13 mayo 1958
Es una respuesta al nombramiento de Pflimlim como primer ministro
El Ejército contra la IV República en Francia: Golpe en Argelia mientras el General De Gaulle pide todos los poderes en París
Hechos
El 13.05.1958 fue tomado el palacio de la gobernación de Argel.
Lecturas
La IV República proclamada en 1945.
El 13 de mayo de 1958 una muchedumbre de Pieds-Noirs toman el palacio de la gobernación de Argel, durante las primeras horas el ejército se muestra dubitativo e inactivo pero finalmente se suma a la multitud. El general Jacques Massu toma el mando de la rebelión cívico-militar y envía este escueto e inquietante telegrama al presidente de la República: “Os informamos de la creación de un comité de salvación pública civil y militar en Argel presidido por mí, el general Massu”. En París el gobierno se muestra desbordado por los acontecimientos recientes, se condena lo acontecido en Argel pero no se da el paso de declarar el estado de sitio. En Argel, el comité lamenta el nombramiento de Pflimlin gracias a los votos del PCF, se anuncia la inminente llegada de Jacques Soustelle y se implora al general De Gaulle que abandone su prolongado mutismo y se pronuncie a favor del comité de Argel. En el resto de Argelia, las principales ciudades con mayoría europea (Constantine, Bône) crean comités a imagen y semejanza del de Argel. El gobierno francés responde mandando arrestar a Jacques Soustelle, convencido de que está organizando un golpe de estado con De Gaulle y los militares.
El 11 de mayo los cabecillas del levantamiento militar, entre ellos el ministro de Defensa Jacques Chaban Delmas y el ministro para Argelia León Lacoste se entrevistaron en las afueras de Argel con representantes del Ejército para planear las acciones del 13 de mayo, día de la votación de la investidura de Pflimlin. Después de diversas manifestaciones contra el gobierno, todas las tropas se movilizarían y, tanto en Francia como en Argelia, se formarían Comités de Salvación Pública como había ocurrido durante la Revolución francesa.
Sin embargo los acontecimientos del 13 de mayo no discurrieron del modo previsto. La ocupación de la sede del Gobierno general de Argel por parte de estudiantes ayudados por tropas de paracaidistas se produjo de forma inesperada. Las cartas quedaron al descubierto demasiado pronto y el plan de atacar surtió el efecto contrario al esperado: Pflimlin se conviritó en presidente del Gobierno. En Francia el Gobierno decretó el estado de excepción. Ante esta situación de confrontación el General De Gaulle rompió el equilibrio al anunciar públicamente su aspiración de ocupar el poder ante la situación catastrófica que atribuía a los partidos políticos.
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EL GENERAL DE GAULLE APUNTILLA A LA IV REPÚBLICA ¿EL CABECILLA DEL GOLPE?:
Aquellas palabras situaban al General De Gaulle, a ojos de muchos políticos franceses como el cabecilla de los militares golpistas franceses que querían tomar el poder apartando a los políticos.
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El 1 de junio de 1958 se hará público que De Gaulle es el nuevo caudillo de Francia.
16 Mayo 1958
El Espectro de la Guerra Civil
La esfinge de Colombey-les-Deux-Englises ha roto, por fin, su silencio. Y pocas veces palabras tan breves han sido tan explosivas como las del comunicado publicado por el general De Gaulle. Mejor dicho: publicado ayer por la oficina parisina del ex jefe de la Resistencia, quien, después de dejarlo escrito, anteayer, se había vuelto a marchar a su residencia campestre. Sin duda ya, en espera de ser llamado a ocupar el Poder.
El Poder, desde luego, con una plenitud verdaderamente bonapartista. Sobre este punto y aun dentro de su condición extraordinaria, la propia declaración del general no deja a lugar a dudas al decir: “Estoy en disposición de asumir los poderes de la República”. Adviértase “de la República”; no dice “del Gobierno”. Cortísima frase, por lo demás que en su lapidaria elocuencia no hace más que confirmar todo lo que la historia del general y sus palabras no han cesado de proclamar. De Gaulle aspira a ejercer todos los poderes del Estado: el ejecutivo, por lo tanto, lo mismo que el legislativo y el moderador. Quiere, pues, ser un dictador en toda la extensión de la palabra. ¿Hasta que punto respetaría la presencia formal del presidente Coty, en representación de la continuidad republicana? La cuestión tiene poca importancia, puesto que De Gaulle cuidaría bien de reducir a total impotencia al Presidente, en el mejor de los casos para este.
El parlamento no puede esperar, al contrario, mejor trato. De Gaulle también en brevísima frase, lo condena implícitamente: “Durante doce años – afirma – Francia enfrentada con problemas demasiado graves para el régimen de partidos, ha seguido un proceso desastroso’. Condenar el ‘régimen de partidos’ equivale a condenar al Parlamento, por lo menos en la forma que se entiende un sistema democrático. Y en esto también, la lapidaria expresión de De Gaulle confirma una postura que no es un secreto para nadie desde hace años.
De Gaulle, por lo demás, en su declaración, no hace la más mínima indicación sobre cuáles sean sus eventuales planes concretos respecto al gran problema de Argelia, base de todo el inmenso conflicto abierto en Francia. Respecto a tal punto, y a todos los demás de la política actual, De Gaulle sigue siendo una esfinge.
En esto, como en los restantes asuntos planteados, el general pide simplemente un cheque en blanco por parte de la opinión. Por ello recuerda: “En el pasado, el país me dio desde lo más hondo de su ser, su confianza para conducirle a su salvación”. Frase después de la cual el comunicado termina con el ofrecimiento de asumir el poder, antes aludido: con evidente ánimo de salvar a Francia otra vez.
Lo que da a la declaración de De Gaulle su extraordinaria importancia es que viene a ser un encabezamiento del movimiento militar argelino. Lejos de condenar la acción de Argel, el general la apoya haciendo suya la temática que sustenta el movimiento. Por si fuera poco, en Argel, hablando en público, el general Salan ha terminado su discurso vitoreando a De Gaulle. Lo cual indica claramente una inteligencia explícita y secreta o tácita pero efectiva, entre los dos generales. Con ello, la magnitud del movimiento militar adquiere impresiones proporciones.
Ahora bien, y mientras nuevos hechos no vengan a cambiar la situación (cosa posible, dada la rapidez de la evolución) sigue advirtiéndose una notable diferencia entre el ‘clima’ de la metrópoli y el de Argelia. Hasta ahora no se ha advertido en Francia aquella inquietud y nerviosismo, combinados con esperanza, que aprecian dar al general de Gaulle el apoyo necesario para ocupar el poder en las condiciones que lo desea. Mientras no haya tal cosa, sobre todo en las guarniciones metropolitanas, la situación correrá el peligro de evolucionar hacia una ruptura entre los franceses de Francia y los de Argelia. Y, aun en el caso de que esta ambientación favorable a De Gaulle se produjera, sería preciso que adoptara un volumen muy grande para cerrar el paso a otro peligro: la guerra civil.
La situación, en su dramático desarrollo está cargada de amenazas. Y todo ello en un momento internacional en que los motivos de seria preocupación florecen por doquier. Verdaderamente, este año la flores de mayo están bien llenas de espinas.
El Análisis
Lo que se vive en Francia desde el 13 de mayo no es solo una crisis institucional. Es un terremoto político, una sacudida al corazón mismo de la IV República, cuyos cimientos ya venían debilitados por la derrota en Indochina y ahora tiemblan ante el fantasma de perder Argelia. La sublevación de Argel, con paracaidistas, colonos europeos y generales clamando por un “salvador”, ha resucitado con fuerza el nombre del general Charles de Gaulle. Ese mismo de Gaulle que, tras liberar Francia del nazismo, renunció al poder y se retiró al silencio. Hoy, desde ese silencio cuidadosamente mantenido, ha emergido con un mensaje medido pero contundente: “Estoy listo para asumir los poderes de la República”. Lo que para él es un gesto patriótico, muchos no dudan en ver como la culminación de un golpe de Estado encubierto.
La IV República, nacida en nombre de la democracia parlamentaria, ha caído en la trampa de su propia debilidad: gobiernos efímeros, fragmentación política y una parálisis ante los grandes desafíos nacionales. El levantamiento de los militares y colonos en Argelia ha sido el golpe definitivo. Con un Ejército en rebelión, políticos acorralados, y comités de “salvación pública” surgidos al estilo revolucionario, la figura de De Gaulle no aparece como un mero voluntario providencial, sino como el beneficiario directo —y, tal vez, el instigador indirecto— de esta crisis.
¿Es esto un retorno al orden o el principio de una nueva forma de autoritarismo? De Gaulle es un héroe nacional, sí, pero también un militar sin partido que desprecia el sistema parlamentario y que considera el régimen actual como “una degradación del Estado”. Sus palabras del 14 de mayo son una condena a la democracia representativa. Francia se asoma hoy a un cruce de caminos: ceder al prestigio del general y aceptar su mando, o defender una democracia que, aun débil, representa la voluntad plural de una nación. ¿Salvador o cabecilla? La historia juzgará si el regreso de De Gaulle ha sido una solución necesaria o la capitulación ante un golpe de guante blanco.
J. F. Lamata