15 abril 2001

Juaristi apenas ha permanecido 10 meses en el cargo

Luis Racionero es nombrado nuevo Director de la Biblioteca Nacional reemplazando a Jon Juaristi y surgen acusaciones de plagio contra él por un libro de hace 8 años

Hechos

El 15 de abril de 2001 D. Luis Racionero asumió el cargo de Director de la Biblioteca Nacional por decisión del Ministerio de Cultura.

18 Abril 2001

Racionero reprodujo pasajes enteros de un libro de 1921 para escribir su 'Atenas de Pericles'

Ricardo Martínez de Rituerto

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Luis Racionero, recién nombrado director de la Biblioteca Nacional, es un intelectual de amplio espectro y ‘demostrada solvencia’, en palabras de la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo. Ingeniero, economista, urbanista, profesor universitario, galardonado ensayista y novelista, y crítico, Racionero (La Seu d’Urgell, Lleida, 1940) presentó ayer El pecado original (Planeta), su última novela. Su libro Atenas de Pericles (Planeta, 1993) contiene numerosas páginas copiadas, sin atribuir fuente, de El legado de Grecia, de Gilbert Murray, publicado en 1944 por Ediciones Pegaso, como traducción de The legacy of Greece, dado a la imprenta por la Universidad de Oxford en 1921.

El libro sobre Atenas forma parte de la colección Ciudades en la Historia de la editorial Planeta, en la que Racionero firma también el dedicado a Florencia, entorno cultural que, como el heleno, constituye una de sus pasiones. El milagro ateniense es el título del capítulo inicial de Atenas, 12 páginas tomadas en su casi totalidad de El valor de Grecia para el futuro del mundo, primer capítulo del libro de Gilbert Murray, profesor de griego en la Universidad de Oxford en los años veinte.

Ya en el tercer párrafo, escribe Racionero: ‘Si leemos un tratado de medicina arcaica, podemos admirarlo y calibrarlo como una obra de genio, pero nos damos cuenta de que está obsoleto, hemos ido más allá de él. Pero cuando leemos a Homero o Esquilo, si tenemos el poder de admirarlos y entender sus escritos, nunca sentiremos que hemos ido más allá (…)’, en un pasaje que empieza en la página 10 y entra en la 11. Murray escribe en las páginas 6 y 7 de El legado de Grecia (segunda edición revisada, de 1947): ‘Si leemos un viejo tratado de medicina o de mecánica, podemos admirarlo y considerarlo como una obra del genio, pero advertimos también que está anticuado: se ha quedado atrás y tenemos que ir más allá de él. Pero cuando leemos a Homero o a Esquilo, si desde un principio podemos admirar y comprender sus obras, no experimentamos casi nunca la sensación de haber llegado más allá (…)’.

Prosigue el director de la Biblioteca Nacional en la página 11: ‘La única cuestión es si podemos alzarnos hasta la cima de ese esplendor en las palabras que hace un estilo sublime o vulgar. Ello depende, evidentemente, de las asociaciones, la compañía que guardan las palabras en la mente de quienes las usan. Una palabra que pertenezca al lenguaje de los bares o de los salones estará penetrada por el estado de ánimo normal que se da en tales lugares. Una palabra que sugiera a Shakespeare o Cervantes tendrá el valor de sus mentes (…)’.

El texto continúa y sólo hay una variación para introducir una referencia cultural española de lo concebido por Murray en la página 13 de El legado de Grecia: ‘¿Qué es lo que da a las palabras su carácter y hace que un estilo sea elevado o vulgar? Evidentemente, sus asociaciones: las imágenes que habitualmente evocan en quienes las emplean. Una palabra que pertenece al lenguaje de los bares y de los salones de billar llegará a impregnarse de la atmósfera que predomina en tales sitios: una palabra que nos sugiere a Milton o a Carlyle, tendrá el aroma del espíritu de estos hombres (…)’.

Racionero, hombre de vastas lecturas y generoso dispensador de citas y nombres en otros escritos, en ningún momento atribuye autoría del texto que él firma a Murray. ‘El arte para los griegos es siempre una forma de sofía o sabiduría y una tecné o técnica con reglas que se deben aprender’, se lee en la página 14 de Atenas. ‘Su aspecto de gran simplicidad es engañoso: la columna que parece recta en realidad está perfilada con sutiles curvas; el bajorrelieve que parece representar de la manera más simple a una mujer despidiéndose de su hijo muerto, está organizado, plano tras plano, con la más delicada habilidad y, a veces, con deliberada falsificación de la perspectiva. Siempre hay una convención o idealización, algún toque de luz que nunca ha existido; sin embargo, todo el tiempo, el arte griego permanece cercano a la naturaleza’.

Edición española

El profesor de Oxford escribió en la página 21: ‘Para el griego, el arte es siempre una forma de Sophia, o Sabiduría, una Technê, con reglas que tienen que aprenderse. Su aire de extremada sencillez es engañosa. La columna que parece recta tiene en realidad curvas sutiles. El bajorrelieve funeral que parece representar con la forma más sencilla posible a una mujer que dice adiós a su hijo, está dispuesto, plano por plano, con la más fina habilidad y, a veces, con una deliberada falsificación de la perspectiva. Hay siempre alguna convención. Alguna idealización, algún toque de luz, que nunca se han visto en la tierra ni en el mar. Pero, a pesar de todo, creo que el arte griego está en un grado notable muy próximo a la naturaleza’. El nuevo director de la Biblioteca Nacional, guardián del depósito legal y de la propiedad intelectual, ofrece al final de Atenas una bibliografía en la que, dice, ‘se incluyen libros de los cuales he tomado referencias y planteamientos, datos y anécdotas’.

En ella se cita, junto a los trabajos de otros nueve estudiosos, el capítulo de G. Murray en la edición inglesa de 1921, sin aludir a la edición española del libro, que Atenas reproduce en perfecta consonancia con la definición que el diccionario de la Real Academia da a plagiar: ‘Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias’.

19 Abril 2001

Cazafantasmas

José Luis Martín Prieto

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La escandalosa es una vela que debe su nombre al resoplido que emite al tomar viento, y El País suelta el trapo cuando le pete en su papel de buque-insignia antaño gubernamental y hogaño de la doble oposición al PP y al PSOE de Rodríguez Zapatero, y siempre independiente de la mañana, que las dependencias se pulen en la tarde-noche que es cuando se hace el diario. No sé si será el rigor literario o ensayístico el que nimba al consejero-delegado de esa casa tras su advenimiento como académico de la lengua, pero últimamente el buque fantasma no deja de navegar entre aguas presuntamente copiadas, confundiendo el plagio con el piélago a ver si por roerle los calcañares a los demás emerge al fin Cebrián como intelectual, aunque sea orgánico. Hay que tener mucho cuidado con esta gente porque se vengan así los hayas rozado con el pétalo de una flor, y no a otra cosa se debe la escandalera de la vieja tipografía con que han pretendido apear a Camilo José Cela de la peana de sí mismo, tomando viento de una imposible plagiada y teniendo por copiadas hasta las gacetillas de la prensa. En los comienzos de la Transición política la extrema derecha golpista acusaba a Cela de colaboracionismo con los vencedores de la Guerra Civil, como si no fuera harto público que el Nobel transitó por la Administración con el poco loable empeño de no hacer en ella nunca nada. Algo bueno habrá hecho el bardo desde que pisara la dudosa luz del día para ser doblemente zaherido por gárrulos fascistas como por lechuguinos de la escuela socialista de Carlos Andrés Pérez, acaso todos de la misma pasta. Conociendo los tesoros bibliográficos que yacen en la casa de don Camilo le creo capaz de plagiar una página inédita de Quevedo pero a nadie por debajo del glorioso estevado y menos a una talluda novel al borde de la agrafía. La historieta celiana sería risible de no ser pistoletazo de salida para cazafantasmas que han esperado ocho años en descubrir un presunto plagio de Luis Racionero sobre la bibliografía inglesa de principios del siglo pasado, justo cuando toma posesión como director de la Biblioteca Nacional. Que ande con cuidado Luis Alberto de Cuenca porque le acusarán de plagiar la letra de Soy el lobo popularizada por Javier Gurruchaga. Y es que de los cazafantasmas sólo se libran los que no tienen obra a sus espaldas digna de tal, y ni el dedo retorcido contra la pluma de Cela o los años de estudio en Cambridge de Racionero acreditan nada ante la mala leche impotente de los coleccionistas de plagios que luego firman un librejo con las cartas al director de los lectores. Las maldades no están sólo en La fiera literaria, estimulante pasquín que ha vuelto a la clandestinidad, sino en dómines culturales que creen que todo el monte es Sabor a ti.