28 julio 1985

Javier Pradera defiende al presidente desde EL PAÍS, mientras que Luis María Anson le ataca desde ABC

Polémica utilización por parte del Presidente Felipe González del ‘Azor’, el barco que utilizaba el dictador, General Franco

Hechos

En julio de 1985 se hizo pública la utilización por parte del Presidente del Gobierno, D. Felipe González y su familia del barco ‘Azor’.

Lecturas

Azor_Diario16 El 27 de julio se hizo público que el presidente del Gobierno socialista D. Felipe González había usado el Azor. El barco que utilizaba el General Franco. En principio un barco no delinque y no es culpable de quien lo aborde. Y si pertenece a la marina española no parece haber demasiado problema en que igual que lo usó un gobernante pasado lo use el actual. Pero en la política la estética juega un papel fundamental y más cuando los enemigos mediáticos buscaban cualquier excusa para comparar al socialismo con el franquismo como hacía el ABC.

El diario EL PAÍS de D. Juan Luis Cebrián y D. Javier Pradera publicó un nuevo editorial para apoyar a D. Felipe González y cargar contra ABC:

Los medios reaccionarios han puesto el grito en el cielo y han forzado -en abierta contradicción con su propio pasado y con la opción política ultraconservadora a la que sirven- las analogías entre el franquismo y el régimen democrático.

En su habitual réplica acción-reacción, el ABC vuelve a ningunear al Sr. Cebrián y replica únicamente al Sr. Pradera, aunque los editoriales son, en teoría, responsabilidad del director:

El editorialista particular del presidente, Javier Pradera, ha tenido que tirarse al ruedo para lidiar la situación. Su editorial de ayer, en el periódico del Gobierno, no puede ser más oscuro, más encubridor, manipulante y suasorio. Con argumentos particularmente mendaces. La derecha democrática no hace analogías entre el franquismo y el vigente sistema de libertades. Lo que subraya es el peligro de que el PSOE y don Felipe González se deslicen hacia el poder personal, como vamos viendo.

27 Julio 1985

Un síntoma

Editorial (Jefe de Opinión: Javier Pradera)

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Los medios reaccionarios han puesto el grito en el cielo y han forzado -en abierta contradicción con su propio pasado y con la opción política ultraconservadora a la que sirven- las analogías entre el franquismo y el régimen democrático.

La noticia de que Felipe González había embarcado en el Azor -el yate que el general Franco utilizaba para sus excursiones de pesca y sus vacaciones veraniegas-para pasar el fin de semana ha producido alegría en los adversarios del Gobierno socialista, consternación entre sus partidarios y perplejidad en el resto de la sociedad. Los medios reaccionarios han puesto el grito en el cielo y han forzado -en abierta contradicción con su propio pasado y con la opción política ultraconservadora a la que sirven- las analogías entre el franquismo y el régimen democrático. Pero no sólo la derecha autoritaria española se ha quedado de una pieza ante el desatraque del Azor del puerto de Lisboa. Resulta fácil desmontar la demagogia de quienes niegan a un gobernante elegido en las urnas, por el hecho de pertenecer a un partido de izquierdas, la adopción de pautas de conducta que, en cambio, aceptarían o aplaudirían entusiásticamente si la derecha conquistara el poder.Durante su permanencia en la oposición, los dirigentes del PSOE hicieron bandera de los fueros de la sociedad frente al anquilosado aparato estatal heredado del anterior régimen. «Los socialistas», decía el programa electoral del PSOE, «insistimos en el protagonismo de la sociedad. El Estado pertenece constitucionalmente a los ciudadanos. No corresponde a ninguna burocracia ni civil ni militar. Cuando esto se olvida, los intereses burocráticos se anteponen a los verdaderos intereses públicos, los aparatos burocráticos crecen más allá de lo razonable, se derrochan los recursos públicos y se debilita la creatividad de la sociedad». A lo largo de esta legislatura, sin embargo, algunos gobernantes socialistas se han instalado con tal fruición en la cumbre del Estado que han embotado su antigua sensibilidad para sintonizar con las preocupaciones y los problemas de los ciudadanos.

Encerrados en el recinto donde las cifras macroeconómicas, los cuadros estadísticos y los sondeos de opinión se convierten en únicos vehículos transmisores de información sobre los fenómenos sociales, esos administradores cortados de sus orígenes tienden a interpretar las críticas y las protestas de los administrados como fruto de la malevolencia personal, de las conjuras políticas o de la ingratitud de sus compatriotas para apreciar sus esfuerzos. En ese clima, los gobernantes corren el peligro de la ceguera y la sordera políticas.

En esa perspectiva, la excursión de Felipe González en el Azor es algo más que una anécdota: es también un síntoma. En su preocupación -coherente con la ruptura pactada en que se basó la transición- por subrayar los elementos de continuidad estatal imbricados en el cambio democrático, algunos altos cargos socialistas -incluido su presidente- han sobreactuado hasta tal extremo su papel como hombres de Estado que parecen haber olvidado su condición de mandatarios de la sociedad y de representantes de los ciudadanos. Algunos restarán importancia -como una simple cuestión formal- a esa reciente avidez por la solemnidad, el boato y el protocolo de quienes hace menos de tres años obtuvieron 10 millones de votos en buena parte gracias a que los electores se reconocieron humanamente en la figura de Felipe González. Pero la distinción entre las formas y el fondo no es fácil de trazar, entre otras cosas porque la manera de hacer política es indisociable de los contenidos a los que un determinado estilo sirve. Frente a las críticas que enlazan la utilización del Azor con el gasto público, otros defensores benevolentes del presidente González aducirán el argumento del chocolate del loro o recordarán que el mantenimiento del yate obliga -con pasajeros o sin ellos- a viajes periódicos. Pero los gobernantes que exigen a los gobernados sudor y solidaridad ante la crisis económica no pueden permitirse el lujo de ignorar el valor de la ejemplaridad ni ahorrar tampoco un solo gesto -como pudiera ser el desguace de una embarcación con funciones sólo representativas- para reducir el déficit.

Finalmente, no faltará quienes rechacen, con toda razón y con el apoyo de la lógica más elemental, la pretendida superposición de las imágenes del general Franco y del actual presidente del Gobierno sobre la cubierta del Azor. Los contrapuestos orígenes de los títulos para ejercer el poder de uno y de otro convierten en una ofensa para los valores democráticos y en una broma soez cualquier analogía entre un dictador que impuso su voluntad a sangre y fuego a los españoles y un jefe del Ejecutivo elegido libremente por los ciudadanos en las urnas.

Pero hay que convenir que, en esta entrada de las vacaciones de verano, pocas personas sensatas habrán recibido sin sobresalto y sin turbación la noticia de que Felipe González embarcaba en el Azor para una excursión de recreo. Se diría que los asesores de Felipe González parecen trabajar últimamente al servicio de sus adversarios políticos. Porque hay que ser muy torpe o muy ignorante para desconocer las implicaciones simbólicas negativas y las reacciones emocionales adversas de la decisión de aconsejar al presidente del Gobierno esa insensata excursión marítima a bordo del yate que los demócratas españoles asocian inevitablemente con las largas vacaciones del dictador durante su largo mandato.

28 Julio 1985

Azorados

Zigzag (Director: Luis María Anson)

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Pretende Pradera que la derecha (a la que llama ultraconservadora, reaccionaria, autoritaria) quiere subrayar las analogías entre el franquismo y el régimen democrático. Pero no hay tal. Sin la contribución decisiva de la derecha de este país no hubiéramos llegado nunca al sistema constitucional que España mantiene hoy.

El diario gubernamental (que los posmodernos llaman el BOE con fotos) ha tratado de cubrir el resbalón histórico que don Felipe González ha dado sobre la cubierta del ‘Azor’. Primero se trató de desconocer el hecho, ‘Azor’. Primero s trató de desconocer el hecho, como si nada hubiera pasado. Pero el escándalo ha sido tanto y la sorpresa tan morrocotuda que, a la poster, el editorialista particular del presidente, Javier Pradera, ha tenido que tirarse al ruedo para lidiar la situación. Su editorial de ayer, en el periódico del Gobierno, no puede ser más oscuro, más encubridor, manipulante y suasorio. Hay dos argumentos particularmente mendaces. La derecha democrática no hace analogías entre el franquismo y el vigente sistema de libertades. Lo que subraya es el peligro de que el PSOE y don Felipe González se deslicen hacia el poder personal, como vamos viendo. Es alarmante observar la ausencia de criterios democráticos que padece hoy la presidencia del Gobierno. El crucero de placer en el ‘Azor’ es sólo un síntoma, pero resulta revelador. Hasta el propio diario gubernamental ha tenido que reconocerlo ‘Hay que convenir – leíamos ayer en sus páginas – que, en esta entrada de las vacaciones de verano, pocas personas sensatas habrán recibido sin sobresalto y sin turbación la noticia de que Felipe González embarcaba en el ‘Azor’ para una excursión de recreo. Se diría que los asesores de Felipe González parecen trabajar últimamente al servicio de sus adversarios políticos. Porque hay que ser muy torpe o muy ignorante para desconocer las implicaciones simbóligas negativas y las reacciones emocionales adversas de la decisión de aconsejar al presidente del Gobierno esa insensata excursión marítima abordo del yate’. Será interesante, sin duda, para el lector el siguiente zigzag.

03 Septiembre 1985

Azorados

Santiago Amón

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Para unos se trata de una vieja embarcación, y de un símbolo cuestionable, para otros. No, no pretendo reanimar el desusado juego del acertijo. Me refiero, sin más, al «Azor», antagónicamente encasillado, tras la doble y parca travesía del presidente del Gobierno, en esas dos categorías de opinión autorizada o simple habladuría callejera. ¿Un símbolo? ¿Un barco? Con mayúscula o sin ella, la pieza en cuestión resulta ante todo ser un ave, y ave rapaz, de medio metro aproximadamente de largo, negra por encima y blanca por debajo, con manchas igualmente negras, como negros son Pico y alas para mejor realce de lo amarillento de las patas y lo ceniciento de la cola. Y corra el comentario, a favor de su propia consecuencia, con el resto de la descripción.

“Ni vale el azor menos /porque en vil nido siga, / ni los ejemplos buenos / porque judío los diga.” Tal escribía, allá en el siglo XIV, el rabí Don Sem Tob, dando a entender que el buen ejemplo, como el buen vuelo (y venga de dónde viniere), vale por sí mismo. Ignoro sí el vate palentino llegó a sospechar que un buen día había de encender viva polémica un viaje de recreo a bordo de una nave bautizada con el nombre del ave de su estrofa, o si el eventual navegante andaba o no al tanto del proverbio. La pregunta, en vez de la conjetura: ¿fue bueno el ejemplo de González? Con Dios o sin él, la voz del pueblo dice que nones, y eso es lo que cuenta, dada de lado la vileza del nido, el linaje del poeta, el nombre del navío y la memoria de su anterior usuario.

Pudo ocurrir que, atraído por el título, el presidente entendiera como juguete personal todo un barco de la Armada. No de otra suerte emprendió Almanzor la batalla del pueblo soriano que rimaba con su nombre y con el ave de nuestro caso… ¡y así le fueron las cosas! Oigan, si no, lo que versificado (o profetizado) nos dejó Gerardo Diego: «Azor, Calatañazor, / juguete.» Cual azor de airoso vuelo, y por gracia de la rima, creyó el caudillo musulmán (la historia iba ya, por el entonces, de caudillaje) que la batalla sería juguete suyo y terminó siéndolo él con todos sus secuaces; «Por la barranca brava / ay cómo rodaba / juguete / el atambor. » No diré que el atambor socialista vaya a dar en la barranca con sus votos, aunque muchos de los más fieles no han de prestarse, me creo, a se eterno juguete del juguete ocasional del amo.

¿Andaba por cubierta a sus anchas el presidente? ¿Le abrumaban memoria, perspectiva y «vocación marinera»? ¿Sintióse azorado? El verbo «azorar» procede directamente del sustantivo «azor», para expresar el doble y contradictorio efecto que el ave de rapiña parece producir en sus presas habituales, y la extensión figurada traslada, con hábito o sin él, a las personas. «Azorar», por un lado, significa «sobresaltar», e «irritar», por el otro. Del sobresalto inicial puede, en efecto, la presunta víctima (animal o humana) pasar, cuando menos se espera, a la ira por gracia de la metáfora o en razón de estricta realidad. ¿Notó síntomas de sobresalto el señor presidente? El lo sabrá, como muchas gentes de a pie se supieron y se sienten verdaderamente irritadas.

No han faltado, en fin, quienes (desde un padre de familia mesetaria hasta un representante de la familia «gay») han mostrado interés en hace suyo el ejemplo de González (¡y que el rabí se quede con su copla!). Otros, más razonables, han venido a sugerir que el «Azor» adquiera condición de reliquia y como tal se exhiba en el museo del ramo. Un cotejo elemental entre el aspecto naval y el zoológico induce a disuasión. Pájaro solitario es el azor, enteramente reacio a vivir en cautividad: o vuela o muere. Otro tanto ocurre, u ocurrir debiera, con el barro de nuestra historia: o se hace a la mar o se desguaza. Y si esto parecía desprenderse de su peso (o quedar, cuando más, en imagen de «No-Do»), ¡quién le aconsejó a Gónzalez perpetrar aquello!

El Análisis

ESTRATEGIA DE LA DERECHA: IMITAR ESTILO DE LA IZQUIERDA

JF Lamata

Que la derecha española había sido franquista durante cuarenta años era innegable. Todos las distintas familias que pudieran identificarse como ‘derecha’ apoyaron, en distintos grados, la dictadura del General Franco, y, aunque algunas expresaran discrepancias en momentos puntuales, respetaron al dictador hasta el final de su vida. Igualmente, la izquierda tenía un pasado revolucionario, pero esto no tenía que responder más que de crímenes de la República y la Guerra Civil, que quedaban bastante lejos, mientras que la derecha tenía que responder no sólo de la brutal represión de los años 40, sino de todos los gestos autoritarios de los años posteriores. Por tanto la estrategia de la derecha habitual era olvidar al pasado y hablar del presente mientras que era la izquierda la que podía jugar con amenazar con ‘recordar’ el pasado de la derecha política representada en aquel momento por Alianza Popular, que, aunque con boca pequeña, seguía guardando cierto respeto a la figura del generalísimo.

Pero en esto que entró en escena la derecha mediática que entendió que había que usar el término ‘franquista’ como ataque, pero no contra la derecha… ¡¡¡Sino contra la izquierda!!! Había que acusar al Gobierno Felipe González de recordar en algunos aspectos al franquismo, de echar en cara el pasado franquista de alguno de sus miembros o de alguno de los líderes mediáticos de izquierda (como podían considerarse los dirigentes del Grupo PRISA). Esta estrategia fue lanzada por Luis María Anson y luego reiterada con insistencia por Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos hasta la saciedad: el PSOE y PRISA eran franquistas. Dándose la paradoja que medios de comunicación de derecha, alguno de los cuales en el pasado – como ABC – tanto habían elogiado el franquismo, ahora lo usaban como insulto para descalificar a la izquierda.

J. F. Lamata