23 octubre 1962

El presidente norteamericano Kennedy y el dictador soviético Kruschev intercambiaron comunicaciones en un clima de crispación

La crisis de los misiles en Cuba coloca a los Estados Unidos de Kennedy y a la Unión Soviética de Kruschev al borde de la guerra

Hechos

El 23 de octubre de 1963 el Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy ordenó un bloqueo marítimo a Cuba.

Lecturas

El descubrimiento de que la URSS había instalado misiles nucleares en Cuba desató una crisis sin precedentes. El presidente de EEUU, John Kennedy decretó una cuarentena y un ultimátum y tuvo que hacer frente a los sectores ‘duros’ de su propia administración que como Curtis Le May pedían invadir Cuba cuanto antes. Finalmente Kennedy decretó un ultimátum, dando lugar a tensas negociaciones por las cuales estuvo a punto de estallar una Tercera Guerra Mundial entre EEUU y la URSS, que al final no se produjo.

El dictador de la Unión Soviética, Nikita Kruschev (que desde marzo de 1958 era, además de jefe del PCUS era Jefe del Gobierno), ha ordenado desmontar las bases militares instaladas por la URSS en Cuba; a cambio el gobierno de Estados Unidos se compromete a no intentar una invasión contra Cuba ni a deponer por las armas a Fidel Castro.

Aunque el régimen de Fidel Castro protesta amargamente contra la decisión, lo cierto es que el acuerdo ha salvado al mundo de una conflagración que parecía inevitable.

La situación había llegado a un punto crítico cuando el gobierno de Estados Unidos decretó un bloqueo parcial contra la isla y declaró que, en contra de las afirmaciones soviéticas, estaba en condiciones de probar un hecho gravísimo: el suministro de armas ofensivas (cohetes de alcance medio) a Cuba por parte de la URSS.

Como prueba de sus afirmaciones Washington hizo públicas fotografías aéreas de la isla, en las que aparece un considerable arsenal militar, en el cual se destacan las rampas lanzadoras de cohetes. EN ese momento, la URSS anunció que sus barcos con rumbo a Cuba no acatarían la orden de detención de ningún barco de Estados Unidos. Ante la inminencia de un choque, el secretario general de la ONU, U Thant, propuso que fuesen fuerzas de 45 estados no alineados las que se interpusieran entre las naves soviéticas y las norteamericanas; al mismo tiempo, el papa Juan XXIII urgió a Kruschev y a Kennedy para que tomaran medidas para salvaguardar la paz.

Poco después Nikita Kruschev anunció que la URSS aceptaba la mediación de la ONU y que sus barcos no intentarían romper el bloqueo de Estados Unidos. El mundo entero suspró con alivio.

Acto seguido el gobierno de Estados Unidos exigió que los cohetes instalados en Cuba fueran desmontados.

Este 28 de octubre de 1962 mediante un correo secreto Kruschev ha accedido a la exigencia de Estados Unidos a cambio de un compromiso consistente en que las tropas de Estados Unidos no invadirán Cuba y a que en secreto retirarán sus misiles de Turquía. El régimen de Fidel Castro, que había decretado la movilización general, ha protestado contra el acuerdo.

El presidente Kennedy, en cambio, ha declarado que la actitud de la Unión Soviética constituye una importante contribución un importante contribución al mantenimiento de la paz mundial.

CRISIS DE LOS MISILES CUBANOS

Los Trece Días que duró el conflicto el mundo contuvo la respiración temiendo el estallido de la Tercera Guerra Mundial.


EL EMBARGO Y BLOQUEO DE EEUU CONTRA CUBA ACERCÓ A LA DICTADURA DE CASTRO CON LA DE LA URSS

castro_kruschev  Fidel Castro con Nikita Kruschev

En 1964 Leonidas Breznev será destituido de sus cargos en la URSS. 

29 Octubre 1962

Sólo cabezas de puente

Emilio Romero

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Las cartas de Kruschef, que hoy publicamos nosotros son un modelo de piezas políticas en el terreno diplomático. Poseen, luego, una magistral cazurrería y sus razones – en sus exterioridades dialécticas – son casi apabullantes. Pero al tiempo, un gran perfume de insinceridad, una fina astucia para ocultar lo que conviene, se trasluce a lo largo de toda esta histórica misiva. Rusia tiene monumentos literarios de este corte. La instrumentación imperialista que tiene Rusia es el comunismo internacional, los partidos comunistas, que es el medio más eficaz y de más porvenir que el del imperialismo yanqui, confiando a sus hombres de negocios. Mientras que Rusia hace su imperio con las clases dirigentes, los Estados Unidos lo han venido realizando con sus clases económicas. Las bases invisibles de Rusia son los partidos comunistas. ¿Va a desmantelarlos? Conviene separa lo que es régimen comunista de comunismo internacional. Rusia tiene perfecto derecho a gozar de su régimen comunista, pero debe abstenerse de exportarlo. Todo afán de progreso social, de liquidación de privilegios, de supresión de castas-  que es la dirección de las conciencias actuales – es una corriente hacia la izquierda. En esta corriente el comunismo va a favor. (Las nuevas personalidades históricas, el anticolonialismo, la igualdad de oportunidades, etc.). La ceguera del mundo occidental consiste en no cabalgar también sobre esta corriente hasta donde el comunismo no pueda seguir navegando que es el instante mismo donde se hace necesario defender los derechos de la persona humana en la sociedad socializada. Por donde el comunismo va tranquilo es en la justicia; donde se mueve incómodo es en la libertad.

La segunda carta de Kruschef es todavía mas realista que la primera. Ya no le importan nada las bases de Turquía ni las bases de Cuba. Ya le importa, exlcusivamente el régimen de Fidel Castro. Hasta ahora quedaba claro que Cuba era una cabeza dep únete de la Unión Soviética. (Kruschef lo ha declarado así. Las plataformas de proyectiles procedían de Rusia y estaban dirigidas por oficiales soviéticos). En esta cabeza de puente de Rusia en América se montaron los proyectiles dirigidos contra los Estados Unidos y sus aliados de América central y del sur. Rusia va a retirar lso proyectiles. Pero no retirará la cabeza de puente. En esta estrategia política y militar de largo alcance, el armamento directo de Rusia en las distintas bases es lo menos importante. Lo que importa son regímenes políticos amigos de la Unión Soviética en todas partes. ¿Qué le importarían a Rusia las bases americanas en España si pudiera destruir el régimen del General Franco y establecer aquí a sus amigos? A los Estados Unidos se confía en vencerlos sin proyectiles, mejor que con ellos. De igual a igual, la industria de guerra americana podría resolver un conflicto a su favor. Lo peor es si se va reduciendo la lista de sus amigos. Cuando los Estados Unidos estuvieron solos, pero rodeados de cabezas de puente soviéticas sin proyectiles, tendría que entregarse.

Kruschef se pregunta con admirable candor y refiriéndose a los cubanos que amenazan a Castro “Estos cubanos no tienen territorio, no tienen medios particulares. Por ello, alguien puso en sus manos las armas necesarias para cañonear La Habana y llevar a cabo su hazaña de piratería en el Caribe”. ¿Quién pone para nosotros por ejemplo, manifestantes en la lla, activistas en los conflictos laborales, terroristas en la calle, si no el comunismo internacional? Kruschef se asombra de que los exiliados de un paisaje y encuentren en otros territorios alojamiento va. Así son estas dos cartas incomprables del primer ministro soviético. La otra carta de aquel maravilla de jesuítica compunción eslava.

Los Castros que ella misma crea o los que la torpeza americana occidental, por escuchar esta confusa y gloriosa denominación sirve en bandeja.

Emilio Romero

30 Octubre 1962

Pax Soviética

ARRIBA (Director: Sabino Alonso Fueyo)

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Con un razonable optimismo – y en este periódico analizamos la situación durante los días pasados a base de tal directriz – podía suponer que no se llegaría a la decisión de apretar el botón de la guerra atómica. Y hemos acertado. Con la misma rapidez y con la misma sorpresa con que empezó la crisis del Caribe ha concluido, al menos en su fase aguda. El lunes pasado por la noche el Presidente Kennedy anunciaba la ‘cuarentena’ de los barcos que transportaran armas ofensivas a Cuba. El domingo por la tarde – después del intercambio de cartas y mensajes – Krustchev anunciaba que desmantelaría las bases, como exigió Kennedy.

Cuarenta buques de guerra, veinte mil soldados y marines norteamericanos, la decisión unánime de la Organización de Estados americanos de apoyar a Norteamerica, la unidad del mundo occidental ante la amenaza, la firme resolución de ir hasta las últimas consecuencias han impuesto el ‘generoso’ gesto de Krustchev , que no engaña a nadie, y que, por otra parte, trata, en el terreno de las conversaciones, de cobrarse una transigencia que, en definitiva sólo vale como lección para el mundo libre. ¿A dónde se habría llegado, en efecto, si se hubieran dado señales de debilidad? Probablemente, al hecho consumado de una nueva implantación estratégica comunista. Si en el terreno de las negociaciones se emplea la misma firmeza, se habrá salvado la paz y además se habrá frenado el avance soviético.

El episodio de Cuba ha sido, sin duda, la decisión más enérgica y concluyente que ha tomado Washington en el curso de la ‘guerra fría’. Krustchev se ha visto obligado a plegarse a las circunstancias, aunque no ha sacado las manos del todo vacías. Por lo pronto, la máquina propagandística del comunismo, puesta a toda presión durante estos días, se ha encargado de perfilar con grueso trazo el inevitable tópico de la agresividad del imperialismo yanqui” y de presentar ante el mundo – ante un mundo por desgracia débil y sin demasiadas ideas sustantivas sobre la realidad de lo que está jugando sobre el tapete – la faz iluminada, sonriente, afable, casi paternal de un Krustchev sacrificado a la idea de la paz y al mantenimiento de la concordia internacional. Y el comunismo, que juega un poco de cara ‘a la eternidad’, como las más viejas instituciones sociales, pasa, es verdad, por el desmantelamiento de las bases de proyectiles dirigidos construidas en territorio cubano por especialistas soviéticos, pero conserva cuidadosamente en la antigua isla española la fibra de la subversión castrista construida igualmente por especialistas soviéticos. Es una retirada elástica, de las que dan tiempo a reembarcar hombres y material y, más aún, a dejar establecida en el área que ‘se abandona’ la plataforma para un nuevo y más fructífero intento de agresión. De aquí la necesidad y la urgencia de combatir enérgicamente al comunismo en todos los frentes de raer sus ‘quintas columnas’, desplegadas a la luz de la legalidad en la retaguardia occidental y de obligarle, en fin, a retirarse sin pérdida de tiempo de todas aquella zonas del mundo en que amenaza con su presencia.

El Análisis

Los trece días que estremecieron al mundo

JF Lamata

La crisis de los misiles en Cuba ha sido, sin duda, el momento de mayor tensión de toda la Guerra Fría. Por primera vez, las dos grandes superpotencias han estado a punto de un enfrentamiento nuclear directo. Que los misiles estuvieran a escasos kilómetros de las costas estadounidenses transformó a Fidel Castro en una amenaza inmediata, y obligó al presidente Kennedy a tomar decisiones de extrema gravedad: primero, un bloqueo naval —eufemísticamente llamado “cuarentena”—, luego un ultimátum directo a Moscú. La respuesta inicial soviética, negando la presencia de armas ofensivas, quedó desmentida por las evidencias que presentó Washington: fotografías aéreas irrefutables de rampas de lanzamiento en suelo cubano. Kennedy también tuve que hacer frente al ala dura de su propia administración, como Curtis Le May, partidarios de invadir Cuba inmediatamente.

Durante trece días, el mundo contuvo el aliento. La posibilidad de una guerra nuclear era real, y tanto la ONU como el papa Juan XXIII pidieron contención. Finalmente, la vía diplomática prevaleció: el líder soviético Nikita Kruschev accedió a desmantelar las bases misilísticas a cambio del compromiso de que EE.UU. no invadiría Cuba, y de una retirada —no pública— de misiles norteamericanos en Turquía. El planeta respiró aliviado, pero no todos quedaron satisfechos. Mientras en Occidente se celebra la firmeza serena de Kennedy, en el bloque comunista crecen las críticas hacia Kruschev. En La Habana, Fidel Castro se siente traicionado; en Moscú, algunos en el PCUS y el KGB consideran que el líder soviético ha capitulado sin obtener garantías suficientes.

Lo que queda claro es que ambos líderes han evitado lo peor. La destrucción mutua asegurada ya no es una teoría: ha estado al borde de hacerse realidad. Que la paz haya sido preservada es mérito de ambos, pero las heridas políticas no tardarán en aflorar. Kennedy ha salido fortalecido en su país; Kruschev, en cambio, deberá lidiar con el resentimiento de quienes, en su entorno, ya murmuran que un líder que recula difícilmente pueda mantenerse mucho tiempo en la cima del Kremlin.

J. F. Lamata