22 mayo 1993

Braun considera que Losantos no está 'mínimamente preparado' para darle lecciones y le acusa de estar 'obsesionado' contra el Grupo PRISA

Rodríguez Braun reprocha a Federico Jiménez Losantos que se considere liberal y a la vez pida al Gobierno que actúe contra Polanco

Hechos

25.05.1993 D. Carlos Rodríguez Braun publicó en DIARIO16 una réplica al artículo de D. Federico Jiménez Losantos en ABC del día 22.05.1993.

Lecturas

La petición realizada durante la campaña electoral por parte del columista de ABC, D. Federico Jiménez Losantos, de que el Gobierno del PP debe dictaminar desde el Gobierno del Estado una Ley Antimonopolios para perjudicar los negocios del Grupo PRISA es contestada desde Diario16 por Carlos Rodríguez Braun considerando ese planteamiento incompatible con el liberalismo. Jiménez Losantos responderá desde ABC con un artículo sarcástico con Rodríguez Braun que, a su vez, responderá lamentando que Jiménez Losantos se centre en ‘ironías baratas e insultos velados’ que aplica a todo el mundo que no piense como él.

D. Federico Jiménez Losantos, que se declara ‘liberal’ y que en estas elecciones de 1993 es el principal apoyo mediático del Partido Popular, en sus columnas y tertulias en las que pide el voto a favor de D. José María Aznar, ha sorprendido pidiendo una legislación intervencionista para perjudicar y frenar los intereses económicos de la empresa privada Grupo PRISA de D. Jesús Polanco, una posición llamativa en un liberal. Un punto de vista que ha sido puntualizado por el economista y comentarista liberal D. Carlos Rodríguez Braun.

20 Mayo 1993

Jiménez Losantos y el monopolio

Carlos Rodríguez Braun

Leer

Mi amigo Federico Jiménez Losantos, un interesante periodista liberal, ha publicado hace pocos días un artículo en ABC donde aplaude sin reservas una ley Antimonopolio en los medios de comunicación que, al parecer, proyecta incluir el Partido Popular en su programa electoral. Pero puede que se equivoque el PP si presenta esa ley y puede equivocarse Jiménez Losantos al respaldarla tan entusiastamente.

Desde que la economía nace como ciencia en el siglo XVIII, sus cultivadores han tenido poca simpatía por el monopolio. Hoy mismo, mientras el lector fatiga generosamente estas líneas, hay un profesor de introducción a la economía o de teoría microeconómica en algún lugar del mundo que enseña a sus alumnos que el monopolio proporciona una solución de equilibrio con menor producción y mayor precio que la competencia perfecta.

Y todo esto está muy bien: es verdad que la competencia es mejor que el monopolio. No obstante, de la comprobación de esta sencilla verdad se pasó a una conclusión apresurada, que todavía es compartida por muchos liberales bienintencionados pero no muy versados en cuestiones técnicas: el Estado debe intervenir para prohibir el monopolio. Y de allí la legislación ‘antitrust’, que se remonta a 1890, con la ley Sherman en Estados Unidos.

Pero si las cosas fueron lo que parecen como dijo Marx, entonces la ciencia sería innecesaria. Y la ciencia económica ha demostrado que la legislación antimonopólica ha tenido con frecuencia un resultado opuesto al previsto, es decir, ha impedido la acción del mercado. Las empresas han recurrido a esa legislación para cerrar la puerta a competidores más eficientes, viejos o nuevos, nacionales o internacionales.

En palabras de George Stigler, el premio Nobel recientemente fallecido, que estudio profundamente el problema del monopolio: “Es un hecho que la política antimonopolio se ha inclinado con creciente frecuencia hacia objetivos perversos, y en lugar de desafiar ha amparado a empresas ineficientes”.

Por eso, muchos economistas prefieren hoy un marco legal que vele por la competencia garantizado la libertad de entrada a los mercados. Si en ese contexto hay un solo productor, el Estado no debería impedirlo.

Teme Federico Jiménez Losantos que a falta de una legislación antimonopolísitca, un pequeño grupo de empresarios, en particular Jesús Polanco, se harán dueños de los medios de comunicación de este país.

En una situación de libre mercado, esto es virtualmente imposible que ocurra: no hay casos de monopolios que se mantengan indefinidamente, salvo…

Hay una salvedad, por supuesto, porque algo debe explicar la existencia efectiva de monopolios que duran décadas. Esa salvedad es el Estado, es decir, los monopolios que no se derivan de la calidad y precio de los bienes y servicios producidos, sino de un privilegio graciosamente concedido por el poder. En España casi no se puede encontrar sector alguno donde no haya una trampa de este estilo.

Tal sería entonces, el camino correcto para la legislación antimonopolio. Se deberían abandonar los intentos de determinar cuánta concentración de capital está permitida. Ello plantea grandes dificultades de definición y siempre podría ser mal utilizado. La clave nunca debería ser cuántos competidores hay, sino que cualquiera pueda competir.

Es evidente que teóricamente en ese marco es concebible un escenario que seguramente arrastrará a Federico Jiménez Losantos al borde del infarto de miocardio: Jesús Polanco puede llegar a ser propietario de todos los diarios, revistas, radios y canales de televisión de este país, y de todo el mundo. ¿Qué sería del pluralismo informativo?

Otra vez, la respuesta es: vigilar la entrada en el mercado, no su resultado. Y recordar que los monopolios no duran si no están protegidos por el Estado. La mejor garantía de pluralismo, entonces, es la privatización de todos los medios de comunicación (mal) llamados públicos y un marco legal de entrada en esos medios a toda el que desee competir.

Ese es el campo adecuado para la legislación antimonopolio y allí podrá encontrar Federico Jiménez Losantos un terreno con tantas reformas liberalizadoras posibles y pendientes como para agotar las energías de varias generaciones de liberales.

22 Mayo 1993

La Ley Antimonopolio

Federico Jiménez Losantos

Leer

Un interesante periodista liberal, Carlos Rodríguez Braun, ha publicado un interesante artículo en n interesante periódico, DIARIO16, sobre un artículo mío de cierto interés, por lo que veo. Se titula lo de Rodríguez Braun ‘Jiménez Losantos y el monopolio’ y critica mi tesis de que hay que hacer un ley antimonopolio para impedir que Jesús de Polanco haga en la televisión y en la Prensa lo que ya ha hecho en la radiodifusión privada: quedársela para él solito (la COPE y ONDA CERO son cadenas institucionales que, hoy por hoy, tienen gestión comercial, pero ya está Polanco haciendo lo que puede para cerrarlas o inutilizarlas económicamente).

La argumentación de Rodríguez Braun es un ejemplo, muy español, de cómo en nombre del liberalismo abstracto se puede combatir el liberalismo concreto, o de cómo la teoría de la competencia puede servir a los que se dedican a impedir que la competencia exista. Por ejemplo, Polanco y sus comisarios.

Es cierto que el monopolio no puede existir si existe el mercado, y que existiendo el mercado huelgan las leyes antimonopolio. Aceptemos eso en líneas generales, aunque la mercancía informativa, por sus especiales características e influencia en la vida democrática de las naciones, hay que cuidarla especialmente. No se puede dejar, por ejemplo, que el mercado televisivo tarde cuatro años en restaurar una cierta competencia, mientras que tal vez ese lapso puede ser beneficioso para el comercio de alubias. Dice bien Rodríguez Braun que lo combatible desde la ortodoxia liberal sería un monopolio instaurado por el poder político, como sucede en los medios de comunicación públicos. Por supuesto. Pero me cuesta creer; vamos, que no puedo creerme que un periodista tan interesante como Rodríguez Braun no sepa que el imperio Polanco es un monopolio esencialmente político, no sólo por su identificación partidista con el felipismo, sino, sobre todo, porque la libertad informativa en materia de radio y televisión no existe en España. Se trabaja en esos medios en régimen de concesión política – algo muy distinto del permiso o la licencia para emitir en los países libres – y no es posible constituir monopolios ni oligopolios si el Gobierno lo alienta, lo protege y lo garantiza. Absolutamente imposible.

Acabo de publicar un libro ‘La dictadura silenciosa’ cuya última parte está dedicada a contar, entre otras cosas, cómo Polanco se hizo con una concesión de TV incluso al margen de la restrictiva ley sociata y cómo se le permitió la compra de su principal competidora, la que era ya la primera radio de España, ANTENA 3 RADIO, violando todas las leyes de la competencia. Invito a mi colega a leer esas páginas y luego, si puede, que me vuelva a recordar los problemas de la ley Sherman. Aquí la única ley que rige en materia de comunicación es la ley del Embudo, y de esa situación, contraria a todas las libertades, empezando por la del mercado, se beneficia Polanco, y también el Gobierno.

En España hay que hacer leyes antimonopolio por una razón fundamental: porque todos los monopolios oligopolios son políticos, y porque sólo una decidida acción política de signo contrario puede restaurar las leyes del mercado. Digo restaurar y exagero: aquí el mercado está por fundar, por permitir, por defender. Y eso lo ve cualquiera que no viva de ponerse la venda ante los ojos. Contra la ceguera voluntaria o subvencionada no hay argumentos.

Hay en España interesantes liberales que se han convertido en liberales interesados, y no precisamente en la implantación del liberalismo. Hay liberales de cátedra que preparan las leyes que nacionalizan el sector eléctrico. Hay liberales de papel que se dedican a defender las andanzas de Ibercorp. Si eso es liberalismo, entonces yo me declaro intervencionista. Pero fuera de la Ley, como nuestra Hayek, no hay mercado, hay mafia. También de la comunicación.

Federico Jiménez Losantos

25 Mayo 1993

Querido Federico Jiménez Losantos

Carlos Rodríguez Braun

Leer

Tu artículo del sábado en ABC en réplica de uno mío aquí, en DIARIO16, es deficitario en análisis y superavitario en ironías baratas e insultos velados. Si te interesa discutir sobre monopolio discutamos, pero por favor respetemos las reglas. Mi artículo sale indemne tras tu réplica: bromitas aparte, eludes contestarme.

La argumentación de tu artículo original es equivocada en un punto crucial y vuelves a caer desde otro ángulo en el mismo error en tu réplica cuando afirmas que ‘existiendo el mercado huelgan las leyes antimonopolio’. No defendí la inexistencia de la legislación antimonopólica. Lo que dije es que si seguimos los criterios que han informado a esa legislación durante un siglo podemos ahogar al mercado mientras pretendemos ampararlo.

Como en tu primer artículo no te apartabas de la interpretación tradicional, en mi comentario señalé esa posibilidad de error. Recurrí a ideas relativamente nuevas que han salido a la luz en la economía académica, un mundo que no conoces ni tienes por qué conocer. Yo sí lo conozco un poco, no por mérito mío especial, que no tengo ninguno, sino porque es mi profesión desde hace más de veinte años.

Esas ideas, generadas en la Universidad de Chicago y el neoinstitucionalismo americano, tienen mucho que ver con tu artículo, porque han puesto en cuestión la eficacia de la legislación antimonopólica. En resumen, sostienen que esa legislación, al no poner énfasis en la libertad de entrad en los mercados, ha sido utilizada para impedir la competencia. Tú tampoco ponías allí el énfasis: obsesionado con Jesús Polanco, parecías exclusivamente preocupado en que la ley se limitase a bloquear la posibilidad de que haya uno solo o unos pocos competidores en el mercado de los medios de comunicación.

Y así te puedes equivocar. Hay que dejar al número de competidores en paz y concentrarse en suprimir las barreras de entrada que establece el poder político, puesto que los monopolios que perduran son políticos – por cierto, eso lo dije yo primero y tú lo coges al vuelo en tu réplica y pretendes darme lecciones con mi propio argumento. Me encanta recibir lecciones, pero de gente mínimamente preparada, lo que no es tu caso.

Mi artículo advertía del peligro de tener intervenciones liberales con resultados proteccionistas. A este punto, que era la clave, tú no has respondido en absoluto. Más aún, llegas al disparate de decir que mi tesis ‘es un ejemplo, muy español, de cómo en nombre del liberalismo abstracto se puede combatir el liberalismo concreto”. Escribí mi artículo precisamente para demostrar que eso es en lo que haces tú.

Otro punto de vista tuyo que no comparto es que la información es ‘especial’. Estos problemas son muy complicados y nadie tiene el monopolio de la verdad, ni siquiera los liberales, pero convendrás conmigo en que la historia económica muestra que virtualmente todas las invasiones del mercado por el Estado se han fundado en que se trataba de casos especiales.

En resumen, y para que veas sí de verdad estás en desacuerdo conmigo o simplemente tienes una rabieta mal controlada y peor reflexionada, te propongo un resumen de la ley antimonopolio que sería mi objetivo ideal, una utopía inalcanzable plenamente pero que nos indicaría el modelo a seguir en lo concreto.

Artículo1. Las administraciones públicas no serán titulares ni total ni parcialmente de ningún medio de comunicación de ninguna clase.

Artículo 2. La ley no controlará el mercado de los medios de comunicación en ningún aspecto, y se limitará exclusivamente a proteger la libre entrada en dicho mercado de cualquier empresa privada que desee competir en él”.

Bueno, vayamos a lo menos grato. Tus últimas líneas son intolerables. Durante todo tu artículo hablas de mí explícitamente, pero al final afirmas que ‘hay liberales’ y les imputas conductas reprochables. La lógica argumental me obliga a pensar que también me incluyes en esa fauna letal, pero casualmente allí no me nombras. Esa trampa no vale, porque me dejas sin posibilidad de réplica.

Si de verdad crees que soy un ciego voluntario o subvencionado, o un liberal interesado, o que estoy en contra de la implantación del mercado, o que respaldo la nacionalización del sector eléctrico o que defiendo las irregularidades del ‘caso Ibercorp’, por favor dímelo claramente para que pueda llamarte mentiroso y demostrarlo. Y si no lo crees, entonces no mezcles churras con merinas y responde a mis críticas con más ideas y menos trucos.

Veo que te molestó que te llamara ‘interesante periodista’. Creo que es un gran elogio, pero no lo repetiré porque quiero discrepar contigo, no molestarte. Quizá debería llamarte ‘profesor’, porque compartes dos pequeños defectos clásicos de los malos profesores: la ignorancia y el ir por ahí perdonando la vida a todo el mundo. Es decir, perdonándosela a condición de que piense exclusivamente como tú.

Carlos Rodríguez Braun