2 febrero 1990

La Real Academia Española de la Lengua rechaza a Francisco Umbral como miembro y elige en su lugar a José Luis Sampedro Sáez

Hechos

El 1.02.1990 D. José Luis Sampedro fue elegido nuevo miembro de la Real Academia Española de la Lengua con 21 votos, derrotando a D. Francisco Umbral, que logró 12.

Lecturas

La candidatura de D. Francisco Umbral había sido presentada por D. Camilo José Cela, D. Miguel Delibes y D. José María de Areilza Conde de Motrico.

Frente a ellos la candidatura de D. José Luis Sampedro, ganadora, estaba presentada por D. Antonio Buero Vallejo, D. Rafael Lapesa (ex director de la RAE) y D. Gregorio Salvador.

Desde la primera votación – 13 votos al Sr. Umbral y 22 al Sr. Sampedro – el intelectual progresista se perfiló como favorito. A lo largo de 45 minutos se sucedieron cuatro votaciones, una más de las prescritas por los estatutos de la Academia ya que la tercera hubo que anularla. Había un voto más. En la cuarta y última, poco había variado los resultados: 21 votos a favor del Sr. Sampedro frente a los 12 a favor del Sr. Umbral..

24 Enero 1990

Es claro que Umbral

Damas Santos

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NO es la primera vez que se da la doble concurrencia para un sillón de la Academia, poniendo en apuros a los instalados para decidir la opción del nuevo compañero, que a veces se resuelve con el compromiso de los vencedores para apoyar en la próxima intentona al derrotado, o el aviso de que no se le ocurra más, aunque a menudo el interfecto se llama andana y vuelve a probar fortuna. Ahora sería un caso de dejar amarrado para segunda vuelta el nombre de José Luis Sampedro. El ingreso de Umbral debe ser como el cumplimiento de algo naturalmente esperado. Ya tiene mérito, ya, el autor de El río que nos lleva, que tardío pero seguro, ha avanzado muy personalmente en la ya veterana «nueva novela española». Además no haría, no hará mal papel, pues la Academia de la Lengua necesita también científicos de otras especialidades, con su condición de economista y catedrático de muchas campanillas en la Economía Política; pero Umbral es un caso tan indiscutible como el de Azorín, que conocía de nacimiento a las palabras. Tan asumido tuvo siempre Umbral su papel preponderante y original, su hazaña de estirpe y parigual a la de Larra, que cuando se puso a firmar Fígaro para los periódicos, exclamó que ya, por fin, era periodista. Tan identificado y perfilado llegó a sentirse pronto Umbral como columnista, que llegó a enfadarse cuando, según él, se lo decíamos demasiado, como si de esta manera, en este reconocimiento y esta proclamación, fuéramos a disminuirle. Conmigo se enfadó la mar cuando mi comentario a El Giocondo, su aventura en la novela, en la biografía u el ensayo; cuando en realidad él ha sido, viene siendo, tan novelista, tan ensayista y crítico literario como lo fueran -lo son cada día mássus colegas a sueldo de columnario, de peristilo como fueron, sin ir demasiado lejos, Azorín, Ramón y el mismísimo padrino Camilo José Cela. También ruiseñor que bebe teletipo, el lírico -en la otra cara el humorista, y hasta el expresionista esperpéntico- aletea en Francisco Umbral y despliega su cantar no sólo en la rama de cada día del periódico, sino en la sinfonía del libro como en aquel Mortal y rosa, un confesional poema en prosa, que le emparentara fuertemente con Lope y con Pedro Salinas…Perdón, un momento, mi querido Sampedro, admiradísimo, qué bien estás en tu estupenda novela última; pero hay que dar al César del columnismo, sin pérdida de tiempo, lo que por su pastoreo primigenio de la palabra le corresponde.

02 Febrero 1990

Umbral, demasiado para la Academia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La negativa de la Real Academia de la Lengua a admitir en su seno a Francisco Umbral revela, sin que ello suponga demérito alguno para José Luis Sampedro, el admitido, las pocas intenciones que tiene la docta casa de irrumpir, de una vez por todas, en la realidad linguistica del tiempo presente. Francisco Umbral, brillante escritor y consumado vigía de los tiempos y las modas que se suceden a velocidad de vértigo, siempre entre el clasicismo y la experimentación, representa, también, un modo de ser que la Academia no ha podido, no ha sabido o no ha querido incorporar. Su actitud transgresora, libre, deshinibida, moderna, ha debido de resultar too much para la conspicua institución, que ha perdido con esta una maravillosa oportunidad para acercarse a la calle, al mundo rugiente que genera e inventa actitudes y objetos que necesitan un nombre. La presencia de Umbral en el viejo caserón hubiera sido buena para estar ahí, pero la Academia ha preferido seguir no estando.

02 Febrero 1990

Un economista en el jardín

Rafael Conte

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Cinco novelas y dos obras teatrales no deben inducir a error. Si no parecen constituir un gran caudal cuantitativamente -o económicamente- hablando, no hay que olvidar que aquí se trata de literatura, y que este arte de las palabras tiene por costumbre negar la cantidad en beneficio de la calidad. Menos escribieron Rimbaud o Juan Rulfo y, sin embargo, estamos tocando misteriosos tesoros cuando a ellos nos referimos. Si menos da una piedra, también las hay preciosas, y todos los esquemas se nos vienen abajo, porque lo escaso se convierte en derroche y a veces el exceso se despeña en auténticos basureros. Los verdaderos tesoros son acaso los que caben en el bolsillo, y al verdadero Alí Baba le sobran los 40 ladrones.Suele decirse que José Luis Sampedro ha escrito poco, pero en el fondo ésa es una queja de lectores insatisfechos que si quieren más por algo será. En realidad, José Luis Sampedro, economista y profesor de vocación, pedagogo siempre pero repleto de sensibilidad y de tan excepcional cordialidad que era capaz de traicionar la ciencia por la conciencia, acaso no fue al principio sino un tentado por el demonio de la literatura. A finales de los cuarenta había escrito ya una novela que destacó en un concurso, pero que al final permaneció inédita, La sombra de los días, creo recordar que se titulaba. Luego escribió otra, que tampoco publicó, hasta que en 1952 se lanzó a la arena con Congreso en Estocolmo, un producto tan atípico, libre y a contracorriente que desconcertó a casi todo el mundo.

Era una historia cosmopolita, de parodia política y de extrañas morales que se imponían a la verdad del amor, y José Luis Sampedro se quedó una vez más en el umbral de sus tentaciones, reflexionando sin parar. ¿Quién perseguía a quién: Sampedro a la literatura, o al revés? La economía desgranaba sus encantos y se ponía a sus pies concediéndole oficio y beneficio, poder y celebridad, hasta el punto de que el escritor que todavía no lo era -o que empezaba- se marchó al río Tajo a contemplar los días y los trabajos de los ya extinguidos gancheros que transportaban toneladas de troncos aguas abajo. En 1961 vino El río que nos lleva, que recientemente descubrieron los cineastas. Pero también se las ingenió para introducir allí, aguas arriba, la moral, la política, el sexo y la aspiración de libertad. Al final, el economista se revelaba como el primero de nuestros ecologistas, se marchaba por los cerros teatrales -donde ganó un premio nacional- con La paloma de cartón y, sobre todo, Un lugar para vivir.

Como estaba ya bastante harto, publicó nueve años después El caballo desnudo, ficción satírica para atacar puritanismos trasnochados, lo que acaso le cerró demasiadas puertas, le quitó lectores -eran tiempos tan confusos, no se olvide- y le siguió cerrando las puertas de la normalidad literaria. José Luis Sampedro se enfadó tal vez -al menos así se podría imaginar- y se encerró en su patria literaria para conseguir el absoluto que ya ‘ estaba persiguiendo. Primero fue perseguido acaso, pero ahora se había convertido en un perseguidor tenaz que iba desgranando esa fábula inmensa, tierna y feroz, culta y carnal que sorprendió a todos, empezando por su editor, que en su generosidad para publicar aquella obra imposible no pudo evitar el suprimir muchos de los 2.000 folios iniciales, hasta llegar a esa summa narrativa del escritor que es, hasta hoy, Octubre, octubre, de 1981.

Octubre, octubre, esa narración ciclópea, aplastante, divertida, mística y material, costumbrista y filosófica, poética, sexual y monacal al mismo tiempo, es una de las narraciones más importantes y singulares del último decenio. Sorprendió, apasionó, se colocó sorprendentemente en el ojo del huracán, y liberó a su autor, al borde ya de su jubilación como maestro de economistas y rebelde esencial, que a partir de entonces había encontrado ya su verdadero camino. En su último libro, La sonrisa etrusca (1985), su fantasía y su ternura podían ya caminar juntos, y José Luis Sampedro se mostraba ya en plena libertad. El resultado, claro está, fue un éxito de ventas colosal. Bien merecido fue. Al jardín académico ha llegado en su doble condición de novelista y maestro de economistas, pero todo eso, al fin y al cabo, no es sino una metáfora de la unidad de los contrarios.

02 Febrero 1990

Al margen de las modas

ABC (Director: Luis María Anson

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Con la elección de José Luis Sampedro como miembro de número de la Real Academia Española se incorpora a la Docta Casa un novelista que ha hecho durante muchos años su obra al margen de modas y estilos, y que en títulos como Congreso en Estocolmo o El río que nos lleva ha creado un universo sólido en el que la preocupación por el medio ambiente y la dignidad de los valores humanos constituye una aportación sustancial. Acreditado economista, ex senador real, José Luis Sampedro se presenta, en como un muy digno continuador de las viejas tradiciones humanísticas. Sampedro podrá por ello contribuir de modo destacado a las tareas de la Academia, en las que podrá integrar sus vastos conocimientos del lenguaje económico.