11 septiembre 2014

Irritación de ABC contra EL MUNDO por insinuar que tenía 'dependencias' con el Banco Santander junto a PRISA

Muere Emilio Botín-Sanz de Sautuola García de los Ríos, presidente del Banco Santander: es reemplazado por su hija Ana Patricia Botín

Hechos

  • El 10.09.2014 falleció D. Emilio Botín Sanz de Sautuola García de los Ríos, presidente del Banco Santander. Ese mismo día el Consejo del Banco Santander designó a Dña. Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O´Shea como nueva presidente.

Lecturas

EL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN DEL BANCO SANTANDER

Presidente:

  • Dña. Ana Patricia Botín

Vicepresidentes:

  • Dña. Matías Rodríguez Inciarte (presidente de la Fundación Príncipe de Asturias)
  • D. Guillermo de la Dehesa (ex Secretario de Estado de Economía)

Vocales:

  • D. Ángel Jado (abogado y consejero de Banif)
  • D. Abel Matutes (ex ministro de exteriores)
  • D. Javier Botín (Presidente de JB Capitals Market)
  • D. Rodrigo Echenique (Presidente del Grupo Vocento, conglomerado de periódicos como ABC o EL CORREO)
  • D. Esther Giménez-Salinas (catedrática de derecho penal)
  • D. Juan Miguel Villar Mir (ex presidente OHL)
  • Dña. Sheila C. Bair (consejera de Thomson Reuters)
  • Dña. Isabel Tocino (ex ministra de Medio Ambiente)
  • D. Juan Rodríguez Inciarte

 

EL DIARIO EL MUNDO ATACA A PRISA Y VOCENTO USANDO A BOTÍN

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El 11 de septiembre de 2014 todos los periódicos nacionales publican perfiles del fallecido presidente del Banco Santander, D. Emilio Botín-Sanz de Sautuola García de los Ríos. En el caso del diario El Mundo incluyo un párrafo en el que le vincula por medios de comunicación señalando que es ‘sostén’ del Grupo PRISA y el Grupo Vocento. En PRISA por ser accionista minoritario (5,48%) desde 2012 y en el caso de Vocento porque el presidente de su Consejo de Administración, D. Rodrigo Echenique, fue Consejero delegado del Banco Santander en el pasado. PRISA no replica pero Vocento sí con un artículo de su Consejero delegado, D. Luis Enríquez Nistal negano la vinculación y comparando la situación económico de Vocento, por Ebitda (beneficio bruto de explotación) y por deuda con la de Unidad Editorial, con una situación mucho peor.  

 

11 Septiembre 2014

Los paraguas del banquero

Juan Luis Cebrian

Presidente del Grupo PRISA

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Descuella su discreta aunque poderosa influencia en la configuración de nuestra democracia.

Es famosa la frase de Mark Twain según la cual “un banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”. Si el brillante escritor americano hubiera conocido a Emilio Botín hubiera aceptado que hay siempre excepciones que confirman la regla. Emilio era una de ellas, alguien desde luego atípico entre los miembros de su tribu, dotado de un instinto fabuloso para los negocios pero también poseedor de un genuino compromiso social y político. Su inesperada desaparición abre no solo interrogantes sobre el futuro del banco que presidía, donde la continuidad de sus políticas parece garantizada, sino más que nada acerca del vacío que genera en sectores relevantes del escenario español e internacional. Entre ellos descuellan su contribución y apoyo al desarrollo universitario y su discreta aunque poderosa influencia en la configuración de nuestra democracia.

Conocí a los Botín hace décadas, cuando Jesús de la Serna me convocara a la redacción del periódico INFORMACIONES, adquirido a finales de los añossesenta por un grupo de bancos liderados por el Santander. Gracias al apoyo de este pudimos desarrollar un periódico decididamente adscrito a la causa de la libertad en los años difíciles del tardofranquismo. Cuando un ministro del Opus Dei, propagandista del crepúsculo de toda ideología que no fuera la suya, exigió al patriarca de la familia mi personal defenestración, Don Emilio, padre de quien ahora nos deja, respondió de inmediato con un recado que le mandó a mi director: quiero conocer a ese tal Cebrián y que le suban el sueldo. Siempre he recordado aquella anécdota, reveladora del carácter de esta saga de cántabros incombustibles, cuya condición de ciudadanos universales es capaz de convivir con su recio apego a la tierruca que les vio nacer. De entonces acá han sido muchas las ocasiones en las que de una forma u otra he tenido oportunidad de ser testigo de la visión y el coraje de esta estirpe de banqueros, cuyos miembros mantienen un compromiso activo con el mundo de la filosofía, el arte y la educación sin renunciar por eso a sus responsabilidades profesionales.

No son estos tiempos, desde luego, los más apropiados para hacer el elogio de la banca que, por la naturaleza de su propia actividad, concita con frecuencia la expresión de iras y agravios, muchas veces agitados por el populismo político. Pero asumiendo los excesos e injusticias derivados del funcionamiento del sistema financiero, y por mucho que pese a sus detractores, la figura de Emilio Botín reluce con brillo propio entre quienes han contribuido de forma activa al mejoramiento de la sociedad española, al prestigio de nuestro país en el mundo y al desarrollo de nuestros estándares económicos e intelectuales. Los numerosos diálogos que mantuve con él en vida, siempre marcados por la sobriedad de sus palabras y su admirable capacidad de escuchar, fueron claro ejemplo de sus convicciones liberales y su decidido apoyo a cuantas instituciones oficiales o de la sociedad civil pudieran contribuir a consolidar la democracia en nuestro país. Llevó a cabo esa tarea muchas veces contra la opinión de sus asesores técnicos que veían multitud de riesgos allí donde él solo vislumbraba oportunidades.

Conocedor de que el dinero, en frase de McLuhan, es antes que nada un medio de comunicación, parecía capaz de multiplicarlo como en el milagro de los panes y los peces, conjugando los intereses del banco con su deseo de hacer una España mejor, sin aspiraciones de lucimiento personal alguno, poseedor como era de un limitado protagonismo. Sufrió como nadie por las dificultades de Ferrari en la Fórmula 1, sin que ello le llevara a renunciar al esfuerzo puesto, y disfrutó como nadie con los rectores, profesores y alumnos de las universidades a las que generosamente patrocinó. Con una visión y una lucidez que habrían sorprendido al propio Mark Twain, mantuvo muchos paraguas abiertos en los tiempos del diluvio. España y América Latina le deben mucho más de lo que aparece en los balances de sus bancos. Y esa sí es, desde luego, una deuda del todo impagable, por mucho que mejore la coyuntura.

Juan Luis Cebrián

11 Septiembre 2014

Mejorar la obra recibida

José Manuel Lara

Presidente del Grupo Planeta

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El papel de Emilio Botín en ese proceso de internacionalización de la banca española fue fundamental.

Las obras de los mejores empresarios y banqueros, si son sólidas, perdurarán. No hay mayor logro que dejar el fruto del trabajo bien hecho. Ése es el gran servicio de aquellas personas que han dedicado toda su vida, sin atender a esfuerzos y dificultades, a construir una empresa seria, fiable y respetada. Emilio Botín era uno de estos hombres entregados a su trabajo, que deja como herencia la mayor entidad bancaria de España, Europa y con amplia representación en el mundo, especialmente en Latinoamérica. Hasta el último momento ha estado trabajando, y con ello demuestra su compromiso con el Banco de Santander. El gran enigma de su labor es saber cómo un pequeño banco de provincias se ha convertido en el mayor de la euro zona. Sin embargo, esa pregunta tiene respuesta. El trabajo bien hecho da siempre fruto y tomar las decisiones correctas, sin riesgos y con responsabilidad, es la única manera de situarse en la primera línea de los más solventes bancos internacionales. No es fácil en un mundo de gran competencia, muy profesionalizado y donde, como en ningún otro sector, se sienten los efectos de las decisiones políticas. Me atrevería a decir que, como los grandes emprendedores, supo detectar los signos del futuro: la globalización del mercado y, de manera especial, del mundo financiero. El papel de Emilio Botín en ese proceso de internacionalización de la banca española fue fundamental. En su gestión demostró tener capacidad de liderazgo para emprender un continuo proceso de fusiones y adquisiciones nacionales para conseguir el liderazgo de la banca española. En los momentos de dificultades ha estado comprometido con España, aportando algo que en el mundo de la banca es de por sí un capital: optimismo en la economía de nuestro país y en su crecimiento. Creo que muchas veces no somos conscientes de lo que supone para un país la obra de personas como Emilio Botín, puesto que, por encima incluso del éxito del Banco de Santander, está el haber sabido mejorar y superar el trabajo de sus antecesores. Fue heredero de la tradición financiera de su familia, ya que no sólo su padre sino también su abuelo fueron presidentes del banco. Me permito resaltar este dato biográfico porque si algo admiro de manera especial es una obra familiar en la que se han sabido mantener los principios que la inspiraron.

José Manuel Lara

11 Septiembre 2014

Banquero y español

Rodrigo Echenique

Presidente del Grupo Vocento

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Nos dejó muchas lecciones sobre el empeño personal, la constancia, la seguridad en lo que haces y la capacidad de crear equipos y liderarlos

Emilio Botín ha sido el perfecto ejemplo del gregario que se salió de la manada y, a partir de entonces, marchó siempre por delante. Tuvo la suerte de suceder a su padre al frente del «Banco de Santander» hace 35 años, cuando la entidad cántabra era el séptimo banco del ranking español -en un tiempo en que se hablaba de los «Siete Grandes»-. Es decir, de los relevantes a escala nacional era el menor. A lo largo de todos estos años ha logrado la hazaña empresarial de convertir ese banco en el primero de España, el primero de la eurozona, el undécimo del mundo por capitalización bursátil y una de las instituciones financieras más importantes del mundo. De ella viven las familias de sus 190.000 empleados repartidos por veinte países del mundo, además de 3,3 millones de accionistas que han confiado sus ahorros a este banco y que regularmente han recibido unos dividendos que hacen al Santander uno de los bancos más rentables del mundo para el accionista, y que cuenta hoy con 107 millones de clientes atendidos a través de casi 14.000 oficinas.

Esta tarea la llevó a cabo con un ánimo siempre entusiasta, unadisposición valiente y una visión innovadora; con un instinto innato, despierto y alerta para el negocio y una sutil intuición para ventear riesgos y oportunidades. Su apuesta internacional, paradigma del empresariado español, es un ejemplo de orientación estratégica y de confianza en la capacidad de nuestro país. Escuchaba, escuchaba mucho, en mi caso debo decir que discutíamos con la misma frecuencia y ardor que cordialidad, y al final decidía sobre los fundamentos de una opinión que sorprendentemente resultaba común. A ello añadía una exquisita atención al detalle.

Un detalle bastante singular de esta transformación es que Botín consiguió hacer eso con el Santander sin que nunca jamás diera un paso para que dejase de ser un banco santanderino y español. Un gran número de las reuniones del banco, sus comités y consejos de administración se seguían celebrando en Santander y allí ha permanecido la sede social en todo momento. Porque cuando hubo fusiones con otras organizaciones Santander no era negociable. Y el crecimiento fuera de España se ha hecho a base de ir comprando, por lo que la casa matriz estaba siempre clara.

A Santander y a Cantabria orientó Emilio Botín muchos de sus esfuerzos. Recibió la Fundación Marcelino Botín y la convirtió, tal y como había querido su creador, en un motor de apoyo a todas las iniciativas sociales y culturales de la región. Gestionó su patrimonio de manera insuperable e hizo notables aportaciones de su propio bolsillo, hasta el punto de que se vio obligado a ampliar los horizontes de la hogaño Fundación Botín para poder canalizar su enorme capital en otras partes de España con una intensa actividad en el ámbito universitario y científico, tanto español como iberoamericano. Pero eso no era óbice para que el objetivo primordial siguiera siendo ese mismo: Santander. Y en una atrevida apuesta, con el apoyo de todas las instituciones locales, hoy se está terminando de construir sobre las aguas de la bahía de Santander el Centro Botín. Un espectacular emporio cultural único en sus características en nuestro país: creado exclusivamente por la iniciativa privada y con un capital suficiente para ser mantenido por el esfuerzo particular.

Como banquero y como español quiso entenderse siempre con el Gobierno de la nación. Sabía bien lo difícil que es hacer banca a la contra. Pero también sabía que era fundamental que España fuese bien para que el banco pudiera ir bien. Y ahí presto su consejo e intentó hacer de abanderado mundial de la causa española.

Como banquero fue un hombre carismático, que hacía creer a los demás aquello en lo que él creía. Tenía una gran capacidad de arrastre en sus equipos. Y sobre la base de esa fuerza de seducción consiguió transformar el sistema bancario español. Dio pasos atrevidos que solo lo eran porque teníamos un sistema que necesitaba ser modernizado, que era ajeno a lo que estaba sucediendo en la realidad de la banca mundial. Y si él no hubiera contribuido a modernizar nuestro sistema bancario como lo hizo, probablemente lo que hoy llamamos «sistema bancario español» no sería tan español como lo es. Lejos queda el lanzamiento de la «supercuenta» hoy introducida en muchos mercados. «Nos criticarán -me decía-, pero al final nos lo van a agradecer».

Emilio Botín apostó siempre por las siguientes generaciones y la formación. Él había estudiado en Deusto y era consciente del valor de la buena formación. Por eso hizo un empeño personal de la creación de Universia, la gran red universitaria de Latinoamérica. En ella se ha conseguido integrar a 1.262 universidades de 23 países y los principales centros de investigación, lo que representa a más de 16 millones de alumnos. Es difícil encontrar no ya en la banca mundial, sino en cualquier otra organización empresarial, iniciativas como esta debidas a una inspiración personal y comprometida, que además enraízan todavía más al Santander en Hispanoamérica, que fue el primer destino exterior del Santander cuando lo presidía el padre del presidente ahora fallecido.
Emilio Botín es, y será siempre ya, una referencia de la banca española y europea. Nos dejó muchas lecciones sobre el empeño personal, la constancia, la seguridad en lo que haces y la capacidad de crear equipos y liderarlos. Su ausencia genera un reto: el de que España sea capaz de crear otros líderes como Emilio Botín.

Rodrigo Echenique

12 Septiembre 2014

La independencia, la verdad

Luis Enríquez Nistal

CEO del Grupo Vocento

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Recomiendo a EL MUNDO que pregunte en la planta segunda del edificio de San Luis por las cifras de su propio grupo antes de preocuparse por las de otros.

En Vocento, el respeto por la libertad de nuestros periodistas a la hora de informar o plasmar su opinión sólo tiene un límite: la veracidad de los hechos en cuestión. Garantizar esta premisa, libertad y respeto por la veracidad, constituye el eje principal de nuestra gestión. Siempre hemos creído que sin periodistas libres y rigurosos no habrá negocio, del mismo modo que sin negocio no habrá sitio para periodistas libres.

Desde hace algunos años, los periódicos se están adaptando a los cambios provocados por un nuevo entorno tecnológico que, como todos los que se han dado en el pasado en cualquier sector, plantean amenazas y oportunidades a partes iguales. Sin embargo, una nueva preocupación, puede que consecuencia de lo anterior, tiene en vilo a la profesión periodística en nuestro país desde hace algunos meses. La debilidad de las cuentas de resultados de los principales grupos de comunicación, especialmente de prensa, pudiera estar perjudicando su naturaleza vigilante e independiente , ya que las principales empresas objeto de información y, en su caso, crítica (y los gobiernos que pudieran influir en ellas) son también nuestros principales anunciantes. Y en estos tiempos cada euro cuenta. En Vocento compartimos esta preocupación, que ha sido objeto de análisis y debate interno permanente. En estos últimos meses, el Consejo de Administración de Vocento y el Comité de Dirección de este grupo han trasladado a los directores, desde Juan Carlos Martínez hasta Bieito Rubido, desde Mar Cohnen a Julián Quirós, la importancia de su independencia a la hora de informar y opinar; que en la encrucijada entre lector y poder fáctico siempre se inclinen, como han venido haciendo hasta ahora, por el lector; que no se consientan a sí mismos ni a los periodistas a su cargo un ápice de «autocensura», esa que nunca es «auto» y siempre es inducida. Y todo ello siendo respetuosos con la idiosincrasia de cada cabecera. Es evidente que para mí, primer ejecutivo de este grupo, poner esto por escrito constituye el refrendo de un compromiso irrenunciable con todos ellos, como la gorra «kennediana» por encima del muro.

En la edición de ayer de EL MUNDO, en una información sin firma en el contexto de un primer plano por la muerte de Emilio Botín, se afirmaban dos cosas que son falsas: que el Santander es sostén de nuestro grupo y que en el momento de la llegada de Rodrigo Echenique a la presidencia de Vocento atravesábamos una delicada situación económica. Algunos datos muy simples respaldan mi afirmación.

Sobre la primera, sí, acusación, es concluyente señalar que en este año 2014 la inversión del Santander en nuestro grupo será aproximadamente la misma que, por ejemplo, en 2012. En cualquier caso, estos ingresos suponen un 0,4% de nuestra facturación anual total, por lo que difícilmente puede significar sostén alguno. En cuanto a nuestra deuda financiera, renovada este mismo año con nueve entidades españolas, Santander es la segunda con mayor participación, un 24,4% de la cantidad total. Cualquier persona informada sobre este sector sabe que una de las grandes ventajas de este grupo respecto a sus principales competidores es nuestra deuda financiera neta. Al cierre del ejercicio 2013 ascendió a 149,3 millones de euros, una cifra muy inferior a la de nuestros competidores, sobre todo si se pone en comparación con nuestro Ebitda (beneficio bruto de explotación) recurrente. Basta echar un vistazo a las cuentas de los principales grupos de comunicación para darse cuenta de que estamos hablando de un factor controlado y que nos otorga ventajas competitivas. Respecto a la segunda afirmación, haré una simple comparación de «delicadas situaciones económicas». Vocento ha generado caja operativa positiva durante los años 2011, 2012 y 2013, estos dos últimos, los más duros de la recesión en nuestro sector. En 2011, el Ebitda recurrente de Vocento fue 40,7 millones de euros, mientras que el de Unidad Editorial, empresa editora de EL MUNDO, ascendió a 36 millones. En el pasado año 2013, ese mismo concepto en Vocento fue 37 millones (un 9% menos), mientras que el de Unidad Editorial alcanzó 7 millones (un desplome del 80%). A falta de un periodista a quien identificar como autor de la información, recomiendo a EL MUNDO que pregunte en la planta segunda del edificio de San Luis por las cifras de su propio grupo antes de preocuparse por las de otros.

La llegada de Rodrigo Echenique a Vocento como consejero independiente en 2012, y después como presidente este mismo año, ha impulsado la excelencia en la gestión de este grupo y nunca, ni una sola vez, ha supuesto otra cosa que un compromiso permanente con la independencia de nuestros periodistas, sea quien fuere la persona o compañía objeto de información. La preocupación por la independencia de los medios es saludable para la democracia, pero es mejor que cada uno repase su situación interna antes de señalar a otros. Ya saben, lo de la viga.

Luis Enriquez

 

14 Septiembre 2014

La muerte de Emilio Botín o el funeral de un jefe de Estado

Jesús Cacho

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Botín era un hombre sin el menor interés intelectual, un tipo con una gran inteligencia práctica, con un enorme olfato para los negocios y con pocos o ningún escrúpulo

Nos enteramos el miércoles. Abordado por los informadores en los pasillos del Congreso, el presidente del Gobierno dijo que había tenido una reunión con él “la semana pasada” y le había encontrado en muy buena forma. “Ha sido un mazazo”. No es fácil ser recibido por el presidente, y mucho menos si ese presidente es un Mariano Rajoy escondido tras la empalizada de Moncloa, pero Emilio Botín no es, no era, cualquier cosa, que hablamos del dueño del mayor banco privado del país y una de sus mayores fortunas, si no la mayor. Ver al presidente del Gobierno de turno cuando se le antojaba era una de sus prerrogativas. Imposible olvidar aquella fotografía, momentos estelares de la humanidad, de Botín en camisa y tirantes dando clase en el propio despacho del banquero a un estulto Zapatero que, también en camisa pero sin tirantes, le escuchaba embelesado. Señor de horca y cuchillo, “don Emilio” perdió la vida el martes por la noche en su apartamento de la sede del Banco Santander (BS) en Boadilla, Madrid (lo de la “bañera de agua caliente” en su casa de Somosaguas parece una mentira piadosa instada por la familia), antes de que el reloj diera las doce. El hombre obsesionado por la salud, el Fausto dispuesto a pactar con el diablo un viaje de no retorno a las fuentes de la eterna juventud, el hedonista que todos los años antes de la Junta General viajaba a una clínica de Miami para someterse a un recauchutado hasta el techo, ha terminado muriendo solo, como morimos todos, “nacemos solos, vivimos solos, morimos solos” (Orson Welles).
También dice Welles que “tener un final feliz depende, por supuesto, de donde quieras que acabe tu historia”. A Botín no le hubiera importado llegar a los 100 años al frente del banco –los ejercicios diarios, los cuidados físicos, el equipo médico pegado a los talones- si la parca no le hubiera sorprendido cuando menos lo esperaba. El abrupto adiós, sin embargo, le ha proporcionado la satisfacción de contemplar desde el más allá el espectáculo inigualable de todo un país rendido a sus pies, una auténtica explosión de jaboneo y pleitesía, una despedida con honores de Jefe de Estado, páginas y páginas de la prensa plagadas de ditirambos rumbosos, apoteosis del incienso, exaltación del panegírico imposible de explicar solo por la ruina económica de los medios y su dependencia de los amos del dinero, porque en la rendición de nuestra clase dirigente ante un banquero cadáver hay algo más que la humana admiración que produce el vil metal, más que esas miserias que Étienne de La Boétie describió en su “Discurso de la servidumbre voluntaria”, más que el simple pago de favores: lo que hay es la constatación de que nuestro establishment está muy malito, España está muy enferma, esta es una sociedad amortajada, rendida al becerro de oro, unánime en el elogio al poderoso y de una atroz avenencia a la hora de condenar con dureza a aquel que osa desafiar al coro de plañideras. El abismo que separa a la España oficial de la real es ya insalvable. Nunca una España con una fibra moral tan débil.

No enterramos a un político excepcional capaz de haber sanado de una vez las viejas heridas históricas patrias, ni a un científico de fama mundial laureado con el Nobel. Al contrario que banqueros como Valls Taberner o Sánchez Asiaín, Botín era un hombre sin el menor interés desde el punto de vista intelectual. Un tipo con una gran inteligencia práctica, con un enorme olfato para los negocios y con pocos o ningún escrúpulo. Nada que ver con el banquero clásico: él era un financiero, mejor dicho un trader, incluso un gambler (gloriosa operación la de Antonveneta, ejemplo del genio del personaje: el Santander (BS) la compró en 2007 por 6.300 millones de dólares y dos meses después se la colocó a Monte Dei Paschi di Siena en 9.000…! La Justicia italiana aún sigue investigando) que apostaba sobre seguro, contando siempre con la mejor información disponible en el mercado, porque la información, el “soplo”, como la voluntad de los humanos, se puede comprar. Fue sobre todo un hombre que entendió como pocos el ADN de la famosa Transición española y la sustancia de la que estaba hecha nuestra clase política, la cualidad delicuescente de su sistema de valores, para llegar a la conclusión de que todo, en efecto, se podía comprar, porque todo el mundo tiene un precio y la cuestión reside en poner sobre la mesa la cifra adecuada.

El orgullo de la familia Corleone
Su gran salto adelante fue la compra del Banesto de Mario Conde intervenido por el Gobierno de González en 1993. Para poder quedarse con la presa, Botín se cameló a Alfredo Sáenz, vicepresidente del BBV, la competencia, que había sido mandatado por el FGD para gestionar el banco intervenido. Y Botín lo “compra”, literalmente se lo queda, le regala 1.000 millones de pesetas en acciones a cambio de que Sáenz le filtre la cifra mágica que había que ofertar para quedarse con la pieza. El episodio de la plica sin firma por la cual BS se adjudicó Banesto pasará a los anales de la historia como un atentado al Derecho Administrativo y una operación que hubiera llenado de orgullo a la familia Corleone. También como una muestra de la corrupción de las instituciones. El pobre Emilio Ybarra todavía debe andar preguntándose qué fue realmente lo que pasó. Poco después, Botín hizo consejero de BS al gobernador del Banco de España –durante los últimos 20 años, él y Sáenz han partido el bacalao allí a su antojo- Luis Ángel Rojo, el intelectual de izquierdas que tendría que haber invalidado aquella tropelía. Lo ficha y, como solía hacer con todos los ejecutivos importantes a los que estresaba con un nivel de exigencia insoportable –célebre el caso del consejero delegado que fue llamado a despacho en Santander un 24 de diciembre por la tarde-, lo hace de oro. Pura marca de la casa.

El segundo gran golpe fue la fusión de BS con Banco Central Hispano (BCH), en unos acuerdos cuyos términos ignoró después de haberse sacudido, generosas indemnizaciones mediante, las incómodas presencias de José María Amusátegui y Ángel Corcóstegui. A la operación llegaba Botín con un modelo agotado basado en la gestión de productos, que a su aversión al riesgo industrial unía una innata capacidad para quemar, exprimir, maltratar a la clientela, a la que, según se decía en el mercado “cobraba por respirar”. El Santander necesitaba dejar de ser una financiera de distribución de productos para pasar a ser un banco de clientes dispuesto a estar a las duras y a las maduras. El cántabro se quedó con el santo y la limosna, no sin antes enviar al Gobierno discretos mensajes asegurando que la participación real de la familia en BS era, es, muy superior al 1% oficialmente reconocido, lo cual facultaba a Emilio para disponer a su antojo y mandar al BSCH a mejor vida. Esa participación es uno de los misterios por resolver, como lo es el tamaño del banco fuera de Balance, ese “Santander B” sobre el que se vienen haciendo cábalas desde hace tiempo. La posterior venta de la cartera industrial del BCH permitió a Botín abordar la expansión internacional gracias a las plusvalías conseguidas. Es sin duda el mayor logro del cántabro: haber hecho del Santander el primer banco de la eurozona.

Pero es el en terreno de los comportamientos democráticos donde la figura del hombre más poderoso de España se resiente hasta convertirlo en uno de los españoles que más han contribuido al descrédito de nuestra democracia y a la consunción natural por corrupción del sistema político surgido tras la dictadura. Sería una exageración cargar en el debe del cántabro el desprestigio de nuestras instituciones, porque los responsables del desastre son muchos y muy notorios, empezando por la clase política, pero es una evidencia que él ha sido el español que con más cuajo, con mayor desparpajo las ha utilizado en beneficio propio como instancias de usar y tirar, sin importarle un bledo la opinión pública. “Me apodero de lo que codicio y siempre encuentro un corrupto que lo justifica en Derecho”, decía Federico II de Prusia. El interés por hacerse con el dinero negro que inundaba el mercado le llevó a sacar, a finales de los ochenta, un producto denominado cesiones de crédito de nuda propiedad. Del atolladero, es decir, del banquillo, lo sacó María Teresa Fernandez de la Vega (entonces secretaria de Estado de Justicia), a costa de alumbrar una tal “doctrina Botín”, paradigma de Justicia a la carta para el poderoso, que acabó privando a la acción popular del derecho –expresamente reconocido por la Constitución- de sostener en solitario la acusación en un procedimiento penal.

Los 2.000 millones “olvidados” en Suiza
Más escandaloso aún, el episodio reciente de los 2.000 millones (unos 332.000 millones de pesetas) que los hermanos Emilio y Jaime Botín habían olvidado tener en Suiza sin declarar a Hacienda, producto también de una herencia paterna como en el episodio, calcado, que ahora aflige al ex presidente catalán Jordi Pujol, pero que en este caso el Gobierno Zapatero, con Elena Salgado como ministra de Hacienda, permitió regularizar mediante el pago de 200 millones al Fisco, sin que cupiera investigación adicional alguna, que no se trata de incomodar al banquero que tan generosamente condona los créditos que nos concede y que nunca devolvemos. La mentalidad y filosofía del personaje queda resumida en una anécdota que bien merece pasar a categoría. Cuando, en una reciente Junta General, un accionista tomó la palabra para instar el cese del consejero delegado, el citado Sáenz, por estar condenado en sentencia firme del Supremo, el presidente Botín toma el micrófono y alto y claro responde que “no le ceso porque no ha causado perjuicio alguno al banco ni a ninguna de sus empresas”. A tomar vientos. Sáenz, después amnistiado por el inevitable Zapatero, solamente se había pasado por el forro el Código Penal, al meter en la cárcel a unos clientes que se habían resistido a devolver unos créditos durante su paso por Banca Catalana.

Este es el hombre –muy someramente retratado- al que la España oficial y sus monaguillos se han rendido en genuflexa manifestación colectiva de vasallaje, para certificar la crisis moral de un sistema que ha perdido el norte y también la vergüenza. Sic transit gloria mundi. Para cualquier país es muy importante contar con grandes bancos y empresas, razón por la cual hay que desear éxito en la gestión a la nueva presidenta de la entidad, Ana Patricia Botín, enfrentada a una tarea de caballo que precisará de unos métodos, un estilo, mucho más cercano a las aspiraciones de regeneración democrática que tantos millones de españoles ansían. Perteneciente a otra generación, pocas dudas caben que las cosas empezaran pronto a cambiar en BS en línea con el respeto a la legalidad que cabe exigir al mayor conglomerado financiero patrio. Más difícil lo tiene esa España oficial obligada a abordar los cambios democráticos que el país reclama. La España anquilosada y servil de hoy parece haber retrocedido siglos respecto a aquella otra que, vital, ilusionada y libre, estrenaba democracia a finales de los setenta. Los funerales por Botín han sonado a epitafio de esa España muerta más que enferma. El cambio parece inevitable. Y lo harán esas elites podridas, de grado o por fuerza, o la hará el populismo de los Podemos que tanto les asusta y aflige.

Jesús Cacho

El Análisis

SIMPLEMENTE UN HOMBRE DE NEGOCIOS EN MANOS DE SUS CLIENTES

JF Lamata

Una de las cosas que más me molesta del mundo mediático es el tema de que haya gente a la que tengas que odiar, sin que quede demasiado claro por qué. Cuando murió D. Emilio Botín descubría que lo políticamente correcto era ‘odiarle’ y pude leer en las redes sociales multitud de tuits celebrando su muerte y no todos de anónimos. ¿Acaso mejoraba en algo el mundo por la desaparición física de D. Emilio Botín? No, y la verdad el hecho de que tuviera mucha tela me parece un motivo bastante escaso para odiarle (si acaso para envidiarle).

Tampoco es cuestión de idolatrarle como si fuera un héroe de la patria, el señor Botín fue, simplemente, un señor que impulsó su negocio privado familiar para ganar dinero a base de prestar un servicio. Muchos herederos de grandes negocios, no habían sido capaces de mantenerlos y el Sr. Botín al menos conseguía dejar un negocio en mejor situación que como lo recibió. Y aunque los anti-sistema le quisieran presentar como el ogro que mandaba en la sombra del país, en el fondo el Sr. Botín se lo debía todo a sus clientes, a todos los ciudadanos que confiaban sus ahorros al Banco Santander – entre los que no me encuentro – son ellos y sólo ellos, de los que dependería si el imperio del Banco Santander continuaría o no bajo el mandato de Dña. Ana Patricia Botín.

J. F. Lamata