6 noviembre 1990

Le agredieron brutalmente para sonsacarle información de su hijo, miembro de un comando terrorista

‘Caso Linaza’ el juez Lidón: condena a 7 años de cárcel a dos coroneles de la Guardias Civil por torturas al etarra Tomás Linaza

Hechos

En noviembre de 1990 la Audiencia de San Sebastián condenó al Coronel José Martín Llevot y al Teniente Coronel Rafael Masa a 7 años de cárcel cada uno por torturas.

Lecturas

En investigaciones de la Guardia Civil para la detención del terrorista de ETA Tomás Linaza Echevarría un grupo de Guardias Civiles liderados por D. Rafael Masa González y D. José Martín Llevot detuvieron el 14 de mayo de 1981 al padre de este Tomás Linaza Euba para someterle a interrogatorio. Un interrogatorio en el que el Sr. Linaza Euba denunciaría haber sido torturado.

En septiembre de 1986 la jueza Dña. Elizabeth Huerta inició una investigación sobre las torturas al Sr. Linaza Euba en la que contó con la obstaculización del Gobierno del PSOE de D. Felipe González y D. José Barrionuevo que se opuso a que Guardias Civiles se sometieran a ruedas de reconocimiento por parte del denunciante para identificar quiénes le habían torturado porque, desde el punto de vista del Gobierno eso les pondría en peligro de recibir atentados de ETA.

LOS OTROS PROTAGONISTAS DEL JUICIO:

LA VÍCTIMA Y SU ABOGADO:

linaza_montero D. Tomás Linaza junto a su abogado D. José María Montero ‘Txema’ Montero (de Herri Batasuna), fue brutalmente apaleado por los Guardias Civiles a los que suplicó que le mataran. El objetivo era sacarle información sobre su hijo, un asesino militante de la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) responsable de la muerte de seis guardias civiles y un consejero municipal.

LA JUEZA DE INSTRUCCIÓN:

Elizabeth_Huerta La juez de Instrucción, Dña. Elizabeth Huerta, fue la encargada de llevar la instrucción contra los Guardias Civiles acusados por aquel caso de tortura. Fue acusada desde el Ministerio del Interior (dirigido en aquel momento por D. José Barrionuevo primero y D. José Luis Corcuera después), como por la derecha mediática (principalmente el diario ABC) como por dirigentes del PSOE vasco como Ricardo García Damborenea de estar más preocupada por Herri Batasuna que por las víctimas del terrorismo. A pesar de ello sacó la instrucción adelante con el apoyo de otros jueces destinados en el País Vasco como D. Juan Alberto Belloch o D. Joaquín Giménez, cuya promoción estuvo mal vista desde las Fuerzas de Seguridad del Estado, según la prensa.

EL JUEZ QUE IMPUSO LA SENTENCIA:

lidon D. José María Lidón presidió el Tribunal que juzgó el ‘caso Linaza’ y condenó a los coroneles Masa y Llevot por torturar al Sr. Linaza por sus vinculaciones con Euskadi Ta Askatasuna (ETA).

Años después, en noviembre de 2001, el juez Lidón sería asesinado precisamente por miembros de la Euskadi Ta Asakatasuna (ETA).

 

22 Noviembre 1990

El teniente coronel Masa, inhabilitado

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La Audiencia de Bilbao ha condenado a nueve de los doce guardias civiles procesados en relación con las torturas infligidas a Tomás Linaza Euba cuando fue detenido hace nueve años. Entre los condenados se encuentra el teniente coronel Rafael Masa, hombre al que se considera clave en el esclarecimiento del asesinato del dirigente de HB, Santiago Brouard. En el caso de que la sentencia sea firme, Masa deberá ser separado del servicio, y perdería parte de la protección del Gobierno. El Ejecutivo le trasladó en misión especial a Bolivia -donde fue descubierto por EL MUNDO- cuando su nombre se vinculó al del industrial Morcillo, acusado en el asesinato de Brouard y a las actividades ilegales del comisario Amedo. La condena a Masa debe llevar al Gobierno a retirarle su amparo, lo que debería haber hecho desde el momento en que aparecieron las primeras sospechas sobre sus accciones al margen de la ley.

23 Noviembre 1990

Contra la impunidad

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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El pulso mantenido durante nueve años entre la justicia y la impunidad en torno al llamado caso Linaza ha concluido con la condena de los guardias civiles acusados de haber torturado y maltratado a un hombre de 57 años, padre de un activista de ETA, detenido en 1981 tras un sangriento atentado de la banda terrorista. La sentencia de la Audiencia Provincial de Bilbao condena también a los mandos que dieron amparo a tales prácticas y obstaculizaron los esfuerzos de la justicia por aclarar los hechos. Al no cejar en el empeño de que sus reglas sean respetadas por todos, es el Estado de derecho quien sale fortalecido, y sólo quienes lo combaten podrán sentirse derrotados.Citado en varias ocasiones por Amnistía Internacional como símbolo de la pervivencia de la tortura en España, el caso Linaza se convirtió en una prueba decisiva de la fortaleza de la democracia. La negativa de los mandos a especificar los nombres de los agentes que habían participado en la detención e interrogatorios de Linaza fue seguida por otros desplantes de clara intención dilatoria. Ello retrasó inusitadamente las diligencias, por una parte, y provocó, por otra, el recurso de la justicia a métodos poco habituales, como la petición de comparecencia en rueda de reconocimiento de todos los guardias que componían la plantilla del cuartel en que se produjeron los hechos.

Dicha iniciativa estuvo a punto de suscitar un gravísimo conflicto entre poderes del Estado al amparar el Gobierno la negativa de los mandos de la Guardia Civil a dar cumplimiento a una diligencia ordenada por la juez que dirigía las investigaciones. El obstruccionismo fue justificado, tanto desde el Ejecutivo como desde sectores conservadores de la opinión, en nombre de la eficacia de la lucha antiterrorista, insinuando una peligrosa identificación entre tal eficacia e impunidad de los servidores de la ley.

El tribunal ha dado muestras de una admirable constancia en la investigación y de una valiente beligerancia en el rechazo de cualquier coartada de justificación de la tortura. Las penas impuestas a los autores directos del delito y a quienes los ampararon implican su posible expulsión de la Guardia Civil en caso de confirmación de la sentencia. Entre ellos destaca el teniente coronel Rafael Masa, un controvertido funcionario policial al que posteriormente se le relacionó con el asesinato de Santiago Brouard, dirigente de Herri Batasuna, en noviembre de 1984.

Con su actitud intransigente ante la tortura, el tribunal muestra un criterio que los responsables de los cuerpos de seguridad y el Gobierno deberían ser los primeros en practicar: nadie que sea reo de un delito de esta naturaleza o muestre tolerancia ante él puede permanecer al servicio del Estado y mucho menos merecer su protección. Por una cuestión de principios, y ello debería bastar. Pero también por un criterio de eficacia. Escándalos como el del caso Linaza han sido utilizados durante años por las autoridades francesas para justificar su relativa pasividad ante el santuario de los terroristas. Y la experiencia ha demostrado hasta qué punto era decisiva esa colaboración internacional en la erradicación del terrorismo.

24 Mayo 1995

Justa expulsión de la Guardia Civil

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL LLAMADO caso Linaza, que ha pasado por ser el símbolo de la pervivencia de la tortura en la España democrática, ha concluido como lo exigía la justicia y el buen nombre de la Guardia Civil: con la expulsión del servicio activo de los torturadores y de sus encubridores.Desde el pagado viernes, fecha de la publicación en el Boletín Oficial de Defensa de la orden de expulsión, el ya ex teniente coronel Rafael Masa, un hombre vinculado en la década de los ochenta al núcleo directivo de la lucha antiterrorista en el Ministerio del Interior, así como otros cinco guardias civiles, ha dejado de pertenecer a la Guardia Civil. En esta ocasión, el Gobierno no ha impedido que la justicia siga su curso hasta el final con el consabido y vergonzante recurso a la vía del indulto.

Este final feliz -para el Estado de derecho y para la Guardia Civil como institución- no estaba en modo alguno asegurado si se tienen en cuenta las tensiones institucionales que desde el principio acompañaron a este controvertido proceso abierto con motivo de la detención, en 1981, de Tomás Linaza, un hombre de 57 años, padre de un activista de ETA.

La inicial negativa de los mandos a especificar a la autoridad judicial los nombres de los torturadores fue seguida por otros desplantes de clara intención dilatoria, así como de una insidiosa campaña contra la juez instructora, Elisabeth Huerta. Pero el pulso mantenido con la justicia por parte de quienes confunden la dignidad del Estado con la impunidad de sus servidores no pudo evitar la justa condena que merecían los implicados en el caso Linaza: su inhabilitación como funcionarios públicos y su separación automática de la Guardia Civil.

Ésta debería ser, sin vacilación alguna, la regla de oro a seguir por el Gobierno y por los responsables de los cuerpos de seguridad en el tema, de la tortura: nadie que sea reo de un delito de esta naturaleza o muestre tolerancia ante él puede permanecer al servicio del Estado, y mucho menos merecer su protección. No hay lugar para el amparo corporativo, los ascensos profesionales, indultos o cambios reglamentarios para impedir los efectos de las condenas para quienes propician, amparan y ejecutan esas prácticas denigrantes con el pretexto de que defienden al Estado. No defienden al Estado: lo ensucian y minan su credibilidad.

Esta actitud debe ser la regla por una cuestión de principios. Debería bastar con eso. Pero también por un criterio de eficacia, como lo demuestra el efecto negativo que esas prácticas tienen en el frente del rechazo social y político contra el terrorismo.