7 marzo 2003

Ferrán Monegal reprocha a Dávila que pareciera tener más ganas del inicio de la guerra que la propia Palacio

La ministra Ana Palacio es entrevista en TVE por Carlos Dávila (‘Tercer Grado’) para defender el apoyo de España a la inminente Guerra de Irak

Hechos

Emitido el 5 de marzo de 2003.

07 Marzo 2003

La afonía de la ministra

Carlos Dávila

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Nueva entrevista de Carlos Dávila a la ministra Ana Palacio (El tercer grado, La 2). ¡Ah!, la labor de este admirado compañero, la dedicación, la ternura que dedica a los más preclaros miembros del PP, es un prodigio. Logra fundir lo mucho de vigorizante que alberga el oficio de masajista, con el delicado arte de la orfebrería toledana, también llamado martelé, y le salen unos pedruscos televisivos de incalculable valor. Hace unos meses, el pasado 17 de julio, a esta ministra ya le dio una reconfortante fricción con motivo de haber conseguido la reconquista de la piedra Perejil. Fue una sesión esplendorosa. Y con gran acierto en la elección de la fecha: ni más ni menos que la víspera del 18 de julio, efeméride evocadora del glorioso Alzamiento Nacional. Esta vez también ha acertado Dávila el momento, porque tras la tempestuosa sesión en el Congreso, y con lo que lleva esta ministra de charlas y conversaciones en la ONU, resulta que se presentó totalmente afónica a la entrevista. ¡Ah!, no hay peor dolencia para un ministro que la afonía. Estás en los actos y sesiones, y no puedes lanzar ningún discurso. O sea que, aún estando, parece que no estés. Es una situación terrible. Te entra el síndrome de florero enseguida. Por eso Carlos Dávila, que entiende de medicina, le aplicó a Ana Palacio un tratamiento de choque habilísimo. Fue cuando le dijo: «Pongámonos en el mejor de los casos. Pongámonos en que hay resolución positiva en la ONU. Sin ve tos. Mi pregunta es: ¿para cuán do habría guerra, ministra?» ¡Ah!, esa ansiedad que transmitía la pregunta, ese enunciado: «en el mejor de los casos… ¿para cuándo habría guerra?», causaron un efecto curiosísimo. Sorprendida la ministra de que Dávila tuviese más ganas que ella de entrar en la guerra enseguida, le regresó de golpe el tono mus cular perdido. Dulcemente, pero con nítido timbre, tuvo que apaciguar al periodista allí mismo.