26 abril 2003
Los Estados Unidos logran capturar en la invadida Irak a importantes jerarcas de la dictadura de Sadam Hussein como al viceprimer ministro Tarek Aziz

Hechos
Fue noticia el 26 de abril de 2003.
Lecturas
El 9 de abril de 2003 los americanos capturaron Bagdag.
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LOS PRINCIPALES DIRIGENTES DE LA DICTADURA IRAQUÍ DETENIDOS POR LOS AMERICANOS (LA BARAJA):
– Alí Hasan Majid ‘el Químico’ (rey de picas) – Los norteamericanos declararon que ‘El Químico’ había muerto en un bombardeo el 7.04.2003. No obstante fue detenido con vida el 21.08.2003.
– Huda Salih Mahdi Ammash (5 de corazones) – La única mujer de ‘la baraja’ de dirigentes de la dictadura iraquí fue detenida por los norteamericanos el 5.05.2003.
– Tarek Aziz (8 de picas) – El cristiano viceprimer ministro de Irak era el rostro más conocido del país por su etapa como ministro de Exteriores. Fue detenido el 24.04.2003.
– Taha Yassin Ramadan (10 de rombos) – El vicepresidente de Irak, Taha Yassin Ramadán era el único miembro del Consejo de la Revolución iraquí que permanecía en el cargo desde 1969 (los otros dos eran Ezzet Ibrahim al Duri y el propio Sadam Hussein), fue arrestado el 19.08.2003.
– Abid Hamid Mahmud al Tikriti (as de rombos) – El secretario personal de Sadam Hussein, a pesar de ser escasamente conocido fue considerado por los norteamericanos como el hombre más poderoso de la dictadura de Irak después de Sadam y sus dos hijos.
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En julio de 2003 caerán los hijos de Sadam Hussein.


26 Abril 2003
Los naipes van cayendo
Se habían evaporado justo antes de la entrada en Bagdad de las tropas de EE UU. Pero los jerarcas del régimen de Sadam Husein, los de la baraja distribuida por el Pentágono con sus fotos, van apareciendo en un lento goteo, muertos, capturados o voluntariamente entregados. El caso de Tarek Aziz, el duodécimo de estos 55 naipes, es el más notorio. Único cristiano en el Gobierno de Sadam, fue la cara visible del régimen en la guerra de 1991 como ministro de Asuntos Exteriores, lo que le valió su posterior ascenso a viceprimer ministro. Aziz puede aportar información valiosa sobre el paradero de Sadam Husein y de sus dos hijos, Qusay y Uday, y eventualmente, sobre las armas de destrucción masiva.
Sadam Husein sigue sin aparecer. Bush lo da por muerto o malherido. Se ha esfumado. Su captura sería un tanto para Bush, aunque probablemente Washington lo prefiera muerto, pues Sadam podría poner en aprietos a EE UU y otros países occidentales si relatara el apoyo que recibió de ellos en los años ochenta.
A estas alturas, pese a la ilegalidad de la guerra y el consiguiente caos en Irak, nadie va a llorar a ese régimen, de cuyas brutalidades, abusos y corrupción van surgiendo nuevas pruebas día a día. La cuestión que se plantea es quién va a juzgar a estos criminales y de acuerdo a qué ley. En principio, la Administración de Bush sería partidaria de que fueran juzgados por tribunales iraquíes, una vez que se pongan en marcha las nuevas instituciones. Pueden tardar y plantearse procesos con peticiones de muerte, vedadas en un tribunal internacional. En algunos casos, como el del antiguo jefe de la inteligencia exterior, Faruk Hijazi, que no figuraba en la baraja, EE UU podría juzgarle en sus tribunales si, como se supone, organizó el frustrado asesinato del ex presidente y padre del actual presidente Bush, en una visita a Kuwait en 1993.
Organizaciones como Human Rigts Watch piden poner en pie un tribunal especial internacional, avalado por la ONU, para juzgar a los integrantes del régimen iraquí. Sería más congruente que mediante una autorización especial el Consejo de Seguridad encomendara esta labor a la recién formada Corte Penal Internacional (CPI). Pero parece poco probable, ya que la Administración de Bush no sólo no reconoce, sino que se opone de plano a este tribunal. En todo caso, lo que sí requiere Irak para construir un futuro mejor es una comisión de la verdad que desvele su terrible pasado.
El Análisis
Abril de 2003 no ha sido solo el mes de la caída de Bagdad. Ha sido también el mes en que los Estados Unidos han comenzado a desmontar pieza a pieza la maquinaria de poder que sostuvo durante décadas a Sadam Hussein. A diferencia de lo ocurrido en Afganistán, donde ni Osama bin Laden ni el mulá Omar pudieron ser atrapados en los primeros compases de la guerra, en Irak el ejército norteamericano y sus aliados han comenzado a mostrar resultados visibles: la captura de varios de los principales dirigentes del partido Baaz.
Washington ha querido dar a esa operación de caza un simbolismo mediático particular: los naipes de la baraja de Sadam, un mazo con los 55 responsables más buscados. Uno a uno, van cayendo. El 19 de abril fue detenido Taha Yassin Ramadan, vicepresidente de Irak, el “10 de rombos”. Cinco días después, el 24 de abril, caía Tarek Aziz, viceprimer ministro y rostro amable del régimen en los foros internacionales, convertido en el “8 de picas”. Y en junio, el ejército capturaba al “As de rombos”, Abid Hamid Mahmud al Tikriti, secretario presidencial y mano derecha de Sadam. Mientras tanto, el temible Alí Hasan al Mayid, “Alí el Químico”, señalado como el responsable del genocidio kurdo con armas químicas y convertido en el “rey de picas”, fue dado por muerto en abril, aunque finalmente caería prisionero meses más tarde.
Lo que sorprende es que, pese a las comparaciones inevitables con Núremberg, el planteamiento estadounidense no apunta a un gran juicio colectivo del régimen. En lugar de sentar en el banquillo a la cúpula baazista como un todo, la administración Bush parece inclinarse por entregar a cada dirigente a tribunales iraquíes o mixtos, para procesos separados. Esto puede interpretarse como una forma de dar protagonismo a la nueva oposición iraquí en la administración de justicia, pero también como un modo de diluir responsabilidades y evitar que el conjunto del sistema —incluyendo complicidades internacionales— quede juzgado ante la Historia.
La baraja de Sadam se va desmoronando, pero el gran premio sigue sin aparecer: el propio dictador y sus hijos continúan en paradero desconocido. Mientras no sean capturados, la sombra del baazismo seguirá proyectándose sobre un Irak que, entre la ocupación extranjera y la fragilidad institucional, aún no sabe si estos naipes caídos significan el fin real de la partida.
J. F. Lamata