6 abril 1997

Javier Pradera (EL PAÍS) atiza a Jaime Campmany (ABC) y este le llama ‘canalla’ en medio de la guerra por el ‘caso Sogecable’

Hechos

Dentro del pleito entre el director de la revista ÉPOCA, D. Jaime Campmany y el presidente del Grupo PRISA, D. Jesús Polanco, intervino el columnista de EL PAÍS (del Grupo PRISA), D. Javier Pradera.

Lecturas

Miguel Ángel Aguilar Tremoya acusa el 8 de abril de 1997 en El País a Jaime Campmany Díez de Revenga de trabajar para los intereses de Mario Conde. El día 9 de abril de 1997 es Javier Pradera Gortázar el que repite esa misma acusación contra Campmany. Pradera Gortázar acusa de mercenarios al servicio de Conde a D. Pedro José Ramírez Codina y D. Luis María Anson Oliart y a los columnistas Jesús Cacho Cortés, Pablo Sebastián Bueno, Raúl del Pozo. De todos ellos sólo Campmany responderá el día 10 calificando a Pradera Gortázar de ‘canalla’  que le ataca siguiendo órdenes de Jesús Polanco.

09 Abril 1997

LA CUENTA ATRÁS

Javier Pradera

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La trepidante revelación periodística de que nos separan mil días del tercer milenio compitió el último fin de semana con otra cuenta atrás no menos infartante: la lucha contra el reloj de Mario Conde -condenado a seis años por la apropiación indebida de 600 millones en el caso Argentia Trust- para conseguir antes de las nueve de la mañana del lunes los dos mil millones en efectivo o en forma de aval bancario que le permitiesen eludir la prisión provisional. Se desconoce a ciencia cierta si la razón de que el ex presidente de Banesto no consiguiera finalmente su objetivo fue la negativa de los bancos a prestarle ayuda, su propia resistencia a dar pistas sobre su patrimonio oculto (en España y en el extranjero) o el deseo de someter a prueba la capacidad de resistencia del ministerio público. En cualquier caso, la espantada del fiscal Gordillo no dejó a la Sala de la Audiencia más salida que suspender el ingreso en prisión de Mario Conde, a la espera de la formalización de la garantía hipotecaria de dos fincas para cubrir la fianza: el papel jugado por el temor en este episodio de comedia bufa se presta a todo tipo de conjeturas. Tras su salida de Alcalá-Meco a comienzos de 1995, el ex presidente de Banesto utilizó no sólo mercenarios de la pluma (al estilo de Cacho, Sebastián o Del Pozo) sino también periodistas célebres para enviar mensajes amenzadores a los poderes públicos; en su libro Vendetta (Plaza yJanés, 1996), Ernesto Ekaizer relata los servicios de correveidile prestados a Conde por el director del diario EL MUNDO, Pedro J. Ramírez, introductor del coronel Perote ante el ex presidente Suárez (página 343), y por el director del diario ABC, Luis María Ansón, encargado de transmitir al general Manglano una extorsión de Conde (página 414).

En esta ocasión el recadero ha sido Campmany: su artículo «La manta nacional», publicado el sábado en el diario ABC, es tan intimidatorio como una navaja de Albacete y tan transparente como un cristal de Bohemia. Director del semanario ÉPOCA, Campmany fue salvado de la quiebra por Conde, que se hizo cargo del 50% del capital social de la revista cuando presidía Banesto; en un emotivo artículo publicado en el número 632 de ÉPOCA («Mario Conde y mi suegra») el beneficiario de la ayuda deja constancia de su «respeto y gratitud» por el gesto de su mecenas.

El coautor del soneto a la muerte en 1969 de la reina Victoria Eugenia (parcialmente reproducido por Javier Tusell en estas páginas) lamenta ahora (como recordaba ayer Miguel Angel Aguilar también en EL PAÍS) que los socialistas nos hayan dejado «bajo una gran manta donde bulle una corrupción promiscua y extendida»; no es extraño que un ex jefe del Sindicato Vertical del Espectáculo y ex director de Arriba considere al gobierno del PSOE responsable de los «trece años mas bochornosos… tal vez de nuestra historia». Este aguerrido ex falangista -«sólo el gran Jaime Campmany sigue en la brecha», escribió Girón de Velasco a Franco en octubre de 1966 (Cándido, Memorias prohibidas, Ediciones B, 1995, pág. 274)- recurre al refranero para calificar el tejido que tapa el «gran montón de estiercol» acumulado por la democracia («puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija») y afirma que «hay varios españoles relevantes… que están debajo de la manta, al borde de ella y a punto de quedar con las vergüenzas al aire y con el culo a intemperie». Se puede escribir de manera menos chulesca, escatológica y grosera pero no más amenazante, clara y acoquinadora; este agradecido deudor y amigo del ex presidente de Banesto anuncia papalmente urbi et orbi que ha empezado la cuenta atrás no sólo de la llegada del siglo XXI sino también del advenimiento del Apocalipsis: «Hasta ahora Mario Conde ha dosificado con cierta medida la revelación de lo que sabe. Una temporada en la cárcel es la más enérgica invitación para que quien tiene agarrado un borde o un pico de la manta caiga en la tentación de tirar de él».

Javier Pradera

10 Abril 1997

EL CANALLA

Jaime Campmany

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A lo mejor, sin saberlo, tiene razón Felipe González y ha acertado, etimológicamente, al decir que Pedro Jota Ramírez es un canalla. No creo que a don Felipe González le preocupen demasiado las etimologías y lo más probable es que ni siquiera haya leído las que escribió el sabio y santo Isidoro de Sevilla, de quien tomó el nombre de guerra. Hombre, podría haberlas ojeado, aunque sólo fuese por gratitud. Seguramente ha acertado por casualidad, como el burro flautista.

Lo de canalla nos viene del italiano, como il dolce stil nuovo, como los spaguetti como el conde Lecquio y Antonia Dell´Atte, como la remanguillé de Bettino Craxi, como Panucci y como Nerio Nesi. Canalla viene de canaglia, que significa muchedumbre de perros, o sea, de canes. La canalla o canaglia era la jauría de perros que azuzaban a los bueyes hasta matarlos en algunas ocasiones. En cierta modo, la palabra canallesca fue adjetivo que se aplicaba mayormente a la Prensa y alcanzó fortuna y difusión la expresión ‘prensa canallesca’. Luego, bastaba decir la canallesca para que todos entendieran que el hablante estaba refiriéndose a la Prensa.

Yendo a la etimología, la Prensa llamada ‘canallesca’’ muy especialmente por los políticos, sería aquella que ponían canes, que ponía canaglia para azuzar a los gobernantes y hombres públicos, que aquí jugarían el papel de bueyes. Perros agresivos azuzando a bovinos grandes y pesados hasta hacerles huir o hasta acabar con ellos. En este sentido, Pedro Jota Ramírez ha actuado como un can de la canalla con Felipe González, porque alguna culpa o mérito ha tenido Ramírez en la muerte política de González. Aunque bien mirado, habremos de convenir que quien más culpa ha tenido de la muerte de González ha sido el propio González, que ha hecho todo lo posible por suicidarse políticamente, desde la prepotencia, la falta de respeto a las minorías, la politización de la justicia, la ocupación personal de la cosa pública, la corrupción generalizada y el crimen de Estado. Lo único que ha hecho la canallesca, y concretamente el canalla Pedro Jota Ramírez ha sido colocar el espejo al borde del camino que González ha recorrido hacia su suicidio político. Lo más probable es que la Historia señale un futuro a Felipe González como azuzador y matador, como canalla de sí mismo.

A veces la jauría la canaglia no azuza bueyes sino a otros canes, más pacíficos y elegantes que ellos mismos. Dice un viejo refrán de mi profesión que perro no come perro. Pero eso era antes de Polanco. Ahora, Polanco dispone de una traílla de canes que se desayuna todas las mañanas con carne de sus colegas de profesión. Estos canes y mesnaderos de Jesús Polanco vienen contra mí en oleadas, como los ataques de la infantería de los jenízaros, como la caballería de los hunos y como los toros de Iberia con las astas enredadas en estopa ardiendo.

El último canalla que me azuza es Javier Pradera, conocido por ‘el huerfanito’, que viene desde el tradicionalismo derechista y de pata negra de aquel Víctor Pradera asesinado por los milicianos, su abuelo, el otro Víctor Pradera, también asesinado por los rojos, su padre, hasta dar después en la ‘exquesita democracia’ del comunismo estalinista para terminar luego en la mesnada pancista de Jesús Polanco, donde le obligan cuando le conviene al amo de la jauría a desayunar perro, Raúl del Pozo, Pablo Sebastián, Antonio Herrero, Pedro Jota Ramírez, Ramón Tamames o Jaime Campmany, servidor.

Nunca se ha conocido en este país una empresa periodística que exiga a sus empleados la ‘obediencia ciega’ que se exige en el grupo Polanco. Aquello, con el elegante estilo de mando impuesto por el editor y ejecutado por sus sayones, debe ser peor que un cuartel de mercenarios. Sólo así se comprende que quienes allí trabjan lleven su adhesión incondicional a Polanco hasta sus cargos de representación profesional o de asesoramiento y consejo personales. Naturalmente, seguirán las canalladas.

Jaime Campmany

11 Mayo 1997

PREPARACIÓN ARTILLERA

Javier Pradera

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Las diferencias entre las medidas cautelares dictadas esta semana por el juez Gómez de Liaño contra varios consejeros de Sogecable – severas con algunos (Carlos March y Leopoldo Rodés) y menos rigurosas con otros – enriquecen el muestrario de actuaciones arbitrarias del errático instructor. Se diría que esta nueva contribución del polémico magistrado a la inseguridad jurídica se propuso servir de ruidosa y aterradora preparación artillera a las citaciones de Cebrián para el 13 de mayo y de Polanco para el 19.

Los fundamentos del auto dictado el pasado jueves por la Sala de lo Penal de la Audiencia para revocar la resolución adoptada el 28 de febrero por Gómez de Liaño (que prohibía a Polanco y a Cebrián la salida de España sin conocimiento y autorización del juzgado) ponen de relieve los frágiles conocimientos jurídicos y los abusivos criterios preconstitucionales del juez instructor respecto a los derechos fundamentales. La sala admite el recurso de queja de los querellados ‘por la falta de fundamento legal y material y por ende la arbitrariedad’ de la limitación ahora revocada: el ardid de ‘devaluar artificialmente’ la restricción de un derecho fundamental (amparado en este caso por el artículo 19 de la Constitución): “maquillando el significado y el alcance de la medida”, tropieza con un obstáculo: “el lenguaje es manipulable, la realidad no”.

Queda por saber si la doctrina garantista expuesta por la Sala logrará romper las pautas de obediencia seguidas hasta ahora por Gómez de Liaño respecto a sus consejeros mediáticos; en caso contrario, Cebrián y Polanco podrían ir ya preparando el equipaje para pasar una temporada en prisión o para prestar una fianza multimillonaria. Porque las órdenes impartidas desde los diarios ABC y EL MUNDO, el semanario ÉPOCA y la tertulia calentada por el periodista y promotor inmobiliario Antonio Herrero en la radio de los obispos no dejan lugar a dudas: los mismos publicistas que adulan de forma obscena al magistrado Gómez de Liaño (así como a los llamados fiscales indomables de la Audiencia Nacional) han expresado ya sus más gozosos y negros pronósticos sobre la suerte procesal de Cebrián y Polanco.

Por ejemplo, un megalómano fantasmón descrito por Jesús Pardo en su ‘Autorretrato sin retoques’ (Anagrama, Barcelona, 1996, p.390) como “el mejor mal actor de nuestra época” exigía el pasado lunes la simbólica crucifixión preventiva de Polanco, es decir, su efectiva prisión incondicional. No cabe echar en saco roto tan ominoso deseo: Antonio García Trevijano, que se enriqueció primero como consejero áulico del sanguinario dictador Macías y que manipuló después a los redactores del Diario MADRID al servicio de sus ambiciosos honorarios, ha seguido muy de cerca – tal vez demasiado – el sumario Sogecable y es un sonrojante adulador de Gómez de Liaño. También un chocarrero ex director de ARRIBA y ex jefe del Sindicato Vertical del Espectáculo, especialista en desenterrar a la familia de sus críticos para agredirles o chantajearles a golpe de cadáver, mostró hace un mes una sombría vocación de oráculo: “Como haya que señalar fianza a Jesús Polanco y a su estado mayor en Sogecable es previsible que haya un desfile de ceros en traje de gala”. Tampoco se puede despreciar ese maligno pronóstico: Jaime Campmany no sólo puso en marcha el sumario Sogecable mediante una denuncia sino que suele utilizar su grasienta prosa para halagar la vanidad de Gómez de Liaño. Y si fuese lícito extender a los vivos la afición por los muertos de este necrófilo sepulturero, cabría recordar sus vínculos de parentesco con la familia Márquez de Prado, emparentada a su vez con la familia Gómez de Liaño.

Las motivaciones de la alegre muchachada periodística – compuesta por falangistas valerosos, periodistas corruptos, izquierdistas de boquilla y mercenarios de Conde – para linchar al Grupo PRISA a través de sus responsables resultan transparentes; el papel del Gobierno en esta bochornosa historia mediático-judicial, en cambio ofrece mayores dudas. Mientras es seguro que la Ley de Televisión Digital y la Ley del Fútbol promovidas por el Gobierno tratan sólo de perjudicar financieramente a la plataforma operativa de Sogecable en beneficio de la plataforma gubernamental de Televisión Española (TVE), TELEVISA y Telefónica, existen dudas respecto a sus eventuales connivencias con la instrucción de un sumario orientado en todo caso en idéntica dirección: hacer doblar la rodilla a un grupo independiente de comunicación a costa de saltar por encima de los principios constitucionales de libertad de información y de empresa.

Javier Pradera