21 abril 2024

Hundimiento del antiguo espacio electoral de Podemos, mientras que PP y Vox se mantienen como fuerzas testimoniales.

Elecciones Euskadi 2024 – Imanol Pradales logra mantener por la mínima la mayoría del PNV y gobernará con el PSE frente al irrefrenable aumento de EH Bildu

Hechos

El 21 de abril de 2024 se celebran elecciones al parlamento vasco.

Lecturas

Las anteriores elecciones vascas fueron en el año 2020, en plena pandemia.

RESULTADO POR ESCAÑOS:

  • PNV (D. Imanol Pradales) – 27 escaños
  • EH Bildu – 27 escaños.
  • PSE-EE – 12 escaños.
  • PP – 7 escaños.
  • Sumar – 1 escaño.
  • Vox – 1 escaño.
  • Podemos – 0 escaños.

VALORACIÓN DE LOS LÍDERES.

D. Imanol Pradales ha logrado un triunfo pírrico para el PNV que, sin embargo, es recibido con gran euforia por los seguidores de este partido, dado que las encuestas auguraban que iba a perder su condición de más votado, cosa que al final no se ha producido. La dirección del EBB del PNV decidió que D. Íñigo Urkullu no repitiera como candidato y fuera reemplazado por D. Imanol Pradales, acaso para dar una imagen de mayor renovación de cara a la juventud para así frenar el ascenso de EH Bildu en los sectores más jóvenes.

D. Pello Otxandiano, candidato de EH Bildu, partido liderado por Arnaldo Otegi con el rango de ‘coordinador general’. El propio Otegi optó por no ser candidato para evitar que se usara como argumento contra él sus condenas por su militancia en ETA. Otxandiano, que debía dar esa imagen desligada de cualquier pasado etarra, no pudo evitar que en la última semana de campaña todos sus rivales le reprocharan que no fuera capaz de condenar a ETA ni de calificarla de ‘banda terrorista’.

D. Eneko Andueza (PSE-EE) no se presentaba para ganar las elecciones, pues era sabido que el pulso estaba entre PNV y EH Bildu, el objetivo del PSE-EE era, por tanto, únicamente lograr el suficiente número de escaños para poder ser el ‘partido bisagra’ que sostuviera al PNV. Objetivo que ha logrado.

D. Javier de Andrés (PP) ha logrado 7 escaños, logrando así más escaños en solitario que los que logró en las pasadas elecciones con la ridícula coalición PP-Ciudadanos, que sólo sirvió para darle escaños a Ciudadanos cuando carecía de fuerza real en el País Vasco. Ahora ha logrado una leve subida, aunque asumiendo que el PP vasco sólo aspira ya a ser una fuerza testimonial.

Dña. Alba García (Sumar) es la principal derrotado. El espacio ‘a la izquierda del PSOE’ que, con Elkarrekin Podemos logró hasta 11 escaños en 2016 y llegó a ser la fuerza más votada en las generales de 2015 en el País Vasco (por delante del PNV), ahora ha quedado reducido a un único escaño. Le queda el consuelo de haber sobrevivido políticamente, cosa que no ha logrado Podemos. El dato más humillante es que su candidata Dña. Alba García, cabeza de lista por Vizcaya, no ha logrado el acta ni para ella misma. El representante de Sumar será su cabeza de lista por Álava, D. Jon Hernández Hidalgo.

Dña. Amalia Martínez (Vox) puede darse por satisfecha por haber logrado sobrevivir. Sondeos y encuestas habían asegurado que Vox iba a perder su pequeña representación en el parlamento vasco, pero la política ha logrado mantener su acta, por lo que permanecerá en el Grupo Mixto, ahora en compañía de la diputada de Sumar.

Dña. Miren Gorrotxategi sufrió una derrota humillante, que ya encabezó la lista de Elkarrekin Podemos en 2020 y logró entonces la cifra de 6 escaños. Tras la ruptura de D. Pablo Iglesias con Sumar, la Sra. Gorrotxategi decidió irse con él, quedándose con la marca de ‘Podemos’. e intentando una coalición con la Alianza Verde del Sr. López de Uralde. Todo ha sido inútil, con lo que no se quedó fue con los votos: ha pasado a cero escaños y se queda fuera del parlamento. Que se lo tomó mal lo acredita que la política, que pierde su acta, no compareció en la noche electoral.

22 Abril 2024

Cambio de ciclo, mismo Gobierno

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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PNV y Bildu empatan a escaños en las elecciones autonómicas, pero los peneuvistas podrán seguir gobernando con el apoyo del PSE

El PNV y EH Bildu han empatado a 27 escaños en las elecciones autonómicas vascas más disputadas de las 13 convocatorias que se han sucedido desde 1980, aunque el PNV aventajó a su rival por casi 29.000 votos. La igualdad entre ambas formaciones, que acaba con años de hegemonía peneuvista, demuestra que, desaparecida ETA, que dejó las armas en 2011 y se disolvió en 2018, Euskadi ha abierto un nuevo ciclo social y político con el Estado de bienestar como principal preocupación.

El candidato del PNV, Imanol Pradales, que toma el relevo de Iñigo Urkullu, será muy probablemente el sexto lehendakari desde la recuperación de la democracia. A falta de recontar el voto exterior, la participación ha sido decisiva en el resultado final. Un 62,5% de los votantes acudieron a las urnas, casi 12 puntos más que en la cita de 2020, celebrada en pandemia, y más de dos que hace ocho años.

Pese a empatar con Bildu y perder cuatro escaños, los 12 que logra el PSE garantizan al PNV una cómoda mayoría parlamentaria y repetir, según las intenciones que ambos partidos expresaron en la campaña, la actual coalición de gobierno. El PNV, que ha gobernado Euskadi desde 1980 —salvo el trienio en el que Patxi López fue lehendakari (2009-2012)— demuestra la solidez de su electorado, especialmente en Bizkaia, su principal baluarte, que le permite resistir el empuje de Bildu, ganadora en las otras dos provincias. Pese a que su desgaste se viene traduciendo en un paulatino declive electoral, la posibilidad de verse derrotado por primera vez por los abertzales ha movilizado a sus votantes.

Bildu es la fuerza que más sube en estos comicios y el símbolo evidente de un cambio de ciclo: gana seis escaños y supera por vez primera —para cualquier marca de la izquierda abertzale— el 30% de los votos. Se queda, eso sí, a las puertas de adelantar al PNV, su gran objetivo este domingo. La coalición soberanista carece de opciones de llegar a Ajuria Enea dado el sistema de elección de lehendakari que fija el reglamento del Parlamento vasco, en el que basta la mayoría simple en segunda votación. Desde el final de ETA, la izquierda abertzale ha desarrollado un discurso más centrado en la política social que en la reivindicación independentista, a tono con la sociedad vasca. Pese los pasos que ha dado hacia la normalización democrática y el reconocimiento a las víctimas, su deuda con la democracia sigue siendo evidente, como demostró su candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, con su rechazo a reconocer a ETA como grupo terrorista. La parte de la izquierda abertzale que dio apoyo a ETA seguirá viendo limitada su capacidad de pactar gobiernos mientras no asuma sin eufemismos que ETA no debió existir y haga autocrítica de su pasado.

Con los 54 escaños que suman PNV y Bildu —sobre un total de 75— el de la decimotercera legislatura autonómica será el Parlamento más nacionalista de la historia, justo cuando la cuestión territorial lleva tiempo en la cola de las preocupaciones de los vascos. Con todo, Euskadi tiene pendiente una necesaria actualización de su Estatuto, aprobado en 1979. Es junto a Galicia la única comunidad que no lo ha reformado. El fracaso del procés en Cataluña y la propia experiencia del fallido plan Ibarretxe alejaron al PNV de Ortuzar y al Gobierno de Urkullu de las políticas más identitarias. La ampliación del autogobierno figura en el pacto que socialistas y peneuvistas firmaron para la investidura de Pedro Sánchez, pero nada parece indicar que PNV y Bildu pretendan imponer sus postulados más extremos a una sociedad que no los comparte.

Los socialistas hicieron de su capacidad de ser decisivos el eje de su campaña y pueden exhibir como éxito ganar dos escaños y garantizar la gobernabilidad. Su ascenso tiene también una primera lectura nacional: es un balón de oxígeno para Sánchez —el primero desde la investidura y tras el fracaso en Galicia— que ve compensada en las urnas su apuesta por el entendimiento con la realidad nacionalista de la periferia española.

El espacio de la izquierda confederal es quien más acusa el ascenso de Bildu y su implantación entre el electorado más joven. Así, Podemos firma la gran derrota de esta convocatoria. La formación morada llegó a ganar las generales en Euskadi en 2015 y 2016. Desde entonces, la suya en Euskadi ha sido la historia de un declive marcado por las divisiones internas que culmina con su salida del Parlamento de Vitoria al perder sus seis escaños. Tras su fracaso en Galicia —y dado que no concurrirá a las catalanas del 12-M—, se juega su ser o no ser en las europeas. Mientras, Sumar salva los muebles al conseguir un escaño por Álava. Quedarse fuera de la Cámara hubiese supuesto un gran daño para el liderazgo de Yolanda Díaz, que no consiguió representación en el Parlamento gallego.

El Partido Popular suma un diputado a los seis que ya tenía, aunque esta vez sin Ciudadanos, con quien concurrió en 2020. No logra su objetivo de deshacerse de Vox ni que sus votos sean decisivos, como era su intención. El partido de Santiago Abascal —que comenzó su carrera política en Euskadi de la mano del PP— mantiene el único escaño que tenía. Y de nuevo, por Álava.

La previsible continuidad en el Gobierno de Vitoria de la colaboración entre PNV y PSE —dos partidos que se necesitan para gobernar— refuerza la precaria estabilidad de la legislatura en España y abre un indudable nuevo ciclo en Euskadi.

22 Abril 2024

Bildu ya es alternativa de poder y abre un escenario inquietante

EL MUNDO (Director: Joaquín Manso)

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LAS ELECCIONES autonómicas vascas más reñidas entre las dos fuerzas nacionalistas se saldaron ayer con un ganador de facto, el PNV, y un ganador moral, EH Bildu. Ambas siglas empataron en escaños (27), pero los jeltzales vencieron en votos y, además, podrán reeditar su coalición de gobierno con el PSE. Sin embargo, la confianza de que Imanol Pradales será lehendakari se debe únicamente al crecimiento de su socio minoritario (de 10 a 12 escaños). Desgastado por la gestión de la sanidad y la seguridad, el PNV ha obtenido una prórroga, pero el cambio operado en las urnas es evidente: los resultados récord de EH Bildu (340.000 votos) confirman la configuración de la marca liderada por Arnaldo Otegi como alternativa de poder y le otorgan una inquietante capacidad de influencia.

Si bien cabe felicitarse por que la izquierda abertzale no haya culminado su aspiración de convertirse en primera fuerza, el escenario que se abre es muy preocupante. Tres cuartas partes de la Cámara de Vitoria están en manos nacionalistas: 54 escaños de 75 -fueron 52 en la legislatura anterior-. Esa mayoría soberanista, la más amplia de la historia, es la constatación del fracaso de los partidos de Estado, que se han mostrado incapaces de ofrecer una alternativa política y cultural al nacionalismo.

Esta mayoría soberanista supone una amenaza cierta para la convivencia entre vascos y también entre vascos y españoles. Lo español se verá como algo cada vez más ajeno en las instituciones y en la educación. Y nada garantiza que en los próximos años jeltzales y abertzales no impulsen un proyecto de ruptura y desigualdad (un «nuevo estatus») aprovechando la dependencia que Pedro Sánchez tiene de ambos socios para mantenerse en La Moncloa.

La anomalía del débil espacio constitucionalista es evidente. Aunque los socialistas de Eneko Andueza mejoran sus resultados y han sabido rentabilizar su paso por el Gobierno vasco, siguen siendo minoritarios. Lo mismo ocurre con el PP de Javier de Andrés: aunque también crece, sólo suma un escaño (hasta los 7) y no atrae al votante de Vox, que mantiene su escaño por Álava.

El hecho de que el partido que ejerce como legatario político de la organización terrorista que asesinó a 853 personas durante casi medio siglo haya recibido el apoyo del 32,5% de los votantes vascos dibuja el perímetro de un agujero moral al que los partidos constitucionalistas han contribuido de forma gravemente irresponsable. Es cierto que cuando ETA mataba ya hubo hasta 220.000 vascos que los votaron. Pero lo ocurrido ayer constituye un salto adelante, producto, entre otros factores, de la «construcción nacional» impulsada durante décadas por el PNV, pero también de la política de blanqueamiento y legitimación impulsada por el PSOE de Zapatero, asumida pasivamente por el PP de Rajoy y multiplicada hasta sus últimas consecuencias por Sánchez. Si los partidos constitucionalistas actúan como si ETA no hubiera existido -en esta campaña, incluso el PP ha hecho explí-cita su renuncia a combatir ese relato de sangre-, la izquierda abertzale solo puede fortalecerse.

De este modo, seis años después de la disolución de ETA, con un candidato incapaz de llamarla terrorista y con un proyecto excluyente que busca uniformizar a la sociedad, EH Bildu es visto como un partido normal. Un partido perfectamente tolerado que ayer festejó la noche electoral entre gritos de «independencia» y «Jota ke irabazi arte» (Dale duro hasta vencer).

Desde el punto de vista de la política nacional, las elecciones vascas neutralizan el alto riesgo al que se enfrentaba el presidente si EH Bildu daba el sorpasso al PNV. Con la legislatura parada, el resultado de los socialistas le permitirá además sacar pecho de la primera cita electoral del apretado calendario que se avecina: las catalanas el 12 de mayo y las europeas el 9 de junio. Su socio de gobierno, en cambio, cosecha un resultado pobre: Yolanda Díaz logra entrar con un solo parlamentario. Podemos, que tenía seis escaños, desaparece.

Aunque todo parece quedar igual, nada es lo mismo. Euskadi inició ayer un alarmante cambio de época. El Parlamento vasco más soberanista echa a andar en la legislatura más frágil de la democracia española.

Que tres cuartas partes del Parlamento vasco sean soberanistas es la constatación de un fracaso de los partidos de Estado