14 octubre 1964

La destitución pone fin al proceso de 'destalinización' que vivía el régimen desde 1956

El Comité del PCUS nombra a Leonidas Breznev nuevo Dictador de la Unión Soviética tras destituir a Nikita Krushev

Hechos

El 14.10.1964 el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) eligió a Leonidas I. Breznev como nuevo Secretario General.

Lecturas

Los profundos cambios registrados en la cúspide del estado y del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) han sorprendido completamente a Occidente. Según un comunicado oficial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas Nikita Kruschev, hasta ahora Secretario General del PCUS y jefe del Gobierno (que, en la práctica ejercía como dictador de la URSS), ha sido destituido de todos sus cargos.

La resolución ha sido adoptada este 14 de octubre de 1964 por el pleno del Comité Central del PCUS y será ratificada mañana por el presidium del soviet supremo.

Alexei Nikolaievich Kosiguin reemplazará a Kruschev al frente del gobierno, mientras que Leónidas Breznev ocupará el cargo de secretario general del partido.

Según informes confidenciales, Kruschev ha caído en desgracia, y la jerarquía soviética le reprocha su «subjetivismo delirante su fanfarronería y sus decisiones contrarias al buen sentido».

¿POR MOTIVOS DE SALUD?

Kruschev Oficialmente Nikita Krushev era destituido de su puesto ‘por motivos de salud’. Un argumento que, para los medios occidentales tenía poca credibilidad porque no constaba ninguna enfermedad en el dirigente político y porque ese era el argumento que se utilizaba siempre en todos los países de la órbita soviética para justificar una destitución.

EL NUEVO JEFE DEL GOBIERNO

Kosygin Krushev no sólo ha sido destituido como Secretario General del PCUS, el cargo que detenta el poder en la Unión Soviética, también la sido como Presidente del Consejo de Ministros, en este cargo le reemplazará Alexis Kosygin.

16 Octubre 1964

Una explicación

Emilio Romero

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Cuando se produce una crisis, o una nueva situación, en los sistemas políticos que tienen una personalización del Poder, la orientación mejor es mirar por el derecho y por el revés al sucesor. Hace ya algún tiempo, y preferentemente desde los cambios en la jefatura del Estado soviético, estaba ya en circulación el futuro delfín en la brillante carrera política de Breznef, el hombre que inició su cabalgada ascensionar desde la ciudad ucraniana de Dneprodzerzhinks.

Breznef aparece briosamente en la corte de Stalin tras las purgas de 38. Sería muy aventurado deslizarse para la identificación política de las personas en una historia de sus opiniones, porque los movimientos políticos con una gran estrategia – como el comunismo – carecen de personalidades con opiniones regulares o estáticas, sino que, para estar en candelero, necesitan frecuentes adaptaciones a la realidad. La verdad es que sin caer en aquella demoledora frase de un sagaz estadista europeo de que la fidelidad era un problema de fechas, ninguna aspiración a la continuidad puede sostenerse sobre el inmovilismo y la fidelidad a las palabras antiguas. Esto ya no es una aseveración vidumbre de la política. Breznef no regresa al pasado, no reestaliniza, sino que figura en el tándem de los revisionistas, del Congreso del 61.

No tiene el relevo de Kruschev características traumáticas, sino que tiene todo el aire de una sustitución aliviadora de las enormes cargas que las anchas espaldas de Kruschef no podían aguantar. El comunismo, en cualquiera de sus hombres, ha de aguantar dos diálogos tremendos: el del mundo del Oeste, o mundo libre, y el del mundo del Este, o comunismo de base. Kruschef se había situado en zona peligrosa, en una tercera posición estratégica de difícil movilidad: a la espalda, Pekín y enfrente, Whahington. Hace muy pocos días se señalaba que ciertos dirigentes del Comité Central no dudarían en hacer rodar algunas cabezas ministeriales soviéticas con tal de obtener la reconciliación con Mao.

Sobre una estructura socialista, Kruchef quería edificar una sociedad de consumidores, un comunismo opulento. La experiencia era que si a través de lo liberal-capitalista se llega a la sociedad opulenta o a la prosperidad, esas finalidades se alcanzan igualmente mediante un sistema socialista que no tiene necesariamente que incluir el lucro agresivo. “¿Cuál ha sido la meta que nos empujó a hacer una revolución? – decía recientemente Kruschef – ; sin duda no era el deseo de conseguir una vida peor que antes de lograr el Poder. Si hemos de dar menos que el capitalismo, la gente nos diría: ¡Vayan al diablo, puesto que en casa van peor las cosas que en las casas de los demás.”

Todo esto es lo que ha derribado a Kruschef; pero pensemos que con todo esto va a echar a andar Breznef. Hay siempre alguien que abre los caminos nuevos, y luego otros circulan por ellos. Desde nuestras posiciones no liberal-capitalistas, pero tampoco comunistas, hemos de reconocer a Kruschef no pocas contribuciones al logro de una coexistencia que ha mantenido la paz. Hace pocos días a un periodista: “No queremos la guerra; solamente los locos pueden imaginar que por medio de la guerra puede vencerse al capitalismo. Saludaremos las sublevaciones de la clase obrera en los países capitalistas. Esto es otra cosa. Ya sé que hay gentes que ven las cosas de forma diferente; que hagan lo que les parezca. La historia les dará las lecciones necesarias.”.

La desestalinización fue una de las empresas políticas internas más arriesgadas en el hermetismo y el dogmatismo soviéticos. Después, los buenos frenos para impedir la guerra en la crisis cubana, con los americanos ya en los barcos de la invasión. Y, por último, la europeización del comunismo frente al maremoto chino. Objetivamente, el reconocimiento de todo esto es una verdad histórica.

¿Pero alguien puede en la Rusia de hoy hacer algo diferente? Es posible que se produzcan ciertas restauraciones formales en la dialéctica con Pekín y con el mundo libre. Recordaba hace poco un colega francés que los dirigentes rusos siempre se pondrán de acuerdo para aplicarse un régimen de ducha escocesa que les permita un repliegue rapidísimo cuando encuentren confiado a Occidente. Repliegues formales de consolidación frente al agrietamiento. Pero, constitucionalmente, los modernos dirigentes soviéticos no son revisionistas del futuro, Kruschef contó una vez el cuento de los filósofos y los mujiks. Los filósofos, que inventaron el comunismo no podían fabricar cucharas. Los mujiks, sí. Los filósofos, resueltamente, no han depuesto a Kruschef. ¡Vamos, que el ideólogo Suslof no le ha derribado! La frontera del comunismo opulento intentará ser alcanzada por los sucesores de Kruschef. Peor se quiere que no sea en solitairo, sino al lado de los poetas, de los planificadores de los mesiánicos, de los trogloditas de Pekín.

Emilio Romero