16 septiembre 2019

Ricard Ustrell estrena un nuevo programa de actualidad en TV3 con sesgo independentista denominado ‘Planta Baixa’ un año después de dejar Catalunya Radio

Hechos

El 16 de septiembre de 2019 se estrena el programa ‘Planta Baixa’ en TV3.

27 Mayo 2020

La Cataluña de Ricard Ustrell

Bernat Dedeu

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Este artículo va de un hombre inteligente, merecedor del éxito obtenido por la inmensa mayoría de sus productos audiovisuales, y que tiene la rara virtud de aspirar al máximo y no disimular su ambición voraz en un país donde la moralidad te manda suspirar por el empate y alabar la cojera. Te caiga mejor o peor, Ricard Ustrell será uno de los protagonistas de la televisión catalana de los próximos treinta años y se habrá construido su pisito mediático con una precocidad atlética y digna de elogio. Lo ha podido hacer, todo hay que decirlo, porque le ha debido ser fácil brillar en un país de alabeadas en el que los máximos los marcaba Mònica Terribas, que es en la radio lo que Montilla o Torra están en la Generalitat, y donde frente a los micrófonos se ha encontrado gente curiosa como Silvia Cóppulo. Pero un hombre no es responsable de su contexto,

La mayoría de mis amigos periodistas no pueden disimular la envidia cuando critican los aires de suficiencia con los que Ustrell se pasea por el plató de Planta baja, enarbolando su tacita de café como si realmente la televisión fuera su casa, y algunos de ellos llegan incluso a ennegrecer de ira ante el tono displicente con el que el periodista se dirige y corrige al personal más veterano de TV3. Curiosamente, todo lo que más molesta a la tribu periodística de Ricard, a quien no tengo el gusto de conocer ni puta falta que hace, es lo que a mí más me apetece del personaje. Entiendo que la soberbia sea injusta, porque su bofetada totalizadora a menudo duele a quien no lo merece, pero es igualmente cierto que en el país de los castrate,donde la tónica son las lágrimas de la consejera Vergés y la sintaxis de Miquel-com-a-Miquel, una dosis de ufanor tampoco le iría tan mal. Ya ven hasta dónde nos ha llevado, la modestia.

Por mucho que revista sus programas de un aire dinámico y posmoderno, y que la vestimenta casual de sus colaboradores destaque por la aparente contemporaneidad de aquellos adolescentes que nunca acaban de crecer, el referente del ustrellismo periodístico es algo tan de siempre como la figura de Josep Cuní. Esto se pone de manifiesto en aquella pretensión carca y vetusta de un periodismo que “va a las cosas mismas”, que se gusta en la pretensión de ver el mundo tal y como es, y que escarne la opinión como un asunto de tertulianos gintonicaires. Pero, como también sabemos sobradamente, no hay nada más ideológico que la pretensión de neutralidad y, como persona inteligente,

Este artículo va de un hombre inteligente, merecedor del éxito obtenido por la inmensa mayoría de sus productos audiovisuales, y que tiene la rara virtud de aspirar al máximo y no disimular su ambición voraz en un país donde la moralidad te manda suspirar por el empate y alabar la cojera. Te caiga mejor o peor, Ricard Ustrell será uno de los protagonistas de la televisión catalana de los próximos treinta años y se habrá construido su pisito mediático con una precocidad atlética y digna de elogio. Lo ha podido hacer, todo hay que decirlo, porque le ha debido ser fácil brillar en un país de alabeadas en el que los máximos los marcaba Mònica Terribas, que es en la radio lo que Montilla o Torra están en la Generalitat, y donde frente a los micrófonos se ha encontrado gente curiosa como Silvia Cóppulo. Pero un hombre no es responsable de su contexto,

La mayoría de mis amigos periodistas no pueden disimular la envidia cuando critican los aires de suficiencia con los que Ustrell se pasea por el plató de Planta baja, enarbolando su tacita de café como si realmente la televisión fuera su casa, y algunos de ellos llegan incluso a ennegrecer de ira ante el tono displicente con el que el periodista se dirige y corrige al personal más veterano de TV3. Curiosamente, todo lo que más molesta a la tribu periodística de Ricard, a quien no tengo el gusto de conocer ni puta falta que hace, es lo que a mí más me apetece del personaje. Entiendo que la soberbia sea injusta, porque su bofetada totalizadora a menudo duele a quien no lo merece, pero es igualmente cierto que en el país de los castrate,donde la tónica son las lágrimas de la consejera Vergés y la sintaxis de Miquel-com-a-Miquel, una dosis de ufanor tampoco le iría tan mal. Ya ven hasta dónde nos ha llevado, la modestia.

Por mucho que revista sus programas de un aire dinámico y posmoderno, y que la vestimenta casual de sus colaboradores destaque por la aparente contemporaneidad de aquellos adolescentes que nunca acaban de crecer, el referente del ustrellismo periodístico es algo tan de siempre como la figura de Josep Cuní. Esto se pone de manifiesto en aquella pretensión carca y vetusta de un periodismo que “va a las cosas mismas”, que se gusta en la pretensión de ver el mundo tal y como es, y que escarne la opinión como un asunto de tertulianos gintonicaires. Pero, como también sabemos sobradamente, no hay nada más ideológico que la pretensión de neutralidad y, como persona inteligente,

El pisito del Ustrell será algo tan exitoso como perdurable, en esta Catalunya en la que los líderes viven felices mordisqueando las últimas migajas del queso autonómico

Decíamos antes que un hombre no es responsable de su contexto formativo, pero por la misma razón podemos afirmar, si puede ser aún con más rotundidad, que un hombre importante es, antes de encontrarse en el mezzo del cammin,alguien que tiene la capacidad de urdir nuevos contextos futuros que fructifiquen en una mayor dosis de libertad por los que le rodean o admiran. Pero ésta no es la liga de Ricardo; él vive confortable en aquella existencia sociovergente según la cual lo mejor que puede hacer un catalán en la vida es ir bien informado por el mundo mientras escucha su lista preferida de artistas de la tribu en Spotify y, a ser posible, sin molestar demasiado al personal. El pisito del Ustrell, en definitiva, será algo tan exitoso como perdurable, en esta Catalunya en la que los líderes viven felices mordisqueando las últimas migajas del queso autonómico. Haga como yo, joven; no se meta en política.

Depare lo que nos depare el futuro, sean reediciones de tripartitos o una mayoría nacionalista que lo vuelva-a-hacer-para-no-llegar-en ninguna parte, Ustrell siempre podrá firmar productos que tengan la virtud incuestionable de no enfadar a nadie. En una Cataluña de mínimos, insisto, a mí me parece razonable que Ricard se haga pagar mucha pasta por sus inventos, porque en casa también hemos sabido siempre que lo de la neutralidad política requiere una buena nómina. A diferencia del pobre Toni Soler, a quien retratábamos genialmente hace pocos días, Ricard tiene la habilidad de no hacer discursitos morales, alejarse de Twitter y de toda polémica absurda, y aparecer sólo fugazmente en el Insta mientras realiza entrevistas y pierde el tiempo viajando a sitios francamente absurdos. Mientras vaya haciendo,

A un nivel puramente existencial, Ustrell, como Cuní, bastará con vivir en un entorno de mínimos donde se asegure poder brillar siempre y no tener ningún rival que le haga sombra. Es en su sentido amoral, por tanto, que el personaje alcanza una cuota de moral y de miseria altísima. Su victoria, al límite, será haber triunfado a una edad en la que la mayoría de gente empieza a asomarse a los medios, ni poder rentabilizar su popularidad en pasta, sino interrumpir a sus colaboradores para demostrarles quién es quién manda en el plató. Fíjese que, al hacerlo, a Ricard siempre le resucita una sonrisa de conejo muy particular que, seguro, debe tener su correlato en una gustosa dilatación del ano. Pues toda la victoria de los hombrecillos del futuro, queridos lectores, será algo muy de petarrón, con la belleza neutra y la ideología blanca. Sin molestar, siempre solvente. Y ave.

PS.- El próximo domingo, La Catalunya de Bernat Dedéu .