16 noviembre 1987

Javier Marías Franco publica un artículo oponiéndose a que Camilo José Cela pueda aspirar al Premio Nobel causando las réplicas de Matilde Penalonga y J. J. Armas Marcelo

Hechos

El 16.11.1987 D. Javier Marías Franco publicó en DIARIO16 su artículo

16 Noviembre 1987

Monoteismo literario.

Javier Marías

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Si hoy hubiera en España un Flaubert que escribiera un ‘Diccionario de ideas recibidas’ con que burlarse de los lugares comunes de nuestra sociedad, tendría que poner junto a la entrada ‘Literatura española’: “Dígase primero que Cela es el mejor escritor español vivo, y luego desvaríese con libertad”.

Cada año por el mes de octubre, cuando está próxima la concesión del Premio Nobel de Literatura, los periódicos y revistas de este país tienen su espacio reservado – al igual que lo tienen para las corridas de la feria de San Isidro, los sanfermines, las fallas de los cursos de verano de la UIMP y otros acontecimientos folklóricos anuales – para que los críticos literarios y algún que otro espontáneo pidan airada o plañideramente que se le otorgue a Cela. Este año, para mayor hincapié, dichos periódicos y revistas nacionales han asegurado, ‘según fuentes bien informadas de Estocolmo’ (aunque también habría quien decía de Oslo, dando prueba de las excelencias de su información), que el mencionado escritor había estado en un tris de beneficiárselo. Se lo habría impedido el desconsiderado presidente de Costa Rica, que, al haber sido galardonado con el de la Paz (esta vez sí en Oslo) descartaba a cualquier hispanohablante para la cosecha de 1987.

Esta información sobre el finalismo de Cela no ha aparecido en la Prensa extranjera, y parece improbable que – justamente este año – se haya producido una filtración sobre la lista final de candidatos, cuando esa lista, al parecer, se hace pública cincuenta años después de cada fallo, y hasta entonces es mantenida en el mayor de los secretos. La única fuente de información fidedigna al respecto serían los propios integrantes de esa lista final, a los que, según se cuenta, la Academia sueca, escarmentada desde que Sartre rechazara alevosamente su premio, consulta sí lo aceptarían en el caso de que les fuera otorgado. Pero esta única fuente de información fidedigna es al mismo tiempo aquella de la que menos se podría uno fiar. ¿Cómo creer que ningún escritor – con la excepción de Brodsky en el presente año – que se jacte de haber sido consultado?

Es de suponer que la Prensa española, llena de patriotismo y de buena voluntad, considera que ya va siendo hora de que el Nobel recaiga de nuevo en algún compatriota. El tiempo pasa aquí demasiado deprisa y los diez años transcurridos desde la concesión a Aleixandre parecen veinte. Además, Aleixandre era poeta y a los poetas se les conoce poco en su propio país, no digamos en el extranjero. Hace falta un novelista para la propaganda y la propagación. Hasta aquí todo es normal. Lo que resulta más sorprendente – al menos para las generaciones nuevas y novísimas – es que ese compatriota al que debería premiarse en Suecia sea siempre, invariable, indefectible y exclusivamente el autor de ‘La Colmena’ y ‘El tacatá oxidado’.

España es un país con vocación decididamente monoteísta: hay un solo equipo de fútbol, un solo periódico, un solo partido político, una sola televisión, por supuesto, un solo Rey. En ciertos campos el monoteismo es también rasgo inmutable, pero al menos la imagen, pero al menos la imagen del dios varía de vez en cuando: hay un solo Gran Pintor, pero antes era Dalí, luego Tapies y ahora Barceló; hay una sola Gran Actriz, pero antes era Ana Belén y ahora es Victoria Abril. En aquellos terrenos en los que la deidad no es nunca depuesta ni cambia de rostro hay, tal vez, factores objetivos que contribuyen a explicar la perpetua adoración: los triunfos del equipo de fútbol, la influencia del periódico, la tiranía de la televisión, la individualidad semántica de todo monarca. Pero la apreciación de la literatura es muy tornadiza, y Shakespeare, por ejemplo, no gozó de excesiva estima durante todo un siglo, precisamente el de las luces. En la literatura nada es seguro, aunque en la de la España actual algo parezca serlo.

Desde 1975 las diversas unicidades de nuestro país anteriores a esa fecha se han rechazado o al menos puesto en tela de juicio con entusiasmo tan comprensible como recomendable. Sin embargo, y a pesar de ello, Cela sigue siendo ‘el mejor escritor español vivo’ desde los años cuarenta, hasta el punto de que tal aserto se diría una ‘idea fija’ más que una ‘recibida’. ¿En verdad no ha sucedido nada en literatura en España en cuarenta años? ¿Nada en absoluto que pueda poner en entredicho (si es que no negar) tal idea fija, tal lugar en común? No sé de ningún país – exceptuando quizá los de muy pobre tradición literaria – que se cierre todas sus puertas para abrir sólo una de par en par. ¿Se escandalizó el Reino Unido cuando el Nobel fue a parar a William Golding, en vez de a Durrell, Naipaul o Greene? No, puesto que las opciones eran varias, y allí las jerarquías inconmovibles se guardan para el Ejército. ¿Se escandalizó Francia porque lo recibiera Claude Simón y no Robbe-Grillet o Marguerite Yourcenar? Ni siquiera en Italia, donde el inefable Moravia ejerce de estupefaciente patrón de las letras, se quejaría si nadie si fuera Bassani el premiado o lo hubiera sido Calvino antes de su muerte. No quiero ni imaginar el sino lamentable (de puro y simple chivo expiatorio) del novelista español que por ventura – por un despiste de la Academia sueca o porque ésta tiene sus ideas propias – fuera galardonado un día con el Premio Nobel ‘sin ser Cela’. A tenor de lo que se pudo leer a lo largo del mes pasado, sería saludado como un usurpador, un impostor, un ladrón, un intrigante y un traidor.

Parece como si nadie – en la gran revisión de las esencias de nuestro país llevada a cabo desde hace doce años – se hubiera parado a revisar la obra de nuestro Solo Escritor. Cada nueva obra suya – y nos llega una pronto – es saludada sin más como una nueva obra maestra y, ay, de aquel que diga – vean, me tiembla el pulso al decirlo – que en Estados Unidos lleva muchísimos años (¿Todos?) sin dar la imprenta ninguna obra maestra. Pero aún hay más: los Maestros Indiscutibles suelen tener discípulos y dejan huella (o un gran vacío) en los que vienen detrás de ellos, y sin embargo me parece cuando menos dudoso que la mayoría de los integrantes de las ‘dos generaciones de novelistas españoles más recientes reconozcan en su propia obra el menor influjo del Escritor Único. ¿O acaso es tal influjo patente en un Mendoza, en un Pombo, en un Guelbenzu, en una Soledad Puértolas, en un Azúa, por mencionar algunos autores de la primera generación posfranquista? ¿Lo es en un Gándara, en un Martínez de Pisón, en un Muñoz Molina, por mencionar algunos de la segunda?

“Peor para ellos”, argüiría alguien con muchos nombres, y añadiría: “Pero es que además Cela no sólo es el mejor, sino también el más conocido fuera de España y, por tanto, el único con posibilidades de Nobel”. Me pregunto si es así de veras. Por una parte, las posibilidades se crean, y habría que consultarles al respecto a Elías Canetti o al propio Brodsky. Por otra, n ocabe duda de que las novelas de Cela han sido traducidas a numerosas lenguas, pero si alguien ha tenido a bien pasearse en años recientes por las librerías de Inglaterra, Estados Unidos, Italia o Francia (de las que puedo responder) sabrá que en ellas rara vez se encuentra un libro del Escritor Único. Sus obras fueron traducidas, pero fuera de España – da esa impresión – apenas se reeditan, apenas se ven, están poco vivas. Mucho me temo que la sorpresa que se llevarían los lectores extranjeros si una mañana de octubre supieran que el Premio Nobel lo había ganado Camilo J. Cela sería (hispanistas aparte) no mucho menor que la que se llevó el mundo hace un año cuando se enteró de la existencia exótica de Wole Soyinka. No estaría de mas empezar a abrir otras puertas, aunque sólo sea para desembarazarnos de un monoteísmo y evitar la lapidación posible de algún novelista eximio y tal vez venerable que entre nosotros se atreviera un día a ganar ese premio nórdico.

Javier Marías

17 Noviembre 1987

Cela

Manuel Hidalgo

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En el sofisma y sutilmente elitista libelo publicado ayer, en el que Javier Marías arremetía sin contemplaciones contra Cela y, de rebote, contra el ignorante papanatismo de la Prensa, había un argumento particularmente turbador.

Venía a desmentir Marías el magisterio de Cela arguyendo la ausencia de discípulos de autor de ‘La Colmena’ entre los escritores de dos presuntas generaciones de novelistas posfranquistas.

Si no estoy mal informado, Cela representa, en la novelística española del siglo XX, la síntesis de dos tradiciones de nuestra literatura. De un lado, la línea realista con antecedentes inmediatos en Galdós y Baroja. De otro lado, y como elemento de corrección de realismo, la corriente de expresionismo burlesco que abarca desde un Quevedo a un Valle-Inclán.

Siendo Cela, como digo, un epígono y un eslavón sintético de estas dos tradiciones, esenciales en la literatura española, si los novelistas posfranquistas nada tienen que ver con Cela, ¿con quién demonios tiene que ver?

Los novelistas que cita Marías no agotan, ni mucho menos, la nómina de nuevos escritores, pero siendo malo que su diagnóstico sea incompleto, incluso, intencionado, peor aún es que sea aproximadamente cierto.

De espaldas a la doble tradición que Cela encarna, se tienta el riesgo de una literatura sin raíces, esnob, extranjerizante y marciana. ¡Viento en las velas, compañeros!

03 Diciembre 1987

Inexactitudes de Javier Marías

Matilde Penalonga

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Aunque con cierto retraso llega a mi lugar de residencia la Prensa, a cuya lectura soy muy aficionada. Y precisamente por ello quiero denunciar una flagrante inexactitud en la que Javier Marías basa uno de sus pseudoargumentos contra mi paisano Camilo José Cela en su desafortunado artículo aparecido en el diario de la digna dirección de usted el pasado 16 de noviembre con el título de ‘Monoteísmo Literario’.

Dice allí este ‘angry Young man’ que la información sobre el finalismo de Cela (en el premio Nobel) no ha aparecido en la Prensa extranjera y deja en el aire la insidia de que acaso haya sido el propio escritor el que filtró tal especia, engañando a los ingenuos periodistas españoles llenos de patriotismo y buena voluntad (sic).

Pero las lectoras habituales del NEW YORK TIMES como una servidora podemos y debeos desmentirle, pues en el ejemplar correspondiente al 23 de octubre que tengo ante mis ojos Howell Raines, en crónica especial para el peródico desde Estocolmo fechada el día anterior informa que los Brodsky, fueron este año Octavio Paz, mister Naipaul y Camilo José Cela, al que califican de runner up, es decir, subcampeón por traducir la palabra con el matiz deportivo que tiene en la lengua Sterne, que tan bien conoce Marías.

17 Diciembre 1987

Hay que matar a Cela…

Juancho Armas Marcelo

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Acostumbrados a ver en el cielo el espejismo brillante de una sola estrella; sometidos a la estúpida educación sentimental de buscar en el tiempo presente un solo padre verdadero; angustiados ante el fantasma de la soledad, con la sensación de estar solos ante el mundo como si este – el solo mundo – nos observara de hito en hito a toda hora, no sabemos salir del asombro que nos produce la libertad de ser varios, versátiles, multidimensionales y eclécticos, como afirma el reciente premio Cervantes, Carlos Fuentes. Me refiero a ciertos españoles que, viajando por el mundo los fines de semana, escriben sobre él utilizándolo solamente sobre él utilizándolo solamente en la dimensión única en la que ellos quieren estar. De ahí a hablar de ‘Monoteísmo literario’, publicatura) no hay más que un paso: el que viene obligado a dar el miope adobado en la mezquindad de negar la realidad, el que desea ver el falso hereje que se esconde en el escritor que ha dejado de ser joven hace mucho tiempo aunque probablemente por su manifiesta inmadurez sigamos llamándole nuevo.

Javier Marías en su artículo ‘Monoteismo literario’ publicado en este mismo diario el 16 de noviembre pasado arremete contra Camilo José Cela, el escritor solo de toda España argumentnado que su pretendido finalismo al Nobel de Literatura del año que está terminando “no ha aparecido en la Prensa extranjera, y parece improbable que – justamente este año – se haya producido una filtración sobre la lista final de los candidatos”.

Supone Marías que tal filtración publicada en los diarios nacionales, carece de fundamento real; que nos la hemos inventado por tanto en las entretelas de nuestro país, confundiendo los deseos con la realidad porque, escribe Marías ‘esta única fuente de información fidedigna es al mismo tiempo aquella de la que menos se podría uno fiar”. Es decir, de España, país obseso de sí mismo que suele estar a estas alturas muy mal informado de todo lo que ocurre en el resto del mundo; que adora a un único becerro de oro, cree en un solo dios verdadero, sigue temeroso de un solo caudillo, escribe en un solo periódico, milita en un solo partido, posee una única idea y sostiene la monotemática manía de nombrarse a un solo escritor – Camilo José Cela – finalista del premio Nobel de Literatura todos los años por la misma fecha de otoño.

¿Realmente el monoteísmo (literario incluso) que nos embarga es la sinrazón que nos ha transmutado en visionarios hasta señalar a Cela como el único escritor español capaz de ser finalista del Nobel de Literatura, sacándonos de la manga ancha del deseo la noticia del inminente galardón para ‘nuestro mejor escrito vivo’?

Empezando por el final, digamos que es materia opinable y harto dudosa hablar de literatura en cualquier país del mundo, y en mayor grado en el nuestro, porque más que el monoteísmo lo que termina por ofuscarnos es el maximalismo inquisitorial que confunde el valor real de las cosas con el precio de venta al público. Afirmar que Cela es para muchos el mejor escritor vivo de España no es lanzar un anatema contra los demás, ni mucho menos decir que es el único, el escritor solo, que es lo que arguye Marías que decimos los que decimos que Cela es el más importante de los escritores de España ahora mismo. Es materia opinable, y ahí están los gustos de cada uno, su capacidad dialéctica, su estética, los ensueños y los factores varios que impulsan la crítica y el debate en nuestro país. Baste distinguir que del mejor (o el más importante) al único va una diferencia semántica que sólo pueden confundir quienes maliciosamente, cegados por la luz  de su ‘información internacional’ y educados unidimensionalmente en la epistemología de otras literaturas cultas, terminan por olvidarse de la obligada retaguardia y pierden la guerra por tergiversar el significado elemental de las palabras. Así les luce el pelo en sus propias obras de creación.

Sin necesidad de aludir en extenso, aquí y ahora a la multitud de cursos universitarios que sobre sus obras se están dando en todo el mundo; sin necesidad de extenderme aquí y ahora en la multitud de decisiones y traducciones de sus obras que figuran en los estantes vivos de las librerías del mundo entero, tengo para mí que Camilo José Cela, dadas sus características y su obra literaria, es el escritor español más cualificado para ganar en buena lid el premio Nobel de Literatura. Insisto, sin embargo, en que nos movemos en el ámbito resbaladizo de la opinión, que la crítica no es agraciadamente un dogma que hace historia y que cada cual con sus gustos queda definido, desde el hortera al cursi, desde el filósofo al intrépido diletante del pensamiento.

Lo que ya no se ajusta a la realidad, y no es materia de opinión, sino de información veraz y fidedigna es afirmar con toda gratuidad que el monoteísmo de los españoles (incluso el literario) ha inventado este finalismo de Cela para el Premio Nobel de Literatura. ¿Responde Marías a carta cabal de lo que dice o es sólo una intuición familiar de quien, yendo por el mundo de fin de semana metafórico con las manos en los bolsillos, desea que lo sepamos quienes, por el contrario, ni viajamos, ni leemos las noticias de ese mundo del que él, el joven Marías, responde por sí mismo.

Para sacarlo del error tengo delante para mí la información ofrecida a sus lectores por THE NEW YORK TIMES (otro diario mítico, sólo, único, monoteísta y manifiestamente provinciano) el 23 de octubre pasado. Desde Estocolmo, la ciudad que flota sobre el mar, Howell Raines da cuenta a los lectores del TIMES neoyorquino de la concesión a Joseph Brodsky del Nobel de Literatura. Allá los suecos con sus manías. Yo hubiera votado a Naipaul, si de autor de lengua inglesa se trataba. Alude Raines a que Brodsky es el segundo escritor ás joven al que ha sido otorgado al preciado galardón, tras Albert Camus, que lo ganó a la edad de 44 años en 1957. Más abajo, Howell Raines indica a sus lectores que ‘this year, according to some accounts, Mr. Brodsky won out over a list of finalist including Mr. Naipaul, Octavio Paz, a Mexican critic and poet, and the reputed runner-up, Camilo José Cela, a Spanish poet born in 1916’. (Sic). Traduzca su merced de la lengua de Shakespeare, que para eso es experto y convénzase de la veracidad de la noticia, aunque bien pudiera ser que – por lo alejado de Estocolmo y por lo mal informados que suelen estar los profesionales del periódico en cuestión – el TIMES neoyorquino hubiera plagiado la noticia del finalismo a partir del monoteismo que maneja nuestras provincias manías, las mismas que nos empeñamos en lanzar al aire desvariando con el divino tesoro de la libertad.

Es, pues, superfluo discutir – o polemizar – en torno a asuntos que la realidad por si sola se encarga de dejar claros. Desde hace años Cela es un escritor que convence a tiros, troyanos y contemporáneos de todas las latitudes. Obvio es que no es el único, ni lógico que alguien sostuviera tal criterio. Verdad que hay otros candidatos al Nobel de Literatura en España y en Hispanoamérica: Paz, Fuentes o Vargas Llosa hablan por sus obras de la vitalidad de las literaturas hispánicas. Alberti lo hace en este lado del Atlántico. Pero, según Howell Raines escribe en THE NEW YORK TIMES, Cela ha sido finalista en esta ocasión catalogado además como reputed runner-up. Traduzca su merced.

Vale que nos alegramos, iuvenes dum sumus, arbitrando fórmulas com las que borrar del mala la realidade que nos molesta tanto. Otra cosa bien distinta es que tratemos de matar leones con el solo recurso de nuestra infantil escopeta de balines. Por la misma razón, no discuto ni polemizo con Marías sobre la actualidad de la literatura de Cela. Pero tan obvio como decir que ha sido finalista del Nobel este año es afirmar que sus obras, su escritura en general, proceden directamente de la escuela clásica de nuestra mejor literatura, desde Cervantes y el Lazarillo en línea directa hasta llegar a Valle-Inclán o Galdós, a quien las trifulcas tribales de España negaron el Nobel en su momento.

Anclado y bien anclado en esta literatura, Camilo José Cela anda por el mundo en sus libros traducidos a todas las lenguas cultas del planeta. Intentar matar un león siendo simplemente un cazador de jilgueros dominicales es, al menos, una atrevida intemperancia. Matar a Cela dándole la vuelta a la realidad denuncia los mecanismos fatuos de quien lo intenta torpemente. Aunque tal vez, como confirma la mejor sociología de nuestro país, sea el camino más corto para que los suecos dejen de declararlo finalista y le den antes el Nobel que nosotros, aquí en España, el Cervantes de Literatura. ¿Se figuran qué locura?

Juancho Armas Marcelo

24 Diciembre 1987

Precisiones de Javier Marías.

Javier Marías

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En relación con la carta sobriamente titulada Inexactitudes de Javier Marías, de Matilde Penalonga, y con el artículo patéticamente titulado “Hay que atar a Cela” del 17 de diciembre en los que se insinúa mi mala fe por haber afirmado (véase mi artículo Monoteismo Literario, 16 de noviembre) que el finalismo de Cela en el último premio Nobel era una noticia que no había aparecido en la Prensa extranjera, cuando, según demuestran ambos, vino en el NEW YORK TIMES, algún diario de Tokio y alguno de Sydney. Tampoco logré encontrar la NEUE ZÜRCHER ZEITUNG y pido clemencia por ello.

Tengo, sin embargo, mucho gusto en acceder a petición del autor del dramático artículo antes mencionado de que le traduzca la nota del NEW YORK TIMES. Sus precarios conocimientos de inglés lo hacen, además, aconsejable, pues le parece gran cosa que el diario neoyorquino llame a Cela ‘the reputed runner up’, creyendo sin duda que reputed quiere decir ‘reputado’ cuando lo que aquí quiere decir es ‘usupuesto’. La nota dice así (los subrayados son míos): “Este año, según ciertos informes Mr. Brodsky triunfó sobre una lusta de finalistas que incluía a Mr. Naipaul, a Octavio Paz, crítico y poeta mexicano y al supuesto número segundo Camilo José Cela ‘poeta español’ nacido en 1916”. Celebro enormemente haberme equivocado y que esta noticia aparecida en la Prensa americana corrobore mi afirmación anterior de que Cela es (repito: hispanistas aparte) poco conocido del público lector extranjero en la actualidad. Llamarle ‘poeta’ sólo puede obedecer al desconocimiento o al sarcasmo, y prefiero inclinarme por lo primero.

Por último, el autor del plañidero artículo me recomienda que, siendo un cazador de jilgueros, no pruebe fortuna con Cela, que es un león. Supongo que se trata de una invitación a que trate de cazarlo a él. La agradezco, pero debo declinarla: dentro de todo, hay jilgueros y jilgueros, yo tampoco quiero malgastar mis chinas.

Javier Marías.