25 enero 2001

Peter Mandelson vuelve a romper con Tony Blair y dimite como ministro para Irlanda del Norte

Hechos

Fue noticia el 25 de enero de 2001.

25 Enero 2001

La sombra de Blair

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La espada de Tony Blair ha caído por segunda y definitiva vez sobre Peter Mandelson, su más estrecho colaborador político. La súbita y forzada dimisión del ministro para Irlanda del Norte abre un socavón en el Gobierno laborista británico, con proyección en varios frentes. Su trascendencia se hará evidente en los meses que quedan antes de las elecciones, previstas para mayo. Mandelson, estratega político relevante y pieza clave en la renovación laborista y su arrasadora victoria en los comicios de 1997, iba a ser el cerebro de la próxima campaña electoral de su partido.

La segunda caída del ministro más controvertido -impopular entre los ciudadanos, príncipe de las tinieblas para alguna prensa- se debe a su implicación en la concesión de pasaporte británico a un magnate indio envuelto en Delhi en asuntos de tráfico de armas, y que para mayor inri contribuyó con 250 millones de pesetas a la edificación del fiasco londinense conocido como Cúpula del Milenio, tema en su momento a cargo de Mandelson. El ya ex ministro hizo que subordinados suyos mintieran al Parlamento y él mismo lo hizo a la prensa sobre la naturaleza e intensidad de sus gestiones.

El caso de Mandelson es llamativo: en 1998 ya tuvo que abandonar el Gabinete por no declarar un préstamo de más de 100 millones de pesetas de otro ministro laborista, Geoffrey Robinson, sometido entonces a investigación. Insólitamente, Blair le rescató menos de un año después para la crucial cartera del Ulster. Pero dos errores vinculados al dinero son demasiados para un ministro, sobre todo bajo un jefe de Gobierno que pretende hacer de la transparencia pública uno de los pilares de su ejecutoria.

El impacto de la salida de Mandelson en la línea de flotación gubernamental no concierne sólo a la inminente campaña para la reelección de un Blair cada vez más objetado, aunque claramente por delante en los sondeos. O a la política de Londres en Irlanda del Norte, donde sus indudables logros han quedado aparcados por el inacabable pulso entre católicos y protestantes sobre la reforma de la policía y el control de las armas del IRA. Su sombra se extiende también a la cuestión decisiva del euro. Mandelson era el más proeuropeísta de los ministros, y Blair ha prometido un referéndum sobre la incorporación de su país a la moneda europea tras las elecciones. Cualquiera de los candidatos destinados ahora a transmitir a los escépticos británicos su fe en la divisa de la UE -y el más probable es el canciller del Exchequer y número dos del Gabinete, Gordon Brown- estará cuando más la mitad de convencido sobre sus virtudes que el amigo defenestrado.