16 octubre 1997

Carmen Rigalt es finalista con un alegato contra el amor

Premio Planeta 1997 – Juan Manuel de Prada gana con ‘La Tempestad’ a sus 26 años de edad

Hechos

Fue noticia el 16 de octubre de 1997.

Lecturas

Dña. Carmen Rigalt es finalista con un alegato contra el amor.

16 Octubre 1997

Prada gana el Planeta a los 26 años con una novela de misterio ambientada en Venecia

Xavier Moret

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Se confirmaron los pronósticos. Juan Manuel de Prada, de 26 años, se llevó anoche los 50 millones del Premio Planeta. Prada, uno de los más jóvenes ganadores de la historia del galardón, se presentó con el seudónimo El Médico de la Muerte y con el título Donde nada se olvida. La novela, que se titulará La tempestad, trata de la visita de un profesor español a Venecia, donde vive una extraña historia de amor y se ve envuelto en una confusión de crímenes, violencias y misterios. Carmen Rigalt, que fue finalista con Trigo, define su novela como «un alegato contra el amor».

Juan Manuel de Prada ha inscrito su nombre en la lista de ganadores del Planeta a una edad poco habitual. Si en los últimos años el premio seguía cierta tendencia a consagrar a autores de renombre, en esta ocasión se han invertido los términos. Prada gana con 26 años, aunque con un prestigio consolidado, avalado por la crítica y por académicos como Luis María Ansón y Víctor García de la Concha, que este año, por cierto, se ha estrenado como miembro del jurado del Planeta. El escritor Francisco Umbral, al que Prada confiesa admirar, es otro de sus valedores.Prada dio anoche las gracias a todos los que han confiado en el, sobre todo a José Manuel Lara, de quien dijo que «es el hombre, que más ha hecho por el libro en España». Sobre La tempestad dijo: «Es una novela con la excusa de una intriga policiaca en la que se intenta explorar esa gran desolación que es el Arte y esa gran desolación que es el amor». Antes de ganar el Planeta, Prada había publicado dos libros de relatos, Coños ( 1994) y Los silencios del patinador (1995), y una novela, Las máscaras del héroe (1996). Prada entronca con la tradición española de Gómez de la Serna, Baroja, Valle-Inclán y González-Ruano, hasta llegar a Francisco Umbral, a quien dedicó su primera novela. En esta obra, Prada recreó el paisaje literario y cultural español desde comienzos-de siglo hasta 1940, año en el que fue ejecutado el poeta maldito Pedro Luis de Gálvez, centro de la novela.

La sinopsis de La tempestad habla de un profesor español que viaja a Venecia en la época actual. El profesor vive una extraña historia de amor y se ve envuelto en una trama de crímenes, violencias y misterios. El enigmático cuadro La tempestad, de Giorgione, que se halla expuesto en el Museo de la Academia de Venecia, desempeña un papel en la novela.

Carmen Rigalt fue finalista del Planeta (12 millones de pesetas) con la novela presentada con el título Trigo y el seudónimo Mercedes Galán, aunque el título definitivo podría ser Mi corazón, que baila con espigas.

Desamor

«Mi novela es un alegato contra el amor, una historia de amor, o más bien de desamor», manifestó ayer Rigalt. «La escribe una mujer en primera persona y no pasa en ningún lugar concreto, ya que yo, no me considero de ningún lugar determinado».En la novela, la mujer habla de su entorno familiar y de las relaciones con un hombre casado. ¿Autobiográfica? «Seguro que todos querrán saberlo», afirma Rigalt. «Pues sí, es algo autobiográfica, aunque no tanto como puede parecer. Lo que sí es, es escandalosa, porque yo siempre lo he sido un poco».

MÍ corazón, que baila con espigas es la primera novela de, Rigalt, que hasta ahora era conocida como columnista de prensa. «No sé por qué he querido escribirla», se sincera, «ya que mi visión de los escritores, tan disciplinados, no tiene nada que ver con mi manera de ser, que es muy anárquica».

16 Octubre 1997

El serio oficio de escribir

Javier Goñi

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Si previamente había obtenido galardones en el Certamen Literario María Agustina, Concurso de Cuentos Gerardo Rovira, Certamen de Relatos Ciudad Encantada, Narrativa Corta Campo de los Patos o Certamen Literario Ciudad de Dos Hermanas, entre otros cientos, ¿cómo no iba a obtener, anoche, Juan Manuel de Prada Blanco, nacido en 1970 en Baracaldo (Vizcaya) aunque sea de Zamora, el más premio de todos ellos, el Planeta? Frente a jóvenes escritores que se resfrían y escriben, en la convalecencia, una novela con sustancioso adelanto, Juan Manuel de Prada, con una vocación literaria sólida y antigua, a prueba de gripes,, ha montado antes guardia en mil garitas y ha lidiado en mil plazas de tercera, como un estajanovista de la Olivetti.Lo suyo ha sido comenzar desde abajo. Desde los 18 años en que decidió tomarse en serio el oficio de escribir; desde que siendo un niño, que acompañaba a su abuelo a que éste leyera la prensa y él Tintín y, después, Stevenson, ambos en la biblioteca municipal de Zamora, descubriera su afición por la literatura -que no su vocación, término éste que desdeña-, Juan Manuel de Prada no ha dejado ni un momento de soñar, tal vez, con este momento.

Fogueado en mil concursos literarios, aprendió pronto que las minas estallan sólo si se pierden. Prada, con esa audacia, que da vivir en provincias y no tener nada que perder, escribió, por puro divertimiento, por puro afilar lápices, un libro inclasificable, Coños, que no presentó a La Sonrisa Vertical (¿o sí?), pero que cayó en manos de dos de esos quijotes que hay, afortunadamente, en pequeñas editoriales: Rafael Díaz Santander y Juan Luis González, dos locos que llevan esa excelente editorial que es Valdemar. Y después de Coños, un éxito, un boca-oreja de los que a veces funcionan, vinieron los cuentos de Los silencios del patinador, un puñado de los muchos que ha ido dejando, con plica, sin plica, con suerte, sin suerte, en esa colmena de los certámenes literarios que dan brillo y esplendor al mapa provincial de este país y que Prada ha recorrido, todos estos años, bailando acaso más de una vez con la más fea, que suele ser, en ocasiones, hija del edil de la Flor Natural o del patrocinador de las Justas Poéticas de un pedazo de esa España. profunda.

La fama de Prada, a los 24, 25 años, creció como la espuma y ocupó plaza (con tanto espacio que hasta se podía estirar) en un diccionario de literatura de autor, y éste, Francisco Umbral, que se lo «trajo» para Madrid, lo vio, «pese a su juventud», como «un verdadero monje de la prosa, que vive para miniarla». Se anunció, como la buena nueva su esperadísima. primera novela, Las máscaras del héroe, con la. que desfiló por el, madrileño paseo de Recoletos, por delante de esa Biblioteca Nacional, en donde había quemado sus pestañas zamoranas, en tardes de invierno, meneando libros olvidados, de los que iba cayendo, como hojas muertas, una corte -de sablistas y bohemios, de letraheridos con menos obra que desvergüenza, desde Pedro Luis de Gálvez a Armando Buscarini.

Con éstos se hizo perito en raros y extravagantes y montó el tinglado de la farsa literaria en esa monumental, primera novela por la que (debió de ser un caso único en las jóvenes letras españolas) no cobró un duro de adelanto, por coherencia y fidelidad a ese par de editores, y amigos, de Valdemar. Las ediciones se sucedieron y. Prada creció: se le quedaron en el camino descubridores de primera hora, le crecieron los admiradores y se le emboscaron en las esquinas, los de la cofradía del colmillo torcido, que es devoción que suele abundar en el solar literario de la envidia Por eso Prada, desde hace un tiempo, simula como aquel dramaturgo de éxito una cierta cojera: no todo van a ser éxitos. Ahora con lo del Planeta igual hasta tiene que llevar muletas, un brazo en cabestrillo y la cabeza enturbantada.