11 enero 1982

Santiago Carrillo Solares (PCE) condena el Golpe de Estado Comunista en Polonia apoyado por la URSS pero sigue expresando su apoyo a la Revolución Rusa de 1917

Hechos

El 11 de enero de 1982 el PCE dio una rueda de prensa para valorar el Golpe de Estado en Polonia.

12 Enero 1982

Contra viento y marea

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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SANTIAGO CARRILLO convocó ayer una rueda de Prensa para comentar la declaración del Comité Central del PCE, reunido el último fin de semana, sobre el golpe de Estado en Polonia.Buena parte de los análisis y valoraciones de Santiago Carrillo podrían ser suscritos sin dificultad no sólo por los socialistas, sino también por cualquier observador de la derecha democrática, sin perjuicio de las considerables discrepancias que les separarían a la hora de extraer las conclusiones. El secretario general del PCE ha señalado el rotundo fracaso de la exportación por la Unión Soviética de su modelo político y económico a los países de Europa oriental, así como, de su tentativa de mantenerlo contra viento y marea pese a su evidente quiebra. Carrillo ha avanzado en su razonamiento y ha indicado que ese modelo exportado no es sólo inadecuado para los países de Europa occidental, entre ellos España, por su falta de atractivos, sino que también se halla en contradicción con el desarrollo económico y social de todos los países del Este, incluida la propia Unión Soviética. El diagnóstico esbozado por el secretario general del PCE sobre el futuro del llamado socialismo real se aleja espectacularmente de las viejas concepciones comunistas para acercarse a las predicciones de la izquierda y del centro democráticos. Según Carrillo, la experiencia demuestra que las estructuras de poder en los países del área soviética no podrán sobrevivir a la larga y tendrán que dejar paso, a fin de impedir que una contrarrevolución las destruya hasta los cimientos, a una renovación democrática, bien realizada desde dentro -como intentó Dubchek en Checoslovaquia en 1968-, por el aparato-comunista, bien forzada desde fuera -como viene sucediendo en Polonia desde agosto de 1980-, a través de una revolución política.

Santiago Carrillo continúa, sin embargo, atenazado por la insuperable dificultad de hacer compatible su fidelidad a la revolución rusa de 1917 con el rechazo del modelo soviético. Porque la identificación entre las ideas de la Revolución de Octubre y el sistema establecido en la URSS no es un error de los intérpretes o exegetas, sino una conclusión llena de lógica y respetuosa con los hechos históricos. La contraposición entre un leninismo bueno, que habría caracterizado los años iniciales de la Rusia soviética, y un estalinismo perverso, traidor a la herencia recibida, no resiste un análisis serio. Asimismo, las alusiones del secretario general del PCE al fracaso del modelo socialdemócrata y la condena retrospectiva de los partidos socialistas en los últimos setenta años, emparejados en su declive histórico con ese callejón sin salida en el que se hallan las formaciones económico-sociales de los países del Este, no parecen tener otra intención que fundamentar la pretensión de que serían precisamente los comunistas los únicos que, tras despreciar durante más de medio siglo los valores y los objetivos del socialismo democrático, estarían en condiciones de real izar sus metas. Conclusión a todas luces más que exagerada.

La crisis del PCE, que alcanza un nuevo récord con la masiva dimisión de los cargos públicos electos en los municipios de la provincia de Madrid y su solidaridad con los concejales comunistas expulsados del Ayuntamiento de la capital, demuestra, por lo demás, que los elogiables esfuerzos de su actual dirección por deshacerse de las hipotecas que representaba el alineamiento con la política exterior de la URS S y la admiración por el modelo soviético no se extienden en modo alguno a la suavización o eliminación de las prácticas autoritarias asociadas al llamado centralismo democrático. Sin embargo, también cabría extender a este terreno esa necesidad de un proceso de renovación democrática predicada por Santiago Carrillo para los sistemas político-estatales de los países del Este y esa condena de la obcecación en mantener contra viento y marea un modelo organizativo importado igualmente del partido bolchevique soviético. Por que resultaría un escándalo a la polaca que los concejales elegidos por los ciudadanos desaparecieran por el escotillón de las purgas intrapartidistas, dejando la vida municipal de un buen número de municipios madrileños en un estado tal de precariedad que podría hacer necesaria la designación de comisiones gestoras hasta las próximas elecciones. El PCE no tendría como castigo a su obstinación una revolución política como en Polonia, sino algo mucho menos dramático y bastante más eficaz: la pérdida de una buena parte de su respaldo electoral.