3 febrero 2019

Es la segunda entrevista de 'Salvados' de Atresmedia al mandatario venezolano

Jordi Évole entrevista a Nicolás Maduro, en pleno ultimatum de España para retirarle el reconocimiento como presidente ‘legítimo’ de Venezuela

Hechos

El 3.02.2019 La Sexta emitió el ‘Salvados’ en el que D. Jordi Évole Requena entrevistaba por segunda vez al Sr. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela.

Lecturas

El domingo 3 de febrero de 2019 el programa ‘Salvados’ de La Sexta de Atresmedia que dirige y presenta D. Jorgi Évole Requena entrevista por segunda vez al presidente de Venezuela, Sr. Nicolás Maduro.

La entrevista se emitía justo antes de que expire el ultimatum dado por el Gobierno de España para dejar de reconocer al Gobierno del Sr. Nicolás Maduro como el legítimo de Venezuela como el legítimo y pasar a considerar al autoproclamado Sr. Guaidó como nuevo presidente legítimo del país.

APOYO DESDE LAS PANTALLAS DE TVE A LA ENTREVISTA DE ATRESMEDIA:

El 5 de enero de 2019 el presentador de Atresmedia obtiene un apoyo inesperado desde la televisión pública cuando el presentador de ‘Los Desayunos’ de TVE, D. Xabier Fortes López, inicia su programa con un alegato a favor del Sr. Évole Requena:

 «Este fin de semana hemos asistido a un hecho ciertamente surrealista: las foribundas críticas a un periodista por osar a realizar una entrevista. Lo más curioso es que esas críticas, trufadas en ocasiones por insultos de todo tipo, se realizaron antes siquiera de ver dicha entrevista. Hasta este punto hemos llegado en España. Pues bien, anoche salimos de dudas. Lo que hizo Jordi Évole ante Nicolás Maduro no fue ni blanqueo ni propaganda. Solo puede calificarse y clasificarse como periodismo”.

04 Febrero 2019

Maduro visto en TV

Albert Sáez

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Évole no blanqueó al dirigente venezolano, por mucho que los fanáticos griten en las redes

A los profanos de la política internacional nos sorprende la pasión del debate sobre Venezuela. Recuerda aquellos años de la guerra fría cuando la primera pregunta ante cualquier conflicto era simple y simplista: ¿con quién van los yanquis? Ni el tamaño, ni el petróleo ni la geoestrategia parecen justificar el nivel de ruido que provoca el tema en las redes y en la opinión publicada en los medios de comunicación más clásicos. En este contexto, a los profanos nos interesó ver la entrevista de Jordi Évole a Nicolás Maduro, el presidente al que nadie quiere reconocer pero al que le piden que convoque elecciones. Évole no estaba en su salsa y no brilló como en otras ocasiones porque su capacidad de improvisación, y su chispa, no eran la de los temas y personajes que domina. Con todo, la entrevista no fue, como algunos psicópatas han publicado en las redes, una operación de blanqueo. Maduro quedó retratado como lo que es: más demagogo que despota y más punzante que hiriente. A las preguntas clave formuladas de mil maneras diferentes respondió siempre igual, con el argumentario oficial. Maduro quedó bien dibujado.

Desde hace unos años, algunos guardianes de la ortodoxia periodística desde fuera del periodismo difunden la atrocidad de que entrevistar a alguien es simpatizar con sus ideas. Le pasó a Joan Tapia cuando dirigía un diario que entrevistó a Arnaldo Otegui. Como si las entrevistas fueran actos de propaganda cuando son justo lo contrario, el género periodístico más dialógico, menos condescendiente con las fuentes de información, más transparente para con el lector como ha estudiado el profesor de la UAB David Vidal. Blanquear a Maduro es transmitir sus monólogos en la radio y en la televisión o diseminar sus tuits en las redes. Preguntar es interrogar lo cual da al personaje la capacidad de defenderse pero reserva para el periodista la función de fiscalizar. Y en eso, Évole no falló. Los prejuicios actuaron una vez más al servicio de los que libran la batalla de Venezuela como si fuera otro asunto de política interior. No hay forma de entenderlos.

04 Febrero 2019

Aló, Maduro

Sergio del Molino

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Nada de lo que dijo Maduro importa frente a la imagen de un tipo que agarra y exhibe un librito de papel de fumar

Nicolás Maduro sostiene y enseña un librito azul, un microlibro de juguete donde no cabrán ni tres letras por página. Sus dedos índice y pulgar parecen a punto de hacerlo polvo, y cuando lo coloca delante de su cara para mostrarlo a la cámara parece que se lo va a zampar. Es un ejemplar de la Constitución de Venezuela. Un ejemplar homeopático que dejará con hambre al presidente si al final lo ingiere. Ver a Nicolás Maduro, un gigantón, un macho de bigote y voz profunda, aferrarse a ese librito de papel de fumar como tabla de salvación provoca que las palabras de la entrevista que le hizo Jordi Évole en Salvados pierdan todo su sentido. Nada de lo que dijo Maduro importa frente a la imagen de un tipo que agarra y exhibe una legitimidad de juguete.

Y eso que Maduro habló lo que quiso. Incluso mirando a cámara, pasando del entrevistado y rompiendo el protocolo mínimo de una entrevista. Incluso dirigiéndose directamente a Pedro Sánchez y señalándole con el dedo, con ese mismo dedo que estrujaba la constitucioncita de Venezuela. Estuvo tan a gusto que se permitió el lujo de perorar en nombre de todo un país, rescatando la vieja retórica del tercermundismo, recordando Vietnam, repitiendo la expresión “patio trasero” y sin olvidarse del pasaje bíblico tan caro al antiimperialismo de David contra Goliat, como si el Che Guevara aún anduviese dando discursos en la ONU o los sandinistas acabaran de derrocar a Somoza. Viéndole manejar el librito entre sus dedazos costaba imaginarlo como David, pero tampoco parecía el Goliat que subyugaba a los venezolanos. Todo lo más, un Tirano Banderas a punto de ser destruido por su propio ridículo y más solo que la una, abandonado hasta por esa izquierda sentimental a la que interpeló con patetismo. Su discurso, más que maduro, estaba pasado, listo para el compost.

No hizo falta, por tanto, que Évole planteara las preguntas que no pronunció, pues Maduro se basta a sí mismo para desacreditarse, aunque muchos habríamos agradecido un ataque más áspero.

04 Febrero 2020

La entrevista de Évole a Maduro tenía trampa

Víctor de la Serna Arenillas

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Era lícito entrevistar a Nicolás Maduro: las discusiones previas sobraban, porque preguntar por los asuntos más polémicos y dar a conocer las opiniones de los personajes importantes de este mundo, por muy repulsivos que resulten, es tarea fundamental del periodismo. Lo que ya no es lícito ni es periodismo es la entrevista-trampa, la apariencia de interrogatorio con pacto previo de soslayar las cuestiones más sangrantes. Y esa es la impresión que deja claramente -y no es la primera vez que sucede- la conversación de Jordi Évole con el dictador venezolano.

Así, los gravísimos problemas de la Venezuela actual -torturas, asesinatos de manifestantes y oponentes, hambruna, hospitales sin medicamentos- se quedaron misteriosamente fuera del cuestionario que había preparado Évole. Eso ya descalifica todo el ejercicio. Y las preguntas algo molestas eran despachadas por Maduro ignorándolas -como la de los 40 muertos en los últimos días- o con una respuesta falsaria y hasta estrafalaria: así, de la hiperinflación tienen la culpa unas ilegales y criminales casas de cambios dirigidas desde Miami, dijo. Y a otra cosa, mariposa. No se habló más del tema. Sobre la brutal pérdida de poder adquisitivo no le pareció interesante hablar al entrevistador.

Évole tiene la técnica de repetir una pregunta, dando la impresión de que no se contenta con la evasiva del interlocutor, pero también se suele contentar con soportar una y otra vez nuevas evasivas y, sobre todo, nuevas proclamas del entrevistado, al que deja claramente convertir toda la sesión en un ejercicio de autobombo, de mentiras palmarias e incluso de amenazas.

Así, Maduro se sirvió del espacio para anunciar que está armando a dos millones de milicianos para resistir hasta la muerte -lanzando de paso un piropo a José Luis Rodríguez Zapatero por un símil vietnamita-, y utilizó las repreguntas, o más bien reiteraciones, del entrevistador para reafirmarse en su postura: la revolución bolivariana es intachable y democrática, y la culpa de todos sus problemas la tiene el gran Satán, Donald Trump.

No se le ocurrió a Évole apuntar que Trump no llegó al poder hasta 2017, como no se le ocurrieron tantas réplicas obvias, que al menos hubieran resaltado las falsedades que Maduro iba destilando, como que los venezolanos cobran sus pensiones y tienen sus prestaciones médicas.

La satisfacción con la que Maduro presentaba la entrevista en el spot que La Sexta emitió previamente para publicitarla ya anunciaba lo que acabamos viendo: su mitin particular de propaganda, su canto a su propia gloria y legitimidad. Tan bien le salió que recomendó a sus compatriotas verla. Gracias, Évole.