27 diciembre 1990

Cambio de denominación del cargo de Jefe de Estado que hasta ahora había sido 'Presidente del Presidium del Soviet Supremo'

Mijail Gorbachov asume el cargo de ‘presidente de la URSS’ y nombra a Guenadi Yanayev su vicepresidente

Hechos

El 27.12.1990 Mijail Gorbachov logró que el parlamento apoyara el nombramiento de Guennadi Yanayev como Vicepresidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

28 Diciembre 1990

Yanáyev ncesitó dos votaciones para ser elegido

Rodrigo Fernández

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El máximo dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, logró ayer que el Congreso de los Diputados eligiera vicepresidente de la URSS a Guenadi Yanáyev, tras la humillación de una primera votación infructuosa y de tener que presentar a su candidato por segunda vez. Finalmente, Yanáyev, un oscuro miembro del aparato comunista, ex jefe de los sindicatos y responsable de política internacional del PCUS, se convirtió en el teórico número dos del régimen al obtener los votos de 1.237 diputados. Otros 563 votaron en contra. En la primera ocasión tan sólo logró 1.089 sufragios, frente a 583. Según el reglamento de la Cámara, necesitaba 1.120 votos; es decir, la mitad más uno de los diputados existentes (2.239), y no de los presentes (1.892).

La noticia de que Yanáyev no había logrado reunir la cantidad necesaria de votos en la primera vuelta produjo asombro tanto entre los diputados como entre los observadores, que mayoritariamente consideraban el acto del sufragio como poco más que un trámite.Tal y como se desprende de las intervenciones que se produjeron en la segunda discusión de su candidatura, además de los liberales votaron en contra algunos representantes de las repúblicas que querían ver a un no ruso como segundo hombre del Estado y algunos gorbachovianos que pensaban que Yanáyev es un simple hombre del aparato sin la suficiente preparación para ocupar un puesto tan alto.

«En este difícil y crucial momento deseo tener junto a mí a una persona de plena confianza. El que contra Yanáyev hayan votado sólo 583 diputados -es decir, un 25%-me permite pedir al Congreso que acepte mi proposición, y de nuevo presento la candidatura de Yanáyev para vicepresidente», declaró Gorbachov.

El líder del Kremlin pidió «discutir mas largamente» la candidatura de Yanáyev y adujo en apoyo de su propuesta que está seguro de que después de ello los diputados comprenderían que éste es digno del cargo, tanto por sus «cualidades personales y políticas como por su madurez».

Gorbachov dijo que había que elegir un vicepresidente ahora mismo, pues existen muchos problemas de cuadros por resolver en las próximas semanas. «Es nuestra última oportunidad, y si el nuevo equipo no logra un viraje habrá que expulsarlo de la arena política».

Veinte diputados tomaron la palabra, la mayoría a favor de Yanáyev. Dos de ellas fueron fundamentales para garantizar la victoria que luego obtuvo el ex jefe de los sindicatos comunistas: la de Nursultán Nazarbáyev y la de Salambek Jadzhíyev. El primero, presidente de Kazajstán, era la persona que muchos veían como el vicepresidente ideal, un hombre fuerte que no sería un simple ayudante de Gorbachov y que además podría ser considerado como el representante de las repúblicas federadas. Jadzhíyev, por su parte, representaba a aquellos gorbachovianos que la primera vez votaron contra Yanáyev por identificarle con el típico apparátchik. «Estamos cansados del nivel de incompetencia que encontramos en los altos escalones del poder», dijo, y añadió que se había querdo «evitar que el presidente diera un paso en falso», pero que como Gorbachov insistía ahora «había que apoyarle». «Fue una bomba, pero sólo echó humo, sin llegar a explotar».

«La victoria sabe mejor cuando es difícil», declaró el vicepresidente, quien dijo que no se sentía incómodo por haber sido elegido al segundo intento. «La lucha política es así. Estoy seguro de que, si hubiera sido otro el candidato, la situación podría haber sido la misma», señaló. A pesar de lo «dramático» que ha sido el Congreso, Yanáyev cree que ha cumplido su papel. «Si no nos dedicamos a hablar, sino a trabajar, pienso que podremos mejorar la situación en los próximos meses».

Dos errores

Según el flamante vicepresidente, en el año 1985 se cometieron dos errores. «Se creó la ilusión de que los problemas acumulados durante decenios se podían solucionar en tres años», manifestó, y, una vez comenzada la perestroika, «no nos preocupamos de crear premisas económicas, políticas y psicológicas para preparar a la sociedad a los cambios».

El otro tema que dominó la sesión de ayer, la última del congreso, fue el problema del presupuesto. Gorbachov anunció que debido a la política. de Rusia, que ha decidido reducir en casi cinco veces su aportación al presupuesto de la Unión, no se ha podido solucionar el problema en. el Consejo de la Federación, y pidió que se aprobara una resolución que recomiende la firma de decretos presidenciales para sa.lir del atolladero. De lo contrario existirá un riesgo no sólo de «desintegración de la economía, sino también de toda la Unión».

Por otra parte, el comandante de la Flota del Báltico, Vitali Ivanov, que el día anterior había dicho que los militares tendrán que recurrir a las armas para defenderse, explicó a EL PAÍS que ello «no significa que se vaya a disparar contra la población civil». «Me refería a que si nos cortan la electricidad y el agua tendremos que tomar las centrales para no quedamos sin estos servicios», señaló, pero precisó que prefería llegar a una solución en la mesa de negociaciones.

[Por otra parte, Elena Bonner, viuda del ex premio Nobel de la Paz Andréi Sájarov y activista por los derechos humanos, aseguro, en una entrevista para una cadena de televisión estadounidense, que «Gorbachov no va hacia la democratización, sino que vuelve hacia un régimen cruel y totalitario», informa Reuter. En opinión de Bonner, los oponentes a Gorbachov serán aplstados por las fuerzas de seguridad, motivo por el que pidió a EE UU que retire su apoyo al líder del Kremlin.]

30 Diciembre 1990

Un paso atrás

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Gorbachov logrado la aprobación por el Congreso de Diputados de la URSS de las reformas constitucionales que le otorgan unos poderes legales superiores a los que jamás han tenido anteriores dirigentes del país. Su candidato, Guennadi Yanáyev, ha conseguido también ser elegido vicepresidente de la URSS. Pero las agitadas reuniones del Congreso, en el curso de las cuales tuvo lugar la dramática dimisión del ministro de Exteriores, Edvard Shevardnadze, han aportado datos sumamente preocupantes sobre la orientación política que Gorbachov ha adoptado en esta fase cargada de peligros por la que atraviesa la Unión Soviética.Por su gravedad, el primer problema es sin duda el de las relaciones con las diversas nacionalidades. Gorbachov no ha logrado su objetivo de concluir antes de finales de 1990 un nuevo «tratado de la Unión» firmado por las diversas repúblicas. Hay varios puntos en el texto votado que significan un serio paso atrás en relación con anteriores propuestas de Gorbachov. Éste, al insistir en que se mantenga el nombre de «Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas», se ha alineado con los sectores duros del PCUS. Y el problema del nombre no es baladí: será fuente de nuevos choques con las nacionalidades.

Si las repúblicas bálticas siguen una línea independentista, en cambio otras repúblicas, que se han proclamado soberanas, están dispuestas a aceptar una nueva unión elaborada en común. Pero ello exige flexibilidad y disposición al compromiso por parte del centro, y Gorbachov parece haber escogido otro camino. La elección de Yanáyev como vicepresidente es, en este orden, sumamente negativa. Dada la actual impopularidad de Gorbachov, era necesario que el vicepresidente fuese una persona con prestigio en la sociedad, capaz de hablar con las repúblicas no rusas. Yanáyev, oscuro aparatchik de los sindicatos y del partido, no es el indicado. Su nombramiento resta tantos a Gorbachov porque sólo indica que éste juega hoy la carta conservadora.

Esta misma orientación se ha reflejado en otros momentos del Congreso. La decisión de organizar un referéndum sobre la propiedad privada de la tierra, cuando Rusia ha aprobado una ley que la reconoce, supone abrir un nuevo conflicto con Borís Yeltsin. Pero todo Gobierno de la URSS, si no logra actuar de acuerdo con Rusia, se convierte en una ficción. ¿Piensa acaso Gorbachov aplicar medidas coactivas contra las repúblicas poco obedientes? De hecho, sería el camino hacia esa dictadura lo que Shevardnadze denunció en el momento de dimitir.

Desgraciadamente, otros signos apuntan en esa dirección, y en particular el discurso en el Congreso del jefe del KGB, Kriuchkov, en el que éste utilizó argumentos típicamente estalinianos: culpar a los servicios extranjeros de estimular las corrientes de oposición en la URSS. Lo lógico hubiese sido su destitución fulminante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en estos momentos, el principal apoyo de Gorbachov es el que recibe de los Gobiernos occidentales. Los aires viejos vuelven a soplar en los medios de la seguridad y del Ejército, sobre todo desde que el tándem Pugo-Gromov sustituyó al liberal Bakatin al frente del Ministerio del Interior.

Si resulta comprensible que, en una situación de caos y ante la amenaza de una disgregación anárquica, Gorbachov quiera organizar un Ejecutivo con poderes efectivos, los debates del Congreso han indicado algo muy distinto. Parece como si, después de haber dado pasos decisivos para democratizar la vida política -empezando por la elección de un Congreso en el que la oposición está presente-, hoy Gorbachov volviese a métodos de Gobierno del viejo aparato. Es el anuncio de días que pueden ser trágicos y una amenaza para todo lo que la perestroika ha representado.