9 junio 1967

Tanto el director de ABC como el de PUEBLO son procuradores en las Cortes franquistas

La nueva ley electoral para elegir a los procuradores franquistas enfrenta a Emilio Romero con Luca de Tena, Gallardón y Pemán

Hechos

En junio de 1967 se debatió en las cortas la Ley Orgánica del Movimiento para regular las elecciones a Procuradores a Cortes.

Lecturas

El director de ABC D. Torcuato Luca de Tena Brunet publica una crónica parlamentaria de una sesión de Las Cortes en la que considera que a muchos procuradores le faltó valor, una actitud que es desaprobada por el director de Pueblo D. Emilio Romero Gómez desde la páginas de su periódico. Ambos son procuradores.

Un artículo de D. José María Ruiz Gallardón en defensa de los partidos políticos usando el seudónimo de su padre Tebib Arrumi en el periódico privado ABC, es desautorizado por otro artículo desde el periódico público Pueblo de D. Emilio Romero Gómez.

08 Junio 1967

Desde la Calle

José María Ruiz Gallardón

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“Un denominador común, un campo único y unas reglas de juego”. Con estas palabras, entrecomilladas, termina la justificación escrita de la enmienda presentada por el rector de Salamanca, señor Balcells, en que propone, argumenta y justifica la esperada estructuración, en esta Ley que ahora se discute, del contraste de pareceres.

Entre Scilla y Caribdis, entre el partido único y la multipartiicdad – vaya la palabrita con permiso de don Emilio Romero, genesíaco de términos modernos – está el contraste de pareceres. Pero el tal contraste y los tales pareceres, si son algo, lo son en función de su predicamento público. O sea que, o se conocen, se pulen, se discuten y llegan a la opinión, o no son nada. Y aquí está la cuestión: cómo se estructuran. Porque no vale la política de avestruz. La realidad se impone, y es mejor regular y encauzar lo que la sociedad destila que no dejarlo a su aire, que puede ser de fronda.

Los partidarios del Movimiento organización superadores – ya que no contrarios – del Movimiento-comunión, querían a toda costa y para que fuera eficaz el sistema básico institucional de España, que el Movimiento fuera algo más que alma, que se encarnara en instituciones concretas, presididas por lo que es esencia misma de toda creación asociativa humana, la atfectio societatis’. Muy bien. Su tesis ha salido triunfante. Ahora nos toca a los demás, a los que, puestas las cosas así, en puro discurso lógico, queremos y deseamos llevar tales premisas hasta una última consecuencia. Nos toca a todos los que aceptamos el sistema – y precisamente porque lo aceptamos – pedir que se articule dentro de la Organización del Movimiento, asociativamente, el contraste de pareceres. Esta es, en esencia, la enmienda del señor Balcells, que, aunque derrotada suscribo íntegramente.

Hay dos maneras de ganar – o perder – una votación. Una, por razones de fondo. Otra, por circunstancias formales o de oportunidad. Así perdió el señor Balcells su muy justificada demanda.

Don Licinio de la Fuente – que me consta es partidario ‘in scrinio pectoris’ de la tesis del señor Balcells – argumentó, sin embargo, que no era en esta Ley, sino luego, una vez constituido el Consejo Nacional, que es quien debe aprobar la reglamentaria explicitación de la presente Ley, cuando se llevará a la letra viva de la Gaceta de Madrid esa orgánica y necesaria articulación positiva del contraste de pareceres. La verdad, no me gusta. Dejar tema tan fundamental para un reglamento, para mí que equivale a obviarlo. ¡Ojalá me equivoque y los pronósticos – y los deseos – de don Licinio de la Fuente se cumplan y pronto!.

El Tebib Arrumi

09 Junio 1967

La Imaginación

Emilio Romero

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La ventaja de los listos (e inteligentes), cuando se ejerce para bien, es como el gran lujo de una sociedad; el defecto de los listos es que a veces se pasa. Este es el caso de José María Ruiz Gallardón, que firma en ABC, con el seudónimo famoso de su padre ‘El Tebib Arrumi’, un comentario – dice que desde la calle – sobre los debates de las Cortes. Naturalmente, lo hará una vez que lea las informaciones de la Prensa – lógicamente insuficientes – y sustraído a continuación, ardientemente en el cenáculo de sus amigos políticos. Resulta que se ha quedado perplejo porque he dicho en un artículo reciente que nuestro pluralismo político, aquel que se mueve en el terreno de juego del Régimen, está ‘sectorizado’ y no ‘partidizado’. Señala ‘El Tebib Arrumi’, con su guasa correspondiente, que mi poderosa imaginación política, primera virtud de todo hombre público – asegura – le ha llenado de entusiasmo. Pero, ¿dónde está la imaginación en esto? Voy a coger del brazo, cordialmente, a mi amigo y vecino José María Ruiz Gallardón y a invitarle a que me siga.

En España no tenemos partidos políticos. El partido político es una organización con afiliados, con domicilio social, con directivas, con documentación legal de existencia y con representantes a todos los niveles, salidos y promovidos en su seno. Pero en España, sin embargo, hay sectores de opinión. Los falangistas, los católicos, los monárquicos de Estoril y los monárquicos de Montejeurra, principalmente, más barruntos de sectores nuevos. En cada uno de estos sectores hay luego diferentes familias políticas en función de sus ideas o de su colocación en el Régimen. Así, hay falangistas rígidos o falangistas elásticos, católicos oriundos de la estrategia política del cardenal Herrera y modernos católicos del Opus Dei, tradicionalistas que han viajado de Montujeturra a Estoril y tradicionalistas que no se han movido de Montejurra, monárquicos transitando magistralmente por la pasarela Estoril-Régimen y monárquicos de Estoril con exclusividad. ¿No es esto así? Estamos, por ello ante un pluralismo político de sectores. Entonces es función de que la Ley Orgánica del Estado aprobada tan abrumadoramente, establece el contraste de pareceres o la concurrencia de criterios como instrumento necesario a nuestro a Régimen representativo, nos encontramos ante un pluralismo político “sectorizado” y no “Partidizado”. En las áreas económicas y sociales la concurrencia es de otra clase. ¿Dónde está mi imaginación política?

José María Ruiz Gallardón no se libra de sus esquemas mentales, porque es un hombre apasionado en sus convicciones; pero si en este país obtenemos un buen rendimiento en la elección de los representantes de la nación, y después éstos realizan la moderación del poder ejecutivo, no solamente en la elaboración de las leyes, sino en la formalización del poder ejecutivo, no solamente en la elaboración de las leyes, sino en la formalización de juicios críticos sobre la acción y los programas del Gobierno, estaremos ante una realidad democrática con toda evidencia. Este es, precisamente, el camino que estamos andando en estos momentos. Si ‘El Tebib Arrumi’ no hiciera otra cosa que la crónica de lo que no ve, celebraríamos a diario la eutrapelia y el talento de contarlo. Pero si mezcla opinión política propia, entonces hay que tratar el asunto con más seriedad, con menos reticencia, con más realismo y con intención de colaboración desde posiciones creadoras y críticas.

No hay una sola posibilidad de establecer en España el sistema de partidos políticos. Hay, sin embargo, pluralidad de opiniones: y en las áreas económico sociales pluralidad de intereses. El señor Ruiz Gallardón parece que piensa que sin partidos políticos no es posible esa pluralidad. Y yo le digo que sí. Pero en cualquier caso tenemos que vivir con varias opiniones, sin partidos políticos. Seguramente es que José María Ruiz Gallardón no ha expropiado totalmente de su cabeza la democracia liberal. Pero el caso es que yo he instalado en la mía hace tiempo – y no como producto de la imaginación – otra figura de democracia por la que ya transitan no pocos liberales históricos: entre los más ilustres don Salvador de Madariaga.

Emilio Romero

10 Junio 1967

Tras la esperanza, el recelo

Torcuato Luca de Tena

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Ayer titulé mi crónica, “Tras el recelo, la esperanza”. Hoy, “Tras la esperanza, el recelo”. Euclides ha dicho que el orden de los factores no altera el producto. Esto será verdad en las matemáticas, pero no lo es en la política.

Los señores Nieto García, Sevilla Andrés, Sáenz de Miera, Martínez de Bedoya, Emilio Romero, Mateo Tarí, Roberto Reyes, Tomás Allende, Udina, marqués de la Encomienda, Guadilla, Marcos Chacón, Zelada, Sánchez Agesta, Asís Garrote, Martínez Esteruelas, Cotorruelo, Pedrosa y Arcenegui – todos ellos con voz, pero no todos con voto – habían expresado libremente, dignamente, gallardamente, su opinión. El denominador común de sus parlamentos era éste o muy semejante a éste: “Estamos creando unas Instituciones. Deseamos que sean permanentes. El país las necesita. EL país la espera. Para que el país crea en ellas hay que hacerle protagonista – por medio de este mecanismo que ponemos en sus manos – de su propio destino. ¿Quiénes habrán de elegir a los consejeros nacionales, que tendrán la tarea de informar “el orden político abierto a la totalidad de los españoles” y de promover ‘la vida política en régimen de ordenada concurrencia de criterios”? Nuestra respuesta, nuestra propuesta, es que sean todos los españoles mayores de veintiún años…”

Esto se decía con brillantez, con sinceridad, con honestidad, con prfundo convencimiento, en la sesión de la mañana del jueves. A medida que yo escuchaba tales intervenciones se iban desvaneciendo en mi subconsciente determinados recelos, como se desvanecen los flecos del a bruma matinal cuando irrumpe sobre ellos el chorro dorado y caliente del sol de mediodía. Y entonces tracé el título de la crónica que fue publicada ayer: “Tras el recelo, la esperanza”…

Y se interrumpió la sesión, pues la Ponencia anunció que necesitaba tomarse un tiempo para redactar un nuevo texto relalcionado con la elección de los consejeros nacionales, más en consonancia con los anhelos casi unánimes, de la Comisión. Y se reanudo el debate después de almorzar. ¿No querían los señores miembros de la Comisión que los del Consejo Nacional fuesen elegidos por sufragio popular y directo emanado de la propia Sociedad? Pues en atención a que se habían expresado en este sentido con abrumadora mayoría, la propuesta que trajo la Ponencia decía exactamente lo contrario. La elección se hará por medio de compromisarios y ni siqueira estos compromisarios serán elegidos por él país sino por los Consejos Provinciales y Locales del Movimiento, en la forma que determinen en su día los propios señores del Consejo Nacional, que es, en definitiva, de quienes dependerá que salgan o no elegidos los organizadores de la elección. Si no querían ustedes chocolate, jícara y media…

Y el texto fue sometido a la votación. Y, consecuentes con su criterio, votaron en contra el ex ministro señor Navarro Rubio y don Fermín Zelada, y el señor Cotorruelo, y el señor Rodríguez Casado. Y no votó en contra el señor Sánchez Agesta porque no estaba, ni el señor Pérez Embid porque no había venido, ni el señor Rivas Guadilla porque estaba ausente, ni el señor Pedrosa Latas, porque – según me ha dicho – creía que lo que se sometía votación era un texto distinto. Tampoco votaron en contra don Roberto Reyes, ni don Tomás Allende, ni don Gonzalo Marcos Chacón, ni don Agustín de Asís Garrote, ni don Emilio Romero, ni el señor Arcenegui, que estaban presentes y que tenían voto: pero que no hicieron uso de él para defender con los hechos lo mismo que tan dignamente tan gallardamente, tan brillantemente, habían defendido con su palabra muy pocas horas antes, “¿Los infantes de Aragón – que se ficieron? – ¿Qué fue de tanto galán – qué fue de tanta invención – como truxeron?”.

¿Qué había acontecido entre la sesión de la mañana y la de la tarde? ¿Qué espíritu ‘non sancto’ había descendido sobre la frente de estos hombres para que vieran blanco a la hora de la sobremesa lo que a la hora del aperitivo era negro para ellos? ¿Qué consignas recibieron y de quién las recibieron, caso de haberlas recibido? Por muy alta que fuera su inspiración, dudo que lo fuera más que la del tema que se debatía. Porque, en todo caso, el objetivo nobilísimo que defendían por la mañana, apuntaba hacia lo permanente y la inspiración que recibieron – caso de recibirla – provenía de lo perecedero.

El señor Sánchez Agesta se levantó al día siguiente para denunciar como un gravísimo error político haber aprobado en su nueva versión la palomita blanca del último texto que – en un acto de pintoresca prestidigitación – se sacaron del sombrero de copa, por sorpresa, los señores de la Ponencia. El señor Fueyo se levantó como un resorte. Un procurador puede votar a favor o en contra de una enmienda. Pero lamentarse del sentido de la votación – una vez aprobado el artículo que se debatía – es por lo menos inútil.

Detrás de los leones, fundidos en hierro con las armas ganadas al enemigo, hay en el palacio de las Cortes unas escalinatas. En lo alto de las mismas hay unas puertas que sólo se abren en ocasiones solemnísimas. Cuando n ose abren se convierten en paredes. En paredes de un bar. Tiene la concesión del mismo don Pedro Chicote, que es, junto con el señor Anglada, jefe de la Sección de Taquígrafos de las Cortes Españolas, el verdadero decano de nuestro Parlamento. En este bar los señores procuradores comentan las incidencias de los debates. Siempre conviene hacer un alto en el camino y otear lo recorrido y lo que aún queda por recorrer. En este bar enarbolando en la mano un churro humedecido de café o una copa de ginebra nevada de hielo, o un canapé de salmón ahumado, he oído a uno, y a otro, ya otro más, lamentarse de que haya sido aprobado un artículo, como el de la elección de los consejeros nacionales, de cuya redacción no era nadie partidario. Se ha cometido un error, como dijo Sánchez Agesta. Es inútil lamentarse de ello, como dijo Jesús Fueyo. Pero yo no me lamento de esto. Me lamento de que haya habido inspiración para que silenciaran sus votos los que habían uluminado la sala con sus palabras. Me lamento de que el inspirador – de una alcurnia intermedia – haya puesto sus miras en lo circunstancial y no en lo permanente. Me lamento, en fin, de que en España el valor cívico no sea concorde con el valor físico – tan enraizado en nuestra idiosincrasia – que, en el Ejército, a todo español, se le supone.

Torcuato Luca de Tena

12 Junio 1967

Alusiones Desafortunadas

Emilio Romero

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Torcuato Luca de Tena, que ha sido como la brillante novedad de la crónica parlamentaria de estos últimos días, no estuvo en la tarde del día 6 cuando se planteó el tema del ‘contraste de pareceres’; ni tampoco le vi por la reunión del día 7, en la que se iniciaron los debates sobre quién habría de elegir a los Consejeros Nacionales. Estos eran dos grandes temas del anteproyecto de Ley Orgánica del Movimiento y de su Consejo Nacional. Después se ha incorporado, sobre la marcha, a esos dos temas, llegando a tiempo de coger las últimas intervenciones y de presenciar el resultado; y ha publicado una crónica en la que nos dice a algunos, que hemos tenido poco valor cívico por permanecer sentados en nuestros bancos en el momento de producirse la votación, cuando antes nos habíamos levantado a hablar contra los textos de la Ponencia.

Si hubiera tenido referencias más completas de lo sucedido sobre estos dos temas capitales, tendría que haber consignado que el único voto en contra en el tema del ‘contraste de pareceres’ – a mi juicio el más importante de todos – fue el mío, sin perjuicio de recibir en los pasillos las felicitaciones y las adhesiones de rigor. Aquella soledad tan notoria y relevante abrumó mi modestia

En el otro asunto me quedé sentado por dos razones, ninguna de ellas por la inspiración o la imposición de nadie: porque se había producido antes la afirmación de que los Consejos Locales y Provinciales serían representativos como el tiempo lo exige: y, porque votar en contra, me está pareciendo como una nota de petulancia. El balance es éste: Después de dos días de tremendos debates sobre el título de la Ley en los que se plantearon los problemas de fondo que afectaban al destino del Movimiento se aprobó el título que figuraba en el proyecto, por unanimidad. La cosa era sorprendente. En la siguiente votación. La siguiente votación fue la del contraste de pareceres, y me quedé sólo. En la tercera, no iba a incurrir en la vanidad de votar en contra. Y es que parece raro que Torcuato Luca de Tena no haya advertido las originales características de esta Comisión. Tiene como un deseo de convencer honradamente a las características de esta Comisión. Tiene como un deseo de convencer honradamente a la Ponencia; y se da la satisfacción de que todo el mundo diga lo que piense. Después concluye en que la Ponencia debe decidir una vez que haya hecho todo lo posible ésta concluye en que la Ponencia debe decidir una vez que haya hecho todo lo posible ésta por convencer a la Comisión. Más que una refriega o una lucha parlamentaria, estamos ante un diálogo entre los que ocupamos los bancos de la Comisión, y los que se sientan en la Presidencia como ponentes. Y entre los ponentes, están los extrañamente silenciosos colocando a la derecha del presidente (Zamanillo, Aguirre Gonzalo, Valdeiglesias y Zelada); y los locuaces y deliberantes, colocados a la izquierda (Montes, Sänchez Cortés, Fueyo y Licinio de la Fuente).

Los que en el segundo asunto – sobre quiénes habían d  elegir a los Consejeros Nacionales – éramos partidarios de que votaran todos los españoles mayores de veintiún años, no vimos sorprendidos por la actitud del señor Sánchez Agesta (sector católico)  que hizo la sugerencia de que se votara por el sistema de compromisarios, si es que los Consejos Locales y Provinciales iban a ser plenamente representativos. La Ponencia se inclinaría siempre, por imperativo de conciliación, entre las posiciones extremas. SI algunos procuradores defendiendo que no votaran más que los afiliados al Movimiento y otros – entre los que me incluyo – deseábamos que votaran todos los españoles sin distintción, mayores de 21 años, lógicamente, el señor Sánchez Agesta había tendido una pasarela para que se instalara en ella la Ponencia en una posición centrada que es lo que siempre buscan todas las Ponencias y todas las presidencias.

Pero lo peor ha sido lo de Torcuato Luca de Tena. Resulta que este Procurador en Cortes por designación del Jefe del Estado había formulado varias enmiendas a este proyecto de Ley. Pero no ha abierto el pico ni una sola vez en la sala de reuniones y de los debates. Ha preferido hacer una crónica de lo que sucedía allí, haciendo la crítica o el elogio de sus compañeros en las Cortes y ofreciendo su ocurrente o su irritado, o su humorístico monólogo a los lectores con ese gran privilegio que supone tener un periódico, cosa que no está al alcance de la casi totalidad de los Procuradores en Cortes.

Por el contrario, los que como yo tenemos también el privilegio de tener un periódico, hemos ido a las Cortes a decir en voz alta nuestra opinión y a disentir con algunos artículos del proyecto de Ley enviado por el Gobierno y a sostener un diálogo claro y sin encubrimiento con la Ponencia. Atreverse a decir ahora, desde el refugio de ABC, que los que hemos estado en el combate no tenemos valor cívico no deja de ser una boutade y un comportamiento cómodo, extravagante y escaso de ejemplaridad.

Ocurre que el señor Luca de Tena se había emperrado en que el Gobierno retirara este proyecto de Ley de las Cortes. Y el Gobierno no lo hizo. Después abrigó la esperanza de que naufragara antes de empezar el examen del articulado, y sobrevino aquel espectáculo delicioso de la unanimidad tras una embestida espectacular y encadenada de un número muy reducido de partidarios de los deseos del señor Luca de Tena.

En el fondo de todo esto, hay dos mentalidades de valoración de la realidad. Unos dicen que a la apertura hemos de ir por el camino de hacer más representativas y abiertas las instituciones actuales. Y otros – entre los que se encuentra Torcuato Luca de Tena – quieren hacer alguna expropiación de instituciones, no por interés social, sino por interés monárquico. Naturalmente, hay quienes desean también que el Movimiento no se mueva. El señor Pérez Embid, profesor ilustre a quien Torcuato Luca de Tena y yo admiramos aunque por diferentes cosas- tras su comparecencia inicial no ha vuelto a asomar por la sala de sesiones. Si no ha tenido alguna causa justificada, esto no parece una actitud liberal o democrática. El hecho de que no prosperen las opiniones de uno, no es para ausentarse definitivamente de los debates. Por su parte el general VIgón otra de las ilustres figuras que tuvieron a su cargo la ofensiva de desmantelamiento, asiste a las reuniones a diario y no ha votado ni una sola vez en contra, a pesar de haber dicho que el anteproyecto de Ley tenía varias infracciones a la Ley Orgánica del Estado. Espero que el ilustre cronista

Sinceramente, Torcuato Luca de Tena no se ha dado cuenta que la fuerza que tenemos cada una en estos momentos no sirve para otra cosa que para mejorar para perfeccionar, para evolucionar, lo que hay: pero no para derribar nada que se defienda como sustantivo, aunque se tenga en las manos, la influencia y el prestigio de ABC.

La grave cuestión que plantean algunas personalidades políticas españolas que deben al Régimen – por otra parte – cargos, honores, conservación de privilegios y prosperidad es que cuando plantean mudanzas ellos mismos no son representativos de fuerza considerable alguna de apoyo que suponga renovación sin fractura o sin quiebra. Son meros teorizantes o ingenuos fervorosos de cosas. Pero debajo de toda esperanza honrada y de toda ideología fulgurante, subyace una realidad nacional que necesita un tratamiento adecuado. Desde hace algún tiempo hay como un deseo seguramente bien intencionado, por parte de esos grupos reducidos de vaciar al Régimen de su Movimiento. ¿Pero y qué traen y qué son los vaciadores? No traen nada serio y renovado en las manos. Y ellos mismos son gente comprometidas y gastadas eficazmente en el servicio del propio Régimen. Lo razonable es, por el contrario modernizar el Movimiento, abrirle de par en par, florecerle de instituciones representativas, podarle de brotaciones fosilizadas y vaciarle de estructuras inútiles. La Ley Orgánica del Estado aprobada por el pueblo español, invita a esto y no autoriza a más de esto.

Emilio Romero

El Análisis

¿PERIODISTAS O POLÍTICOS?

JF Lamata

Las polémicas entre D. Emilio Romero Gómez y D. Torcuato Luca de Tena Brunet abrirían el debate sobre qué eran: Si periodistas o políticos (Y lo mismo para D. José María Ruiz Gallardón). Partiendo de la base de que al ser un momento en que la televisión apenas hablaba de política y el parlamento era de dictadura, la única forma de hacer y debatir política era a través de la prensa.

Ambos, el Sr. Romero y el Sr. Luca de Tena, directores de periódicos de los años cincuenta (defenestrados a la vez por el ‘caso Beria‘) simultanearían en los sesenta su cargo de director de periódico con el de Procurador en las Cortes Franquistas y Consejeros en el Movimiento. Podría pensarse que el Sr. Romero era menos libre porque su periódico era propiedad del Estado – dependiente en última instancia del dictador – mientras que el ABC era propiedad de una empresa privada: Prensa Española. Pero por otro lado el Sr. Romero fue elegido por sufragio Procurador por Ávila mientras que el Sr. Luca de Tena por designación directa de Franco.  Y en lo que se refiere al Sr. Ruiz Gallardón sería, posteriormente, diputado en el Congreso. Ergo político también.

Por lo tanto estas polémicas constantes que tuvieron ambos, el falangista y el monárquico entre 1967 y 1969… ¿no eran más una discusión política que periodística?

J. F. Lamata