10 marzo 1923
El pistolerismo entre el sector más violento de los sindicalistas y mercenarios contratados por patronos tiñe de sangre las calles de Barcelona
Asesinado a balazos el líder anarquista español Salvador Seguí, el ‘Noy del Sucre’: temor a que aumente la escalada de violencia

Hechos
El 10.03.1923 la prensa inofrmó del asesinado de D. Sálvador Segí.
Lecturas
D. Salvador Seguí, más conocido como Noi de Sucre, ha sido asesinado a las 7.15 de esta tarde, frente al número 19 de la calle San Rafael de Barcelona.
Mientras paseaba con D. Francisco Comás Pagés, se le acercó un individuo que le disparó en la nuca, al tiempo que otros varios disparaban para cubrir su huida. Se ha detenido a Luis Alcet Estrada, miembro del Sindicato Libre, como presunto autor del atentado. Seguí, secretario general de la CNT, representaba la fracción moderada de la central anarquistal
Entre 1917 y 1923 las calles de Barcelona eran inseguras. La lucha social entre patronos y obreros había derivado en atentados terroristas de uno y otro signo, que acabaron con la vida de personas de ambos bandos, entre otros del dirigente sindical Salvador Seguí, el ‘noi del sucre’.
El sindicalismo de ideología anarquista tenía un fuerte arraigo en Cataluña y especialmente en Barcelona. de hecho era una de las pocas áreas industriales de Europa donde el anarcosindicalismo presentaba tal fuerza dentro del movimiento obrero. En 1911 se fundó la gran central anarquista, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), destinada a tener un papel protagonista en los acontecimientos de los años 1917-1923.
La guerra europea desempeñó también un papel destacado en el fortalecimiento de la acción sindical. El auge económico facilitó que los patronos accedieran con relativa facilidad a las demandas obreras de mejoras salariales. Este fenómeno se percibió como una muestra de eficacia de los sindicatos por parte de las masas, lo que condujo a un fuerte incremento de la afiliación. Sin embargo, la coyuntura cambió rápidamente con la finalización del conflicto mundial. La patronal endureció su postura, y la lucha social se recrudeció. En este sentido la huelga de La Canadiense, una empresa de electricidad, fue paradigmática. Duró en total 44 días (febrero y marzo de 1919) y fue secundada de manera activa por distintos sectores productivos, con lo cual se demostró la capacidad de movilización de la CNT.
El triunfo de las tesis obreras llevó a la patronal a una situación de extrema crispación a la que no eran ajenos los acontecimientos revolucionarios en Rusia / Unión Soviética y el recuerdo de la huelga general de 1917. De ahí que se plantearan acciones represivas que contaron con el beneplácito de las principales autoridades gubernamentales de Barcelona (capitán general, gobernador civil, jefe de policía). Fue en medio de este clima social enrarecido donde nació el terrorismo patronal, que se expresó por un lado con la financiación de bandas armadas dirigidas por individuos de dudosa reputación dedicadas a atemorizar a las organizaciones sindicales, así como a liquidar físicamente a sus principales dirigentes y por el otro con el deseo de meter en cintura a las masas obreras mediante varios cierres patronales como el que se produjo entre el 23 de noviembre de 1919 y el 25 de enero de 1920, el cual afectó a más de 200.000 trabajadores.
Al mismo tiempo las autoridades encabezadas por el gobernador civil Martínez Anido, emprendieron por su parte una política complementaria de represión, especialmente entre los años 1920 y 1922: detenciones de estacados dirigentes, clausura de los sindicatos y especialmente la denominada ‘Ley de Fugas’. La respuesta de los sectores anarcosindicalistas más radicales no se hizo esperar, y la espiral de violencia fue cobrando víctimas por ambos lados. Durante este período se cometieron en la ciudad de Barcelona alrededor de 300 asesinatos, entre ellos el citado de Salvador Seguí, conocido popularmente como el noi de sucre, uno de los principales dirigentes de la CNT firme partidario de la acción política de masas y contrario a los atentados personales.
El Análisis
Barcelona ha vuelto a teñirse de sangre. En una calle del Raval, el pasado 10 de marzo, Salvador Seguí, más conocido como El Noi del Sucre, ha sido asesinado a balazos por pistoleros en lo que parece ser otro episodio de esa espiral trágica que enfrenta, sin ley ni pudor, a bandas armadas que dicen actuar por ideales. Pero su muerte no es solo la de un dirigente obrero: es también una señal inequívoca del grado de descomposición moral e institucional que atraviesa no solo Cataluña, sino toda España.
Seguí, a pesar de su militancia anarquista, era una figura atípica dentro de su movimiento. Su liderazgo en la CNT no era el del incendiario, sino el del obrero ilustrado, contrario al terrorismo individual y convencido de que la organización obrera debía alcanzar sus metas mediante la cultura, la negociación y la huelga general. Fue el primero en alertar contra el uso de la violencia como método revolucionario. Por eso estorbaba tanto a los patronos que impulsan el llamado pistolerismo blanco como a los sectores anarquistas más radicales, para quienes Seguí representaba una traición moderada a los dogmas del conflicto. Su asesinato parece haber sido perpetrado por sicarios a sueldo de esos intereses que prefieren la sangre a la palabra. Y el Estado, una vez más, ha permanecido ausente, cómplice en su impotencia.
La muerte de Seguí no es un crimen aislado, sino un síntoma. El sistema de la Restauración, incapaz de encauzar la modernización social, ha dejado que Barcelona se convierta en un campo de batalla entre pistoleros. En lugar de Estado, hay bandas. En lugar de justicia, venganza. El movimiento obrero pierde a una de sus voces más lúcidas, Cataluña se desliza hacia una fractura peligrosa, y España —sin horizonte claro— se consume entre trincheras urbanas. No basta ya con llorar a los muertos: urge reconstruir las condiciones de convivencia que impidan que la política se siga escribiendo con pólvora.
J. F. Lamata