Una moto acaba en Paraguay con la vida de Julián Lago, que pasó de figura estrella de los medios a ‘detestar’ el periodismo

Querido Julián

Triunfaste en todo: en la prensa diaria, en la semanal, en la radio, en la televisión, en el artículo, la crónica, el reportaje, el comentario, la dirección, la presentación. También en el libro. Has puesto al servicio del periodismo, la belleza de tu escritura, la trepidante información, la lúcida sagacidad. Sabías muy bien que nosotros los periodistas somos los administradores de un derecho ajeno: el de los ciudadanos a recibir información plural y veraz.

Publicaste un libro feroz ‘Un hombre solo’, descargaste tu conciencia profesional y sin un aspaviento te fuiste a Paraguay para volcar tu trabajo en favor de los desfavorecidos. Lo hiciste tras superar una grave dolencia gracias a la atención con que te acogió el doctor Abarca, un médico sabio y bueno al que tanto deben tantos. ¡Qué gran ministro de Sanidad hubiera sido el doctor Abarca! Me dijiste.

Y en Paraguay la cornada de una moto asesina te ha colocado entre la vida y la muerte. Te envío desde esta carta toda mi energía. Dicen los médicos que no hay esperanzas. Pero yo confío en que volvamos tú y yo sobre a nuestra viejas conversaciones sobre arte y filosofía, sobre política y periodismo. Te convoco, como si viviera tu admirado Miguel ‘en las aladas almas de las rosas’ que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.