11 agosto 2003

Conmoción en el ciclismo en España tras la desaparición de los equipos de ONCE-Eroski y Banesto y el temor de que pueda caer también el equipo Kelme

Hechos

Fue noticia el 11 de agosto de 2003.

11 Agosto 2003

La paradoja del ciclismo español

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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España contaba a comienzos de la década pasada con 11 equipos ciclistas profesionales. Tras la anunciada desaparición de los de la ONCE-Eroski y Banesto (y tal vez Kelme), sólo quedarán cinco la próxima temporada. Ello ocurre cuando los corredores españoles acaban de firmar un Tour notable, con cuatro victorias de etapa y cuatro compatriotas entre los diez primeros de la general -un balance que hasta en la edad de oro de Indurain se habría considerado excelente- y cuando Joane Somarriba lidera el Tour femenino, que ya ha ganado en dos ocasiones. Hay, por tanto, un aparente divorcio entre la realidad deportiva y las expectativas de las firmas patrocinadoras.

Desde su nacimiento, el ciclismo en carretera asumió sin mala conciencia su condición de deporte-escaparate, de espectáculo publicitario, dada la imposibilidad de cobrar entrada por presenciar algo que se realiza en ámbitos abiertos por definición. Una realidad en la que otros deportes, aunque ligados desde su nacimiento al ideal olímpico del amateurismo como el atletismo, o a la identificación local como el fútbol, han quedado también atrapados inexorablemente desde finales del siglo pasado. La mayoría de los clubes de fútbol son sociedades anónimas sostenidas por la venta de derechos televisivos que sólo recurren a su valor de representación social cuando la mala gestión pone en peligro su continuidad. Por eso resulta tan paradójico que, en la era de mayor exaltación de los valores comerciales-económicos del deporte mundial, sea precisamente el ciclismo, que nació con esa característica, el que se vea fuera de juego. Al menos en España.

A falta de una figura indiscutible que aglutine fuerzas económicas a su alrededor, el ciclismo español puede terminar siendo lo que el fútbol brasileño es en su terreno: una inmensa cantera de corredores que la deficiente organización interna y escasa capacidad económica son incapaces de asumir; un ciclismo de emigrantes de calidad, de mercenarios en equipos de otros países que acaben sufriendo el desapego de la tierra de la que surgieron.

Pero la paradoja se retuerce ante el hecho de que el único equipo que tiene garantizado su futuro (de momento, hasta 2006) sea el Euskaltel-Euskadi, cuyo presupuesto de seis millones de euros anuales cubrirán a partes iguales una empresa semipública de telefonía que preside el ex lehendakari Ardanza y las instituciones gobernadas por el nacionalismo: el Gobierno vasco y las diputaciones de Vizcaya y Guipúzcoa. Es evidente que se trata de una iniciativa con un trasfondo político, como sucedáneo de una selección nacional vasca. Es también evidente que el equipo, y hasta sus colores, se ha convertido en foco de lealtad de una gran parte de la afición vasca, aunque no deja de ser polémico que instituciones con un amplio campo de responsabilidades sociales dediquen 900.000 euros al año cada una de ellas a difundir el nombre de la comunidad autónoma.

Sin embargo, también el equipo del pentacampeón del Tour Lance Armstrong, el US Postal, es una empresa de titularidad pública y gestión privada. Tal vez el futuro del ciclismo pase por alguna fórmula mixta de equipos representativos de países o ciudades, lo que garantizaría la continuidad de unos colores y de unos seguidores, como en el fútbol, con patrocinadores variables en el tiempo. Tal vez.