30 marzo 1992

El presidente del CDS en Castilla la Mancha, José Luis Gómez Calcerrada, será el nuevo Secretario General de la formación bajo la tutela de Rafael Calvo Ortega y José Ramón Caso

Antoni Fernández Teixido dimite como Secretario General del CDS tras no sentirse suficientemente respaldado ante los críticos

Hechos

  • El 28.03.1992 D. Antoni Fernández Teixido dimitió como Secretario General del Centro Democrático y Social (CDS)
  • El 4.04.1992 D. José Luis Gómez Calcerrada fue elegido por la Asamblea del CDS nuevo Secretario General

Lecturas

El 28 de marzo de 1992 D. Antoni Fernández Teixido dimite como secretario general del Centro Democrático y Social (CDS) después de que este partido sufriera una amplia derrota en las elecciones autonómicas de Catalunya en las que perdió toda su representación.

La Asamblea Nacional del CDS reunida el 4 de abril de 1992 elige a D. José Luis Gómez Calcerrada (presidente del CDS en Castilla La Mancha) como nuevo secretario general del CDS por 114 votos a favor y 33 votos en blanco. Dña. Teresa Sandoval, que también había presentado su candidatura a la secretaría general, la retiró poco antes de iniciarse la votación.

GÓMEZ CALCERRADA NUEVO SECRETARIO GENERAL:

calcerrada_1 D. José Luis Gómez Calcerrada fue elegido nuevo Secretario General por la Asamblea el 4.04.1992. El Sr. Calcerrada fue votado por 114 miembros de la Asamblea, mientras que hubo 33 votos en blanco. Inicialmente iba a ver una candidatura rival a la secretaría general encabezada por Dña. Teresa Sandoval, pero se retiró poco antes de la votación.

19 Marzo 1992

Fernández Teixidó

Luis María Anson

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Sólo comprensión y respeto merece la decisión de Antonio Fernández Teixido de dimitir de su cargo de secretario general del CDS, asumiendo así la responsabilidad del descalabro electoral sufrido por esta formación en Cataluña.

Sin embargo, las urnas se han limitado a levantar acta de una muerte anunciada. El mal resultado no es achacable a Antonio Fernández Teixidó, ni sería razonable atribuirlo a deficiencias concretas de la candidatura o la campaña.

Los dirigentes del CDS deberían ahorrarnos cualquier espectáculo de inculpaciones, trifulcas o nuevos experimentos orgánicos. Lo cierto es que el convergente desplazamiento hacia el centro del PSOE y el PP achican hasta la práctica inexistencia el hipotético espacio social para una formación centrista.

Y sólo un liderazgo de fuerte atractivo personal como el de Adolfo Suárez podría cambiar el signo de este proceso. La probada buena voluntad y reconocidas aptitudes personales de Rafael Calvo Ortega y alguno de sus colaboradores no se han acreditado suficientes para sacar al CDS del estado del ectoplasma en el que la marcha de Adolfo Suárez lo sumió.

Sólo un retorno activo del fundador del partido centrista a la escena política y la rectificación de los erráticos vaivenes de su última trayectoria podrían evitar la consumación de un proceso del que, sin ninguna duda, las elecciones catalanas han sido un certero presagio.

23 Marzo 1992

Con más moral que el CDS

Charo Nogueira

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Si la política fuera fútbol, el equipo del Centro Democrático y Social (CDS) estaría a medio camino entre el famoso Alcoyano y el Atlético de Madrid. Los militantes conservan la moral de quien, según la leyenda, reclamaba prórroga cuando perdía 10-0, y al mismo tiempo, como los colchoneros madrileños, se sienten el pupas de la liga electoral. Tras la última crisis -dimisión del secretario general, Antoni Fernández Teixidó, por los malos resultados en los comicios catalanes-, hay moral de resistencia, dosis de escepticimo y alguna añoranza del entrenador Adolfo Suárez.

Las urnas son contundentes: el Centro Democrático y Social pierde los partidos y no llena el campo. Las lesiones son abundantes y el juego, desordenado. A pesar de los cambios de alineación, los seguidores de camiseta blanquiverde luchan contra el desánimo colista.»Nuestro problema es que no sabemos dar con la dinámica, pero tenemos espacio», afirma el secretario general de las Juventudes del Centro Democrático y Social, Carlos García.

Sin embargo, los electores llevan tiempo sin concederles el área del mediocampo político. «El militante sigue extrañado de que la sociedad no entienda la viabilidad del partido», señala el presidente del CDS en el País Vasco, Alfredo Marco Tavar, que sabe lo que es no conseguir un escaño.

La ausencia de triunfos y el encaje de fuertes goleadas en el disputado centro minan la moral de algunos y desatan el numantinismo de otros. «Éste es el partido de las crisis, son parte de su existencia y estamos curados de espanto», añade Carlos García.

«Los militantes que quedamos tenemos una moral extraordinaria. El partido es como el gato de las siete vidas. Sólo hemos gastado un par de ellas y, si algún día morimos, habrá que enterrarnos boca abajo», sentencia el único senador del partido, Alberto Dorrego. Este dirigente, un histórico que sabe de travesías del desierto y campañas electorales en roulotte, siente añoranza del fundador del partido: «Sería necesario recuperar a Suárez de alguna manera».

Como en cualquier equipo con el farolillo rojo, hay también críticas y desánimo. El presidente del CDS en León, Ignacio Morán, ha dimitido de su cargo y ha pedido la disolución del partido.

«Al CDS le pasa lo que a la mayonesa, que si se corta es mejor tirarla. La ausencia de Suárez fue la muerte clínica y ahora hay que decidir si se le hace o no la eutanasia», afirma un militante veterano que reclama anonimato y mantiene el carné únicamente por razones de romanticismo.

En el pueblo del ex líder carismático, Cebreros, el alcalde, Pedro Muñoz, afirma de manera rotunda: «No hay que disolver el partido, pero sí hay que depurar la dirección. Los cuadros dirigentes no dan ni golpe y, aunque la situación es mala, se agarran al poder».

Un ‘bocado’ apetecible

Desde ella, el secretario de organización, Luis Aznar, asegura: «Todos tenemos ganas de continuar. Las voces discrepantes son ininírnas». «No creo que vaya a haber bajas en la afiliación», apunta el secretario de política municipal, Rafael de Miguel.El partido ha reducido su militancia desde el año 1990 y en la actualidad ofrecen la cifra de 34.000 afiliados en toda España.

El CDS dispone de un bagaje apetecible para cualquier rival ansioso de fichajes: 323 alcaldes -sólo uno de capital de provincia, Las Palmas-, 2.967 concejales en 1.267 municipios, 19 parlamentarios autonómicos, 14 diputados en el Congreso y un senador. «Es posible que otros grupos tienten a nuestra gente con cargo», reconoce el diputado Baltasar de Zárate. La virtualidad de una nueva táctica como la regionalización federalista -ya apuntada en Canarias- no cuenta con el asentimiento general.

Pendientes de Teixidó

«La situación es grave, pero salvable si se racionaliza. Hay que abrir una etapa de análisis y reflexión en la que no se excluya ninguna posibilidad, ni siquiera la de desaparecer», tercia Raúl Morodo, derrotado el pasado septiembre como candidato a la presidencia del partido. «Si en verano hubiera una conciencia generalizada de que el partido es inviable, no tendrá sentido el numantinismo»,apunta.Pendientes de que el comité nacional apruebe o no la dimisión de Antoni Fernández Teixidó el próximo día 28 del presente mes de marzo, los militantes intentan llenar la cantimplora para otra nueva travesía del desierto coincidiendo con un año de pertinaz sequía.

La caravana centrista ya cruzó el páramo político con éxito entre 1982 y 1986, pero ahora no tienen el guía de entonces, Adolfo Suárez, que dimitió de la presidencia tras él desastre electoral de 1991.

La alerta roja puede paliarse con la financiación institucional. Aunque la deuda contraída por el Centro Democrático y Social supera los 2.500 millones de pesetas, los fondos estatales permitirían la comparecencia de los centristas en las próximas elecciones generales, previstas para el año próximo, donde los ciudadanos traducen su opinión en voto. Pese a los líos de banquillo y directiva, en el equipo del CDS confían todavía en los goles de tacón.

24 Marzo 1992

Un partido ante su última oportunidad

Fernando Ónega

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Todo está en contra del CDS en este debate: su fundador, Adolfo Suárez, ausente; su secretario general, Fernández Teixidó, dimisionario; sus expectativas electorales, decaídas después de Cataluña; su coherencia interna, disminuida por las diferencias entre las familias centristas; el ambiente exterior, minado por una duda que encontró eco en los medios informativos: ¿está el CDS en trance de desaparición? Por si estos detalles fuesen menores, dimite el presidente del partido en León, dejando este ingrato testamento: «El partido está muerto». Y por si esto también fuese poco significativo, parece que el discurso de José Ramón Caso no será estrictamente un discurso del partido, sino una construcción personal. Eso sugiere, al menos, la última parte de la entrevista con Teixidó que EL MUNDO publicó el sábado. En sus palabras, Teixidó dejaba ver que, pese a ser todavía secretario general, no tenía ni la menor idea de lo que Caso dirá en ocasión tan señalada. Y es que, en efecto, grupo parlamentario y aparato del partido no siempre circulan en la misma dirección. Y, sin embargo, visto desde un ángulo posibilista, el hue co del CDS está ahí, insinuándose a la clase política. Hay mucha gente que no acepta los modos de actuación de la mayoría socialista; mucha gente que no acepta que la alternativa tenga que ser la conservadora o la nacionalista; mucha gente que, al no verse representada en ninguno de esos dos polos de nuestra vida, elige el camino de la abstención. Se ha demostrado en los últimos procesos electorales y, singularmente, en Cataluña. Esta es la cara y la cruz del CDS. Estas son las condiciones en que llega al Pleno del Congreso. Esas dificultades hacen del debate un momento trascendental para el partido de centro. Cuando en el ambiente social está instalada, con justicia o sin ella, la idea de la desaparición, la primera obligación de una fuerza política es demostrar su existencia. Por ello, el debate se convierte para el CDS casi en una comparecencia a vida o muerte. El CDS no va a pasar un simple trámite, sino la oportuna ocasión para demostrar que está vivo y tiene ganas de vivir. Es un compromiso difícilmente repetible, quizá la última oportunidad, para mostrar que tiene ideas y proyectos -lo que se llama «alternativas», a pesar de los batacazos electorales. Caso ha de superar la humana tentación de construir su propio liderazgo ante la «crisis Teixidó». En el estilo, es natural que se vea un punto de equilibrio entre el triunfalismo del Gobierno y el catastrofismo de otros. Y en el fondo, el CDS tiene que aclarar dónde está. Su drama es que hay teóricos electores que ignoran si el CDS es un partido de oposición o la bisagra que Felipe necesitará cuando decaiga su poder. Y, por encima de todo, las ideas. Ya se sabe que el CDS no será jamás un partido de masas. Pero todavía puede ser esa fuerza radical, capaz de alumbrar iniciativas ilusionantes y atraer a las minorías pensantes. Y en este debate se puede demostrar. Ya se sabe que en él se arreglan pocas cosas de España. Pero se hace un- examen, una reválida de líderes. Y el CDS no tiene opción: o triunfa o avanza un poco más hacia su agonía. Por eso digo que es su última oportunidad.

29 Marzo 1992

Fernández Teixidó ratifica su dimisión al no recibir apoyo de los críticos del CDS

Anabel Díez

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Antoni Fernández Teixidó hizo anoche efectiva su dimisión irrevocable de la secretaria general del CDS, al considerar que la actitud de los dirigentes críticos del partido, perdedores del congreso del pasado mes de septiembre, dificultaría la unidad que requiere esta formación en crisis para afrontar las elecciones legislativas. Fernández Teixidó no consideró suficiente recibir el apoyo de 20 de los 30 miembros que ayer estaban presentes en el comité nacional para votar si se aceptaba o no su dimisión. Tres votaron a favor de esta dimisión, uno se abstuvo y cuatro votaron en blanco. Él mismo y el presidente, Rafael Calvo Ortega, no votaron.

A partir de ahora, este mismo comité nacional convocará la asamblea nacional de la que debe salir un nuevo secretario general. Este desenlace favorece los planes del portavoz del grupo parlamentario, José Ramón Caso, y de otros dirigentes llamados suaristas, que ven la ocasión de dar un giro a los resultados del último congreso que les despojó del poder.Fernández Teixidó se ha mantenido en el cargo de secretario general exactamente seis meses, y su dimisión, realizada con llamamientos «a la unidad» y deseando «Iarga vida al CDS», pone de manifiesto, según sus seguidores, que no ha conseguido apoyo del sector perdedor.

Por un lado, el antiguo aparato no se ha resignado a ese resultado sorprendente, mientras que otro grupo cuestiona a menudo la propia «viabilidad del proyecto». Con estos elementos, Fernández Teixidó ha considerado que quizá otra persona pueda concitar «la unidad necesaria». No obstante, permanecerá en el comité ejecutivo nacional y como diputado en las Cortes.

Todos los intentos de sus partidarios y de otros que no estuvieron en su lista, sino que eran seguidores del ex presidente Adolfo Suárez, tales como Raúl Morodo y Alberto Dorrego, de que desistiera de presentar su dimisión resultaron ayer inútiles.

Tenso debate

En una jornada que se prolongó hasta las 11 de la noche, se registró un duro debate, tenso en muchos casos, en el que José Ramón Caso pidió con claridad al todavía secretario general que dimitiera. En la misma línea se manifestaron el dirigente extremeño Tomás Martín Tamayo y el diputado Rafael Arias Salgado.Los argumentos mayoritarios esgrimidos en contra no fueron suficientes para Fernández Teixidó, ya que su objetivo era el de la unidad. Los votos en blanco correspondieron precisamente a las personas que más claramente pedían su dimisión, y esa votación se justifica por el hecho de que querían llevar el asunto de la dimisión a la asamblea nacional, donde los críticos son mayoritarios por un estrecho margen. Esta hipótesis fue radicalmente rechazada por el dimitido secretario general, ya que, si su objetivo era conseguir la unidad, todo lo contrario se conseguiría si se produjera una votación que dividiera al partido.

Este episodio es un jalón más en la tormentosa vida del CDS, que desde 1989 ha registrado pérdidas electorales más que estimables y que llevaron a la dimisión de su fundador, Adolfo Suárez, en mayo pasado, tras las elecciones municipales y autonómicas. Los perdedores del congreso manifiestan desde hace semanas que «el partido está peor que nunca», criterio que contrasta obviamente con el actual equipo dirigente, que sostiene que nunca ha habido tanto debate interna y tanta coordinación.

Aunque Fernández Teixidó planteó su intención de poner su cargo a disposición del comité ejecutivo de ayer a causa de la derrota en las elecciones catalanas, en las que perdieron sus tres representantes, lo cierto es que esta motivación es meramente formal. Fernández Teixidó aprovechó dicha derrota para, con el anuncio de su dimisión, destapar las intenciones del sector crítico. Siempre según la versión del dimitido, desde hace tiempo estaba en marcha una operación para sustituirle, nombrar a un secretario general poco conflictivo y reorientar el partido con el protagonismo de José Ramón Caso y el presidente Calvo Ortega.

Caso, al terminar ayer la reunión, señaló que esta dimisión era «una decisión personal» y, como portavoz parlamentario, quiso dirigirse «a la opinión pública» para anunciar que «el CDS seguirá trabajando».