5 mayo 2014
La filtración de su nombramiento por parte de Juan Luis Cebrián se filtró por internet tres meses antes
Nuevo cambio mediático: Juan Luis Cebrián reemplaza a Javier Moreno por Antonio Caño como director del diario EL PAÍS
Hechos
El 4 de mayo de 2014 D. Antonio Caño tomó posesión como director de EL PAÍS reemplazando a D. Javier Moreno.
Lecturas
El 19 de febrero de 2014 el diario El País anuncia el inminente nombramiento de D. Antonio Caño Barranco como nuevo Director del periódico en sustitución de D. Javier Moreno Barber después de un filtración en internet de ese nombramiento. El 26 de febrero el nombramiento fue aprobado por el Consejo de Administración a instancias de D. Juan Luis Cebrián Echarri aunque no se hizo efectivo hasta el 4 de mayo, en que tomó posesión nombrando además a D. David Alandete como su Director Adjunto. D. Lluís Bassets Sánchez seguirá siendo Director Adjunto como responsable de la edición catalana.
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El diario EL PAÍS informó oficialmente del cambio en mayo, aunque la noticia del relevo se había filtrado en marzo, según varios digitales, un mail entre el presidente del Grupo PRISA, D. Juan Luis Cebrián y el nuevo director D. Antonio Caño, compartido ‘por error’ con varias personas fue lo que causó que la noticia se filtrara antes de tiempo.
FICHAJES DE FUERA DEL PERIÓDICO.
Con D. Antonio Caño asciende D. David Alandete, que a partir de septiembre será su mano derecha como ‘Director Adjunto’ de EL PAÍS.
D. Antonio Caño Barranco defiende que en la redacción de EL PAÍS no debe haber únicamente periodistas de la cantera de PRISA para evitar que sea una redacción endogámica y que debe fichar a periodistas de fuera como D. Rubén Amón, D. Manuel Jabois, D. Íñigo Domínguez, el Sr. Kiko Llarena o D. Álvaro Nieto López.
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EL DIARIO EL MUNDO RECUERDA LAS PÉRDIDAS DE EL PAÍS
En el recuadro que dedicó EL MUNDO, principal competidor de EL PAÍS a analizar el cambio de director en el diario de PRISA no perdió la ocasión de citar las pérdidas del diario durante la etapa de D. Javier Moreno y el incidente de la fotografía falsa del comandante Hugo Chávez.
EL DIGITAL INFOLIBRE Y LA REVISTA MONGOLIA INSINÚAN ‘DERECHIZACIÓN’ DE EL PAÍS
La revista MONGOLIA editada por D. Gonzalo Boye y el digital INFOLIBRE controlado por D. Jesús Maraña, publicaron varias informaciones para insinuar que EL PAÍS con D. Antonio Caño iba a ‘derechizarse’. Se daba la circunstancia de que en INFOLIBRE trabajaba D. Javier Valenzuela, antiguo ex director adjunto de EL PAÍS que en su día también aspiró a la dirección, lo que hacía sospechar que él era quien estaba detrás de algunas informaciones.
El día 18.02.2014 en un artículo en INFOLIBRE se leía: «El derechismo del nuevo director se traslada también al ámbito económico, donde Caño apuesta por doctrinas neoconservadoras aprendidas en sus muchos años de residencia en Estados Unidos (…) la dependencia del grupo Prisa de bancos como el Santander o La Caixa llevará a Caño, con toda seguridad, a mantener una línea editorial de apoyo a los planes de Emilio Botín o de Isidro Fainé, entre otros, así como a seguir las directrices de Liberty, los fondos buitre norteamericanos que financian parte de la inmensa deuda del grupo PRISA».
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01 Febrero 2014
LA REVOLUCIÓN PENDIENTE EN EL PAÍS
Que diez años no es nada debe de estar canturreando estos días Antonio Caño, el periodista ungido por Juan Luis Cebrián para sustituir a Javier Moreno en EL PAÍS.
Ahora hace diez años, Caño llegó a acariciar ya el nombramiento. La debacle de la izquierda en 2000 había inaugurado un periodo de aplastante mayoría conservadora que se preveía largo y que provocó algunos movimientos tectónicos en el diario: algunos sectores empujaban para resituar a EL PAÍS en el nuevo escenario, cortar amarras con la tradición progresista y hacer las paces con el PP post-Aznar.
Este sector, alentado por el propio Juan Luis Cebrián, pero no por Jesús de Polanco tenía un líder en la redacción: Antonio Caño. Y contaba con una tropa organizada para tomar el poder en el diario tras las elecciones de 2004 en las que previsiblemente iba a ganar de nuevo el PP. El programa incluía la revolución pendiente que desde hace lustros trataba de llevar a cabo Cebrián: arrancar de cuajo cualquier reminiscencia cultural del mayo del 68 en la redacción.
A la hora de la verdad contra todo pronóstico ganó el PSOE y el plan se vino abajo. Pero ni siquiera esto fue lo peor para Caño: el ungido acabó siendo nada menos que Javier Moreno, su lugarteniente en los años de complot. Tras el sorpresivo triunfo de Zapatero, Moreno contaba con ventajas con respecto a su maestro: menor personalidad periodística y por tanto, mayor capacidad de mutar en alguien que podía hasta encarnar el nuevo relato de La Moncloa – relevo generacional, defensa de las libertades civiles, toque post-moderno – y, además, brindaba la posibilidad de que Jesús de Polanco, ya muy enfermo, viera cumplido el sueño de nombrar a un director formado en la Escuela de Periodismo de la casa.
El ascenso de Moreno de espaldas al líder fracturó el grupo alrededor de Caño y empezó una guerra civil sangrienta que dura hasta hoy: Caño fue desterrado a Washington y las muestras de desdén hacia su ex pupilo fueron desde entonces públicas y reiteradas. Que ahora Caño regrese coronado a Madrid es la peor humillación imaginable para el aún director y ayuda a entender el valle de lágrimas de staff en pleno en que se convirtió su despacho al trascender el relevo. El hecho de que los planes de Caño y Cebrián fueran de dominio público por el error informático del director in péctore – con el rapapolvo a la actual dirección incluida – no hace sino añadir aún más pimienta a un plato ya extraordinariamente picante.
Más allá de las rencillas familiares, Caño y Moreno fueron maestro y alumno y su sintonía política era total antes de la traición. Además, el diario se ha ido tan a la derecha que cuesta imaginar cómo podría ser un nuevo giro, teniendo en cuenta que el 75% del Consejo de Administración tiene vínculos directos con el sector financiero, con el Banco Santander, CaixaBank y el HSBC como accionistas de referencia.
Y sin embargo, es cierto que la revolución pendiente de Cebrián y Caño deja aún margen para una vuelta de tureca porque las dificultades de Moreno para llenar las portadas le acabó convirtiendo en rehén del aparato de la redacción inclinado aún hacia lo progre. A diferencia de lo que sucedía con Moreno, hasta los rivales de Caño le reconocen valía profesional, con lo que necesitará menos al aparato de incluso podría sorprender con gestos audaces de apertura.
La destitución de Moreno venía larvándose desde hace dos años cuando Cebrián concluyó que, más allá de los problemas del sector, el diario perdía peso e influencia a pasos agigantados. El cese se paralizó ante la inminencia del ERE – siempre es mejore que se chamusque el cesante que el nuevo – pero paradojicamente la rebelión de la redacción alargó la agonía un año más. Durante le ERE la redacción votó la petición de cese del director, lo que obligó a Cebrián a mantenerle para no aparentar debilidad ante una plantilla que considera aún poseída por el sesentayochismo, pese a las sucesivas purgas que ha promovido junto a Moreno.
En la terna para el puesto Caño compitió con Rosa Cullell, ejecutiva del grupo de la máxima confianza de Cebrián, y con Montse Domínguez, directora del Huffington Post. La opción de Cullell llegó a ser la favorita de Cebrián, pero al final concluyó que en el contexto actual era imposible porque su pasado como ejecutiva de La Caixa iba a evidenciar de manera demasiado explícita la supeditación del diario al poder financiero. Paradójicamente, la relación de Cullell con el presidente de La Caixa, Isidre Fainé, no es precisamente fluida, en la medida en que la ejecutiva fue la persona de confianza de su antecesor, Josep Vilarasau.
Al final Cebrián optó por entronizar, diez años después y liberado ya de Polanco, al único senior de la casa que lleva años comprándole la idea de que la prioridad en EL PAÍS es completar la revolución pendiente contra la influencia del mayo del 68 en la redacción. Montse Domínguez se perfila como su segunda.
En el relevo en la cúpula de EL PAÍS hay todavía otra ecuación clave que ha pasado desapercibida: la Casa Real. Los principales validos de la Zarzuela proceden de PRISA y han encajado muy mal cualquier muestra de combatividad periodística en el caso Noos. La gota que rebasó el vaso y desencadenó la ira real fue un artículo crítico con la Monarquía publicado en portada el 2 de febrero y firmado por Santos Juliá, que volvía a la casa tras una ausencia de más de un año en protesta por la gestión del ERE con este artículo envenenado.
Si la Casa Real se convertía en actor del desenlace, Caño tenía magníficas cartas y poco conocidas: una larga amistad con el príncipe Felipe, larvada en la década de 1990 cuando el periodista cumplía su primera etapa como corresponsal en Washington y el heredero estudiaba en Georgetown. La entonces esposa de Caño estudiaba el mismo máster y la pareja intimó con el príncipe y hasta le brindó protección para que pudiera vivir su relación sentimental con Gigi Howard fuera del foco de las cámaras.
Año se convirtió en un periodista cortesano. Y tras el nombramiento en LA VANGUARDIA de Màrius Carol por orden de la Casa Real, estaba ya claro que la crisis del régimen ha dado una segunda vida a los periodistas cortesanos que hace una década vieron cómo se les escapaba el tren.
En 2004, Caño y Rajoy estaban llamados a entenderse. Al fin se encuentran.
07 Marzo 2014
Tres directores de periódico
Se ha producido un cierto revuelo por el hecho, inusual, bien es cierto, de que en un corto lapso de tiempo hayan sido relevados de sus puestos tres directores de periódico. Los ceses de Javier Moreno (EL PAÍS), José Antich (LA VANGUARDIA) y Pedro J. Ramírez (EL MUNDO), obedecieron a motivos aparentemente distintos y, sin embargo, hubo quien rápidamente encontró un hilo conductor -conspirativo, como no podía ser menos- en las tres destituciones. Estas, según la tesis conspiranoica, habrían sido inspiradas por las más altas esferas del Estado y del Gobierno. No podía ser de otro modo. Al menos uno de los citados nunca aceptará haber sido removido de su cargo por algo parecido a una mala gestión. ¡Qué ordinariez!
En todo caso, al tratarse de tres de los grandes periódicos que aún sobreviven en nuestro país, el asunto ha sido objeto de algún que otro comentario en la prensa extranjera, razonablemente sorprendida ante tan curiosa coincidencia. Pero salvo algún episodio neoyorkino, la cosa no ha ido a más. Los corresponsales extranjeros en España contaron a su jefes en París, Roma, Londres y Berlín que el más joven de los directores cesados llevaba 8 años al frente del rotativo (EL PAÍS), el siguiente 13 (LA VANGUARDIA) y el más longevo 25 (EL MUNDO); que en todos los casos el descenso de ventas de la prensa escrita era casi intolerable; que las pérdidas, ingentes; y que el verdadero problema de la prensa española no es su declive económico, sino el que afecta a la credibilidad y a la influencia.
Recomiendo vivamente esta intervención de la corresponsal en España del semanario Der Spiegel, Helen Zuber, en el XVIII Foro Eurolatinoamericano de Comunicación para que se entienda bien la diferencia entre situación económica y credibilidad: «En Alemania hemos conseguido mantenernos muy independientes de los poderes de la economía. Por ejemplo, la mitad de la empresa de Der Spiegelpertenece a la plantilla, a los colaboradores; el periódico Tager Zeitung de Berlín es una cooperativa; el Frankfurter Allgemeine es una fundación; la Suddeutsche es de una familia; Die Zeit pertenece aun gran grupo empresarial, pero no de lejía, sino de periódicos; yStern, una revista, pertenece a un gran grupo, pero editorial».
El verdadero drama
La cuestión de fondo no es que cambien a directores de medios. Eso es ley de vida. Lo preocupante es que empieza a dar bastante igual a quiénes pongan en su lugar. Porque en España el margen para el ejercicio del periodismo en los grandes medios se ha reducido en proporción similar al de su autonomía financiera. «En Der Spiegel -decía Zuber- hemos perdido mucha publicidad y hemos aumentado nuestro precio, pero nuestros lectores están dispuestos a pagarlo». En España ha ocurrido justamente lo contrario. ¿Por qué? Sencillo: las cabeceras han aceptado perder autonomía -y, por tanto, credibilidad- a cambio del respaldo económico de entidades cuyos principios nada tienen que ver con la libertad de prensa.
Los directores cesados no son más responsables que otros del deterioro de la prensa escrita, pero ese deterioro ha favorecido su destitución y hará más fácil la de sus sucesores. Dicho esto, es evidente que el descenso imparable de la venta de ejemplares y de ingresos publicitarios está en el trasfondo de estos relevos en cadena. Pero no porque los directores hayan sido en todos los casos los causantes del desastre financiero, que no lo han sido, sino porque para frenarlo los editores atravesaron la línea roja que separa el periodismo de la propaganda, la independencia de la militancia. Desconozco si en alguno de los supuestos citados ha habido presiones políticas para su remoción. Supongo que sí, pero casi es lo de menos. El problema no es la permanente tentación del poder político, o el económico, de intervenir en los medios, sino la fragilidad de quien recibe las presiones.
Este es el verdadero drama de la prensa, y no el puntual relevo de quienes el día que fueron nombrados ya sabían que un día serían sustituidos. Como sabían que, en los estándares de la prensa hispana, el hecho de entregar a unas siglas un periódico central de la vida catalana, confundir premeditadamente a la opinión pública durante años sobre la autoría de los atentados del 11-M, o perder la confianza de la redacción, no iban a ser causa suficiente de cese.
Salvo rarísimas excepciones, por lo común relacionadas con la prensa local, es imposible que los medios impresos sigan soportando, en la proporción actual, los brutales costes que implican la compra de papel, la impresión y la distribución de ejemplares. Cuanto antes aborden la transición pendiente hacia Internet, mejor para todos. Porque lo que tienen que hacer para sobrevivir es elevar los estándares de autoexigencia e invertir de nuevo en talento para recuperar credibilidad. Y mandar las imprentas al chatarrero.
No nos podemos permitir un país sin grandes cabeceras que ejerzan con fortaleza el rol de contrapoder que toda democracia madura necesita. Nosotros las necesitamos, y las nuevas generaciones, esas para las que el quiosco es un lugar donde se compra de todo menos periódicos, también las van a necesitar. Lo demás, es anécdota.
Agustín Valladolid
03 Mayo 2014
Cuelgan de una pica al director de ‘El País’
El próximo lunes, Antonio Caño tomará posesión del sillón de director de El País en una operación periodística/empresarial sobre la que se han hecho y hacen todo tipo de cábalas y conjeturas. Debería el todavía corresponsal en Washington exigir al menos cien días de respeto como ocurre en la vida institucional.
Leo cosas como ésta: “Moncloa abre las puertas a Caño” y otras irreproducibles. No conozco al susodicho colega, al que atribuyen poderes mágicos cerca del presidente Rajoy o la vicetodo Saénz de Santamaría.
-¿Poderes cerca del Gobierno?, pregunto a uno de sus críticos que forma parte de la plantilla.
-Sí, se ha visto dos veces con el Presidente y otras tantas con la Vicepresidenta…
-¡Ah! ¿Y? Cualquier periodista que se precie intenta tener como fuente al poder ejecutivo…
Luego relatan encuentros (imagino que no inventados) secretos y hasta nocturnos con José María Aznar durante las correrías del ex por Estados Unidos.
Bien, el hecho cierto y descriptible es que Caño se ha convertido hasta antes de ejercer como jefe del rotativo de Prisa en sospechoso. Hace escasas fechas, Marty Baron, director de The Washington Post, uno de los iconos del periodismo mundial desde que destapara el ‘caso “Watergate’, decía en Madrid esto: “Si los periódicos no nos levantamos contra el poder, sacrificamos nuestro futuro, nuestra identidad y nuestra razón de ser…”
No puedo estar más de acuerdo, mister Baron. El problema es peliagudo, porque, ¿contra quién nos revolvemos si el poder está precisamente en el periódico?
¡Cuéntamelo Marty!
16 Febrero 2014
El ‘informe Caño’ desata una crisis interna en el diario ‘El País’
Caño envió por error una copia del dossier a medio centenar de periodistas y colaboradores del diario
La Redacción del diario El País, y muy especialmente su núcleo directivo, vuelve a sufrir convulsiones un año largo después de abordar el ERE más cruento de su historia. El responsable del explosivo escenario actual vuelve a ser su presidente, Juan Luis Cebrián, que decidió encargar discretamente a Antonio Caño, corresponsal en Washington, un informe interno en el que expusiera por escrito su visión sobre el periódico y sobre los cambios que conviene hacer para frenar su galopante pérdida de audiencia y de influencia, según ha podido saber infoLibre.
Según fuentes de Prisa, sólo Cebrián y Caño conocían ese encargo. Hasta el pasado martes, cuando el veterano corresponsal y máxima referencia de la edición para América de El País envió por error una copia del mismo a unos cincuenta periodistas y colaboradores de las distintas delegaciones americanas. Incluso algún subdirector en Madrid recibió también un documento de cuya existencia no estaba informado ni siquiera el propio director del diario, Javier Moreno.
Inmediatamente, Caño envió un nuevo mensaje explicando el “error informático” y rogando que se borrara, pero el contenido del informe era demasiado importante para lograrlo. Lo que en él propone el actual corresponsal, cuyo nombre ha venido sonando como posible sucesor de Moreno al frente de El País, es cambiar a todo el equipo directivo, al que considera encerrado en una especie de burbuja que no conecta “ni con la Redacción ni con la sociedad a la que debe abrirse el diario”.
El informe propone explícitamente sustituir a Javier Moreno por un profesional (se supone que de la casa) con trayectoria reconocida y respetado por la Redacción, y plantea un esquema con tres directores: uno para el El País papel, otro para la edición digital y un tercero para la edición América. Añade la conveniencia de incorporar jóvenes de 30 años al equipo directivo y critica las “formas” y los “lujos” que aún derrochan miembros del llamado internamente grupo de “los coroneles”.
En el núcleo directivo ha caído como una bomba de racimo el informe Caño. Su primera interpretación ha sido que el corresponsal en Washington ha sido ya nombrado “director de facto” del periódico, y que su escrito es algo así como “un programa electoral de derechas”. Tal nombramiento encajaría en el giro que desde hace tiempo se percibe en la línea editorial de El País, cada día más cercana a las posiciones del Gobierno, especialmente en materia de política económica. Los intereses de Mariano Rajoy son coincidentes con los de grandes empresas y bancos acreedores del gigantesco endeudamiento del periódico.
Otras fuentes que conocen bien lo ocurrido sostienen que Antonio Caño ha sido “absolutamente sincero” y que, al margen de otras consideraciones ideológicas, el contenido “profesional” del informe “sería respaldado por el 90% de la Redacción”. Según esa versión, Caño no aspiraría en absoluto a la dirección del periódico, sino que preferiría mantenerse en Washington como responsable para América.
Javier Moreno, a quien es muy difícil ver en la Redacción de la calle Miguel Yuste, ha estado este fin de semana en su despacho y ha mantenido diferentes reuniones con su personal de confianza. Todos consideran que en los próximos días Juan Luis Cebrián, último responsable del nuevo desaguisado, está obligado a despejar la incertidumbre provocada y a aclarar los pasos que pretende dar acerca de la dirección de periódico, cuya credibilidad queda definitivamente tocada tras el informe Caño.
Cifras negativas
El País ha sufrido un desplome de su difusión en los últimos tiempos. En 2007, primer año completo de Moreno como director, la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD) certificó al rotativo 435.083 ejemplares. En 2013, esa cifra se había reducido a 292.226 copias. Es decir, una pérdida del 32,8% en seis años, que han estado marcados por una fuerte reducción de las ventas de la gran mayoría de los diarios en papel y de sus ingresos publicitarios.
Precisamente, el desplome de los ingresos fue la principal razón aducida por Prisa, el grupo editor de El País, para abordar a finales de 2012 un ERE que supuso el despido de 129 profesionales, de los 466 que formaban la plantilla (un 27,6% del total). El rotativo pasó de tener unos beneficios operativos de más de cien millones en 2007 a registrar un Ebit (beneficio antes de intereses e impuestos) negativo de 54,4 millones en 2012.
Junto al desplome de la difusión y de los ingresos del buque insignia de Prisa, también se ha producido una caída en picado del valor de las acciones del grupo editor. En febrero de 2007 Prisa cotizaba por encima de los 15 euros, mientras que el pasado viernes cerró en Bolsa a 39 céntimos, lo que equivale a una pérdida del 97,4% del valor.
25 Febrero 2014
Por qué EL PAÍS quiere irse más a la derecha
Hay pocos textos más reveladores sobre la crisis de los grandes medios que el informe escrito por el futuro director de EL PAÍS Antonio Caño sobre los problemas que afronta el periódico y las soluciones que ofrece. Es un texto destinado al presidente de PRISA, Juan Luis Cebrián, pero que envió por error a otras personas, y que ha trascendido desde entonces. Infolibre lo dio a conocer en la mañana del martes y eldiario.es tuvo acceso después a su contenido.
Lo llamativo es que el informe es arrogante y humilde al mismo tiempo, cauteloso y arriesgado, en definitiva, un buen reflejo de la confusión de unos directivos que nunca pensaron que serían testigos de tal hemorragia de ingresos publicitarios y ejemplares vendidos. Es una crisis de credibilidad, que Caño reconoce, pero ante la que la respuesta es ser más abiertos en las formas, pero sin adoptar cambios espectaculares. Es decir, no hay que buscar nuevos lectores o esforzarse en mantener los actuales. Si sabemos quiénes somos y qué tenemos que hacer, los lectores vendrán por sí solos, dice en su informe. Es un acto de fe algo inocente o que denota una cierta arrogancia o excesiva confianza en el poder de la marca.
Es indudable que Caño –hasta ahora director de la edición americana de El País desde Washington– admite que nada es como antes en el periódico: pérdida de credibilidad, falta de motivación en la redacción, liderazgo inexistente por parte de sus jefes, confusión a la hora de establecer prioridades en la elección de la agenda informativa, pérdida de la capacidad de conectar con la sociedad… En ese sentido, el análisis alcanza un nivel de autocrítica nada habitual en los grandes medios de comunicación españoles, ni siquiera en los informes internos que se redactan para consumo interno.
Por otro lado, algunas de las reflexiones del periodista hacen pensar que Caño pretende emplear esta mala situación profesional para llevar a cabo un giro ideológico a la derecha (algunos dirían que para consolidarlo). Sostiene que El País ha sido «arrinconado en un lado del espectro ideológico» –hay que suponer que en la izquierda o el centroizquierda– por culpa de la «agresividad de la prensa de derechas». El propio periódico ha acentuado ese «encasillamiento» por su «falta de imaginación».
La realidad es que desde los años 80 el periódico ha adoptado una posición socialdemócrata y ha sido el medio de comunicación más cercano al PSOE y a sus líderes, desde González a Rubalcaba pasando por Almunia y Zapatero. Ninguna tendencia política de sus rivales condicionó esa posición bien conocida, hasta que empezó a cambiar bajo la dirección de Javier Moreno, no en la dirección que indica Caño, sino en la contraria. Muchos de los lectores de siempre fueron pronto conscientes del giro, que se produjo en paralelo a los crecientes problemas económicos de Prisa, obligada a negociar en posición vulnerable con los grandes bancos del país para renegociar una deuda inmensa.
Aparentemente, la tendencia se va a acentuar con el nuevo director. Quizá sea una coincidencia, pero la imagen con la que El País resume la primera jornada del debate del estado de la nación es la foto de un Rajoy haciendo el signo de la victoria.
Según Caño, esa supuesta y difícil de detectar deriva ideológica equivocada ha hecho que el periódico pierda su conexión con una generación más joven, «cansada de partidismo y sectarismo».
En realidad, el diario Público arrebató entre 2007 y 2012 un cierto número de lectores al periódico de Prisa, precisamente por la percepción extendida de que este había moderado sus puntos de vista. Eso se ha acentuado en los dos últimos años cuando sus editoriales han elogiado algunas de las reformas económicas del Gobierno de Rajoy.
El veredicto de Caño es especialmente crítico con la actuación del staff directivo del periódico en el que no tiene mucha confianza. Reclama una renovación profunda de esos cargos internos, su sustitución por otros más jóvenes y con mayor presencia de mujeres (que obviamente serán nombrados por él y que serán de su estricta confianza), e incluso buscarlos fuera del periódico.
El futuro director busca una renovación generacional que le haga más fácil la aplicación de sus criterios ideológicos y profesionales.
El Análisis
Ni el cambio de director en 1993 (de D. Joaquín Estefanía por D. Jesús Ceberio), ni el de 2006 (D. Jesús Ceberio por D. Javier Moreno) merecieron ningún comentario demasiado amplio, mientras que el cambio de 2014 sí que lo fue. ¿A qué se debía? A parte de que había más interés mediático en 2014 que en años anteriores, con los cambios de 1993 y 2006 no podía ‘venderse’ ningún slogan comprable. Estaba claro que en EL PAÍS mandaba por encima del todo su CEO, D. Juan Luis Cebrián, más aún ahora como Presidente.
Pero en 2014 sí había un slogan que a muchos les interesaba vender: el slogan de la ‘derechización’ de EL PAÍS. A la extrema izquierda le interesaba, a medios digitales como INFOLIBRE y demás para poder venderse ellos como ‘auténtica izquierda’ frente a PRISA, y a otros como EL MUNDO para presentar a EL PAÍS como ‘vendido al Gobierno’ frente a ellos, los genuinamente críticos. Si a esto añadimos que el cambio en EL PAÍS se producía poco después de los cambios en EL MUNDO y LA VANGUARDIA, el slogan para culpar al Gobierno de todo estaba hecho. De cara al público, es mucho más fácil vender un slogan que una realidad objetiva.
J. F. Lamata