1 octubre 2003

Tras obtener una millonada por la venta de sus revistas al grupo Axel Springer, dilapidó su fortuna y vivió arruinado en la etapa final de su vida

Trágico final de José Ignacio Gómez Centurión: el exdueño de Hobby Press, Dinamic Multimedia y fundador de HOBBY CONSOLAS se suicida pegándose un tiro

Hechos

El 1 de octubre de 2003 la agencia EFE informa de la muerte del periodista D. José Ignacio Gómez-Centurión.

Lecturas

D. José Ignacio Gómez Centurión guardaba un arma que había obtenido en la época en la que editaba la revista ARMAS, que él mismo fundó en mayo de 1982.

Inútilmente brillante

Juan Caño Díaz

Pasando Revista (2018, pag 314-316)

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Conocí a José Ignacio Gómez Centurión cuando fundó la empresa Hobby Press, que puso en el mercado una docena de revistas especializadas, entre ellas una titulada ARMAS, que irónicamente le proporcionó unos conocimientos de los que mejor hubiera prescindido.

Teníamos una edad similar, una formación similar y una profesión similar, por lo que no nos fue difícil congeniar. La diferencia es que él se convirtió en millonario muy pronto. Quizás demasiado.

Cuando terminaba el siglo pasado [1999] dio el pelotazo. Vendió su empresa Hobby Press al grupo editor alemán Springer por una suma descomunal. Hizo tres partes con el dinero. La primera la invirtió en una start up de Internet, que sufrió de lleno el impacto de la explosión de la burbuja, que se produjo muy poco después de su inversión. La segunda parte la puso en Bolsa con peligrosos apalancamientos, cuyos intereses se comieron el capital. Y la tercera se la reservó para sus hobbies, especialmente la cría de loros. Adquirió una bonita casa solariega en la provincia de Guadalajara, con terreno e instalaciones suficientes para la cría de loros.

Viajaba a países exóticos para comprar los loros y puso una tienda de venta de loros en el barrio de Chamberí de Madrid. Era un negocio muy distinto al de hacer revistas, pero le apasionaba, precisamente por la diferencia.

Las cosas le fueron tan mal que un día me llamó para contarme que había perdido todo. Hasta la mujer, que le abandonó harta de sus derroches y desvaríos. Para terminar me espetó:

– Juan, por favor, dame un empleo. De lo que sea. Aceptaría incluso ser redactor de cualquier revista. Estoy llamando a todos los amigos y nadie quiere ayudarme.

¡Pero era tan difícil echarle una mano! Primero por su carácter impetuoso y poco adecuado para encajar en equipos. Segundo porque no se pasa de ser editor / propietario a redactor de base. Le dije que si surgía algo le llamaría y que debíamos mantener el contacto. Pero fue una conversación telefónica y amigable, aunque forzosamente fría. Poco sabía yo lo que José Ignacio estaba tramando.

Fue en octubre de 2003. Una noche, en la inmensa soledad de su gran casa de Guadalajara, tomó uno de los revólveres que guardaba de su época de editor de la revista ARMAS, y rompió trágicamente el silencio reinante con el ruido de un único disparo seco y certero que se llevó por delante a un hombre brillante. Demasiado brillante. Inútilmente brillante.