12 diciembre 1991

William Kennedy Smith, sobrino de los asesinados hermanos Kennedy, es absuelto de las acusaciones de violación de Patricia Bowman

Hechos

El 12 de diciembre de 1991 se hace pública la absolución en el juicio al Sr. William Kennedy Smith.

12 Diciembre 1991

¿Qué es una violación?

Manuel Hidalgo

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EL proceso que se sigue contra William Kennedy muy bien podría facilitarnos una reflexión sobre el concepto de violación y, más interesante todavía, sobre la cultura sexual en la que nos desenvolvemos. Sobre este delicado asunto se puede pensar con anteojeras de corte ideológico y sexista o se puede discurrir libremente sin más miedo que el de herir el sentido común. Optaré, con el riesgo que eso implica, por lo segundo. El concepto legal, penal, de violación es, a mi juicio, reductivo. La pura delimitación física y genital de la violación no agota las posibilidades de desprecio, violencia, humillación y anulación de la libertad sexual que una mujer puede sufrir a manos de un hombre. En la periferia, pero dentro del perímetro de la relación sexual, una mujer puede ser forzada si un hombre accede a su intimidad física y espiritual, al fuero propio de su afectividad, si, por ejemplo, la retiene en una cercanía corporal no querida -en un coche, en un paraje aislado, en un piso, en un sofá, si la somete a contactos, roces, tocamientos y besos indeseados. Una acción semejante, que puede ser muy lesiva para la libertad/dignidad de una mujer, no está penalmente contemplada como violación,ya que se entiende por tal la penetración no querida, con mediatización de violencia física y con la posible y apabullante consecuencia de un embarazo. Si volvemos del revés la situación descrita, de modo que tal intimidad física extrema sea el fruto de un consentimiento mutuo, si lo que era malo para la mujer por no concedido deja de serlo por ser una situación libremente querida, nos encontramos al borde de una posibilidad: que la penetración sea un incidente confuso, dificil de religar, en muchos casos, y subrayo, en muchos casos, a una clara consideración penal y moral sobre inocencia y culpabilidad. No es lo mismo la violación del desconocido a la desconocida, en el descampado o en el portal, con violencia repentina y sorprendente, con amenaza de arma o con presión de la mera fuerza física, que la violación ocurrida al cruzar una frontera que, en el contexto de una determinada situación y en el contexto de unas pautas de comportamiento culturalmente compartidas, aparece débilmente marcada., Naturalmente, las mujeres no pueden renunciar a hacer valer su voluntad. expresada en cualquier situación. Y eso debe bastar para juzgar íntima e individualmente al hombre que no respete esa voluntad. ¿Pero cabe un juicio social? ¿Puede el Estado, la sociedad, personarse a posteriori en una situación de privacidad a la que no asistió? Yo no sé si es William o si es Patricia quien dice la verdad. Sé que nuestra sociedad puede replantearse la cultura sexual que a ellos les llevó a situarse más allá de un umbral donde habita la libertad y, a veces, el dolor.

30 Diciembre 1991

Kennedy. La caída del Imperio

Ana Romero

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En el fondo, todos conocíamos el significado de estar en Palm Beach aquellos lamentables días de principios de diciembre: una pérdida de tiempo y de dinero. Los reporteros más veteranos, los de los grandes periódicos, llegaban a sentirse avergonzados por tener que entrar en escabrosos detalles sobre ropa interior y medias erecciones. «Esta mañana me llamó mi hija, que tiene catorce años, para preguntarme qué tal iba el juicio», decía Charles Bremner, corresponsal en Nueva York del Times de Londres. Al final del día que testificó la supuesta víctima, los periodistas seguían enzarzados en acaloradas discusiones sobre quién hizo qué y cómo. «Yo no sabía dónde meterme».

Pero dentro y fuera de Estados Unidos, el público pedía más. La difunta Unión Soviética se estaba desintegrando, la maltrecha economía norteamericana continuaba empeorando, los rehenes del Líbano volvían a casa… ¿Y qué? La gente seguía fascinada con el bochornoso espectáculo que se estaba desarrollando en una pequeña isla al sureste de Florida. «Te costará creerlo, pero en mi oficina en Moscú, estábamos pegados a la CNN», reconocío ayer Tom Nagorski, productor de la cadena norteamericana ABC. Realmente cuesta trabajo creerlo. De acuerdo que la historia tenía los ingredientes perfectos para convertirse en un sobresaliente guión cinematográfico: Un joven miembro de la familia norteamericana por excelencia estaba siendo acusado de violar a una mujer; su tío, un senador de terrible reputación, que despierta al cándido joven para ir a tomar copas pasada la medianoche; el hijo del senador, que les acompaña, un joven que se dio a la droga porque no podía soportar el alcoholismo de su madre; el lugar donde tienen lugar los acontecimientos, que es uno de los más ricos y lujosos del país… Así podríamos seguir hasta el día clave, un Viernes Santo (si hay algún abanderado del catolicismo en Estados Unidos, ese es clan Kennedy). De acuerdo que además del nudo del relato, existían al menos dos factores que lo hacían aún más interesante. En primer lugar. el dulce sabor de la venganza. Después de los innumerables excesos cometidos por los varones de la familia Kennedy, muchos norteamericanos se relamieron viendo cómo -por fin- un miembro de la intocable Corte caía profundamente en desgracia. La desangelada imágen de William Kennedy Smith con la cabeza entre las manos en un pequeño juzgado de West Palm Beach resucitó la ilusión de que esta es la mayor democracia del planeta. Muchos fueron los que argumentaron que en Europa sería imposible juzgar al sobrino de un presidentemártir como John Fitzgerald Kennedy porque una desconocida, de más que cuestionable reputación, le acusara de violación. También influyó notablemente la proximidad de este juicio con las audiencias del juez Clarence Thomas y la profesora Anita Hill. Tan escabrosas como televisadas, las audiencias del Senado norteamericano fueron aprovechadas por las mujeres para- poner sobre el tapete un tema del que antes apenas si se hablaba: el acoso sexual en el lugar de trabajo. Cuando comenzó el juicio de Kennedy, se identificaron ambassituaciones. Otra vez, una mujerdesconocida -se erguía contra un hombre poderoso- y le acusaba de cometer un delito sexual. En el caso de Kennedy, la polémica a debatir fue el llamado date rape (violación de cita o violación por parte de un conocido), un delito aún sin legislar en Estados Unidos. De acuerdo. Pero aún así, no deja de ser desalentador observar cómo el Imperio se nutre de emociones básicas, de sexo, poder y dinero. Tanto como ver que al otro lado del Atlántico sucede prácticamente lo mismo.

El joven William Kennedy Smith había sido acusado de haber violado a Patricia Bowman en el jardín de la mansión que la familia posee en Palm Beach. Durante las jornadas que duró el juicio los protagonistas sacaron a relucir sus fuerzas: William con su narración de los hechos clara y sencilla; Patricia intentando conmover al jurado con sus emocionadas lágrimas. Al final, nada ha cambiado el «status quo» del sistema. Los miembros del jurado sólo tardaron en deliberar noventa minutos. Una hora y media para dejar todo en su sitio. La no culpabilidad de William Kennedy Smith, el pequeño de la familia. La pregunta que algún espectador e incluso la defensa se hicieron -¿Qué hacía una chica a altas horas de la madrugada en la casa de un jóven desconocido?- surtió su efecto. Acabada la pesadilla televisada de Palm Beach, pasada la borrachera de sillones y casas color salmón, las esperas en el patio del juzgado para ver a Jackie O. o al Hombre Vivo Más Sexy (su hijo JFK, según la revista People), los paseos por la Mansión o la capilla frecuentada por la familia… ¿Qué queda? A los Kennedy, otro escándalo más, el determinante quizá (parece que este juicio ha costado al senador Ted Kennedy su reelección en 1994). A Patricia Bowman (tras la aparición en el programa de Diane Sawyer, el viernes pasado, ya se puede utilizar la imágen y el nombre de la supuesta víctima) los jugosos derechos del libro que le van a ayudar a escribir. Quedan miles de chistes, como el de que para hacer el amor en Estados Unidos hay que pedir primero el certificado del SIDA y luego el acuerdo firmado de que el acto será consensual. O la imposibilidad de pedir rigattoni a la vodka (la cena de la mujer antes de la supuesta violación) sin que algún comensal pregunte: «Y ahora qué ¿,te vas a quitar, las medias?» Queda también la sensación de que este año se cierra con la creación de un monstruo llamado televisión por cable, una bestia que se desató con la Guerra del Golfo y que ya es imparable. A saber que espectáculo nos hará presenciar en 1992. Finalmente, a los que estuvimos durante el juicio en las las blancas arenas de Palm Beach, nos queda un cierto desasosiego al comprobar que ciertas cosas nunca cambiarán.