1 octubre 1960

Las fotos fueron tomadas por Valentín Álvaro Bobadilla

Un incendio en la madrileña calle carretas causa un enfrentamiento entre Torcuato Luca de Tena (Blanco y Negro), Emilio Romero (Pueblo) y Eugenio Suárez (El Caso) por el uso de las fotos

Hechos

El 1 de octubre de 1960 BLANCO y NEGRO publicó las fotografías del incendio en la calle carretas.

Caso Cerrado

Eugenio Suárez

Memorias (2005)

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(Pag. 250)

Sólo con ánimo de relatar un estado de cosas traigo otra peripecia, que espero saber describir sucinta y claramente. Un sábado por la tarde – trabajábamos ese día, como otro cualquiera – vimos unas formidables fotografías publicadas en el diario PUEBLO dirigido con mucho éxito por Emilio Romero. Se trataba del momento en que dos mujeres se habían lanzado al vacío en la calle de Carretas, a causa del incendio en los locales altos donde estuvieron las Sederías de ese nombre, casa matriz de los futuros almacenes Galerías Preciados. Por allí pasaba, en aquel preciso instante, un viejo fotógrafo deportivo que tuvo el reflejo, la rapidez y la pericia de captar el dramático, con el foco y la distancia precios. Dos mujeres jóvenes, con las faldas hacia la cabeza que se precipitaron sobre la lina que tendía los bomberos. Una auténtico scoop periodístico. Ya en ese tiempo desempeñaba yo la corresponsalía de PARIS MATCH y pensé adquirir los negativos por el preocedimiento más rápido sobre todo al averiguar que no se trataba del redactor gráfico del vespertino sino de un profesional independiente que había llevado las copias rápidamente reveladas en su laboratorio, al diario que mejor sabría apreciarlas. Esto indicó el subdirector, Jesús de la Serna, a quien llamé para felicitar el innegable éxito y mostrar mi interés en la adquisición de aquel material, bien vía cesión o compra. Como víspera de festivo, el director se ba un descanso y no me fue posible localizarle para reiterar la enhorabuena y solicitarle el permiso puramente protocolario, para dirigirme al autor material cosa que ya estaba en marcha. Localizado gracias a alguno de mis redactores, hablé con él por teléfono, le pregunté si estaba dispuesto a venderme los negativos, que aseguró seguían en su poder. Lo estaba. Envié a buscarle y media hora después tenía delante a un hombre de más de mediana edad, quizá algo emocionado por el primer éxito de su vida.

En tanto telefoneé a PARIS MATCH, anunciando la posibilidad de entrar en posesión de los documentos, cuya importancia les hice notar. Casualmente me advirtieron que eran precisos dos trámites indispensables: los negativos y la ulterior aceptación. Por ello, proponía el pago de 5.000 pesetas, en concepto de droix de vue, y otra cantidad muy superior, en caso de que fueran como yo les aseguraba. Contando con ello, di orden de que le pagaran al fotógrafo los mil duros que parecían seguros, gesto que casi hizo brotar lágrimas de sus ojos, pues jamás le habían estimado tan altas unas tomas fotográficas. En el diario PUEBLO le informaron del día de cobro de las colaboraciones y su monto ,que sospecho no sobrepasaba las 300 pesetas. A través de un piloto o azafata de Iberia salieron las fotos aquella misma tarde para París y el trato quedó confirmado: eran excelentes y salieron en doble página en el semanario francés. Tanto ajetreo hizo que no insistiera en la localización de Romero, dando por buenas las gestiones realizadas y posponiendo para el lunes una conversación.

Naturalmente, saldrían publicadas tanto en EL CASO como en SÁBADO GRÁFICO. Había conseguido un éxito periodístico y desencadenado una enemistad que duró varios años. La misma idea se le ocurrió a Torcuato Luca de Tena, a la sazón director del semanario BLANCO Y NEGRO, tras haberlo sido del patrimonial ABC. Él tuvo más fortuna que yo en localizar a Emilio Romero; le pidió las fotografías de marras, a lo que éste accedió encantado, como quizá lo hubiese hecho de haber sido yo el primero en conectar con él. Se produjeron pues unas transacciones paralelas y desprovistas de malicia. Luca de Tena recibió una copia de las copias y, como en mis periódicos, en BLANCO Y NEGRO aparecieron, con la deferente mención de haber sido graciosamente cedidas por el diario PUEBLO. En mis semanarios también se acreditaba la primacía del cotidiano con un comentario elogioso al indudable triunfo coyuntural.

Yo tenía la conciencia tranquila, pues había realizado la operación con el primitivo y auténtico propietario de las fotos, que era quien me había vendido los negativos, única autentificación de aquella propiedad. Pero Torcuato Luca de Tena, ignorante de estos antecedentes, consideró que su periódico había hecho el ridículo proclamando la novedad en el mundo hebdomadario; en consecuencia, hizo pública una dura carta a Romero, interpretando en él una doblez que le dejaba en evidencia, máxime cuando SÁBADO GRÁFICO disfrutaba de mayor favor popular que el veterano BLANCO Y NEGRO. Romero, desconocedor, a su vez, de mi llamada y falto de información sobre la propiedad de aquellos negativos, se despachó con un suelto injurioso, revelador de la situación desairada en que se consideró ante el otro.

Una lástima no haber desenmarañado el equívoco, pues en caso alguno hubo ánimo doloso. En el suelto se decía, más o menos, lo siguiente, tras describir el suceso: “Dejamos a la consideración del lector calificar la acción de don Eugenio Suárez al apropiarse de algo que no era suyo”. Reaccioné como una pantera a la que se hubiera cortado las orejas con tijeras al rojo vivo; además de responderle, con mayor aspereza aún, presenté una querella por injurias correlativa a la que elevó por apropiación indebida. El asunto, estúpidamente enconado por nuestra soberbia, transitó por distintos tribunales. Recuerdo, como pincelada localista de aquellas épocas, que, en el juicio público celebrado ante la Audiencia Provincial, a Emilio Romero le sacaron una silla, como deferencia a su calidad de procurador en Cortes, pero n ose libró de la insidiosa y protocolaria advertencia del presidente del tribunal, que le reprendió por haber cruzado las piernas: “Observé el señor testigo la corrección y el respeto que merece este tribunal”. Emilio se apresuró a recuperar la postura requerida. Eran muy quisquilloso los togados franquistas. Yo fui remitido al banquillo.