25 octubre 1986

El diputado intentó inicialmente utilizar su ventaja de 'inmunidad parlamentaria' ante la policía británica por el hurto de un pijama en unos almacenes ingleses

Bravo de Laguna dimite como Secretario General del Partido Liberal tras verse involucrado con un robo de ropa en Londres

Hechos

D. José Miguel Bravo de Laguna dimitió como Secretario General del Partido Liberal el 22 de octubre de 1986.

Lecturas

El 22 de octubre de 1986 D. José Miguel Bravo de Laguna anuncia su dimisión como secretario general del Partido Liberal y como portavoz de los diputados del Partido Liberal dentro del Grupo de Coalición Popular.

Su dimisión es consecuencia de haber sido condenado el 18 de octubre de 1986 a pagar una multa de 200 libras por hurto de ropa en unos almacenes de Reino Unido, Marks and Sperice, junto a su esposa, también multada con otras 200 libras. El Sr. Bravo de Laguna trató de evadir la multa desvelando que era diputado, pero con ello sólo consiguió que aumentara el escándalo que ha acabado con su expulsión.

El nuevo secretario general del Partido Liberal será D. Antonio Jiménez Blanco.

LA DIRECCIÓN DEL PARTIDO LIBERAL

Bravo_de_Laguna_Segurado_Cabanillas En aquel momento la dirección del Partido Liberal (PL), (integrado desde su fundación en la Coalición Popular que lideraba la Alianza Popular del Sr. Fraga) estaba encabezado por D. José Antonio Segurado como Presidente, D. José Miguel Bravo de Laguna como Secretario General y D. Pío Cabanillas como Vicepresidente. Había otro Vicepresidente, D. José Meliá, que en ese momento estaba siendo muy cuestionado porque se le acusaba de haber permitido que parte de la campaña electoral de Coalición Popular la llevara una empresa de la que era accionista. El líder del PL en Madrid, D. Andres de la Oliva encabezaba el sector crítico que pedía las dimisiones del Sr. Bravo de Laguna y el Sr. Meliá.

22 Octubre 1986

Las mentirijillas de un diputado

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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EL DIPUTADO español José Miguel Bravo de Laguna ha sido protagonista o víctima -según las versiones- de un considerable lío en unos grandes almacenes de Londres. Como hacen miles de españoles atraídos por el apetito comprador, Bravo de Laguna acudió con su esposa a uno de esos centros y allí adquirieron los objetos más dispares, desde un tren eléctrico hasta una camiseta térmica, pasando por una carterita para tarjetas de crédito y un ambientador. Según una de las versiones que él mismo da, otro objeto -un pijama- se deslizó inoportuna e incomprensiblemente en una de las bolsas que portaban. Dice Bravo de Laguna que alguien del almacén que debió de ver cómo ese pijama deslizante entraba en una de las bolsas les siguió y les aprehendió. Numerosos españoles han sido atrapados en iguales circunstancias, y todos han pasado puntualmente por la vergüenza de tener que explicarse. A veces se trata de rateros ocasionales; otras veces, de malentendidos. Aun en ese caso, prefieren declararse culpables y pagar una multa para evitar trámites enojosos. Pero cuando uno es diputado y ostenta la representación de la soberanía popular debe pensárselo dos veces antes de confesar ser un ladrón, por poco valor que tenga el supuesto robo. E incluso debe pensárselo antes de exhibir su condición de diputado.Ni lo uno ni lo otro: Bravo de Laguna no resistió la tentación y proclamó de inmediato su condición política con la probable pretensión de obtener con rapidez la ayuda consular o acaso un trato distintivo. A continuación, aconsejado por un abogado británico, se declaró culpable de haber sustraído algunos de los objetos que portaba. Luego, ya en contacto con la Prensa, aseguró que su declaración fue falsa y que si se presentó como culpable fue para evitar la prolongación de la aventura judicial. En el Reino Unido, si en esas circunstancias uno se declara inocente del hurto que se le imputa, debe cuando menos dejar una fianza y regresar al Reino Unido al cabo de un mes para someterse al trámite de un juicio conjurado.

Pero con el expeditivo número de decir «yo confieso» no han acabado los problemas de Bravo de Laguna. Porque el resultado de la cuestión es que o bien no hurtó el pijama, y entonces mintió al juez, o bien no mintió al juez, y entonces hurtó el pijama, y ha mentido a la opinión pública. En cualquier caso, de una de las dos mentiras sí es culpable. Y la actitud de un diputado que miente a un juez para evitarse un mal trago o a la Prensa para no ser acusado de ratero genera razonables dudas entre sus electores: ¿Será la primera vez que dice mentirijillas Bravo de Laguna? ¿Será la primera vez que se declara culpable sin serlo? ¿Será la primera vez que se declara inocente sin serlo? ¿Cuándo son de creer y cuándo no las palabras de Bravo de Laguna? ¿Miente en el extranjero y es sincero en España? ¿O mentirá en España siendo sincero en el extranjero? Ya no podemos estar seguros de lo que dice este personaje que fue subsecretario de Presupuesto y Gasto Público del Gobierno de UCD (entre diciembre de 1981 y septiembre de 1982), ha figurado como diputado en todas las legislaturas de la democracia y ha sido secretario del Parlamento de la nación española. Ahora figura en los archivos policiales británicos como avergonzado autor de un hurto. Convicto y confeso el secretario general del Partido Liberal de Segurado. Lo dicho: todo un lío.

23 Octubre 1986

Bravo de Laguna

ABC (Director: Luis María Anson)

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Parece claro que el diputado liberal don José Miguel Bravo de Laguna ha tratado, en el lamentable incidente de Londres, de adoptar una actitud caballerosa, o por lo menos así hay que pensarlo hasta que se vea si prosperan o no los recursos anunciados. Parece claro que a pesar de la presunción de esa actitud su dimisión era obligada porque el juego democrático así lo exige. Resultaba, pues, necesario que el señor Bravo de Laguna dimitiera y eso es lo que ha hecho, lo que le honra. No era necesaria, sin embargo, la maniobra que se ha realizado en el seno de su partido por parte de algunos para liquidar al diputado. Tampoco era necesaria la crueldad de algunos medios de comunicación al agigantar el incidente mientras silencian pasajes de inmensa gravedad que afectan algunos de los protegidos por esos periódicos. Y ahora que el señor Bravo de Laguna ha presentado la obligada dimisión justo es decir que el diputado liberal ha demostrado ser, a lo largo de su carrera política, un hombre riguroso, además de un excelente parlamentario. Bravo de Laguna hubiera sido un buen ministro de Hacienda si el centro-derecha, en lugar de dedicarse al navajeo interno con su tradicional espíritu cainita, se aplicara a coordinar sus fuerzas para ganar las elecciones. No sabemos lo que el futuro deparará al señor Bravo de Laguna, pero quede aquí constancia de su rectitud política en cuántos cargos ha desempeñado, rectitud política puesta de manifiesto también en la hora de dimisión.

28 Octubre 1986

Defensa del diputado

Alejandro Gaos Pérez

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Han pasado ya unos pocos días y mi asombro e indignación van en aumento. Cierto que me unen con José Miguel Bravo de Laguna más de 15 años de amistad. Cierto también que apenas si nos vemos de tarde en tarde, pero, en cualquier caso, quiero pensar que mi reacción indignada como simple ciudadano (eso sí, interesado por las cosas públicas que a todos nos afectan) hubiera sido la misma al contemplar un caso tan flagrantemente injusto como éste.Ante una información abusiva y tendenciosa basada en un incidente carente de la más mínima importancia, ¿dónde está la voz de un partido político para defender rotundamente a un parlamentario que lleva sin la menor tacha representando al pueblo español desde la primera legislatura democrática?

¿Dónde está la voz institucional del Parlamento español amparando en su dignidad a uno de sus miembros, que ha sido víctima de un atropello informativo injusto y desmesurado?

¿Cómo es posible que RTVE, que a menudo oculta u omite informaciones de honda trascendencia pública, se haya cebado, dándole tratamiento de noticia estelar, en un asunto tan nimio, que, sin embargo, puede producir al interesado graves daños morales y profesionales?

¿Cómo es posible, por último, que un periódico de la categoría de EL PAÍS entre en este repugnante juego, y en un editorial diga cosas tan tremendas como ésta: «¿Será la primera vez que se declara culpable sin serlo? ¿Será la primera vez que se declara inocente sin serlo?»?

Señores míos, en su disyuntiva falla la premisa, porque durante sus muchos años desempeñando funciones públicas en la Administración y en el Congreso de los Diputados, ¿es que acaso ha habido algún suceso protagonizado por J. M. Bravo de Laguna en el que tenga sentido plantear cualquiera de las dos preguntas que formulan ustedes?

Los ciudadanos (algunos, al menos) nos quedamos atónitos y asqueados observando cómo desfila ante nuestros ojos y oídos toda clase de enjuagues, abusos, chapuzas sin fin, protagonizadas por innumerables personajes de la vida social y política que, lejos de ser repudiados, van por el mundo hinchando pecho, y ahora resulta que un hombre digno, honrado y capaz puede ser vapuleado (irónicamente, piadosamente, pero vapuleado) por el Lrascendental hecho de no tener un ticket acreditativo de una insignificante compracfectuada en unos grandes almacenes.

¿Que es éste, quizá, el proceder ordinario de las sacrosantas democracias occidentales? Pues muy bien: siquiera por una vez no nos deberíamos avergonzar de no importar normas de uso social tan hipócritas e injustas.

Mucho me temo, sin embargo, que si la misma clase de incidentes le hubiera ocurrido a un diputado británico en España, a estas horas se nos estarían exigiendo excusas oficiales.