3 octubre 1968

El periodista español fue junto ala periodista Oriana Fallaci el encargado de transmitir al mundo lo ocurrido

Matanza de estudiantes en México con el periodista deportivo José María García (PUEBLO) como testigo: «Muertos se amontonan»

Hechos

En octubre de 1968 se produjo una matanza de estudiantes en México, en aquel momento gobernada por el régimen del PRI.

Lecturas

La Masacre de Tlatelolco o Matanza del 2 de octubre es como se les conoce a los hechos ocurridos el 2 de octubre de 1968 durante un mitin llevado a cabo por estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, en Ciudad de México. Dicha concentración se llevaba a cabo en el contexto del movimiento estudiantil que había estallado el 22 de julio de 1968 debido a la represión de estudiantes por parte de las fuerzas policiacas del Distrito Federal y de elementos militares del Ejército mexicano, tras una riña entre alumnos de las Vocacionales 2 y 5 del IPN y de la preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la UNAM.

Los asistentes al mitin fueron atacados por elementos del ejército mexicano y miembros del grupo paramilitar denominado “Batallón Olimpia”, el cual, se sabría años después, era conformado por miembros del Estado Mayor Presidencial.

Días después del ataque, el gobierno y los medios de comunicación en México afirmaron que las fuerzas gubernamentales habían sido provocadas por los manifestantes que les disparaban. Sin embargo, los documentos oficiales publicados desde el año 2000 sugieren que los tiradores habían sido empleados por el gobierno.

En 1968 Fernando Gutiérrez Barrios, jefe la Dirección Federal de Seguridad (DFS), informó que 1345 personas fueron arrestadas.​ Por otro lado, investigaciones recientes como la realizada por Kate Doyle, analista de política estadounidense en América Latina e investigadora en el Archivo Nacional de Seguridad, documentan la muerte de 44 personas.​ No obstante, las estimaciones de víctimas durante el movimiento estudiantil han variado conforme a las nuevas investigaciones y el acceso a los documentos históricos de la época, por lo que aún no es posible contar con una cantidad definitiva, aunque algunas fuentes señalan que la cantidad real de muertos, solo el 2 de octubre, oscila entre 300 y 400, con testigos presenciales informando de cientos de muertos.

Díaz Ordaz y Luis Echevarría, responsables de la matanza.

El 2 de octubre de 1968, el Consejo Nacional de Huelga convocó a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, con el propósito de informar sobre la situación de la ENA Chapingo, hacer un reconocimiento a las brigadas por su labor en el movimiento, avisar que no se marcharía rumbo al Casco Santo Tomás y otros temas de interés para el movimiento estudiantil. Según algunas fuentes, se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas alrededor de 10 000 estudiantes, maestros, padres de familia y demás personas que apoyaban al movimiento,​ quienes miraban hacia el piso tres del edificio Chihuahua, en donde se encontraban los oradores del mitin, miembros del CNH.

Dos helicópteros, uno de la policía y otro del ejército, volaron sobre la plaza. Alrededor de las 5:55 p.m. se dispararon bengalas verdes desde el cercano edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Alrededor de las 6:15 p. m. se dispararon otras dos bengalas, esta vez desde un helicóptero (una verde y otra roja) cuando 5000 soldados y 200 tanquetas y camiones rodearon la plaza.​ Gran parte de lo que sucedió después de los primeros disparos en la plaza permaneció mal definido durante décadas después de 1968. Los registros e información publicados por fuentes del gobierno estadounidense y mexicano desde 2000 han permitido a los investigadores estudiar los hechos y sacar nuevas conclusiones.

La cuestión de quién disparó primero permaneció por años sin resolver después de la masacre. El gobierno mexicano dijo que los disparos desde los apartamentos circundantes provocaron el ataque del ejército, pero los estudiantes dijeron que los helicópteros parecían indicarle al ejército que disparara contra la multitud. La periodista Elena Poniatowska seleccionó las entrevistas de los presentes y describió los eventos en su libro La noche de Tlatelolco: «Las llamaradas aparecieron repentinamente en el cielo y todos levantaron la vista automáticamente. Se escucharon los primeros disparos. La multitud entró en pánico … [y] comenzó a correr en todos direcciones». A pesar de los esfuerzos del CNH por restablecer el orden, la multitud en la plaza rápidamente cayó en el caos.

Poco después, el Batallón Olimpia, una rama secreta del gobierno hecha para la seguridad de los Juegos Olímpicos, compuesta por soldados, oficiales de policía y agentes de seguridad federales,​ recibió la orden de arrestar a los líderes del CNH y avanzó hasta la plaza. Los miembros del Batallón Olimpia llevaban guantes blancos o pañuelos blancos atados a la mano izquierda para distinguirse de los civiles e impedir que los soldados les dispararan. El capitán Ernesto Morales Soto declaró que «inmediatamente después de ver una bengala en el cielo, la señal preestablecida, debíamos sellar las dos entradas mencionadas anteriormente e impedir que cualquiera entrara o saliera».​

print_mexico Las célebres crónicas de D. José María García en el diario PUEBLO sobre la matanza de México le hicieron célebre en el mundo periodístico español.

El asalto que siguió a la plaza dejó docenas de muertos y muchos más heridos en el período subsiguiente. Los soldados respondieron disparando contra los edificios cercanos y contra la multitud, alcanzando no solo a los manifestantes, sino también a observadores y transeúntes. Manifestantes y transeúntes por igual, incluidos estudiantes, periodistas (uno de los cuales fue la periodista italiana Oriana Fallaci), y niños, fueron alcanzados por balas y montones de cuerpos pronto cayeron al suelo. Mientras tanto, en el edificio Chihuahua, donde se encontraban los oradores, los miembros del Batallón Olimpia empujaron a las personas y les ordenaron que se tumbaran en el suelo cerca de las paredes del elevador. Las personas afirman que estos hombres fueron las personas que dispararon primero contra los soldados y la multitud.

La evidencia en video también señala que al menos dos compañías del Batallón Olimpia se escondieron en los edificios de apartamentos cercanos y colocaron una ametralladora en un apartamento en el edificio Molino del Rey, donde una cuñada del entonces secretario de Estado y luego presidente Luis Echeverría Álvarez vivió; la iglesia de Santiago de Tlatelolco, donde se colocaron francotiradores en el techo; el convento cercano y la Torre de Relaciones Exteriores, donde participaron muchas personas, incluidas las que dispararon las dos primeras bengalas; una ametralladora en el piso 19; y una cámara de video en el piso 17. La evidencia en video muestra a 10 hombres con guantes blancos que salen de la iglesia y se encuentran con los soldados, que les apuntan con sus armas. Uno de los hombres muestra lo que parece ser una identificación, y los dejan ir.

La masacre continuó durante toda la noche, con soldados y policías operando casa por casa en los edificios de departamentos adyacentes a la plaza. El edificio Chihuahua y el resto del vecindario tuvieron que cortar su electricidad y teléfonos. Testigos del evento afirman que los cadáveres fueron primero retirados en ambulancias y más tarde los militares llegaron y amontonaron cuerpos, sin saber si estaban vivos o muertos, en los camiones militares, mientras que algunos dicen que los cuerpos fueron amontonados en camiones de basura y enviados a destinos desconocidos. Los soldados reunieron a los estudiantes en las paredes de los elevadores del edificio Chihuahua, los desnudaron y los golpearon.

Alrededor de 3000 asistentes fueron llevados al convento junto a la iglesia y los dejaron allí hasta temprano en la mañana, la mayoría de ellos eran personas que tenían poco o nada en común con los estudiantes y que solo eran vecinos, transeúntes y otros que estaban en el plaza solo para escuchar el discurso. Otros testigos afirman que en los días posteriores, los miembros del Batallón Olimpia se disfrazarían de empleados de servicios e inspeccionarían las casas en busca de estudiantes.

La explicación oficial del gobierno sobre el incidente fue que los provocadores armados entre los manifestantes, estacionados en edificios con vista a la multitud, habían comenzado el tiroteo, y que al encontrarse a sí mismos como objetivos de francotiradores, las fuerzas de seguridad simplemente habían devuelto los disparos en defensa propia. A la mañana siguiente, los periódicos informaron que entre 20 y 28 personas murieron, cientos resultaron heridas y cientos más fueron arrestadas.

La mayoría de los medios mexicanos informaron que los estudiantes provocaron la respuesta del ejército con fuego de francotiradores desde los edificios de apartamentos que rodeaban la plaza. El titular de la mañana de El Día del 3 de octubre de 1968 decía lo siguiente: «Criminal provocación en el mitin de Tlatelolco causó sangriento zafarrancho». Los medios de comunicación controlados por el gobierno informaron de los acontecimientos por el lado del gobierno mexicano esa noche, pero una investigación de 2001 reveló documentos que mostraban que los francotiradores eran miembros de la Guardia Presidencial, quienes recibieron instrucciones de disparar contra las fuerzas militares para provocarlos.

El 3 de octubre de 1968 el diario PUEBLO, dirigido por D. Emilio Romero, reproducía un reportaje de su enviado especial en México, D. José María García, sobre la matanza de estudiantes producida en aquel país con el título ‘Los muertos se amontonan’.

Los periodista español D. José María García y la periodista italiana Dña. Oriana Fallaci fueron los principales testigos de cara al mundo de aquel incidente. Según su crónica se bombardeo a estudiantes desde helicópteros.

El 5 de octubre de 1968 el diario PUEBLO publicaba una segunda crónica de D. José María García en la que el periodista aseguraba ‘He estado diez minutos pegado a una pared con los brazos en alto’ y relataba que la Sra. Fallaci había recibido tres balazos. En esa misma nota aseguraba que los agentes le habían encañonado y cacheado como si fuera un delincuente.

03 Octubre 1968

LOS MUERTOS SE AMONTONAN

José María García

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En el encuentro más sangriento entre el Ejército y los estudiantes

Son las siete de la tarde, hora local, y las tres en punto de la madrugada, hora española. Tanto la Policía como el Ejército mejicano están en pie de guerra.

Un lujoso edificio de doscientos cincuenta apartamentos en el barrio residencial Moncalco, arde por sus cuatro costados. En su interior, una masa de estudiantes y trabajadores ha buscado refugio. El espectáculo es dantesco. Vuelan las ambulancias y los coches de bomberos. El sonido de las sirenas es estremecedor.

El Ejército, con tanques ligueros y utilizando ametralladoras parece que recobra el dominio de la situación. La batalla está en pleno fragor. No se sabe aún el número de víctimas. Sólo conocemos que una enfermera, Rosa Flores, ha ingresado ya cadáver en un centro asistencial.

Los incidentes comenzaron a las seis y media, cuando la Policía intentó disolver una manifestación en la que participaban aproximadamente, unas diez mil personas, en la plaza de las Tres Culturas.

Así, pues, la Olimpiada vuelve a estar amenazada seriamente. Y, lo que es peor, cuando todo el mundo estaba convencido de que no volvería a registrarse ningún incidente ya que la mayoría de los líderes estudiantiles están encarcelados.

Vuelvo al lugar del suceso. Si consigo alcanzar algún teléfono – cosa que dudo – volveré a comunicar nuevamente.

Estoy asustado

Urgentísimo. Estoy asustado, profundamente impresionado. He vivido cuarenta y cinco dramático minutos. Recostado en una pared, totalmente inmovilizado, presenciando como el núcleo principal del suceso está siendo bombardeado desde helicópteros.

El más violento y sangriento encuentro de los últimos años entre el Ejército y los estudiantes, ahora reforzados, está teniendo lugar.

Hay ya confirmado un cadáver pero sobre el pavimento el número de víctimas se amontona. También se cree que en el interior del edificio hay un elevado número de muertos. El Ejército actúa sin contemplación alguna. Sus soldados apoyados con fuego de ametralladora procedente de los tanques siguen disparando contra los edificios colindantes. Mujeres y niños han sido sorprendidos en la operación. Se oyen gritos desgarradores y la Cruz Roja está incomunicada. Sus salas de urgencia atestadas y los quirófanos no dan abasto.

La propia Cruz Roja informa que hay muertos sobre el asfalto. Pero su reglamento no les permite retirarlos. Sus servicios son solamente para los heridos.

La lucha sigue. Las sirenas convierten este anochecer de la ciudad olímpica en un trágico confusionismo muy difícil de explicar sobre todo para este informador que ha venido a presenciar unas competiciones deportivas . Temo por la Olimpiada y su suerte. La cosa y no exagero, está gravísima. Tengo miedo.

5.30 de la mañana

Según acaba de anunciar en improvisada conferencia de Prensa el general de división don Marcelino Barragán, a la sazón secretario de Defensa, un general gravemente herido y un cabo muerto son las primeras bajas del Ejército.

El general don José Álvarez Toledo ha sido gravemente herido de un tiro en el pecho, y en este momento está siendo intervenido en el Hospital Militar. Ese general es el mismo que el pasado día 18 de septiembre tomó la Universidad, al mando del Regimiento 21 de Infantería.

Hoy dirigía la operación militar. Por otra parte, la Cruz Roja comunica que cuanto menos hay quince muertos.

Siete de la mañana

Acabo de regresar del barrio Nocoalco-Tlateclolco. Patrullas del Ejército vigilan la zona. Esta tarde, a las seis y media en el bloque Guchi Huahua, saltó la chispa que ha protagonizado el más duro y sangriento de cuantos combates se recuerdan aquí.

Son las doce menos unos minutos, hora local, y las cuatro clínicas de urgencia de la Cruz Roja, así como también los cuatro quirófanos disponibles atienden a los numerosos heridos.

En una primitiva información la Cruz Roja facilitó quince muertos, pero ahora, hace unos segundos, este organismo ha debido de recibir órdenes superiores, y, ante el asombro de cuantos periodistas se encontraban a las puertas del local de información, facilita sólo cuatro víctimas.

La violencia de combate, su duración (más de dos horas) y las armas empleadas (metralletas automáticas y tanques ligeros,  la entrada a bayoneta calada del Ejército en la masa) confirman que el número de personas que ha perecido tiene que ser mucho más elevada.

Como ya informé en mis urgentes despachos telefónicos realizados a muy escasa distancia de la zona de la violencia, los estudiantes se refugiaron en un lujoso edificio que pronto comenzó a arder por los cuatro costados. Además, desde los edificios colindantes, francotiradores apostados, recibieron enérgicamente al ejército. La fuerza militar que acudió a la llamada angustiada de la Policía tampoco actuó con muchos miramientos. Sin respetar mujeres, ancianos ni niños, cargó contra la masa que, en grosso modo, se ha cifrado en unas diez mil personas.

Las escenas como pueden imaginar, eran de un dramatismo atroz. La llegada masiva de las ambulancias y coches de bomberos, con las sirenas a todo gas hizo aumentar el pánico.

El general Hernández Toledo sigue en grave Estado en el Hospital Militar, y el cabo muerto se sabe pertenece al 34 batallón.

El general Marcelino Barragán insiste en que no se suspenderán las garantías constitucionales y que la situación no volverá a repetirse. El humor de este militar no debe tener límites. Todo su optimismo está basado en lo que él considera enérgica reacción de los padres de los estudiantes. Los heridos atenidos en el campo militar pasarán a disposición judicial

He vuelto a intentar esclarecer el número definitivo de bajas, pero el Ejército ha debido de tomar terminantes medidas y tanto la Cruz Verde – órgano encargado de recoger a los muertos – como la Cruz Roja y el Hospital Militar destacan por sus evasivas respuestas.

He sido testigo presencial de los acontecimientos. Me he visto envuelto durante treinta inacabables minutos – que jamás en mi vida se borrarán – en el mare magnum colectivo, inmóvil, apostado contra una pared, he pasado miedo, mucho miedo. Me he acordado de los míos y ahora que la situación tiende a normalizarse – aunque uno no se puede fiar ni un pelo – temo, y mucho, por esta decimonovena olimpiada, que tan movida está resultando en sus prolegómenos. De cualquier modo, el Comité Olímpico Internacional, alojado en sus suntuosas suites del Camino Real, me ha sorprendido al filo de la madrugada con esta desesperante he increíble respuesta.

“Estos sucesos marginales nada tienen que ver con los juegos”.

Por lo que se desprende, para estos caballeros, estas dos horas tensas, decisivas, y no me cansaré de repetir la palabra, dramáticas, no han significado nada.

Pero Méjico ha vivido hoy el más trágico de sus atardeceres. Y este informador lo ha vivido.

José María García

05 Octubre 1968

“He estado diez minutos pegado a una pared con los brazos en alto”

José María García

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Oriana Fallaci, operada de tres balazos. La famosa periodista italiana abandonará el hospital en una semana.

Díaz ajetreados y más que peligrosos para este enviado especial. En la madrugada de ayer nadie hubiera dado un solo duro por mi pellejo. Con los brazos en alto y recostado contra una pared me tuvo un soldado. Fueron diez minutos que les aseguro representaron otros tantos siglos. Y no les exagero un ápice.

Había decrecido ya la violencia, que, como también informé, ayer seguí muy de cerca, y con dos colegas italianos me fui a contemplar el estado en que había quedado la plaza de las Tres Culturas.

A la salida de una esquina fuimos sorprendidos por la espalda. Un soldado con el casco embutido y armado hasta las cejas estaba acurrucado en una esquina tratando de sorprender a francotiradores apostados en los edificios próximos.

Apuntó con su metralleta giró en redondo y nos puso mirando al cielo. Una ráfaga fuerte y continuada que salió de un edificio puso en movimiento a nuestro soldado, y fue el momento esperado para abandonar el lugar.

Muerte y destrucción

El aspecto que presentaba la zona era desolador. Una imagen que tardará muchos años en borrárseme.

Paredes agujereadas por las balas, vidrios destrozados, labios resecos y ojos llorosos.

Grupos de personas en ropas de dormir salen de sus casas. Soldados, policías y tanques.

Signos evidentes de destrucción. Signos de muerte.

Este era el aspecto que al amanecer de hoy presentaba la plaza de las Tres Culturas centro del más duro y sangriento encontronazo entre Ejército y estudiantes que aquí se recuerda.

La prensa mejicana lanza la noticia en primera plana. Con grandes alardes tipográficos, cosa que ha llegado a extrañar a veteranos profesionales del periodismo mejicano. Ayer me aseguraban que no saldría a la luz pública ni una sola línea, pero la sorpresa fue mayúscula. Al parecer la explicación viene justificada por la presencia del numerosísimo contingente de enviados especiales extranjeros que fueron testigos presenciales de los hechos. Y les ha debido parecer excesivo esconder lo que no tenía ocultación posible.

Varia el número de muertos

He regresado muy de mañana a mi hotel. Tras haber vivido doce horas de epopeya. Sobre mi cama, apilados los periódicos de la mañana y alguna de las ediciones del mediodía.

EXCELSIOR en últimas noticias titula a seis columnas: 24 muertos y más de 500 heridos. El COI reunido en su Comisión Ejecutiva para tratar el futuro de los Juegos Olímpicos.

EL SOL también a seis columnas: “El COI no ha pensado en suspender los juegos olímpicos”. Y a continuación “Francotiradores extranjeros disparan contra los militares”, para destacar también el bandidaje de madrugada con diez tranvías destruidos y el lanzamiento de bombas ‘Molotof’ contra autobuses de pasajeros.

NOVEDADES, es clásico: “Balacera entre francotiradores y El Ejército. Veinticinco muertos y 87 heridos.

HERALDO da un muerto más. Totaliza veintiséis, pero aclarar que las cifras son incompletas.

ELSOL ataca y dramatiza “manos extranjeras se empeñan en desprestigiar a Méjico. Objetivo: frustrar los XIX Juegos.

EL UNIVERSAL, último en salir, cifra la lista de bajas definitivas en 29 muertos. Pero éste es aspecto que se tardará horas en comprobar. La Cruz Roja sigue trabajando, aunque de mañana recibió orden de suspender el servicio al ser incendiado uno de sus vehículos, pero ha vuelto al tajo. Sus quirófanos siguen repletos para efectuar extracciones de proyectiles, y la salas de urgencia están atestadas. A la salida de estos centros se producen escenas capaces de encoger el corazón del más duro de los mortales.

La Fallaci operada

De los centenares de heridos que hasta el momento hay registrados, quien ha despertado la curiosidad de los reporteros de todo el mundo es la periodista italiana Oriana Fallaci. Tiene una legión de hombres tras sus heridas.

La he visto por la mañana. Un sudor frío cubrió mi cuerpo. Fue como un latigazo seco y certero. En un carrito de ruedas visiblemente emocionada. Oriana salía de una de las salas de radiología del hospital francés. Este monstruo sagrado del periodismo mundial, esta mujer decidida y valiente que ha compartido el pan con los personajes más importantes de los cinco continentes, que se ha ido a Biafra a pasar hambre para informar al mundo de los problemas de esta gente, que con su acerada pluma ha contado sus impresiones desde las primeras líneas de fuego vietnamita ha venido a caer el asfalto mejicano con tres balazos en su cuerpo.

Me he acercado hasta ella. He tocado su mano, pero no me he atrevido a articular palabra. En su rostro, las huellas claras de una noche infernal. No ha podido pegar un ojo.

Tenía tres balazos localizados en espalda, pantorrilla y rodilla. El más grave, este último. De todas formas, el doctor Viela, que la atiende, cree que podrá quedar perfectamente. No había orificio de salida y ha sido intervenida en el quirófano. Cinco o seis días en el hospital, y una más larga temporada de covalencia, según me informó el doctor que la operó.

Se teme también por otros cuatro colegas: dos alemanes y dos japoneses.

La edecán – ayuda de campo – de los juegos olímpicos que cayó muerta es la estudiante de 19 años Ana María Roldán.

Se había insistido fechas atrás en garantizar una total tranquilidad. El argumento esgrimido era que los estudiantes rebeldes, los líderes de la juvenil masa, estaban detenidos.

Pero ahora parece que el foco en los últimos y gravísimos disturbios fue promovido por los dirigentes del comité nacional de huelga que permanecen en libertad.

Este curioso comité que carece de cabecillas reconocidos y está formado por estudiantes de vocacionales escuelas técnicas que pertenecen al politécnico nacional y preparatorio universitarias, es un grupo numeroso y revoltoso.

Anteayer estaba reunido en el piso tercero del edificio incendiado, donde también se encontraban unos cuantos informadores, entre ellos la Fallaci organizado un mitin de protesta contra El Ejército, que tiene desde el día 21 tomado el centro politécnico.

La masa que se enfrentó a las tropas es de diez mil personas y se insiste que había mucho refuerzo extranjero en la operación. El número de soldados se calcula en cinco mil, aunque también se contaron numerosísimos policías de civil que tenían entre sí una curiosa contraseña: un pañuelo envolviendo su mano derecha.

En total una auténtica prueba de fuego para cuanto periodista se encuentra por estos lares. Hay que multiplicarse. No hay medios de comunicación y las distancias son enormes. Llevo no sé cuánto tiempo sin comer y dos días sin dormir. Pero seguiré en primera línea.

José María García