12 febrero 2005

El principar locutor de la COPE pide abiertamente la abstención

Los Obispos animan a la ‘abstención’ en el referéndum consultivo sobre la Constitución Europea

Hechos

En la primera semana de febrero de 2005 la Conferencia Episcopal Española, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Monseñor Antonio María Rouco Varela hizo público una nota en la que consideraba ‘legítima’ la abstención, junto al Sí y al No.

Lecturas

Cardenal Arzobispo de Madrid Mons. Antonio María Rouco Varela en ‘La Mañana’ de la COPE sobre las ‘raices cristianas’ de Europa (2005):
rouco y las raices cristianas de Europa_mp3
Cardenal Arzobispo de Toledo Mons. Antonio Cañizares en ‘La Mañana’ de la COPE sobre las ‘raices cristianas’ de Europa (2005):
Cañizares en la COPE_mp3
Nota íntegra de la Conferencia Episcopal íntegra sobre la ‘Constitución Europea’

Madrid, 4 de febrero de 2005

1. El próximo día 20 va a ser sometido a referéndum el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Como en anteriores ocasiones semejantes, los Obispos cumplen también en ésta su deber pastoral de ofrecer una ayuda a los católicos, y a la opinión pública en general, en orden a la orientación moral del voto responsable y en conciencia. La Secretaría General de la Conferencia Episcopal, al hacer públicas estas orientaciones en cumplimiento del encargo recibido de la Comisión Permanente y recogiendo el resultado de sus deliberaciones, desea, además, responder a las muchas peticiones recibidas de diversos sectores de la comunidad católica que solicitan una palabra en este sentido. 

2. La Iglesia apuesta por Europa. La Santa Sede, los episcopados europeos y los políticos católicos y de otras confesiones cristianas han estado entre los primeros en alentar un gran proyecto de unificación europea que, cerrando el triste capítulo de grandes y repetidas guerras, diera paso a una época de concordia y de verdadero progreso. Los llamados “padres” de la Europa comunitaria fueron grandes hombres de Estado cristianos, entre ellos, Robert Schuman, hoy camino de los altares. Juan Pablo II, en su reciente Mensaje al Arzobispo de Santiago de Compostela, con motivo de la clausura del Año Santo, a pesar de ciertas decepciones sufridas en estos últimos tiempos, afirma que “seguimos mirando con confianza” la construcción, “larga y ardua”, del futuro de la Unión Europea. Los Obispos españoles se suman a la confianza del Papa e invitan a los católicos a trabajar por una Europa cada vez más unida y más solidaria con el mundo. 

3. Ante la convocatoria de un referéndum procede recordar que los ciudadanos han de contar con suficiente información para poder votar con conocimiento de causa; que la pregunta formulada debe poder ser respondida con facilidad suficiente y que el voto no tenga otras consecuencias políticas distintas de las que se someten explícitamente a consideración de los ciudadanos. 

A este respecto, no son pocos quienes manifiestan su perplejidad ante la dificultad de poder conocer responsablemente el contenido de un largo y complejo texto legal, como es el del Tratado que se presenta a consulta. La dificultad es objetiva y el tiempo es escaso. A muchos, con todo, el referéndum les servirá de estímulo para informarse mejor y para interesarse por Europa y su unidad. Conviene también recordar que, en este caso, el referéndum es sólo consultivo, es decir, que su resultado no obliga jurídicamente a nadie. 

4. El contenido de la “Constitución” presenta elementos positivos y negativos, en un cuadro cuya valoración de conjunto no es fácil de precisar. Parece claro que los firmantes del Tratado, al someterse al imperio de un texto constitucional, favorecerán el proceso de integración de la Unión con todo lo que eso comporta: consolidación de la paz entre los pueblos de Europa; desarrollo económico y social; cooperación más eficaz contra el terrorismo y la delincuencia internacional, e incremento de la capacidad de la Unión para actuar de modo concertado en el mundo. Por otro lado, se proclaman con nitidez suficiente los principios de subsidiariedad, proporcionalidad y de control judicial. También se reconoce, de acuerdo con las leyes nacionales, la libertad de creación de centros docentes, así como el derecho de los padres a la educación de sus hijos “conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas”. Se menciona la religión como uno de los elementos constructivos de la herencia europea y se reconoce a las Iglesias como realidades sociales de valor específico con las que la Unión mantendrá “un diálogo abierto, transparente y regular”. 

5. Hay asimismo elementos negativos en la “Constitución”. Los Obispos hubieran deseado ver definido sin ambigüedad un derecho humano tan básico como el derecho a la vida. El texto constitucional no excluye la investigación letal con embriones humanos, ni el aborto, ni la eutanasia; tampoco excluye la clonación de seres humanos para la experimentación y la terapia. Hubieran deseado una tutela mayor del matrimonio y de la familia, así como la definición explícita del matrimonio como la unión estable de un hombre y de una mujer y la protección del derecho de los niños a no ser adoptados por otro tipo de uniones. También hubieran deseado un reconocimiento explícito del carácter personal del ser humano, abierto a la Trascendencia, que es la base inderogable de los derechos fundamentales; tales derechos no son otorgados, sino sólo reconocidos por la ley. Desearían que la organización política de la Unión facilitase una mayor participación de los ciudadanos. Y, en fin, lamentan profundamente la omisión deliberada del cristianismo como una de las raíces vivas de Europa y de sus valores. 

6. Los Obispos creen que es moralmente necesario trabajar por una integración cada vez mayor y más justa de Europa. Pero piensan que el compromiso con Europa no les obliga a indicar, en el ejercicio de su misión pastoral, un sentido determinado del voto en este referéndum. El “sí”, el “no”, el voto en blanco o la abstención son posibles opciones legítimas. El voto en blanco y la abstención, en el caso de que no sea posible superar la perplejidad o no se pueda aceptar en su raíz el planteamiento de la consulta. En todo caso, será necesario actuar en conciencia sopesando con cuidado los motivos por los que realmente se actúa. 

12 Febrero 2005

LA ABSTENCIÓN EPISCOPAL

Javier Ortiz

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Estaba yo ya más o menos en paz mental con mi decisión de abstenerme en el referéndum del día 20, en coherencia con el cabreo que me produce que me pregunten nada más que para cubrir las apariencias y dar una pátina de legitimidad democrática a lo que ya tienen decidido los grandes prebostes europeos, cuando aparecen los obispos y me hacen polvo apuntándose al gremio de los abstencionistas.

Lo que han hecho los obispos es defender de forma meliflua -es decir, con el lenguaje que por regla general utilizan para hablar de política desde que dejaron de saludar brazo en alto al Caudillo- que la abstención es una opición tan legítima como cualquier otra. Eso ya lo sabíamos los abstencionistas recurrentes, pero es nuevo en boca -o en pluma- de los señores obispos, que solían aprovechar todas las vísperas electorales para sermonear a la feligresía y al orbe todo cantando las virtudes de la participación.

¿Qué les pasa a los obispos españoles? No es un secreto: que saben de lo enfadado que está el Santo Padre que vive en Roma con los autores de la mal llamada Constitución Europea, porque han hecho caso omiso de su petición de que el texto de marras mencionara las raíces cristianas de la cultura del Viejo Continente, amén de otros católicos pronunciamientos de rango menor.

En consecuencia, creen inconveniente pedir el voto afirmativo al Tratado en cuestión. Pero tampoco les parece adecuado invitar a que se vote «No», primero porque no quieren enfadar demasiado a los poderosos -tampoco es eso: cobran de ellos- y segundo, porque no se sentirían nada a gusto mezclados con las gentes de mal vivir que defienden esa posición tan rotunda.

Cierto es que les cabía solicitar el voto en blanco, pero se trata de una consigna realmente poco atractiva, que suele tener efectos muy minoritarios y nada lucidos. Peor todavía quedarían llamando al voto nulo: un obispo como Dios manda no puede coquetear con el nihilismo en ninguna de sus formas.

En cambio, en una votación en la que todo el mundo da por hecho que se va a producir una abstención muy fuerte, quien propone esa opción, así sea de manera oblicua, se coloca en condiciones inmejorables para exhibir el día 21 una sonrisa de oreja a oreja.

Los señores obispos, con su intrusismo tardío en el campo del abstencionismo político, nos han colocado a los abstencionistas conscientes en una tesitura muy poco agradable. ¿Abstenernos y coincidir con ellos?

Yo no sé que haré al final. Lo único que me hace retornar a la desesperación tranquila en la que vivo por lo común es la conciencia de que, haga lo que haga, siempre me encontraré en compañías poco deseadas. Si me abstengo, con los obispos. Si voto no, con la extrema derecha tipo falangista-lepenista. Y si votara sí, con Rubalcaba, Bono, Acebes y Aznar, todos del brazo.

Sería espantoso. Para los cinco, por supuesto.

Javier Ortiz