13 marzo 2006

Era considerado el máximo responsable de los crímenes de los serbios durante las guerras en Croacia, Bosnia (1991-1995) y Kosovo (1999-2000)

Muere el ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, en su celda de La Haya, sin llegar a ser condenado

Hechos

El 11.03.2006 falleció Slobodan Milosevic el 11.03.2006 en el interior de su celda de La Haya.

12 Marzo 2006

Caudillo impostor en la guerra tribal

Hermann Tertsch

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Líder precoz, mesías nacionalista, adalid del crimen étnico, genocida consecuente y asesino casi familiar. Además, cadáver casi joven. Slobodan Milosevic ha logrado la excepcionalidad pese a la demoledora vulgaridad de su persona. No se le puede negar una cierta épica a su facilidad con el crimen. Desde Hitler y Stalin, nadie había dispuesto de la vida y de la muerte con esta opulencia discrecional y actitud casi desenfadada. Fue un dios para el movimiento nacionalista serbio que emergió del naufragio del comunismo yugoslavista de Josip Broz, Tito. Y fue unmonstruo -también dios- para sus víctimas en una región tan prolífica en monstruos.

Lo han hallado muerto en la cárcel en la que ingresó, en La Haya, un 28 de junio, en 2001, día de San Vito, Vidovdan, día de saga y leyenda. Su encarcelamiento no fue épico ni lo ha sido su muerte, aunque algunos lo pretendan. Ni siquiera se ha suicidado. Ha muerto de vulgar avería este hombre que hizo de su vida enferma la peste para su pueblo y los Balcanes. El día de San Vito sabe a tragedia serbia. Un 28 de junio, en 1389, el Ejército otomano aniquiló a las tropas del zar Lazar en Kosovo. En el Vidovdan de 1914, el serbio Gavrilo Princip mataba al archiduque austrohúngaro Francisco Fernando y se convertía en la chispa del gran incendio histórico que fue la Primera Guerra Mundial. Llegaron horror, comunismo, fascismo y holocausto.

Un 28 de junio, en 1989, en el 600º aniversario de la batalla de Kosovo Polje, Milosevic, vengaba al Zar Lazar y anunciaba la era en la que el serbio sería el amo y el albanés kosovar, el musulmán traidor y amigo del turco, el esclavo. Y su pueblo le creyó y siguió con entusiasmo. Era más que caudillo, era un mesías nacional. Para entonces los serbios habían sustituido la obligada foto de Tito por la del rostro aniñado. Se había consumado, en sacramento, la transformación del funcionario comunista en santo ortodoxo redentor. Ante un millón de serbios llegados de todos los rincones de lo que aún era Yugoslavia, Milosevic anunció poder, orgullo y hegemonía nacional. Dejó claro que los serbios ganaban en guerra y perdían en paz y que, por tanto, necesitaban la guerra redentora. Prometió un pueblo unido en la religión y la lengua, puro, no contaminado por influencias exteriores y dueño total de su tierra sagrada, aun emponzoñada por la presencia de seres inferiores y enemigos irreconciliables. La nación serbia bajo su mando volvería a sus glorias pasadas y a su armonía interna, a su arcadia en la que el espíritu de la nación, su memoria y su fuerza la harían invencibles frente a las amenazas de contaminación y los peligros de la modernidad y el cosmopolitismo. Este mensaje nazi pasó a ser la ideología del aparato izquierdista. Las masas querían luchar, morir y sufrir con él y por él. Lo han hecho. Nihilismo, odio, ambos. ¿Quien sabe? Él nunca se creyó su mensaje nacionalista. Como impostor acumuló dinero en el exterior y poder en el interior para aplastar a sus suyos.

Quienes conocieron a Slobo aseguran nunca haber conocido a nadie que mintiera con tanto aplomo, que despreciara tanto la vida ajena y las relaciones humanas en general. Su frialdad es ya legendaria como su capacidad de banalización de todo, lo grave, lo trágico, lo sagrado. En todo caso ha sido uno de los fenómenos más estremecedores de la segunda mitad del siglo XX. Algunos advirtieron que el problema era mas psicopatológico que político.Milosevic es un caso paradigmático de cómo una cuestión de estructura enfermiza de personalidad de un individuo puede convertirse en tragedia colectiva, cuando logra tocar la fibra emocional de una sociedad frustrada, herida, victimista, ventajista, nacionalista, los sentimientos de la tribu enferma. Slobodan nació con mala estrella el 20 de agosto de 1941, en plena ocupación nazi, en la triste Pozarevac. Su padre era profesor de Teología; su madre, una maestra comunista. El padre se suicidó cuando Slobo era niño. Diez años después se quitaba la vida ella.

Slobo conoció en Pozarevac a una jovencita, Mira Markovic, que habría de ser su destino. Ayer, ella le lloraba en Moscú como víctima del Tribunal Internacional Penal. Ella que encargó matar hasta a Ivan Stambolic, el hombre que protegió todo pasó de la carrera de Milosevic el aparatchik titoísta. Aunque la madre de Mira había sido ejecutada por colaborar con los nazis, la familia Markovic formaba parte ya en los cincuenta de esa aristocracia comunista que una década después retrataría magníficamente Milovan Djilas en La nueva clase. Cuando los cimientos ideológicos comenzaron a quebrarse, muchos comunistas en Europa oriental buscaron refugio y coartada en el nacionalismo, tan propicio al totalitarismo, al abuso y a la violencia como el bolchevismo. La pareja Milosevic logró formar un tándem perfecto en la nueva ideología roji- parda, comunista y nacional-socialista a un tiempo. Ella, su única amiga le auguraba que sería «más que Tito».

Milosevic ha muerto sin ser condenado por genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad. Pero no en impunidad, que era lo capital. Fue el principal responsable de que la sangre anegara toda la región al lanzar el proyecto de supremacía étnica y nacional serbia. Milosevic entra en la nutrida galeria de los grandes criminales modernos. Habrá que estudiarlo a él, a sus cómplices y a las masas enfervorecidas. Pero también a aquellos que le ayudaron, a quienes tanto gustó negociar con él y negaban fuera un peligro. Al principio eran muy pocos los que vieron la amenaza de este hombre y de su tribu. Y no era el primero.

12 Marzo 2006

El último genocida europeo

Rubén Amón

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Ironía de la Historia: Slobodan Milosevic ha muerto sin conocer la sentencia que iba a mandarle al infierno. Llevaba cinco años esperándola entre las paredes de una celda blindada, pero el contratiempo prosaico de un problema coronario le ha sustraído de escuchar la vergüenza de la condena. Ahora el Tribunal Penal Internacional se queda sin el reo de referencia y sin el padrino colosal de la limpieza étnica. Todavía andan sueltos los genocidas Karadzic y Mladic, pero la muerte prematura de Milosevic -64 años- clausura de manera aséptica, burocrática y hospitalaria la aberración hemorrágica de una monstruosa guerra civil.

Murió Franjo Tudjman con la indulgencia indecorosa de un padre de la patria. Murió Alia Izetbegovic en la estricta mediocridad.Y ahora ha muerto Slobo en el exilio de La Haya cuando ni siquiera existe la República Federal de Yugoslavia que devoraron los tres.La noticia sugería inevitablemente sospechar que Milosevic se había suicidado. Lo hicieron su madre y su padre. También se lo pedían a gritos los manifestantes que ocuparon las calles de Belgrado en octubre de 2000 para desquitarse del dictador y proclamar el relevo legítimo de Kostunica.

La imagen del Parlamento en llamas resumía simbólicamente la defenestración del presidente. Milosevic había intentado movilizar sus jueces y sus tanques para frustrar el impulso democrático, pero únicamente le sirvieron para custodiarlo en su búnker belgradense de Dedinje. Allí permaneció acomplejado e incrédulo. Igual que Macbeth en las sombras de su castillo tenebroso. No es una comparación gratuita. Milosevic, astuto, desconfiado, terco, parecía un epígono contemporáneo de la tragedia shakespeariana. También su mujer, Mira Markovic, manejaba la marioneta patriarcal con las artes obsesas de Lady Macbeth. Unas veces para embadurnar de sangre el delirio del poder. Otras para inculcar al marido el compromiso de una misión histórica con su pueblo.

Slobodan era un déspota corrupto, vulgarote y enfermizamente introvertido, pero también se creía el papel del mesías iluminado y el título de redentor de la Gran Serbia. No sólo porque su nombre procedía de la raíz semántica libertad. También porque interpretó en clave trascendental aquel discurso incendiario en la llanura de Kosovo, Polje. Era el 28 de junio de 1989 y habían transcurrido exactamente 600 años desde la caída del reino serbio a manos del sultán turco Murat. ¿Por qué no vengar la fecha con el megáfono en la hombrera? «Seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque no podemos excluir tal posibilidad. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos gloriosos días del pasado.¡Viva la Gran Serbia!». El discurso de Milosevic reunió a un millón de personas -dos, según el Gobierno- y puede considerarse la arenga bautismal que condujo al planteamiento del racismo y la expansión serbios. Algunos embajadores occidentales acudieron invitados. Otros accedieron estupefactos al discurso, pero casi siempre prevaleció una actitud indolente, indulgente e irresponsable respecto a la naturaleza de la preguerra.

De hecho, el monstruo de Milosevic es una creación bastante posterior a las aberraciones del conflicto de Bosnia. Siempre había tenido interlocutores de extraordinaria lealtad -¿hay que mencionar a Felipe González o al enviado de la ONU Richard Holbrooke?- y la izquierda europea lo cortejaba como un ejemplo de sensatez.Incluido el gesto que suponía estrechar la mano con Tudjman e Izetbegovic en el ceremonial de los acuerdos de Dayton. Poco importaba que el triunvirato balcánico hubiera amontonado 250.000 cadáveres entre 1991 y 1995. Al menos, hasta que Clinton, Solana y los colegas europeos expiaron su mala conciencia con el estrambote de la Guerra de Kosovo. Entonces descubrieron que Slobodan Milosevic, otrora visionario y audaz, era un sátrapa, un genocida, un carnicero, un déspota, un demonio, un líder fraudulento, un asaltador del erario público, un dictador.

Paradójicamente, los bombardeos sistemáticos de Belgrado (1999) devolvieron al presidente toda la reputación popular que le había costado el desgaste del periodo bélico y la humillación de la entidad nacional. Demostrando que Milosevic había convertido la derrota en el símbolo esencial de su arquitectura política y humana. Perdió la Guerra de Bosnia, la de Kosovo, las elecciones presidenciales de 2000. Perdió la fortuna personal, la familia, y el trono que él mismo se había erigido.

¿Cómo, entonces, pudo sostener la impostura? Seguramente porque sabía manejar el victimismo de sus compatriotas, remover los traumas de la II Guerra Mundial, exacerbar el sentimiento de frustración comunista, inculcar el veneno conspiratorio de croatas, eslovenos y bosnios.

En teoría se presentaba delante de la comunidad internacional como el garante del modelo geopolítico de Tito y como el defensor del Estado federal. En la práctica, pretendía convertir a Serbia en la referencia económica y estructural de los Balcanes, sin miedo a ejecutar a los rivales políticos ni a levantar donde fuera los campos de concentración. Los resultados han sido desastrosos.Serbia no se asoma al mar, ocupa el vagón de cola en la lista de invitados a la UE y está a punto de perder la referencia religiosa, cultural e identitaria de Kosovo. Allí donde Slobodan Milosevic vino a anunciar la buena nueva de la resurrección.

El salvador nació en Pozarevac el 20 de agosto de 1941 dentro de una familia enfermizamente suicida. Su padre, sacerdote ortodoxo exacerbado, abandonó el hogar antes de quitarse la vida; su madre, entusiasta militante comunista, se ahorcó 10 años después; incluso su tío, oficial del Ejército yugoslavo, desenfundó la pistola para pegarse un disparo en la sien. Semejantes antecedentes podrían servir de argumento a un congreso psiquiátrico, aunque no distrajeron la carrera política de Milosevic. Especialmente desde que su futura mujer le inculcó la pasión estalinista del poder mientras ambos estudiaban Derecho en Belgrado.

Slobodan compaginó el oficio de abogado (1964) con el de asesor municipal, aunque su carrera adquirió vuelo gracias al influjo de Ivan Stambolic, alto dirigente de la Liga de los Comunistas Serbios y valedor de su acceso a la dirección de la compañía energética estatal (1973). Cinco años más tarde fue nombrado máximo jerarca del principal banco de Yugoslavia (Beogradska Banka) y en 1982 se avino a cambiar de registro para construir -o destruir- la Yugoslavia que dejaba en herencia Tito.

Lo hizo como miembro del Presidium del Comité Central del SKS (Partido Comunista Serbio) e inmediatamente después como líder del mismo partido (1986). Una carrera fulgurante que le condujo a la presidencia de Serbia en 1988 manejando vehementemente el lenguaje intimidatorio de la limpieza étnica. El objetivo fundamental de las proclamas eran los albaneses de Kosovo, cada vez más abundantes e influyentes, pero la declaración unilateral de independencia de Eslovenia (1991) precipitó el delirio nacionalista durante cuatro años de guerra, atrocidades, violaciones y crímenes sistemáticos contra la Humanidad. Son las razones que le expuso la fiscal Carla del Ponte cuando comenzó hace cinco años el juicio ejemplar en el Tribunal de La Haya. Milosevic pensaba que sus compatriotas nunca le condenarían a la vergüenza de un proceso internacional, pero las fuerzas de asalto de la policía serbia le acorralaron el 31 de marzo de 2001 en su residencia y lo trasladaron a la corte holandesa con los síntomas de un exorcismo: la cabeza plateada del genocida era el precio de la integración europea y el trofeo que Estados Unidos exigía para iniciar la campaña de las inversiones extranjeras.

Milosevic, aficionado a la música de Frank Sinatra, deja viuda y tres hijos. Ahora podrán llorar al patriarca en el fortín feudal de Pozarevac y pasear en los jardines del parque recreativo Bambi.No es una broma. Slobo lo había ordenado construir en julio de 1999 para responder en clave propagandística y surrealista a los bombardeos de la OTAN. Muchos de sus allegados comprendieron entonces que el viejo Milosevic había perdido la distancia con la realidad. Otros más críticos, como Ivan Stambolic, observaban que el presidente desconfiaba de los reproches y de los consejos.Quizá por ello, no tuvo piedad en deshacerse a balazos de sus adversarios. También Stambolic, el mentor de la serpiente y el padrino de su carrera política. ¿Acaso Macbeth no había matado a Duncan?

12 Marzo 2006

Muerte en La Haya

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Slobodan Milosevic, ex presidente de Serbia, ex presidente de la menguante Federación Yugoslava y aún presunto criminal de guerra, apareció ayer muerto en su celda de la prisión de La Haya, donde era juzgado por genocidio y crímenes contra la humanidad. Su salud, muy deteriorada ya cuando fue detenido y entregado al Tribunal Penal Internacional en junio de 2001, ha impedido finalmente que pudiera ser condenado por algunos de la infinidad de cargos que pesaban contra él y en los que, pese a todas las dificultades, se habían ido acumulando pruebas y evidencias. Los continuos esfuerzos del ex dictador por postergar el juicio y buscar fórmulas para salir de la cárcel y pasar la fase final de su vida en libertad -su última solicitud de ser tratado en Moscú data de hace unas semanas- fracasaron. El tribunal y la fiscalía en La Haya eran muy conscientes del demoledor efecto que habría tenido su excarcelación por condicionada que fuera, cuando todavía algunos de sus cómplices, como Mladic y Karadzic, están fugados y las fuerzas ultranacionalistas serbias siguen reivindicando la política de limpieza étnica y genocidio que él desató en la extinta Yugoslavia y que causó millares de muertos en la mayor tragedia humanitaria de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Con Milosevic muere el principal protagonista de un proceso de depravación política de terroríficas consecuencias, que pilló por sorpresa a una comunidad internacional confiada en que el fin de la guerra fría, la disolución de la Unión Soviética y la democratización de Europa iban a abrir un proceso de armonización en el continente que garantizaría una seguridad común, una extensión de la democracia y sin amenazas militares. Por el contrario, bajo el liderazgo de Milosevic, el aparato de la dictadura comunista transformó su mensaje ideológico al nacionalismo y movilizó odios que se creían enterrados.

La lección positiva y ejemplar es que sus crímenes no quedaron impunes y han de servir como factor de disuasión para cualquier emulador potencial. Y la esperanza que surge de la noticia de su muerte es que, como sucedió en Croacia al fallecer Tudjman, el líder ultranacionalista croata que tanto compitió con Milosevic en la generación de odio como en la liquidación del contrario, Serbia se vea liberada de falsas lealtades y servidumbres, rompa con su larga tradición de victimismo nacionalista tan fomentado por Milosevic y se avenga, de una vez por todas, a combatir y entregar a los criminales de guerra que actuaron en su nombre.

20 Marzo 2006

Sepelio serbio

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Slobodan Milosevic ya está bajo tierra y se han revelado infundados los temores a que el regreso de su cadáver a su patria pudiera suponer un peligro de desestabilización política en Belgrado. Si 50.000 seguidores del ex dictador serbio se reunieron el sábado en Belgrado en el funeral público, el hecho más revelador es que la inmensa mayoría de los serbios le ha dado la espalda a los actos de homenaje. El principal responsable de que durante una década gran parte de los Balcanes se cubriera de tumbas nuevas fue enterrado después en su ciudad natal de Pozarevac, en el sur de Serbia. Su familia no asistió a los actos porque el Gobierno democrático serbio, con muy buen criterio, se negó a otorgar a la viuda, Mira Markovic, una garantía de inmunidad que exigía y que equivalía a suspender las causas penales que ella tiene pendientes y muchas otras que podrían abrirse no sólo por malversación de fondos, sino también por asesinatos.

El Estado se ha mantenido firme. No ha cedido a las amenazas de los seguidores de Milosevic ni de los ultranacionalistas, que han intentado medrar manipulando los sentimientos de hostilidad al Tribunal Penal Internacional sobre Yugoslavia. También han agitado el fantasma de un presunto envenenamiento del dictador, algo que se ha revelado infundado, según han confirmado todos los forenses, incluidos los serbios y los del Gobierno ruso. Existe la oportunidad de que con Milosevic se puedan enterrar algunos de los lastres tenebrosos del nacionalismo serbio.

Han fracasado quienes han querido agitar el resentimiento contra el Tribunal de La Haya. El Gobierno de Belgrado debería utilizar el momento para dar un golpe de efecto y entregar al tribunal a los dos principales criminales de guerra todavía prófugos, Ratko Mladic y Radovan Karadzic. Sería una forma de romper el bloqueo a que está condenada si no colabora con las autoridades penales de La Haya. Si logra enterrar con Milosevic el victimismo y la complicidad con los criminales de guerra, Serbia se granjeará el respeto del mundo y del pueblo serbio.