30 abril 1986

Tragedia ecológica en Chernobil: Desastre nuclear en la Unión Soviética

Hechos

El 28.04.1986 se produjo una explosión en un reactor nuclear de la Central de Chernobil.

Lecturas

EL GOBIERNO TRATÓ DE OCULTAR LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA:

Gorbachov_Mijail

30 Abril 1986

La tragedia nuclear

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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EL ACCIDENTE ocurrido el pasado fin de semana en la central nuclear de Chernobil, situada a 130 kilómetros al norte de la capital de la república soviética de Ucrania, es el más grave producido hasta el momento en la historia de esta compleja tecnología energética. Incluso si no se confirmasen las cifras de víctimas adelantadas por fuentes norteamericanas -que estiman en más de 2.000 el número de muertos y entre 10.000 y 15.000 el de personas evacuadas de la zona-, los datos conocidos hacen temer que se trate de una catástrofe de grandes dimensiones y efectos duraderos.La actitud de las autoridades soviéticas, que sólo reconocieron el accidente 24 horas después de producido, y únicamente tras la alarma dada por el Gobierno sueco, hacen razonable la desconfianza con que en todo el mundo han sido acogidas las escuestas y versiones de esas autoridades; incluso cabe pensar que, de no mediar la intervención de Suecia, jamás se hubiera reconocido el accidente. Fuentes científicas de Alemania Occidental han, adelantado, por lo demás, que la naturaleza del accidente -fusión del grafito en el interior de uno de los reactores- constituye el supuesto de máximo riesgo de todos los posibles en instalaciones de este tipo.

Ya a raíz de] suceso de Harrisburg, en Estados Unidos, se puso de manifiesto que era más lo que se desconocía que lo que se sabía en relación a los peligros potenciales de las centrales nucleares. El informe Kemeny, preparado entonces por encargo del presidente Carter, reconocía, por ejemplo, que problemas fundamentales, como el de los peligros derivados de la acumulación de residuos dentro de las centrales nucleares, no habían sido evaluados. Ahora se informa que nada se sabía sobre las condiciones que podría provocar la fusión del grafito, aunque sí que, caso de producirse dicho fenómeno, se ocasionaría una reacción nuclear en cadena muy difícil de detener y de consencuencias incalculables.

El accidente de la central soviética -que podría no ser el primero de comparable gravedad: fuentes norteamericanas insisten en una catástrofe similar registrada en la URS S a fines de los años cincuenta- ha puesto de relieve no sólo las grandes lagunas técnicas respecto a la seguridad todavía existentes, sino la ausencia total de una normativa internacional al respecto. Y, sin embargo, el hecho de que la nube radiactiva haya sido detectada en Escandinavia indica hasta qué punto el problema desborda las fronteras en que los Gobiernos ejercen su función.

Instituciones como la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), con sede en Viena, recomiendan a los países miembros el intercambio de informaciones relativas a accidentes producidos, de cara a la adopción de eventuales medidas complementarias de seguridad, pero ninguna norma jurídica sobre cuáles deban considerarse medidas obligatorias existe en el mundo.

La convicción según la cual en el mundo occidental las centrales en funcionamiento están sometidas a condiciones de seguridad mucho más exigentes que las situadas en países del bloque soviético, se apoya en la inexistencia en este último de una opinión pública con capacidad de influir en las decisiones; pero el hecho de que los técnicos suecos que detectaron la nube radiactiva creyeran inicialmente que se trataba de una fuga de sus propias centrales, demuestra que ni siquiera los sistemas de detección de riesgo ofrecen, incluso en los países occidentales con tecnología más avanzada, garantías suficientes.

La apuesta mundial por la energía nuclear (en el mundo existían a fines de 1982 un total de 276 reactores en funcionamiento y otros 234 en construcción o en fase de proyecto) se relacionó con el incremento del precio de los crudos. Doce años después del inicio de la crisis de la energía, la experiencia parece irreversible. El nuclear es un riesgo con el que está condenado a vivir el mundo, incluso en aquellos países que han decidido prescindir de él. El accidente de Chernobil, incluso si sus efectos no llegan a ser los que hoy se temen, obligarán a modificar drásticamente los términos del debate sobre la utilización civil de la energía nuclear. Y demuestran la necesidad de acuerdos internacionales que no dejen al albur del riesgo ajeno la seguridad propia.

05 Junio 1986

La sacudida de Chernobil

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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HA PASADO ya el momento de la emoción, de los sustos, de esa sensación que muchas regiones europeas han vivido de que se acercaba un peligro terrible e invisible que podía envenenarles el aire, los alimentos o las bebidas. En cambio, en un ambiente más racional, el problema de las amenazas que son inherentes a la existencia de centrales nucleares como fuente de energía en Europa se está convirtiendo en tema político de primer plano, para los Gobiernos, para los partidos y para los medios científicos. La pregunta a la que es ineludible responder es si, en los diversos países, deben seguir funcionando las centrales que existen, si se deben realizar los planes de ampliarlas o de crear nuevas, como si en Chernobil no hubiese ocurrido nada.La respuesta de los principales Gobiernos, tanto en Occidente como en el Este, se ha concentrado en estudiar mejores controles y medidas de seguridad, un sistema más perfeccionado de información en pasos de accidente, todo lo cual es sin duda positivo, pero no responde a la cuestión fundamental. Numerosos sondeos de opinión indican una creciente voluntad de los ciudadanos europeos de que se suspendan los planes de desarrollar las centrales de ese género, e incluso de que se cierren las que funcionan. El premio Nobel de física italiano, Carlo Rubbia, lo ha planteado de una forma particularmente radical; considera que Chernobil representa un viraje en la historia de la ciencia, porque demuestra que son posibles accidentes nucleares con consecuencias gravísimas para el hombre y para el ambiente. Por tanto, considera que la opción más sabia es renunciar gradualmente a la energía nuclear, en un proceso que concluya en el año 2010. Ha defendido esta tesis ante el congreso de la Democracia Cristiana italiana, y su opinión ha causado impacto en diversos medios. En Italia se han desarrollado ya grandes manifestaciones y está en marcha una petición de referéndum, para que los ciudadanos puedan decidir el futuro nuclear del país.

Sin embargo, es en la República Federal de Alemania donde el debate sobre la energía nuclear está pasando a ocupar el primer lugar en las preocupaciones del Gobierno y en la confrontación entre partidos. Ello se debe a que el impacto del accidente de Chernobil fue muy directo; en varias ciudades alemanas se cerraron las escuelas para que los niños no saliesen de sus casas; por otro lado, la energía nuclear representa en la RFA uno de los porcentajes más altos de Europa (si bien muy inferior al francés); la existencia de un Partido Verde muy activo ha contribuido a sensibilizar a la población sobre esas cuestiones desde hace bastante tiempo. En este clima, el descubrimiento de que el 4 de mayo se produjo una fuga radiactiva en la central de Hamm-Uentrop, que fue ocultada por la empresa, ha añadido leña al fuego del debate; se confirma con esta experiencia la insuficiencia total de soluciones basadas en mejorar la información y los controles. El hecho político más significativo es el cambio de la socialdemocracia y de los sindicatos DGB, los cuales en períodos anteriores han apoyado el desarrollo de la energía nuclear. El propio Willy Brandt ha reconocido que la posición anterior del partido era errónea, y que ahora tenía que modificarla. En concreto, el SPD pide que se interrumpan los trabajos del centro de tratamiento nuclear de Wackersdorf, en Baviera, y que no se ponga en marcha el generador de Kalkar, en Renania del Norte-Westfalia. A la vez, ha encargado a una comisión especial el estudio de un plan para el paro progresivo de las centrales nucleares, hasta finales del siglo. La misma posición han adoptado los sindicatos DGB en su reciente congreso de Hanover.

El parón nuclear se ha convertido, sobre todo en las últimas semanas, en el tema central de la polémica y del enfrentamiento entre el Gobierno Kohl y la oposición socialdemócrata. En una gran medida decidirá las elecciones regionales de Baja Sajonia que tendrán lugar este mes e influirá en las elecciones parlamentarias de 1987, ante las que Kohl se presenta con una imagen deteriorada. Dentro mismo de la coalición encabezada por Kohl la presión antinuclear se hace sentir, y personalidades de prestigio se distancian de la posición del canciller. En el congreso del Partido Liberal, el secretario general, Haussmann, encabezó una posición antinuclear que casi obtuvo la mitad de los votos. En el propio partido de Kohl, algunos dirigentes han expresado opiniones discrepantes; el presidente de la República, von Weiszacker, democristiano, ha abordado el tema, diciendo que seguir con los planes nucleares anteriores sería una «dimisión política, una sumisión ante las coacciones de la técnica».

En la conciencia europea, Chernobil ha provocado una sacudida; el tema nuclear no se puede abordar sólo o primordialmente a partir de imperativos económicos; es algo que puede encerrar peligros para la vida de todos.