28 marzo 2010

El bloguero de EL PAÍS usó como argumento la aparición en LA GACETA de un artículo firmado por un militar anónimo (El Centinela) recordando a aquel anónimo de EL ALCÁZAR que firmaba como Almendros

Carlos Dávila (LA GACETA) se enfurece con José María Izquierdo (EL PAÍS) por compararle con EL ALCÁZAR

Hechos

El director del diario LA GACETA, D. Carlos Dávila, dedicó el 7.03.2010 una página completa a responder una alusión del periodista de EL PAÍS, D. José María Izquierdo, en su blog.

07 Marzo 2010

GOLPISTAS Y GORILAS

José María Izquierdo

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Ser un tarra, un carcamal, un ajado senescente es una puñeta. Se lo digo yo. A partir de almacenar un determinado número de años en la chepa, te duelen las articulaciones, hoy una rodilla, mañana un codo, y siempre se te mueve un canino, un molar o un premolar… si es que te quedan. Muchos de los comentaristas de este blog, por ejemplo, ya se han dado cuenta, y lo menos que llaman a este catavenenos es senil. ¡Qué le vamos a hacer! Más quisiera uno ser un pimpollo rompedor como Muñoz Escassi. Les hablaba de achaques, pero lo peor de llegar a este estado es la condena que te hace cumplir, indefectiblemente, la maldita memoria. Si la pierdes, una tragedia; si la mantienes, un drama. Pasa, por ejemplo, que a los que la conservamos más o menos en estado aceptable, aunque sin exagerar, se nos remueven las tripas y cualquier otra cosa que tengamos removible cuando leemos a golpistas manifiestos. Pasa que les conocemos y sabemos sus trampas. Pasa que ya les hemos oído, aguantado y leído hace treinta años. Pasa que son inconfundibles porque siempre dicen y hacen lo mismo. Pasa que su insufrible carcundia y su limitada capacidad política les obliga a limpiar las botas de los militares, dar lustre a sus espadones y buscar cobijo bajo sus gorras.

Y pasa que a comienzos de 2010 vuelven aquellos gorrinos hambrientos a sus pocilgas de costumbre, como hicieron en la transición y decíamos ayer. Pasen y vean a Carlos Dávila, El Centinela y LA GACETA, o lo que es lo mismo, a Antonio Izquierdo, Almendros y EL ALCÁZAR. Si su tierna edad les hace ignorar de qué hablamos, hagan el favor de consultar a sus mayores, que como todo el mundo sabe es para lo único que sirven: para contar batallitas.

Aquellos señores fueron el apoyo imprescindible, los cómplices-inductores del golpe del 23-F y algunas otras intentonas fracasadas. Un periodista fascista, un periódico de más allá de la ultraderecha, y un grupo de militares –aunque no sólo- golpistas, llenaban el argumentario de cabezas tan huecas como las de Tejero o tan fanáticas como las de Miláns del Bosch. Siempre contaban, además, con la inestimable colaboración de alguna firma militar de relumbrón, ya en la reserva, para animar el cotarro. Aquella tragedia intentan reproducirla hoy como una farsa –ya, cito a Carlos Marx, ¿pasa algo?- Dávila, un colectivo de anónimos militares, El Centinela, y un diario ultra, LA GACETA, ariete escrito de la afamada muchachada del Grupo Intereconomía. Añadan la coincidencia, en un espacio de 48 horas, del artículo del teniente general Agustín Muñoz-Grandes en la Tercera de ABC, que comentábamos el lunes, y ya tenemos el mismo combo que a finales de los setenta, comienzo de los ochenta.

Vayamos paso a paso que nadie nos espera: Editorial de LA GACETA del 1 de marzo: “El Ministerio de la desunión”: “Publirreportajes con generales sonrientes como el aparecido el domingo en el colorín de Prisa apenas ocultan el malestar de buena parte de los militares con un ministerio y un Gobierno que maltratan y desvirtúan su función, bien mediante sutiles ninguneos, bien mediante un estéril revisionismo de la Historia”. A continuación, lista de agravios, la condecoración a los miembros de la UMD entre ellos, para continuar: “Las Fuerzas Armadas son las grandes olvidadas de la vitrina de glorias de la Transición (…) El militar se profesionalizó ejemplarmente, lo cual facilitó las cosas para que (…) deviniera en la fuerza eficaz que demanda la geoestrategia de Occidente. No se puede decir lo mismo de los políticos, singularmente en la era Zapatero, que no han dudado en instrumentalizar a las Fuerzas Armadas. Haciendo demagogia electoralista con Irak, llegando al poder con una retirada y manteniéndose luego con una no-guerra, en la que ha perdido la vida casi un centenar de españoles; desnaturalizando la misión de los militares con proclamas hippies como la doctrina Bono: es preferible morir que matar; lo cual se ha cumplido casi al pie de la letra en Afganistán, al enviar a nuestros soldados a una muerte segura a bordo de material defectuoso (los obsoletos blindados BMR); engañando a los ciudadanos con la milonga de la misión de paz; generando malestar con la Ley de la Carrera Militar”.

Carlos Dávila, ayer, martes, 2 de marzo, en la primera de LA GACETA, periódico que tiene el honor de dirigir. Su sección se titula “En el día de hoy”. ¿A los lectores jóvenes, o a los improbables de Ucrania, Camerún o Barbados no les suena esta sutileza sediciosa? Se lo recordaremos: ese era el comienzo del último parte de guerra firmado por Francisco Franco el 1 de abril de 1939: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo…”. Bien. Pues Dávila escribía ayer lo siguiente: “Están empezando a hablar los militares. Unos, los que están en el poder inmediato, impelidos por su jefa, la ministra Chacón [se supone que se refiere a EL PAÍS Semanal], y otros, en la reserva, porque contemplan, ateridos de enojo, lo que está haciendo Zapatero con los Ejércitos. De los primeros, mejor no hablar. Rodríguez, el Jemad, es un acólito que se presta incluso a sacar las castañas del fuego a su desdichada líder. Los segundos se hacen cruces (léanlo hoy en el seudónimo colectivo, ‘Centinela’, de este diario) de cómo la Chacón está demoliendo lo poco que ya quedaba de nuestras Fuerzas Armadas. La progresía (…) sospecha ya (…) ruido de sables; no hay tal; hay ruido de cerebros”.

Mismo diario, mismo día, en páginas interiores, el artículo que anuncia Dávila, “Rumbo a la deriva”, firmado por un colectivo, El Centinela, e ilustrado con la efigie de un militar al que se le han tapado los ojos. Vaya una pequeña muestra, que tampoco hay que hacerles muchas alharacas, para que quienes tengan memoria se acuerden de Almendros, calco de conceptos, calco de palabras, y para que aquellos que nada recuerdan degusten el sabor de la prosa golpista: “Ha cambiado el clima político…dicen; son ya demasiados los muertos y los años de tibieza política, de mentiras y de traiciones de algunos de los que se hacen llamar representantes del pueblo, como para creernos que la normalidad se acerca”.

José María Izquierdo

07 Marzo 2010

EL GOLPE, VUESTRO GOLPE

Carlos Dávila

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Durante todo este tiempo, he mantenido las mismas ideas liberales que me da la gana prego­nar donde quiera y donde me dejen. Zarzale­jos y su Vocento más gallina no me dejaron en mi ABC.

Aquí, en España, el peor refrán de todos los que guarda nuestro brillante flo­rilegio es éste: “El que calla, otorga”. Bien: yo no pienso otorgar ni, mucho menos, ame­drentarme ante lo que está siendo una provo­cación sostenida en la llamada Red. Se trata, a diario, de presentar a este Grupo Intereco­nomía, a la Gaceta que dirijo, y, desde luego, a mí, como entidades o individuos ultracavernarios, zoquetes también y última­mente ya golpistas. Incluso gorrinos, según nos califica un veterano dirigente de PRISA, poco conocido hasta ahora por sus aportacio­nes editoriales y doctrinales, un sujeto que empezó sus labores en el periodismo, no pasa nada, en Magisterio, una revista directamen­te dependiente del Ministerio de Educación de Francisco Franco. Luego se ha paseado por diversos cargos del polanquismo con variada, por decir algo, suerte. Ahora se ha conjurado con el gran Sopena –el simpati­quísimo cronista al que yo traté cuando ambos trabajábamos para el Grupo 16– en el vómito biliar contra nosotros, los citados; y, claro, mientras ambos se han limitado a hacer gracietas suburbiales contra nuestros eslóga­nes, eran pasables sus aldeanos desmanes, pero cuando se nos imputa, o se me imputa, ser el referente actual de Antonio Izquierdo, director del periódico involucionista de los últimos setenta y primeros ochenta, EL ALCÁZAR, y, cuando compara nuestros textos con los abyectos escritos que el grupo Almendros perpetraba en el susodicho libelo, me he dicho a mí mismo: “¡Hasta aquí hemos llegado, Dávila!”.

Tres párrafos decisivos

Porque verán: el que suscribe sí estuvo, casi recién nacido, en el golpe de Estado del 81. ¿Saben cómo? Soportándolo; antes, en el golpe y después del golpe. ¿A que todo el mundo no puede decir igual? Yo estaba en el Palacio del Congreso de los Diputados el día en que un espadón dieciochesco, Tejero, ingresó pistola en mano rodeado de una tribu de guardias ignorantes o semidrogados, soltó un tiro al techo, y yo fui el primero en escu­char el grito: “¡En nombre del capitán gene­ral Miláns del Bosch!”. Lo que cuento está escrito en mi correspondiente crónica de ABC del día 24; escrita, dicho sea de paso, después de que, durante seis horas, Tejero y sus guardias nos tuvieran secuestrados a unos cuantos periodistas (no muchos; ahora parece que allí estuvieron todos) en primer lugar, mordiendo las alfombras de la Real Fábrica de Tapices, y luego, apiñados en la tribuna de Prensa; tribuna en cuya pared, por cierto, se incrustó una bala del estúpido y lesivo Tejero Molina. La bala, casualidad, estaba encima del sitial que entonces ocupa­ba el cronista del ABC, el que, sin embargo, estaba en ese momento compartiendo las confidencias de un asesor de Calvo Sotelo que me contaba la configuración del Gobier­no del preconizado presidente.

Durante aquellas horas, ni el destetador de gorrinos citado ni su amanuense Sopena estaban por allí. En mi libro Toda una época, de La Esfera, narro con detenimiento los entresijos de aquella insurrección. Recojo ahora, únicamente, tres párrafos que corres­ponden, respectivamente, al antegolpe, al golpe y al posgolpe, para que ese sujeto afren­toso, aprecie la estrechísima relación de mi persona con Antonio Izquierdo (su homó­nimo en apellido), director de EL ALCÁZAR, los repugnantes Almendros y la cohorte de izquierdistas que, sin embargo, y una vez fra­casada la intentona, aconsejaban: “Vamos a llevarnos bien con la fiera”. Entre ellos, varios de EL PAÍS.

Primer pasaje:

“La embestida de Tejero y sus cuates esta­ba, pues, perfectamente anunciada meses antes, en que se quiso fraguar un proceso que, eufemísticamente, se denominaba “el paso a otra situación”… Alguno de aquellos personajes comprometidos de hoz y coz en el –digamos– “paso a otra situación”, me ha manifestado que, en plena vorágine de reuniones, Suárez acudió a uno de sus nor­males despachos en la Zarzuela con el Rey y a la salida marchó raudo a otro palacio: el de las Cortes. Allí se reunió con el secretario general del PSOE, Felipe González, y le explicó: “No quiero terminar como Arias Navarro, así que, si se hace algo, tendrá que ser por la vía estrictamente parlamentaria”. González se puso de perfil y miró al techo de los dorados dibujos del Congreso”.

(Recuérdese: durante aquellos meses, el dia­rio de uno de los mencionados gastó tópicos ríos de tinta en pedir un “Gobierno de ges­tión”, al que, entre otros, se sumaron bastan­tes socialistas y colaboradores de PRISA. Izquierdo, muchacho, recuerda).

Segundo pasaje:

“El atentado de Tejero no guardaba tras de sí demasiada trama civil. Algunos fascistas irre­dentos pudieron comprender y alentar la intentona. La “otra situación” almacenó muchos personajes y más influyentes que los anteriores, residuos sólidos del franquismo más rancio… Fueron tentados militares, pro­fesionales, banqueros, curas y también, des­graciadamente, periodistas. No sólo de El Alcázar en el que, semanalmente, florecían los almendros… Sin embargo, los periodistas que habíamos estado escuchando, espanta­dos, cómo las balas del cafre de Tejero y sus secuaces silbaban literalmente por encima de nuestras cabezas, fuimos liberados horas des­pués del aterrizaje a tiros de Tejero. Nos saca­ron en parejas como bueyes estabulados”.

(Recuérdese: ¿o es que quieren que reproduz­camos la lista del Gobierno de gestión que se preconizaba entonces? Gobierno, por cierto, muy coincidente con el que el santurrón de Armada llevaba en su guerrera para propo­ner a las Cortes. En nuestro ABC auténtico, nunca se dio pábulo a estos gobiernos golpis­tas, en EL PAÍS, sí).

Tercer pasaje:

“En los días posteriores al 23-F… se celebró en el restaurante Jai Alai una cena en la que par­ticiparon los más preclaros directores de periódicos, columnistas y cronistas políticos de la fecha (la cena la organizamos Pedro J. Ramírez y el firmante). El debate se centró en una sola pregunta: ¿qué hacer? Varios de los presentes, algunos de los que luego se confe­saron inequívocamente comprometidos con un Gobierno de izquierda, con el PSOE, pidie­ron moderación, prudencia y hasta cierta comprensión con los involucionistas. Uno de ellos, que defiende la España progresista del PSOE y la no “demonización” de los naciona­listas, se manifestó así: “No vayamos a cabrear más a la fiera”. Ramón Pi respondió inmedia­tamente: “El hecho de ponerse de rodillas te garantiza únicamente que la patada, en vez de dártela en la entrepierna, te la dan en la bar­billa”. Apostillé: “No sé qué duele más”.

(Recuérdese: en aquella cena, un auténtico aquelarre de opiniones, estaban, entre otros, Miguel Ángel Aguilar y Gabilondo. ¿Dirán que los convocantes tuvimos una sola palabra de apoyo a los golpistas?).

Gorrinos y alcázares

En Almendros, dicho sea además, escribían decadentes varios, nunca se ha podido saber sus identidades. Uno de ellos, probablemen­te Juan Blanco, perpetraba el 19 de agosto del 81, un artículo en el periódico, en el me dedicaba un lindo párrafo; lean: “No va a la zaga ABC en su nueva etapa, en cuanto hacer leña del árbol caído y en la descalificación de los militares supuestamente implicados en el pronunciamiento militar… Pero Carlos Dávila, el comentarista, no va a perder la ocasión de denigrar a los militares acusados”. ¿Hay quien dé más? Sí. El comandante o capitán Bautista, no recuerdo el grado, tam­bién después del golpe me dedicó unos parra­fitos. El hombre no se anduvo con bellezas: sencillamente, pidió mi aniquilación.

Fíjense qué asimilación puede hacérseme al golpismo. Añadiré algo más: durante todo este tiempo, he mantenido las mismas ideas, una apuesta liberal que me da la gana prego­nar donde quiera y donde me dejen. Zarzale­jos y su Vocento más gallina no me dejaron en mi ABC. No me asustan los inquisidores y per­secutores que se han aprovechado hasta la extenuación de un poder socialista corrupto, que acosa fiscalmente a los periodistas des­afectos, que les quita la escolta a pesar de estar permanentemente amenazados por ETA (¿o no, Rubalcaba?), que les controla el teléfono y que les impide acudir a cualquier medio público de información. Este periódico, LA GACETA, ha nacido no libre, libérrimo, su editor es el más liberal de los que yo haya teni­do nunca (y nótese que he trabajado con el, para mí, querido Guillermo Luca de Tena); nos sostenemos sobre tres pilares innegocia­bles: la libertad, el derecho a la vida y la empre­sa libre, alejada del monopolio polanquista que ha sido siempre beneficiado con favores reprobables. Si esto es la derecha, somos de derechas; bueno, ¿y qué? No nos vamos a parar; menos aún hocicados por los gorrinos. A nuestros militares de El Centinela, los que aquí escriben, y a los que miserablemente acu­sáis sólo porque tienen cerebro y detestan lo que hace con el Ejército vuestro jefe, Zapate­ro, les duelen los huesos de defender a Espa­ña, a su Corona y a nuestra Constitución por el mundo entero. También a España y en los peores momentos. Son un ejemplo. ¿Dónde habéis estado ustedes, vosotros, cuando había que dar la cara? No os recuerdo.

Carlos Dávila