelante con los faroles.

Historias de un sector intervenido por el Gobierno de turno, quintaesencia del secular mamoneo que en España ha presidido siempre las relaciones entre el poder político y el económico, asignatura pendiente, enmienda a la totalidad de una democracia apenas formal. Desde entonces, Galán ha dado la vuelta a Iberdrola (revalorización acumulada del 26% desde mayo 2001) y se ha hecho con todo el poder, arrinconando a Oriol hacia una salida que se materializará en la próxima Junta. Cuando, marzo 2003, la eléctrica sufrió la acometida de Gas Natural (GN), Endesa se mostró dispuesta a actuar de caballero blanco. Ahora, vueltas las tornas, Galán se ha subido a un carro que intuye vencedor, dispuesto a repartirse el botín, los despojos de la que antaño fuera joya de la corona del INI de Suances, modelo de ese nuevo instituto industrial que algunos quieren recrear en torno a La Caixa.

«El 24 de agosto nos llamaron de GN. Querían sentarse a hablar.Iban a lanzar una OPA sobre Endesa y tenían un plan de venta de activos. ¿A ustedes les interesa comprar? La operación se hará en cualquier caso. Y dijimos que sí, porque nuestra obligación es velar por los intereses de los accionistas de Iberdrola, de modo que nos sentamos a negociar». La operación, cantada desde hace meses, tiene toda la lógica empresarial, porque lógico es que gas y electricidad caminen juntos, aunque más lo hubiera sido que fuera Endesa quien absorbiera a GN y no al revés. Ayuda de proyecto, GN tenía necesidad imperiosa de llegar a un acuerdo con alguna eléctrica. Desde Industria han venido en los últimos tiempos urgiendo a Manuel Pizarro a mover ficha. No le decían «vete», sino «muévete». Fornesa y Fainé cerraban la tenaza con reuniones, además del teléfono, en las que no cesaban de animarle, venga, demos un paso al frente, pongámosle gas a Endesa, iniciemos un proyecto serio, abordemos las inversiones necesarias, decididos incluso a que fuera él quien liderara la operación. La actitud de Pizarro, sin embargo, ha consistido en dejar correr el tiempo.Hasta que, cansados de esperar, los capos de Caixa optaron por dar el visto bueno a los planes que, desde Repsol, Brufau, con la ayuda de Suárez de Lezo, venía preparando desde el inicio del verano. Si tú no te mueves, lo haremos nosotros. Porque a Fornesa, un tipo muy rápido en la toma de decisiones, sobrado de peso y talento, lo que no le sobra es tiempo.

Lo intentaron con Iberdrola, en una operación que frustró el Gobierno Aznar. Repiten ahora que cuentan con un Gobierno amigo tanto en Madrid como en Barcelona. De ahí a decir que la operación es del tripartito media el abismo de una radicalidad alimentada por el paletismo de que, en un mundo globalizado, hace gala el nacionalismo catalán -«Jaque mate catalán al sector eléctrico español» (El Periódico); «El PSC se felicita de que España tenga un Gobierno que no corte las alas a las empresas catalanas» (Miquel Iceta-, al que parece haberse sumado buena parte de la derecha madrileña como si las grandes empresas sólo pudieran estar radicadas en Madrid.

El talón de Aquiles de la operación (aparte del precio, francamente rácano) reside en las cuestiones de competencia y en el papel que las cajas de ahorro están jugando en la economía española.Es obvio que la oferta reduce el número de operadores en el mercado, dando lugar al nacimiento de un duopolio que no favorecerá los intereses del consumidor. Se quejaba el PSOE de las políticas del Gobierno Aznar, y al respecto decía en su programa electoral que «el modelo de liberalización de servicios básicos (sic) ha mermado la capacidad de elección de los consumidores, ha impedido la competencia y ha elevado los precios, disminuyendo su calidad y seguridad», por lo que propone «limitar el poder horizontal y vertical de los mercados energéticos». ¿Qué hará al respecto el caballero de la dulce sonrisa?

Por lo demás, la OPA pondría en manos de La Caixa al primer y predominante operador de hidrocarburos, al primer y dominante operador de gas y al primer operador de electricidad, de modo que el sector de la energía quedaría en manos de una entidad sin propietario y mediatizada por los poderes públicos, lo que de hecho implica una especie de renacionalización encubierta.Y es que esta OPA pone de manifiesto la anomalía que en el funcionamiento de una economía de mercado provoca la existencia de unas instituciones sin dueño, la mitad del sistema financiero español, que al final del camino están controladas por políticos.