9 mayo 1983

La prensa española ante los resultados de las elecciones municipales de 1983, consolidados el PSOE como primera fuerza y Coalición Popular como segunda

Hechos

El 9 de mayo de 1983 los periódicos publicaron sus impresiones sobre los resultados de las elecciones municipales.

09 Mayo 1983

Las elecciones del 8-M: un primer análisis

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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EL PRIMER aspecto a destacar en las elecciones municipales y autonómicas celebradas ayer es que el promedio de la participación ciudadana ha alcanzado un nivel estimable, ligeramente superior al logrado en los comicios locales de 1979, aunque lógicamente inferior a las elecciones general del 28-O. El crecimiento de la abstención, por lo demás, ha afectado de manera desigual a las grandes capitales y a los pueblos y se ha manifestado de forma diferente según las regiones. Que los ciudadanos hayan acudido a las urnas, en porcentajes superiores a lo previsible, en un domingo de mayo para depositar sus sufragios en unos comicios municipales y autonómicos, políticamente menos atractivos que las elecciones legislativas, es un síntoma inequívoco de que el ejercicio del derecho de sufragio, parte esencial de una auténtica cultura democrática, ha calado definitivamente en nuestro país.También debe ser subrayado el clima de normalidad con que se han desarrollado las votaciones, tanto en lo que se refiere a la ausencia de violencias e intimidaciones -salvo las lamentables excepciones que confirman la regla- como al más engrasado funcionamiento del ejercicio del sufragio. Desde 1977 hasta ahora, los ciudadanos han realizado rápidamente el aprendizaje democrático incluso en lo que se refiere a los aspectos secundarios, de carácter- puramente administrativo, del desarrollo de las elecciones. Finalmente, hay que resaltar que el Ministerio del Interior ha realizado una excelente labor informativa, en abierto contraste con aquellas noches interminables y frustradoras protagonizadas por los Gobiernos de UCD.

Un detenido análisis de los resultados, insuficientemente conocidos en el momento de escribir este comentario, tendrá que aguardar a la publicación de las cifras definitivas, tanto en lo que respecta al cómputo de los votos populares como a la distribución de concejalías y escaños parlamentarios regionales de acuerdo con la ley D’Hondt. La menor participación ciudadana hará imposible, por lo demás, la comparación en términos absolutos respecto a las elecciones generales del 28-O y será preciso atenerse a los porcentajes de cada partido en relación con los sufragios emitidos. La desaparición de UCD y el dramático cambio del paisaje electoral tras las últimas elecciones generales también hace improcedente la referencia a las municipales de 1979, excepto en lo que respecta a las minorías nacionalistas de Cataluña y el País Vasco y a los índices de abstención. A reserva de rectificaciones posteriores en función de los datos definitivos, cabe, sin embargo, realizar unas primeras interpretaciones provisionales.

El planteamiento de la campaña electoral realizado por el PSOE -con su insistencia en el carácter local de los comicios, su resistencia a dar una significación política global a la convocatoria y su decisión de no utilizar la figura de Felipe González en la propaganda- invalidaba por anticipado cualquier tentativa de extrapolar a escala nacional, de forma adversa para el Gobierno, la suma de los resultados obtenidos por cada partido en los miles de ayuntamientos y en las comunidades autónomas. Los cómputos provisionales de las urnas señalan, en cualquier caso, que los socialistas han consolidado, como promedio nacional y en términos relativos, sus resultados del 28-O pese a que han perdido algunos puntos. Para quienes fuercen la lectura global de las elecciones locales, la conclusión será que el Gobierno de Felipe González sigue teniendo un considerable apoyo popular y que los primeros meses de ejercicio del poder no han desgastado significativamente su autoridad y su prestigio.

De esta forma, los partidos que difuminaron el carácter municipal de los comicios para insistir en las grandes cuestiones políticas y que marginaron a sus dirigentes locales para magnificar la imagen de sus líderes nacionales se encuentran en la incómoda situación de haber realizado un esfuerzo inútil. El éxito obtenido por Julio Anguita en Córdoba muestra que la buena gestión de un alcalde comunista al frente de un ayuntamiento de izquierda era un argumento infinitamente mejor que los reiterativos discursos de crítica al Gobierno de Felipe González, referida especialmente a cuestiones de política internacional y de política económica. Los mediocres resultados en Madrid demuestran, al tiempo, que la enloquecida purga de los concejales comunistas en Madrid no ha sido olvidada por los vecinos.

La campaña de Alianza Popular centró todavía con mayor fuerza en cuestiones de política general los comicios locales y autonómicos. El planteamiento de la campana desbordó con creces el motivo de la convocatoria municipal y la convirtió, desde la perspectiva de Alianza Popular, en un ensayo de elecciones generales. En términos porcentuales, la coalición de Fraga parece mejorar los resultados del 28-O. Ahora bien, el pulso echado al Gobierno ha concluido, en esa perspectiva, con un fracaso, ya que los resultados de ayer muestran la enorme distancia que separa a la coalición presidida por Manuel Fraga de la implantación electoral del PSOE.

Queda forzosamente para una posterior ocasión el análisis de otros aspectos de las elecciones de ayer, desde los resultados en el País Vasco y Cataluña hasta la configuración de las comunidades autónomas, pasando por la suerte corrida por las alternativas que aspiraban a configurarse como partidos bisagras. Mas allá de las cuestiones municipales y regionales, que eran las que ayer realmente concernían a los votantes, el 8-M clausura el eventual período de incertidumbre o de precauciones que pudiera haber supuesto para el Gobierno de Felipe González la expectativa de la cita ayer cumplida. A partir de ahora, la mayoría parlamentaria y el Poder Ejecutivo no tienen ningún argumento para no apretar a fondo el acelerador y hacer frente a los grandes desafíos que la crisis económica plantea a la estabilidad social y la reforma de la Administración pública a la modernización del Estado.