5 mayo 1986

Estaba en el poder desde la invasión del país por tropas de la URSS en 1979

Babrak Karmal destituido como dictador comunista de Afganistán por orden de la Unión Soviética de Gorbachov

Hechos

El 5.05.1986 Babrak Karmal renunció como Presidente de Afganistán, siendo reemplazado por Mohamed Najibula.

Lecturas

EL NUEVO DICTADOR COMUNISTA DE AFGANISTÁN

Najibula Mohamed Najibula será el sucesor de Babrak Karmal como secretario general del partido comunista de Afganistán, PPD, y por tanto el nuevo jefe de Estado ‘de facto’ del Estado y del Gobierno del país. Está vinculado a la represión de opositores y al KGB soviético, por lo que ha sido apodado por sus enemigos como ‘el carnicero de Kabul’, paro también aparece con una imagen más dialogante y moderada que su antecesor.

05 Mayo 1986

El máximo dirigente del régimen de Kabul había perdido el favor de Gorbachov

Pilar Bonet

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La dimisión de Babrak Karmal, de 57 años, como secretario general del Partido Popular Democrático (PPD) de Afganistán es, independientemente del estado de salud del dirigente, un indicio de que éste no era el hombre de confianza que Moscú necesita para una consolidación de un régimen en el país vecino que le permitiera sacar de ahí a sus soldados. Ésta es la impresión entre observadores occidentales en la capital soviética, después de que Tass informara del cese de Karmal, «a petición propia» y «por motivos de salud», en un pleno del partido celebrado ayer mismo.

El despacho de Tass, que se remitía a la agencia afgana Bajtar, indicaba que el pleno le expresó a Karmal su «agradecimiento» por los «muchos años de trabajo» como secretario general y por su «contribución a la causa de la revolución de abril». Karmal continuará siendo presidente del Consejo Revolucionario, pero el puesto tiene un carácter inferior al que desempeñaba hasta ahora, que pasa a ser ocupado por el jefe de la seguridad, Najibullah, de 39 años.Karmal, que fue sostenido en el poder por Moscú en 1979, en contra de la otra fracción de los comunistas afganos, había sido recibido con elogios por Leonid Breznev en 1981. durante el 26º Congreso del PCUS. Cinco años más tarde, Gorbachov le hizo un desplante no recibiéndole personalmente, pese al discurso lleno de elogios que Karmal dedicó entonces a la URSS desde la tribuna de oradores. El líder soviético, por su parte, manifestó desde el foro del Congreso que Afganistán es una «herida sangrante». El cese de Karmal podría haberse gestado en Moscú durante los últimos tiempos, en opinión de observadores políticos en la capital soviética. El 30 de marzo Karmal abandonó Afganistán para una corta estancia no oficial en la Unión Soviética, de donde regresó a su país el jueves de la semana pasada. Durante el período de estancia de Kamal en la URSS pasó por Moscú el primer ministro afgano, Alí Keshtmand, y la Prensa soviética dio una cobertura de excepción a la visita. Por Moscú pasó también el ministro de Asuntos Exteriores, Shah Mohammad Dost, quien pasó cuatro días en la capital soviética antes de volar hacia Ginebra para participar en las conversaciones indirectas con Pakistán, bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

Con ocasión del octavo aniversario de la revolución de abril de 1978, el periódico Pravda había publicado un artículo criticando a los dirigentes afganos por no haber sabido ampliar su base popular. La resistencia en Afganistán sigue siendo designada en la URSS con el apelativo dedushmanos (bandidos) o «bandas contrarrevolucionarias», pero a éstos se les trata con algo más de ductilidad que en el pasado.

Un documental del Ejército soviético proyectado recientemente por la televisión concluía diciendo que «en muchas ocasiones se les ha obligado a coger las armas» (…), «pero la vida les ha enseñado quién es su verdadero amigo». El documental, que mostraba escenas deconfraternización entre los soldados soviéticos y la población civil, entrevistaba a jóvenes soldados que decían que su estancia allí era «difícil», pero aseguraban también haberse acostumbrado. El peligro existente no era minimizado en la pantalla, y con ello se ponía de manifiesto la magnitud deíla resistencia. El conductor soviético de un camión militar explicaba que las estrellas que decoraban la puerta de su vehículo (una larga fila) estaban allí para conmemorar las veces que había pasado por un estratégico túnel y salido con vida del trance.

«La velocidad en las carreteras afganas a menudo es el aliado más seguro del conductor. Cuanto más rápido, tanto más seguramente te defiendes del ataque directo de los grupos de bandidos o de las balas», era una frase de un soldado soviético en Afganistán, recogida recientemente por el periódico La Industria Socialista.

Ni Babrak Karmal ni los representantes soviéticos estuvieron en Kabul durante las festividades conmemorativas del 27 de abril. Karmal, sin embargo, aparecía en el documental del Ejército soviético (emitido a mediados de abril pasado) mientras entregaba diplomas a los soldados.Izvestia le había ahorrado el pasado otoño el apelativo de títere con el cual le había designado el presidente Ronald Reagan en la entrevista que concediera a la Prensa soviética.

La presencia militar de la URSS en Afganistán es recogida en claveheroica por la Prensa, pero en privado los ciudadanos de la URSS expresan disgusto y preocupación por ello. La moral del Ejército puede no ser tan alta como se indica oficialmente, y fuentes soviéticas señalaron que hay varios procesos en marcha por corrupción contra altos cargos soviéticos que estuvieron cumpliendo misiones en Afganistán. Este extremo no ha podido ser confirmado. Los afgantsi, osoldados que luchan en Afganistán, tienen sueldos superiores y también mejores oportunidades de ascenso, para lo cual ven reducidos los plazos de espera. Afganistán constituye para el Ejército de la URSS un campo de entrenamiento excelente y, en opinión de medios soviéticos, está proporcionando una nueva generación de oficiales jóvenes que sí tienen experiencia en el combate.

El Ejército, afirmaban estos medios, no estaría en contra de emprender una acción ofensiva de carácter aleccionador contra Pakistán y no tiene inconveniente en proseguir la lucha el tiempo que haga falta.

Gorbachov parece pensar de otro modo y ha expresado su deseo de retirar las tropas soviéticas de Afganistán. A la vuelta a Moscú, después de la cumbre de Ginebra, Gorbachov acusó a Estados Unidos de impedir la normalización en Afganistán y de apoyar de forma financiera y con armamento a las bandas contrarrevolucionarias.

La retirada de las tropas soviétiticas pasa, según Moscú, por la conversión de Aiganistán en un país no alineado, con garantías de que otros países no intervengan, según manifestó Gorbachov ante el Soviet Supremo de la URSS, dejando de referirse a las tropas soviéticas en Afganistán con el tradicional apelativo de «contingente limitado». EE UU lleva «una guerra no declarada contra Afganistán», ha dicho Gorbachov. Y de rebote, según esta tesis, contra la URSS.

05 Mayo 1986

No todos pueden ser como Kadar

Miguel Ángel Bastenier

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Los afganos procuran luchar contra los extranjeros cuando es posible y entre ellos siempre que es necesario. Este es un punto de vista extendido entre los occidentales que han llegado a conocer bien el gran país asiático, emparedado sin salida al mar entre la URSS, Irán y Pakistán. Los comunistas afganos han hecho siempre honor al mencionado apólogo-sobre su capacidad combativa, reproduciendo en su seno una de las muchas discordias civiles que ha conocido Afganistán en su edad contemporánea.Babrak Karmal, de 57 años,la sido un multicombatiente de guerras civiles tanto fuera como dtntro del partido comunista, que contribuyó a fundar en 1965 junto a su gran aliado-adversario Mohamed Taraki. Apenas dos años después de la fundación del partido se producía su escisión, de la que surgía Karmal como líder de la facción parcham (bandera) de carácter internacionalista, totalmente devota de la Unión Soviética, mientras que Taraki, en una línea de nacionalismo independiente, permanecía al frente de la jalq (pueblo). Las rel aciones entre los dos grupos fueron tan uniformente malas en los años siguientes como sorprendentemente buenas eran las de Karmal con la monarquía, hasta el punto de que su partido recibió el sobrenombre de partido comunista real afgano. Esa etapa de colaboración inducida por Moscú se acabaría con el golpe de Estado de 1973 en el que Mohamed Daud, deponía a su primo, el último monarca de la tribalidad afgana, y se proclamaba presidente de una,república con una ardua vocación de neutralidad. Esta resultaría tanto más difícil de sostener en una encrucijada geográfica que había sido ya desde el síglo XIX objeto de rivalidad entre el Este y el Oeste. El Oeste a la sazón representado por el imperio británico y el Este, como siempre, por Moscú.

El establecimiento de una república que quería obtener la garantía de Moscú a cambio de la concesión neutralista, permitió el acercamiento de las dos facciones enemigas. Karmal, que había sido un agitador estudiantil dotado de una gran capacidad oratoria en su lengua natal, el pushtu, encontraba su base política en la clase media urbana, incipientemente modernizada en un país de confesión mayoritaria y abruptamente suní dentro del islamismo.

En 1978 los compañeros de viaje de Daud habían decidido que ya habían recorrido toda la parte del trayecto que les correspondía, y Taraki se proclamaba presidente tras proceder a la deposición de Daud. En ese momento comenzaba, no sin matices, la alineación de Afganistán en el surco moscovita. Inicialmente Karmal apoyó a Taraki, produciéndose entonces la reunión formal de las dos alas del partido, aunque la queja de que los jalq ocupaban todos los puestos clave de la maquinaria del poder nunca había permitido una verdadera reconciliación.

Cuando Taraki fue asesinado por otro miembro de la cúpula parchami, Hafizullah Amin, que le sustituía en la ensangrentada presidencia, Karmal se hallaba de embajador en Praga en un tranquilo exilio que le permitía cultivar la conexión soviética. La línea Taraki que ya había marcado un primer distanciamiento de Moscú se vería ahondada por Amin, un auténtico nacionalista afgano, que quería reanudar el diálogo con Estados Unidos como muestra de independencia y para equilibrar la agobiadora vecindad de la potencia soviética. En diciembre de 1979 Babrak Karmal entraría en la historia aunque fuera básicamente porque le llamaran. Moscú deponía a Amin y echaba mano de su hombre ligio a comienzos de 1980.

Durante estos años el presidente y líder del partido comunista afgano ha sido el hombre de Breznev que le eligió para hacer una política de pacificación más que de guerra civil. Las circunstancias de la sublevación guerrillera han desgastado los intentos de apertura del régimen que, en los dos primeros años de la presidencia de Karmal, trató de suavizar la irilposición de la laicidad a un país largamente tribal de un islamismo de trashurriancia belicosa y enfrentamiento de clan. Karmal ha fracasado en su intento tanto de llegar a un acuerdo con Pakistán para lograr el cese de la ayuda a la guerrilla, como de atraerse a las clases urbanas de un islamismo presumiblemente más laxo.

Si Andropov, el sucesor de Breznev en 1982, no hubierá fallecido a los 16 meses de mandato, es probable que el relevo de Karmal se habría producido a no tardar, pero su sustitución por Konstantín Chernenko tuvo el efecto de paralizar todas las iniciativas exteriores de la Unión, Soviética. La muerte de éste últímo y su sustitución por Mijail Gorbachov ha servido para que una deposición anunciada acabara produciéndose. Al mismo tiempo que las tropas soviéticas tratan recientemente de tomar« la iniciativa en una guerra que en ocasiones parecía dormirse sin vencedores ni vencidos, para hallarse en la mejor posición si llega el momento de las negociaciones, Moscú necesita a un hombre aceptable para el diálogo con Pakistán.

Janos Kadar en Hungría y Gustav Husak en Checoslovaquia, dos hombres de la normalización soviética, han demostrado ser tan duraderos como la paz que presiden. Si Karmal, que retiene la presidencia de Afganistán, no les puede emular en longevidad tampoco su suerte parece que vaya a ser la del general Nguyen Van Thieu, exiliado por una guerra perdida igualmente contra un movimiento guerrillero.

05 Mayo 1986

Cambio de rumbo en Afganistán

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El cese del secretario general del partido comunista a gano, Babrak Karmal, y su sustitución por el jefe de policía secreta, Najibullah, parece confirmar una nueva actitud de la URSS hacia el problema de Afganistán y deseo de Gorbachov de dar una solución política al enfrentamiento en aquel país, en el que las fuerzas armadas de Moscú difícilmente pueden obtener la victoria por medios militares.La sustitución de Karmal -que, aunque conservan su puesto de jefe del Estado, abandona el primer plano de la acción política- viene a remover un obstáculo bien conocido para una eventual suavización del régimen que pudiera conducir a una negociación con el vecino Pakistán, santuario y estación de tránsito para la ayuda militar norteamericana, y, en una segunda fase, con las propias fuerzas guerrilleras que se oponen al régimen apoyado por las tropas de invasión soviéticas. Karmal que fue llevado por la Unión Soviética de la embajada afgana en Praga para ponerle al frente de la situación 4 diciembre de 1979, cuando las fuerzas de Moscú depusieron manu militari al líder del comunismo nacionalista Hafizullah Amin, era un improbable Kadar para una tarea no ya de pacificación política, como en la Hungría 1956, sino de enfrentamiento a una revuelta popular base tribal y religiosa islámica.

Karmal, apenas instalado en el poder, liberó a los presos políticos, que su antecesor había acumulado en breve pero sangriento período, y restableció la tradicional bandera afgana, que había sido reemplazada con triunfo de la revolución comunista por otra anclada fundamentalmente en el rojo. Sin embargo, los límites de acción de Karmal se hallaban, de un lado, en su insistencia en que el poder fuera monopolizado por el partido comunista -en Afganistán llamado Partido Democrático Popular- y en una clara decantación por su propia rama del partido. el comunismo afgano ha sufrido históricamente de la rivalidad entre dos facciones: la de la Parcham (Bandera), formada básicamente por afganos de cultura persa y lengua farsi, y la del Jalq (Pueblo), de carácter muy específicamente nacionalista y que encontraba su fuerza en las tribus pathanes de lengua pushtu, habitantes de los -confines con Pakistán. Karmal, un parchami, había representado en 1979 el triunfo de ese grupo dentro del partido, presumiblemente más moldeable a los intereses de Moscú, y había gobernado sobre una base humana de su misma procedencia política.

Desde la llegada de Gorbachov al poder, Karmal, que había sido el hombre de Breznev hasta la muerte de éste, en 1982, no resultaba el interlocutor ideal para la nueva política de Moscú. En febrero pasado, en los actos del congreso del partido comunista soviético el líder del Kremlin había hablado de la «herida abierta» que representaba para la URSS la interminable guerra de Afganistán y expresado su deseo de establecer las bases para una retirada del contingente soviético. El propio Karmal, presente en las celebraciones, quiso infructuosamente obtener una entrevista con Gorbachov que tuviera el carácter de un imprimátur para su persona ante lo que se podía presumir como un cierto giro político de Moscú sobre el problema. Karmal tuvo que regresar a Afganistán sin entrevista privada y con los colores subidos ante su propia parroquia. En enero anterior, sólo la presión soviética había conseguido vencer la resistencia del jefe del comunismo afgano para que incluyera a no comunistas en su Gobierno, en una tentativa para ampliar la base popular del régimen ante la clase media urbana, relativamente modernizada, que no se inclina necesariamente por el apoyo a la revuelta tribal, religiosa y montañera.

En abril, Karmal partió de nuevo para la URSS para seguir tratamiento de una dolencia pulmonar, y durante su mes de permanencia bajo cuidados médicos los rumores volvieron a cobrar fuerza respecto a su eventual sustitución. Apenas unos días después de su último regreso, el consabido anuncio de que su estado de salud no le permite seguir desempeñando sus funciones da paso a su dimisión y relevo. El nombramiento de su sucesor parece encaminado a hacer posible a la vez un mayor acercamiento con la facción jalq, puesto que, como la mayoría de sus componentes, el nuevo líder afgano es de lengua pushtu y originario de la zona lindante con Pakistán, aunque sea parchami, y con los elementos ciudadanos no identificados ni con la guerrilla ni con el Gobierno. Paralelamente, puede dar un nuevo impulso a las negociaciones indirectas con Pakistán, que esta semana se reabren en Ginebra, en el marco de la ONU, sobre el futuro de Afganistán. Si con todo ello se logra una mínima pacificación en el país, Gorbachov tendría la oportunidad de retirar las tropas soviéticas y, con ello, de salirse de un atolladero para su país que podría llegar a ser tan intratable como lo fue el de Vietnam para Estados Unidos.