22 diciembre 2003

Muere Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, el constructor que convirtió a Marbella y a la Costa del Sol en un paraíso turístico

Hechos

El 22 de diciembre de 2003 la prensa informó del fallecimiento de Alfonso de Hohenlohe-Langenburg.

22 Diciembre 2003

Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, príncipe, gran promotor de la Costa del Sol

Meme del Río

Leer

Pionero del despegue turístico de la Costa del Sol y creador del mito de la jet set, Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, príncipe y empresario, murió ayer a los 79 años en su residencia de Marbella, El Principito, víctima de un cáncer de próstata que le había mermado la salud desde el pasado verano. Nacido en Madrid el 28 de mayo de 1924, fue bautizado en el Palacio Real, apadrinado por Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia.

Hijo del príncipe Maximiliano y de la princesa Piedad Iturbe, su infancia transcurrió entre el palacio de la duquesa de Parcent, su abuela, y el castillo familiar de Bohemia. Cuando Alfonso contaba 22 años, el patrimonio y rentas de su familia habían disminuido considerablemente, al perder sus posesiones en Checoslovaquia, por la Primera Guerra Mundial; en México, a causa de la revolución mexicana, y muchos de sus bienes españoles sufrieron daños en la Guerra Civil.

En 1947, el príncipe Alfonso, que entonces vivía en América, comenzó a adquirir terrenos en Marbella. Su primera inversión fue la finca Santa Margatita, que vendió en parcelas a algunos amigos centroeuropeos entre los que se encontraban nombres como Bismarck, Rostchchild o Thyssen. En 1954 creó el Marbella Club, primer hotel de lujo de la Costa del Sol, en el que se hosperadon importantes y conocidos actores como Rod Hudson, Esther Williams, Kim Novack, Gina Lollobrigida, Grace Kelly o James Stewart, además del naviero Onassis y María Callas.

Aficionado a la buena vida, estableció una forma de ocio dirigida a las clases altas, que sin embargo no estaba reñido con un trato directo con las clases más populares. De hecho consiguió conectar con todos los estamentos de la sociedad marbellí, donde era muy querido a pesar de haberse distanciado de la ciudad en los últimos tiempos. Era una persona inquieta y con muchas iniciativas y uno de sus últimos proyectos fue la creación de unas bodegas en Ronda.

Aunque siempre se ha ligado su nombre a la jet set, el insistía que esta no había existido nunca y que era un invento de la prensa. Como presidente de la Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol impulsó, en los años 60, importantes proyectos de infraestructura como la presa de la Concepción, que abastece de agua potable a la Costa del Sol, la ampliación del aeropuerto de Málaga, el desdoblamiento de la carretera N-340 o la construcción del palacio de Congresos de Torremolinos.

Tras la llegada de Jesús Gil a la alcaldía de Marbella, Hohenlohe estableció su residencia en el Cortijo de las Monjas, de Ronda, donde cultivaba sus propias viñas. Fue uno de los pocos que criticó abiertamente la política urbanística de Gil y Gil. «Me cabreo cuando veo tanto desorden, tanta construcción, tanto tráfico», dijo en una entrevista hace tres años.

En 1955, tras un año de noviazgo, contrajo matrimonio en Venecia con la princesa Ira de Furstemberg, de la que se divorció cinco años después y con la que tuvo sus dos hijos varones: Cristopher (nacido en 1956) y Humbertus (nacido en 1958). Se casó de nuevo en 1970 con Jackie Lane. Fruto de este matrimonio, que concluyó en divorcio en el año 1985 después de varios de separación, es Arriana Teresa.

En 1980 estuvo unido sentimentalmente a la ex modelo fotográfica suiza Heidi Balzar, con la que, se dice, tuvo una hija llamada Desirée. En 1987 la pareja del príncipe Alfonso fue una periodista alemana llamada Hidelgarde Shwaininger, y en 1990 hizo público su compromiso con la británica Marilys Haynes, con la que se casó en 1991 y que falleció en extrañas circunstancias en 2000, año en el que al príncipe se le detectó el cáncer que acabó ayer con su vida.

La alcaldesa de Marbella, Marisol Yagüe ordenó ayer que las banaderas del Ayuntamiento ondeen a media asta en señal de luto y ha convocó un pleno extraordinario de homenaje para mediodía de hoy. Hasce dos meses el consistorio le nombró Hijo Adoptivo de la ciudad, y el pasado 12 de diciembre, el el consejo de ministros le concedió la Medalla de Oro al Mérito Turístico.

Alfonso de Hohenlohe será enterrado el próximo viernes en el cementerio de San Bernabé para que sus familiares, repartidos en distintos países del mundo, tengan tiempo de llegar a Marbella. Su cuerpo permanecerá hasta entonces en el tanatorio municipal. El día del entierro se inatalará la capilla ardiente en el Ayuntamiento que podrá ser visitada entra las 10.00 y las 17.00 horas.

22 Diciembre 2003

El último virrey de Marbell

Jaime Peñafiel

Leer

Si esta necrológica del príncipe Alfonso de Hohenlohe no estuviera motivada por su muerte, acaecida ayer domingo, sino por el décimo aniversario de su fallecimiento, por ejemplo, sería fácil hacerlo con la siguiente frase: «Si levantara la cabeza, se volvería a morir». Pero, desgraciadamente, ha fallecido después de ver, con horror, en lo que se ha convertido la Marbella que su padre creó, en 1945 y él consolidó, junto a su tío, Ricardo Soriano, marqués de Ivanrrey, desde una finca de 50.000 metros que adquirieron por 185.000 pesetas de la época.

La locura urbanística propiciada desde el Ayuntamiento de Jesús Gil, intentando transformar a Marbella en un segundo Benidorm, la invasión de las mafias rusas y otras mafias así como la de impresentables famosetes, al estilo de los Dinio, que han convertido a la capital de la Costa del Sol en la ciudad que retrata el casposo Torrente, son los cambios que hicieron huir a Alfonso, así como a otros muchos famosos de categoría internacional, a Ronda. En este hermoso pueblo malagueño, con el dinero que cobró por la venta de sus acciones del Marbella Club, adquirió la finca Las Monjas, en la que se dedicó a la producción de vinos.

Alfonso, nacido en Madrid, el 28 de mayo de 1924, era hijo del príncipe Max de Hohenlohe Langenburg y de Piedita Iturbe, marquesa de Belvís, musa que fue del gran Lazlo, el gran pintor húngaro.Como miembro de una de las 100 familias incluidas en el Gotha, fue bautizado en el Palacio Real de Madrid y apadrinado por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Desde muy joven se destacó como un ser emprendedor que decide conquistar el mundo con su imaginación y encanto personal, que le hacen ser considerado por la prensa alemana como «uno de los hombres que mejor ha sabido vivir».

Sus actividades empresariales, se inician cuando, con 23 años, llega a Nueva York, dispuesto a comerse América. Con el dinero que ganó en México, donde introdujo la Volkswagen, comenzó a adquirir terrenos en Marbella. En 1954, fundó el Marbella Club, su cuartel general, desde donde consiguió convertir lo que entonces sólo era un pequeño pueblo de pescadores de la costa malagueña, de no más de 900 habitantes, en uno de los más glamourosos emporios turísticos no sólo de Europa, sino de todo el mundo.

Los Rotschild, los Bismark, los Matternich, los Moore, Soraya, Sean Connery, Deborah Kerr, son los primeros clientes de la llamada Milla de Oro que se va incrementando con la llegada de la mayor cantidad de jet setter y miembros del Gotha internacional jamás conocido.

Durante años, el nombre de Alfonso de Hohenlohe, figuró en la lista de los solteros más cotizados del mundo, entre ellos Ali Khan, Gianni Agnelli y Rainiero de Mónaco, con los que alternó ya en Europa, ya en los Estados Unidos.

«He vivido en castillos, en palacios venecianos y en los mejores hoteles del mundo. He visto amaneceres en playas de los cinco continentes y me he mirado en los ojos de las mujeres más bellas del universo», le confesaba, no hace mucho, a Marisol Guisasola.

Pero si en los negocios, sobre todo turísticos de lujo, alcanzó los mayores éxitos, no sólo en España, sino también el Golfo Arábigo, las Bahamas, Filipinas, México y Miami, en lo referente a su vida sentimental puede decirse que fue desgraciado. En el mejor de los casos no tuvo suerte con las mujeres de las que se enamoró.

.

Desgraciado en amor

.

Había cumplido ya los 31 años cuando se enamoró de una belleza de la riquísima familia Agnelli, la princesa Ira de Fürstenberg.Se trataba de una niña que acababa de cumplir 15 años. Su boda, en 1953, celebrada en Venecia por todo lo alto, fue un gran acontecimiento social recogido por las revistas de todo el mundo.

Aunque del matrimonio nacieron dos hijos, Cristopher (1956) y Humbertus (1958) no fue lo que se dice feliz. Duró hasta que Ira se enamoró del playboy Francisco Pignatari. «Un día volví a casa e Ira ya no estaba. Se había marchado. Fue bastante penoso porque teníamos dos hijos». La lucha por aquellos hijos fue dura, dramática. El matrimonio fue anulado.

Aunque aquella relación le había dejado una gran herida, Alfonso, muy mujeriego, se consuela con Ava Gardner, con la que coincide en México. Luego con Kim Novak, con la que estuvo a punto de casarse. Otra actriz, Jackie Lane, se convirtió, en 1970, en su segunda esposa. La relación fue tormentosa y, aunque de ella nace una hija, Ariana, termina en un dramático divorcio.

En 1980 mantuvo un romance con la modelo fotográfica suiza Heidi Balzar, de la que nació otra niña, Desirée. Y, en 1987, tuvo también una relación con la periodista alemana Hidelgarde Shwaininge.

No sería, hasta 1991, cuando encontraría «mi amor más completo y maduro» en la inglesa Marilys Haynes. Pero, ni en esta ocasión, la felicidad matrimonial duró «hasta que la muerte nos separe» ya que, el 31 de octubre de 2000, Marilys apareció muerta. Al parecer, se suicidó.

Desde ese día el príncipe Alfonso de Hohenlohe, enfermo de un cáncer de próstata y herido por la trágica desaparición de su esposa, sólo vivió esperando la muerte que le llegó ayer a los 79 años. Antes de morir tuvo la pequeña o gran satisfacción de saber que, el pasado 12 de diciembre, el Gobierno le concedía la Medalla al Mérito Turístico. A buenas horas.

.

Alfonso de Hohenlohe, aristócrata y empresario, nació el 28 de mayo de 1924 en Madrid y murió en Marbella el 21 de diciembre de 2003.

28 Diciembre 2003

Alfonso de Hohenlohe: morir para revivir

Carmen Rigalt

Leer

Los muertos, otra vez los muertos. Los incontables muertos de Irán, los contables muertos de las carreteras españolas, los muertos repetidos de todas partes. Parece que en fechas como éstas no pega nada hablar de muertos, pero es lo que hay. En Marbella ha levantado el vuelo Alfonso de Hohenlohe-Lagenburg, conocido por todos como «el príncipe Alfonso». Ha tenido que morirse para revivir. La memoria de los desmemoriados es así de caprichosa.

Antes de que Fraga descubriera el turismo, el príncipe Alfonso ya andaba recolectando parcelas en la costa de Málaga. Corría el año 47. Marbella estaba inventada, pero los marbellíes vivían de pescar jureles y no conocían mayor placer que el de tomar vino con gaseosa a la caída de la tarde. Lo típico convivía con lo pobretón. Alfonso de Hohenlohe, descendiente de vascos y austrohúngaros, elevó las casas encaladas a categoría internacional e hizo de las buganvillas un símbolo de lujo. Luego inventó el Marbella Club, dio asilo a las sirenas del cine y les echó los tejos a los millonarios. El mismo me lo recordaría este verano, dos veces que fui a visitarle al lecho del dolor y escuché la voz agrietada de su memoria. Era cabezón, vividor, enamoradizo, y siempre sonreía levemente, aunque quizás lo que parecía una sonrisa no era sino una mueca que se le había quedado pegada al rostro después de estirarse. Con frecuencia abusé del poder que me proporcionaba un espacio en mi periódico y le convertí en diana de mis dardos.Cualquier cosa me servía: sus operaciones de estética, sus matrimonios, sus fiestas. El príncipe no sólo era un príncipe: era también una metáfora de la buena vida.

Este verano me mandó llamar. Estaba muy enfermo y así me lo dijo.Como lo hizo con socarronería pensé que tal vez no era consciente de su gravedad. Incluso sospeché que siéndolo, prefería disimularlo.La enfermera que me abrió la puerta de su casa sugirió que no le hablara de «ella» porque ciertos recuerdos le desestabilizaban profundamente. Se refería a la gibraltareña Marilys, su última esposa, muerta tres años atrás por sobredosis de fármacos. No le hablé pues de Marilys y él tampoco la mencionó. En cambio, se explayó contándome cosas de México, de sus primeros proyectos en la Costa del Sol, de los encuentros con los ministros franquistas.Y de su desdén por los últimos moradores del Consistorio. La mujer que lo cuidaba puso en la mesilla de noche un vaso de whisky con una pajita. «Es el mejor medicamento», decía el príncipe mientras rebullía torpemente en la cama. No emitía ninguna queja, pero estaba muriéndose.

El cáncer de próstata le fue diagnosticado poco después de la muerte de Marilys. Ya no tuvo fuerzas para hacerle frente. Alfonso de Hohenlohe se había exiliado en Ronda, pero regresó a Marbella para morir. Y fue enterrado el viernes en el panteón familiar de Marbella.

Javier Arenas impuso en el féretro la medalla de oro al mérito turístico, concedida pocos días antes por el Consejo de Ministros.En la iglesia estaba la familia, guardando la compostura de los aristócratas centroeuropeos, finos y rubios de solemnidad. Quien no supiera de familias habría creído que los únicos lazos de sangre allí presentes eran los de la alcaldesa Marisol Yagüe, entregada a la llantina con gran surtido de espasmos. A la alcaldesa le salió su devoción meridional y destaconada. La vocación la había ejercido antes, en la capilla ardiente, cuando pronunció un discurso en el que, con todo el morro, se apropió de la memoria del fallecido.

El entierro tuvo lugar seis días después de la muerte, porque hubo que juntar a mucha gente que andaba dispersa por el mundo.Su hijo Quico (el freak de la familia: una especie de Demis Roussos teñido de Janes Mansfield) vive en Hawai, Ira de Furstemberg (la primera ex) estaba en Hong Kong y Jackie Lane (la segunda ex), ni se sabe. Hubertus, su hijo más próximo, presidió el duelo.Entre los asistentes estaban Gunter Sachs (el play boy de antaño), la duquesa de Alba, y mucha gente venida de Austria, Madrid y Jerez. El príncipe Alfonso, fiel a sus esencias, fue cosmopolita hasta en su propio entierro.

.

APOYO

Comidillas de cinco tenedores

NOMBRES PROPIOS. He aquí una lista de oficiosidades que circulan en los cenáculos madrileños. Algunas se oficializan poco a poco y otras puede que lo hagan en próximos días, pero las hay que no se despejarán nunca, porque algunos finales no terminan, quedándose siempre en principios a medias. Por la nombradía de sus protagonistas (políticos, aristócratas, financieros, etc.) despiertan gran curiosidad entre el público. Abróchense los cinturones, que allá voy.

El caso más conocido es el del ministro Alvarez Cascos. Gema, la esposa reducida a su chasis, no da crédito a la aventura del veleidoso marido. El ministro de Fomento ha ido a fijarse en la ex mujer de un ex político de la Comunidad de Madrid. Una señora que regenta una galería de arte y que atiende por el nombre de María Porto.

Lo que suscita incredulidad es el cotilleo que une a Carmen Posadas y Jesús de Polanco. Dos personajes en busca de autor.La relación merecería ser cierta porque parece de diseño. Carmen es una viuda rica de miras muy altas. Jesús Polanco, un rico al que han dejado solo (Mari Luz Barreiros fuxit) y busca una aspirante a su riqueza. Siquiera por no desairar a quienes fomentan el rumor, deberían hacerlo público y sobre todo, notorio.

Pero hay más. ¿O es que se va a producir un desmentido sobre el deterioro del matrimonio de los duques de Lujo? ¿Y respecto a Alfonso Guerra y Blanca Marsillach? ¿Será cierto que él sólo va de Pigmalión? ¿Qué pasa también con la próxima paternidad de Javier Arenas? ¿Y sobre Gela, la ex mujer de Rato? ¿Es verdad que tiene un novio de Embassy?

28 Diciembre 2003

LA HERENCIA DEL MAGO DE MARBELLA

María Eugenia Yagüe

Leer

Hubertus, Kiko, Arriane y Desirée, serán ricos a la muerte de su padre, Alfonso de Hohenlohe. Son los herederos del príncipe que inventó Marbella. Alfonso murió rodeado de cariño y calidad de vida. Como había sido su vida. Una semana antes de morir pedía cochinillo del crujiente y muy poco antes de perder la conciencia disertaba sobre el arte de cortar el mejor salami italiano, para que supiera mejor.

Gran cocinero y, según él, inventor del arroz caldoso, la importancia de la comida, de beber un buen vino, de la lealtad de los amigos y de sentir el aroma de las flores que había plantado en La Casita del Príncipe, eran más importantes que el dinero y la riqueza.

La Casita del príncipe era la cuadra de un cabrero, al pie de Sierra Blanca, la montaña a espaldas de Marbella. Estaba pegada a un estercolero cuando la compró y le tomaron por un chiflado, una vez más. Y una vez más, el visionario, acertó. Convirtió la tierra pelada en un vergel de acacias, cipreses, ficus, papayas y limas de California. La decoró con sencillez extrema, con mucho encanto y muy buen gusto. Hoy la casa vale una fortuna.

Pero no ha sido el dinero lo que ha buscado Alfonso de Hohenlohe a lo largo de su vida, pudiendo haberlo tenido todo. Su primera fortuna la había ganado en México en los años 40, cuando llevó la Volkswagen al país donde su abuelo materno, Iturbe, había establecido su vida.

Alfonso trabajó duramente en México para sacar la marca alemana adelante y ganó mucho dinero. Así llegó a Marbella, un pequeño pueblo de pescadores donde su padre Maximiliano de Hohenlohe había comprado la finca Santa Margarita, al borde del mar, por 120.000 pesetas.

El príncipe Max le dio a su hijo Alfonso una hectárea y en ella levantó un hotelito de 16 habitaciones sin pretensiones y con mucho encanto. El Marbella Club llegó a ser uno de los mejores hoteles del mundo y el príncipe fue vendiendo poco apoco a los árabes sus acciones en el hotel y a su vez fue vendiéndole al Marbella Club parte de su hectárea en aquella zona de la Milla de Oro, donde también estaba su casa, uno de los terrenos más caros de España, pero para él era más importante un jardín con encanto, que un jardín rentable. Alfonso participó en todas las grandes operaciones financieras de Marbella, como la venta de la finca de los Parladé al magnate francés Roussel, suegro de Cristina Onassis, que luego compró Kashoggi. También animó a la construcción de Puerto Banús. La casa del Rey Fahd se hizo sobre terrenos de su cuñado, el hermano de Jackie Lane, gracias a Alfonso. Ganó en cambio mucho dinero después de que un día que jugaba al golf en Guadalmina con el duque de Windsor le presentaron a un señor sueco que le dijo: «Acabo de sacar un coche que no conoce nadie, se llama Volvo y me gustaría que usted lo introdujera en España».

Cuando la Marbella de Hohenlohe se fue convirtiendo poco a poco en la Marbella de Jesús Gil, decidió irse a Ronda, a la finca «Las monjas», 200 hectáreas que había descubierto paseando con un pastor. Hoy, los tintos de Burdeos que plantó en Ronda y llevan su nombre, empiezan a ganar premios, a venderse en toda Europa.El valor de la finca es incalculable. Otra de sus propiedades más queridas es una espléndida casa de estilo español en la Baja California, valorada en más de 6 millones de pesetas.

Pero su proyecto más querido ha sido la urbanización Lomas de Martín Miguel, en Sanlúcar de Barrameda, en la que invirtió toda su fortuna a lo largo de estos 20 años, unos 1.000 millones de pesetas y de la que a su muerte era propietario del 60%.

El pasado mes de octubre, Alfonso muy enfermo ya, fue llevado en helicóptero para inaugurar los primeros nueve hoyos del campo de golf de Sanlúcar. Su sueño se había cumplido, y su cuatro hijos -Hubertus, fotógrafo y músico; Kiko, promotor inmobiliario en Hawai; Arriane, casada con un millonario estadounidense y la pequeña Desirée- podrán disfrutarlo.