29 abril 1995

Congreso Extraordinario de la UGT: Cándido Méndez cierra la crisis siendo reelegido líder frente a Manuel Fernández ‘Lito’

Hechos

El 29 de abril de 1995 se celebró el Congreso Extraordinario de la Unión General de Trabajadores.

30 Abril 1995

Méndez sigue

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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CÁNDIDO MÉNDEZ ha salido airoso del envite que le había lanzado Manuel Fernández, Lito, y ha logrado hacerse nuevamente con la secretaría general de UGT. Su elección, o mejor reelección, al frente de esta central sindical ha puesto fin a un conflicto que ha tenido visos de serlo más de poder que de confrontación de estrategias y modelos sindicales. La crisis de liderazgo que se abatía sobre UGT desde la retirada de Nicolás Redondo se ha resuelto, pero no es nada seguro que los graves problemas que aquejan a esta central sindical se solventen ahora más fácilmente que antes.Sin embargo, a partir de este instante deberían darse las condiciones para que UGT afrontase su futuro con importantes bazas a su favor. La reelección de Cándido Méndez se ha producido con todas las garantías democráticas exigibles. Ya no puede achacársele que su posición de liderazgo se deba a patrocinio distinto que el de las urnas. Su elección ha sido limpia, y no lo ha sido menos el proceso previo de designación de delegados por parte de las federaciones estatales y uniones territoriales del sindicato. Y por primera vez en la historia de la central sindical su secretario general ha accedido al cargo con el voto secreto e individual de los delegados en el congreso. Ello otorga, si cabe, mayor autenticidad a la reelección de Méndez al frente de UGT.

Pero el hecho de que los delegados en el congreso, a pesar de la libertad de voto y la no sujeción a mandato imperativo alguno de las bases, hayan calcado las votaciones, del proceso precongresual -una especie de elecciones primarias en todas y cada una de las federaciones y uniones del sindicato- muestra hasta qué punto UGT está hoy vertebrada por dos tendencias claramente diferenciadas y prácticamente iguales. Ni Cándido Méndez ni Manuel Fernández, Lito, han conseguido arrebatar en el congreso ningún voto más de los que ya tenían. Los 431 votos del primero y los 369 del segundo evidencian que las opciones que representan son sólidas y están afianzadas en el sindicato.

Sería suicida, pues, por parte de Méndez y su equipo dirigir UGT sin tener en cuenta el peso real de la fuerza que representa su contrincante. Y sería sencillamente antidemocrático por parte de Lito y de quienes le apoyan no aceptar los resultados del congreso, intentando nuevamente desbancar a Méndez y hacerle la vida imposible. «Si Méndez gana, Méndez tira y Lito empuja», prometió este último en los días previos al congreso como muestra de su voluntad colaboradora. Es, pues, el momento de poner en práctica esa promesa.

La situación de UGT no está para bromas. Sobre la central sindical se cierne todavía la fuerte crisis económica, política y moral provocada por el escándalo de la cooperativa de viviendas de la PSV. Si a ello se añaden los problemas de la negociación colectiva en marcha, el desafío de la «unidad de acción» con CC OO y los resultados de unas elecciones sindicales no tan favorables como hubieran querido, habrá que convenir que el sindicato surgido hace más de un siglo en tomo a Pablo Iglesias necesita de todos los sectores los de la mayoría y minoría que lo integran- para salir adelante.

30 Abril 1995

Malos tiempos para la UGT

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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CANDIDO Méndez consiguió ayer, por margen bastante reducido -54% de los votos, frente al 46% obtenido por Manuel Fernández Lito-, el aval del Congreso Extraordinario de la UGT. Ya es de nuevo secretario general, y ahora con una Ejecutiva a su medida. Ha conseguido resolver ese problema.

Pero ese problema no era, para su desgracia, ni el único ni el mayor que tenía por delante. Ni siquiera en la mecánica organizativa del propio sindicato. Es bien cierto que la nueva Ejecutiva Confederal le respalda homogéneamente, pero no menos cierto es que esa Ejecutiva ha de atenerse a las resoluciones que aprobó el XXXVI Congreso, a la hora del adiós de Nicolás Redondo. En él se acordó que la UGT es «una Confederación de Federaciones». Lo cual quiere decir que el peso principal del trabajo sindical debe estar en las Federaciones, y que los organismos confederales han de limitarse a coordinar el trabajo de aquéllas. Habida cuenta de que el peso de los seguidores de Lito Fernández en las Federaciones es superior al de Cándido Méndez, éste puede encontrarse con que controla la Ejecutiva, pero no la vida real del sindicato.

No necesitaba llegar a eso, de todos modos, para encontrarse en una situación crítica.

La UGT estaba ya afectada, de modo general, por el mal momento por el que pasa el sindicalismo en España. Víctimas de su esclerosis burocrática y de su incapacidad para establecer un modelo de acción ajustado a las actuales circunstancias de paro y empleo precario, los sindicatos no sólo no consiguen engrosar sus filas, sino que sus tasas de afiliación descienden más y más. Un factor de crisis general al que la UGT añade el descrédito público que le ha acarreado el fiasco de la PSV, del que difícilmente podrá recuperarse, tanto en el plano económico como en el moral, y que, para más inri, le ha colocado en manos del Gobierno, sin cuyo apoyo malamente se salvaría de la quiebra, lo que hipoteca sus decisiones.

¿Podrá Cándido Méndez vadear tantos y tan variados obstáculos, reconduciendo a la UGT al puesto puntero que ocupó hasta no hace tanto? Es difícil. Incluso aunque sus capacidades fueran máximas, gozara de un prestigio enorme y contara con el apoyo cerrado de una organización unida férreamente detrás de él, lo tendría muy mal. No estando sobrado de nada de ello -el cargo le cae grande, su capacidad de liderazgo es escasa cosa y la unidad interna del sindicato brilla por su ausencia-, lo más probable es que la UGT aún tenga que seguir cubriendo los pasos del vía crucis en el que se metió por la imprudencia y la falta de vigilancia de unos y la ambición y los delirios de grandeza de otros.

Cándido Méndez ha dado muestra, eso sí, de paciencia y espíritu constructivo. Ahora ha tendido su mano a los perdedores del Congreso, que han prometido estrecharla. Es un rayo de esperanza -débil, pero real- en el horizonte del sindicato de orientación socialista.