7 mayo 2014

La discusión comenzó cuando, durante la emisión, Pradera comparó a Naranjo con Alfonso Ussía y este le replicó que decía estupideces. Aunque los oyentes no se enteraron de la pelea al producirse fuera de antena

El programa de Julia Otero (ONDA CERO) suprime la sección de Máximo Pradera y Antonio Naranjo tras una pelea física entre ambos

Hechos

El 7.05.2014 D. Antonio Naranjo denunció que había sido ‘agredido’ por su compañero de tertulia D. Máximo Pradera.

Lecturas

LA VERSIÓN DE LOS HECHOS SEGÚN ANTONIO NARANJO:

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08 Abril 2014

Naranjo rectifica

Máximo Pradera

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Artículo de burla de Máximo Pradera en respuesta de un artículo de Antonio Naranjo en favor de Esperanza Aguirre. Pradera simula ser Naranjo que le escribe a propósito de su texto.

¡Qué bonito es cuando un adversario rectifica un error o se desdice de una patraña!

Hola, amiguitos

Me llamo Antonio Naranjo, pero desde que publiqué este artículo

http://www.eldigitaldemadrid.es/opinion/perro-come-perro/item/12317-a-propósito-de-aguirre

en defensa de los excesos callejeros de Esperanza Aguirre, en Twitter me empiezan a llamar Antonio Jiménez LosNaranjos.

¿Qué mala uva, no?
Aclaro que no soy familia de Jiménez Losantos, que no comulgo con su manera mentirosa de hacer periodismo y que no hablo con fggrenillo.
Sin embargo, sí comparto con El hobbit de Orihuela del Tremedal la misma pasión incondicional hacia La Lideresa.

Dirijo un periódico local tan modesto que sólo puede permitirse salir en formato papel una vez por semana.

El resto de los días, la edición es digital.
Nuestra supervivencia depende, en gran medida, de la publicidad institucional, de la que forma parte importante la Comunidad de Madrid.
Por eso y por mis convicciones liberales, siempre que puedo (y cuando no, también), procuro dejar en buen lugar a los dirigentes de la CAM.

De ellos he llegado a decir que

En Madrid hay menos paro, menos deuda, más crecimiento económico y mejor rendimiento educativo que en ningún lugar de España, pese a que la tensión social, la respuesta sindical y el ruido político duplica al de la siguiente en la lista. 

Soy un plumilla, es cierto, pero como dice el de Media Markt
¡Yo no soy tonto!
Y en todo caso, no tan tonto como para morder la mano que me da de comer.

La semana pasada, La Lideresa protagonizó un lamentable incidente en la Gran Vía de Madrid, que dejó su imagen pública por los suelos.

No me estoy refiriendo al hecho de que dejara mal aparcado su coche-muy-largo-para-llevar-a-sus-nietos en el carril bus.
Eso puede sucederle a cualquiera, incluso a personas de su propio partido con mucha más pericia al volante que ella, como su protegido, Angel Carromero o su protector, Miguel Angel Rodríguez.

Al decir lamentable incidente hablo de su reacción posterior, cuando los agentes de movilidad procedieron a sancionarla y ella desplegó sus modales autoritarios y su olímpico desprecio hacia los agentes de un cuerpo creado por su archienemigo político, Alberto Ruiz-Gallardón.

Aguirre se encaró con ellos de forma altanera y desdeñosa, no les entregó toda la documentación que se le requería (acreditado, puesto que tienen presunción de veracidad sobre la palabra de La Lideresa), estuvo a punto de arrollar a uno de los agentes en su afán de escapar del lugar del delito a toda prisa, tiró al suelo una moto del Patrimonio con el lateral de su Toyota, no se detuvo a ver qué daños había causado, a pesar de que ella misma reconoce que se dio cuenta de que había derribado el vehículo, y momentos después, cuando un coche de la Policía Municipal que había estado supervisando toda la operación le ordenó que se detuviese, ella hizo caso omiso del alto y se refugió en su casa.

Como si fuera una jugadora de parchís poniendo a salvo, en la casilla del seguro, una ficha que están a punto de comerle.

Por si fuera poco, una vez en su casa, se sirvió de los dos guardias civiles (que los contribuyentes le pagamos para que la protejan) como si fueran lacayos del casoplón en el que habita. Se evitó así dar la cara y ordenó que fueran ellos los que pactaran con la policía municipal la resolución del incidente, con un parte amistoso.
En vano. Los agentes no quisieron pacto alguno y acabaron formulando una denuncia contra ella en comisaría.

En mi deseo (humanamente comprensible, pero periodísticamente inaceptable) de apuntalar la imagen de La Lideresa, encontré una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que podía venirme al pelo para ofrecer una versión de los hechos que no sólo exculpase a Aguirre, sino que la hiciese aparecer como una pobre víctima de los odios políticos y de los excesos policiales.

Ya lo he dicho muchas veces, pero por si acaso, lo repito.

Para mí, Espe es como Andreíta para Belén Esteban.

Aguirre me parece, con todas sus imperfecciones, un magnífico animal político, un buen gestor y un ser humano atractivo.

Yo, por Aguirre, mato. ¡MA–TO!

No podía consentir que nada que tumbara por tierra la imagen que yo, como apóstol del aguirrismo, voy divulgando  por los medios de comunicación, no tuviera, al menos, una refutación mía en toda regla.

Mi confusión mental en el momento de ponerme a redactar el artículo era de tal calibre, que ahora no recuerdo si empleé el texto de la sentencia del TSJM a mala fe, es decir, sabiendo que la sentencia no dice lo que yo afirmo que dice, o por simple atolondramiento e ignorancia. Conociéndome, probablemente fue una mezcla de ambas cosas.

 Llevo una vida ajetreadísima, que sólo me deja tiempo para leer muy superficialmente cualquier artículo que se publica (eso incluye también los míos, que se cuelgan de internet sin revisión alguna) y además confieso que tengo las mismas nociones de derecho que de física cuántica, por lo que, aún si hubiera obrado de buena fe, no habría estado en condiciones de enterarme de lo que el Tribunal Superior de Justicia dijo realmente en esa sentencia.

Gracias a un colega de la radio, he podido desentrañar por fin qué es lo que estableció el Tribunal, no sin antes haber levantado sobre arenas movedizas un argumentario lógico –jurídico tan endeble que sólo Carlos Floriano se hubiera atrevido a defenderlo.

Pido disculpas al lector por mi insensato y temerario artículo – tenía que haberme dado cuenta de que algo andaba mal cuando me felicitó por él hasta Hermann Tertsch– y procedo, en los párrafos que siguen, a explicar

1) qué es lo que ocurrió realmente aquella tarde aciaga en la Gran Vía madrileña
y
2) con qué técnicas de sofista barato defendí lo indefendible, llegando a ir incluso más allá de los delirios persecutorios de la propia Lideresa.

Lo que estableció realmente el TSJM en la Sentencia que cito en mi artículo es que los agentes movilidad no pueden sustituir a la policía municipal en todas sus funciones.

 Hace unos años, por ejemplo, inmovilizaron un taxi y lo desplazaron hasta el depósito municipal porque el vehículo incumplía varias disposiciones en materia de transporte público.

La normativa del Ayuntamiento no les otorga facultades para eso y tal hecho ya ha sido corregido en el propio Reglamento de Agentes de Movilidad.

http://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Ayuntamiento/Movilidad-y-Transportes/Normativa/ANM-2007-11-Reglamento-del-Cuerpo-de-Agentes-de-Movilidad-de-Ayuntamiento-de-Madrid?vgnextfmt=default&vgnextoid=8a80de1d88402110VgnVCM1000000b205a0aRCRD&vgnextchannel=bd8b66c198c9d010VgnVCM1000009b25680aRCRD&titulo2=1&titulo1=1

Como yo deseaba que la sentencia dijera una cosa que en realidad no dice (mi versión me venía de perlas para devolver a su pedestal a la Lideresa) y además no tengo –perdone el lector lo abrupto de la expresión, pero no es hora de eufemismos– ni puta idea de derecho, usé la sentencia como los borrachos utilizan las farolas: para agarrarme a ella, en vez de para arrojar luz sobre los hechos.

En el HECHO 1 de mi artículo empezó mi sarta de mentiras, de la que hoy me avergüenzo profundamente: dije que aparcar en el carril bus sólo es sancionable si te denuncia la policía local.

No contrasté mi afirmación y hoy reconozco que es falsa. O tal vez intuía que era falsa, pero en ese momento me dio igual que lo fuera: mi único objetivo era dejar en buen lugar a Esperanza Agurre y ridiculizar a los que con tanta saña la estaban denostando.

Los agentes de movilidad sí tienen plenas competencias en materia de ordenación y dirección del tráfico urbano, y eso incluye la potestad de sancionar a aquellos conductores que son sorprendidos infraganti vulnerando el código de la circulación.

Por si fuera poco, omití el hecho de que, tal como consta en el atestado, había un vehículo de la Policía Municipal, aparcado detrás del Totoya blanco de La Lideresa, supervisando el operativo y dando cobertura jurídica y logística a los agentes de movilidad.

Si fuera cierto que los agentes de movilidad no pueden extenderte una multa por aparcar en el carril bus, la policía municipal, que estaba asistiendo al supuesto abuso de poder, habría intervenido de oficio.

La Lideresa, que se ha jactado en todos los medios de ser abogada (es falso, sólo es licenciada en derecho) se avino a pagar la sanción y a entregar a los agentes parte de la documentación que se le requería.
Pero como es abogada, si mi información fuera cierta, Aguirre tendría que haber sabido que esos agentes no podían multarla y se habría negado desde el principio a ser sancionada, alertando a la policía municipal, que se encontraba a pocos pasos.

Lo único que hizo, en cambio, fue, según ella, negarse a recoger la notificación, aunque reconoció más tarde en los medios que fue tonta por no pagar la multa. Habría conseguido un descuento por pronto pago  y los descuideros que le afanaron el bolso horas después, se habrían llevado un botín menos suculento.

En el HECHO 2, insistí, esta vez de forma explícita, en que los agentes de movilidad no pueden sancionar a nadie.
Mi amigo de la radio me dijo que esto se llama extrapolación indebida.  Es decir, apliqué de manera abusiva un criterio conocido (la Sentencia del TSJM sobre el taxista) a otros casos similares, para extraer conclusiones o hipótesis que no procedían en el caso que nos ocupa.

Dicho de otra manera, intenté un timo de la estampita lógico–jurídico que no habría convencido ni a la propia Esperanza Aguirre.

En la estampita, se trata de que el timado piense:

como los billetes de arriba son auténticos, forzosamente han de serlo los de abajo.

En el HECHO 2, convertido en una especie de Tony Leblanc en Los Tramposos, traté de que el lector pensara:

como la sentencia del TSJM prohíbe a los agentes multar a un taxista por no llevar las pegatinas al día, es verosímil que también les incapacite para otro tipo de sanciones.

En este HECHO 2, aproveché para introducir un concepto en el que abundé más adelante: la supuesta ilegalidad de la retención del vehículo de la Lideresa.

La sentencia del TSJM habla de un taxi que es inmovilizado y llevado a un depósito municipal de manera indebida.

Aquí procuré confundir a mis lectores, haciéndoles creer que estábamos ante un caso análogo.

Lo cierto es que retener no es ni detener ni inmovilizar, es simplemente obligar a un ciudadano, desde la legitimidad que otorga la condición de agente de la autoridad, a permanecer en un lugar el tiempo necesario para entregar la documentación que se le requiere.

Si fuera cierto que los agentes de movilidad no pueden retener a un ciudadano, La Lideresa, que es abogada, se habría negado a perder su valioso tiempo con ellos y habría arrancado, en dirección a su domicilio, antes siquiera de entregar su carnet de conducir.
O bien los habría denunciado por sus excesos ante los agentes de policía, que estaban observándolo todo desde el coche patrulla estacionado detrás del Toyota.

En el HECHO 3, me lancé en plancha a la piscina de las afirmaciones temerarias y vine a decir que los agentes de movilidad sólo pueden agitar las manos y tocar el pito en la Gran Vía, como si fueran espantapájaros animados.
Empleé deliberadamente la expresión retener el coche, porque se acercaba más al caso del taxi y me convenía seguir remachando la idea de que eran situaciones análogas.

Lo cierto es que los agentes no retuvieron el coche, retuvieron a la conductora, a la que obligaron a permanecer en el lugar de la infracción, hasta que ellos decidieran que había entregado toda la documentación necesaria.

Los agentes de movilidad, que tienen presunción de veracidad, aseguran que Aguirre no llegó a entregarles el permiso de circulación del vehículo, aunque ella lo negara en sus manifestaciones a la prensa.

Yo tampoco mencioné este hecho en el artículo, porque habría dejado a La Lideresa a la altura de una vieja histérica y despótica, acostumbrada a imponer su voluntad contra viento y marea.

En el HECHO 3,  insinué que los agentes se habían delatado a sí mismos sin quererlo, al decir textualmente:

Según el propio testimonio de los agentes, se excedieron pues en sus funciones, aunque ellos no lo digan así.

Terminé el HECHO 3 con una reiteración innecesaria de las supuestas acciones ilegítimas cometidas por los agentes, para que pareciera que habían violado, en veinte minutos, todas y cada una de las ordenanzas del Ayuntamiento.

Sí retuvieron el coche, sí recabaron documentación y sí intentaron multar. Y era seis, frente a una abuela, aunque la abuela sea de traca.

El concepto abuela lo metí para inspirar simpatía hacia Esperanza Aguirre y para insinuar, sin llegar a decirlo, porque sería inconstitucional, que pudiendo haber tenido un detalle con la vieja, en atención a su provecta edad, los agentes se abstuvieron de hacer con ella una excepción.

Lo cierto es que la Constitución dice en su

Artículo 14

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

En el HECHO 4, volví a incurrir en una extrapolación abusiva de la doctrina del TSJM, al recordar la sentencia contraria a la inmovilización (que no retención) de un taxi e insistí en mi peregrina teoría de que lo único que puede hacer un agente de movilidad es mover las manos para regular el tráfico.

En el HECHO 5 me di cuenta de otra trampa que había en mi artículo y que llegué a introducir de manera totalmente automática (¿tan acostumbrado estoy ya a contar patrañas en mis artículos?)

estaba llamando HECHOS a las que no eran más que apreciaciones subjetivas y juicios de valor.

Dije, por ejemplo, que Aguirre se marchó de allí con todo el derecho de su parte.

Me di cuenta de que estaba contando no lo que pasó sino

 por qué creo yo que pasó lo que pasó
o aún mejor todavía:

por qué me habría gustado a mí que pasara lo que en realidad no pasó.

Mi amigo Max Pradera lo llama periodismo de deseos.
Se publica no lo que es cierto, sino lo que a uno le gustaría que fuera cierto.

Si hubiera escrito únicamente  Aguirre se marchó de allí, sí habría descrito un hecho objetivo.
Al añadir que se marchó porque tenía derecho le di gato por liebre al lector. No era un what lo que estaba contando, sino un falso why disfrazado de what. 
Aquí en España ya me he acostumbrado a hacer periodismo de cualquier manera, pero en EEUU me habrían cerrado el periódico antes de terminar de redactar el párrafo.

En el HECHO 6  dije que la expresidenta tiró una motocicleta al reanudar su marcha.

Redacté el texto de manera que el lector pensase que lo que se llevó por delante Aguirre fue una motocicleta mal aparcada.

En realidad, fue la moto del agente de movilidad, que la colocó delante del Toyota de La Lideresa, precisamente para bloquearle el paso.

La manera honesta de contarlo habría sido

Al darse a la fuga (no tenía permiso del agente para reanudar la marcha) Aguirre arrolló la moto de un agente de la autoridad y ni siquiera se detuvo a ver si había daños.

También establecí un nexo de unión absurdo, a modo de telaraña mental, entre el lugar en que debía estar aparcada la moto y el hecho de que la Lideresa hubiera sido retenida injustamente. 

¿Desde cuando la legalidad o ilegalidad de una detención sirve a nadie para determinar el lugar en que se puede estacionar una motocicleta?
Mi artículo era mucho más prolijo y farragoso –lo cierto es que además de infumable, me quedó interminable– pero el resto ya no eran supuestos HECHOS.
Eran sólo intentos frustrados de ridiculización del adversario y mezcla de churras con merinas, al tratar de relacionar los desvaríos de Aguirre con los disturbios del 22-M.
Una técnica que aprendí de Paco Marhuenda.
Me faltó un chiste que dijera que a Aguirre la salvó que los agentes que abusaron de ella no fueran Mossos de Esquadra.

Pero es que ese chiste ya lo había hecho mi alter ego.

Ya saben, el otro Jiménez: Jiménez Losantos

07 Mayo 2014

Antonio Naranjo acusa a Pradera de «maltratador» por agredirle en Onda Cero con el «puño en alto»

Luis Balcarce

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La sección ‘Con un par‘ del programa ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero hizo honor a su nombre y casi acaba a puñetazo limpio.

Según Antonio Naranjo, Máximo Pradera se «abalanzó sobre él fuera de micrófonos y frente a varios testigos» para insultarle y amenazarle.

Al final, según la versión de Naranjo, Pradera huyó como un conejo cuando éste, harto de ser ‘agredido’, le retó a dirimir sus diferencias a las manos.

La mecha que encendió la pelea tras los micrófonos fue una discusión sobre si Rosa Díez había acertado al apadrinar la presentación del libro del nacionalista catalán Alfred Bosch junto a Jesús Posada.

Naranjo: Rosa Diez podría estar en mil sitios presentando el libro de Bosch. No me apetece legitimar cosas que no son legítimas en ciertos sitios (como el Congreso)
Pradera: Es la misma objeción que ha hecho Alfonso Ussía.
Otero: Me parece ejemplar que personas que piensen diferente se sienten a hablar…
Naranjo: Disiento mucho con este señor (por Pradera) a pesar de que diga estas tonterías de Ussía pero el tema es dónde se dice.
Pradera: El Twitter de Ussía es un hecho, Naranjo
Naranjo: Si me pongo a pensar con quién coincides seguro que no sale ningún periodista.
Pradera: Voy a decir una chorrada. Esto que se junten Rosa Díez con Alfred Bosch es la vuelta del espíritu de la Transición, me da buen rollo, como cuando se juntaban Carrillo con Fraga.
Naranjo: Pues él (por Pradera) lo ha dicho. ‘Voy a decir una chorrada’….

Y ahí fue donde Pradera perdió los papeles reaccionando con amenazas físicas:

Pradera: Pues es la segunda vez que me faltas el respeto, a la segunda te tendré que arrancar la cabeza.

En conversación telefónica con Periodista Digital, Naranjo contó el desagradable encontronazo con el tertuliano y escritor que no se soportan desde que Pradera le hizo una pesada broma en su blog. —Max Pradera se hace pasar por Antonio Naranjo para burlarse de los defensores de Aguirre

«Nosotros, Max y yo, comenzamos en Onda Cero en el mes de septiembre, en el programa de Julia Otero, una sección que se llama ‘Con un par’ donde hacemos análisis político. Pues bien, a pesar de ser compañeros, él me ha estado insultando y burlándose por Twitter, criticando si yo hacía un artículo sobre Esperanza Aguirre o lo que fuese. Hablamos además de una persona que no ha tenido reparos en meterse con Cristina Cifuentes cuando tuvo el accidente, decir que lo que más le gustó del 11-M fue la cara que se le quedó a Rajoy cuando rodearon Génova, que se ha ido al portal de Hermann Tertsch a hacer el saludo nazi o decir por Twitter que iba a ir a la casa de Alfonso Rojo disfrazado de payaso».

«Nosotros, el martes 6 de mayo, estábamos hablando sobre la presentación del libro de Alfred Bosch por parte de Jesús Posada y Rosa Díez, algo que yo no entendía en demasía porque estamos hablando de un político que postula la secesión de Cataluña de España. Sin embargo, Max Pradera, ante mi argumentación dijo que iba a decir una chorrada, que aquello era como volver al espíritu de la Transición y lo único que le respondí es que sí, que tenía razón, que aquello que estaba diciendo era una chorrada. Fue entonces cuando dijo que me iba a reventar la cabeza».

Sin embargo, lo gordo vino después, una vez concluye el programa, según relata Naranjo:

«Cuando ya parecía que estaba todo tranquilo, ya Julia nos había despedido para el próximo programa, Max viene hacia a mí y me dice que él, con sus 100 kilos de peso y sus casi dos metros de altura me puede reventar la cabeza y empieza a zarandearme a la par que me dedica todo un rosario de insultos. Yo intento tranquilizarle porque, además, es una persona por la que yo tenía aprecio y le digo que se calme, pero él sigue, y todo esto delante de testigos. De hecho, durante todo el recorrido hasta que sales de las instalaciones de Onda Cero, él sigue dedicándome improperios amenazantes»

«Pero cuando ya estamos en la calle y veo que sigue con lo mismo, lo que le remarco es que no debía de confundir mi educación con temor y que si lo que buscaba era pelea, pues nada, que yo estaba dispuesto a ello. A partir de ahí, él salió corriendo por toda la calle hasta llegar al coche, en su carrera seguía vociferando y luego, ya en el coche, y con la ventanilla bajada, me siguió insultando».

Añade el periodista que Pradera huyó como un conejo al retarle a dirimir el tema a puñetazos:

«Por supuesto, quiero dejar constancia del trato impecable de Julia Otero que entendió en todo momento que yo ya no iba a hacer la sección con este señor y que ahora, en vez de hacerla cuatro veces en semana, él la hará solo dos días y yo otros dos, pero por separado. También, a modo de reflexión, me gustaría decir que Onda Cero y Atresmedia deberían replantearse si les interesa tener a un maltratador y a un agresor trabajando o colaborando con su empresa».

Max Pradera se ha negado a hacer declaraciones a PD para dar a conocer su versión de los hechos pero sí ha respondido a Naranjo desde su cuenta de Twitter:

«Al Pequeño Mediocre lo han echado de 13TV y ha difamado a su Dircom, lo han echado de Cuatro y ha difamado a Cintora. Su estilo es ése».

— Max Pradera (@maxpradera) Mayo 7, 2014