21 marzo 2002

Críticas al obispo de Boston, Bernard Law, que ante las primeras denuncias se limitaba a cambiarle de parroquia sin verificar las acusaciones

Conmoción en la Iglesia por el escándalo de pederastia del sacerdote católico John Geoghan en Boston que abusó masivamente de niños

Hechos

John Geoghan fue condenado a 10 años de prisión por haber abusado de 130 niños.

Lecturas

THE BOSTON GLOBE DENUNCIA PRÁCTICAS GENERALIZADAS

 El periódico The Bostón Globe aireó no sólo el caso Geoghan, sino informaciones que aseguraban que los abusos a menores era una práctica habitual en un porcentaje de sacerdotes del mundo y que la jerarquía eclesiástica había ignorado ese problema. Desde la cúpula negaban ese extremo y consideraban que casos como el de Geoghan o el de Porter, eran casos aislados.

ATAQUES AL OBISPO BERNARD LAW POR NO IGNORAR LAS ADVERTENCIAS SOBRE GEOGHAN

 Los medios de comunicación encabezados por el Boston Glove pusieron todo el foco en el obispo de Boston, Bernard Law, al documentar que diversas de las víctimas se habían dirigido a él para advertirle de los delitos de Geoghan, pero que el arzobispado ante se declaraba incapaz de acreditar la veracidad de los hechos y se limitaba a trasladar de parroquia a Geoghan y ha intentar que el escándalo no saliera a la luz. Al acreditarse la conducta criminal de Geoghan, ahora acusan a Law y a toda la Iglesia católica de encubridora.

21 Marzo 2002

El cura que abusó de 130 niños

Rosa Townsend

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El padre de Patrick McSorley se acababa de suicidar y su madre, esquizofrénica, apenas podía sacar a la familia adelante. Por eso, cuando el padre John Geo-ghan, párroco de Weston (suburbio de Boston), se ofreció a ayudarla con el niño, fue un gran alivio. Corría la primavera de 1986. El mismo día que el sacerdote fue a dar el pésame sacó a Patrick, de 12 años, a tomar un helado para consolarle. Al volver en coche a casa le empezó a tocar los genitales y a masturbarse. ‘Me quedé paralizado y asustado, sin saber qué hacer’, recordaba esta semana Patrick durante una entrevista en presencia de su abogado.

El sacerdote le dijo que ambos debían guardar el secreto y Patrick lo cumplió por un tiempo, mientras batallaba con depresiones y alcoholismo. La semana pasada logró, en parte, cerrar ese oscuro capítulo de su vida, cuando la archidiócesis de Boston se comprometió a proporcionarle una indemnización de medio millón de dólares.

Al ser descubierto, la archidiócesis le cambiaba de parroquia para evitar el escándalo
Cumple condena por 10 años y 127 víctimas han logrado acuerdos de indemnización

El de Patrick era uno de los 86 casos cerrados tras lograrse un acuerdo extrajudicial entre la archidiócesis y el abogado de las víctimas, Mitchell Garabedian. Esos pactos suelen incluir una cláusula de confidencialidad para evitar la publicidad, pero Patrick puede hablar con la prensa porque su defensor se negó a firmar el acuerdo bajo esas condiciones. ‘No quise aceptar, porque el secretismo es la raíz de todo el problema’, señala Garabedian.

El ahora ex sacerdote Geo-ghan, de 66 años, cayó en la tentación con, al menos, 130 menores: 41 casos, además de los citados 86, se cerraron con indemnizaciones; en dos le han retirado los cargos por haber prescrito, y por otro cumple condena de 10 años. A diferencia de los otros casi 70 sacerdotes supuestos pederastas que protagonizan, por abusar de adolescentes, el mayor escándalo de la Iglesia católica en Boston, Geoghan lo hizo mayoritariamente con niños. Uno de ellos tenía sólo cuatro años. A veces el abuso duró años con las mismas víctimas, hasta que era descubierto y las autoridades de la archidiócesis le iban trasladando de parroquia en parroquía, negligencia por la que ahora al cardenal Bernard Law le piden la renuncia la mayoría de los feligreses.

Los relatos de las compulsiones sexuales de Geoghan, descritos en los sumarios de las demandas presentadas contra él en el tribunal de Boston, producen escalofríos. Siempre elegía a víctimas vulnerables. A mediados de los años setenta, por ejemplo, las víctimas fueron siete niños de una misma familia en Forrest Hills. Maryetta Dussourd, madre soltera y pobre, agradecía la ayuda del párroco, que no faltaba ni un día a su cita con los pequeños. Los llevaba de paseo, los cuidaba cuando ella tenía que salir y los acostaba de noche. Era en ese último momento cuando les tocaba en los genitales y les forzaba a que le tocaran a él, frecuentemente mientras rezaban.

‘El señor Geoghan’ -como se refiere a él el padre Christopher Coyne, portavoz del cardenal de Boston, para hacer hincapié en que ha sido expulsado de la Iglesia- no es el único ‘pederasta en serie’ en la ciudad, cuya archidiócesis se ha convertido en el epicentro de la crisis que atraviesa la Iglesia católica en EE UU. Por ejemplo, James Porter abusó de más de 100 niños y adolescentes, provocando el primer escándalo en 1992. Su expulsión de la Iglesia marcó el comienzo de una purga silenciosa de pederastas ordenada por el cardenal Law.

Los casos los pudieron mantener en silencio las autoridades eclesiásticas hasta hace unas semanas, cuando explotó con la fuerza de un volcán a raíz de que un juez decidiera hacer públicos los sumarios de Geoghan, a petición del diario The Boston Globe. El escándalo se ha extendido como la pólvora por numerosas diócesis del país, que afrontan cientos de acusaciones similares. Hoy, según el periódico National Catholic, el Papa incluirá una referencia a la crisis en una carta apostólica. La misma publicación indica no obstante que fuentes vaticanas señalan que el problema sólo afecta ‘al 2% o 3%’ del clero de EE UU, y que debe ser considerado ‘el contexto’.

El detonante de las revelaciones sobre los curas pederastas fueron documentos publicados por The Boston Globe que muestan cómo Law y otras altas esferas eclesiásticas permitieron que los abusadores volvieran al ministerio público, tras cortas estancias en centros de rehabilitación. Ello pese a un informe confidencial de la Conferencia Episcopal de EE UU realizado en 1985 y que, sobre los casos de curas pederastas, advertía claramente de que ‘no hay esperanza de que se curen’ y proponía un plan a escala nacional.

Ningún experto ha podido explicar aún las causas del alto porcentaje de pederastia contra varones menores que se registra en la Iglesia católica. Una teoría radical es la de Philip Saviano, que fue víctima hace años y es actualmente coordinador de la Red de Sobrevivientes de Víctimas de Abusos por el Clero de Massachusetts. ‘Hacerse sacerdote es un buen escondite para los pederastas’, afirma. El sacerdote que abusó de él en 1970, David Holley, deambuló por parroquias hasta su arresto en 1993, y ahora cumple una condena de 275 años por molestar a ocho adolescentes.

Uno de los obispos que ha tenido que renunciar, acusado de abusar de un adolescente, lo achaca a la revolución sexual característica de los años sesenta. En una confesión pública al presentar su renuncia hace dos semanas, el todavía popular obispo de Palm Beach (Florida), Anthony O’Connell, afirmó: ‘En aquellos años, Masters and Johnson [autores de un famoso estudio sobre los hábitos sexuales en EE UU] estaban de moda, y había por doquier un ambiente de experimentación sexual’.

26 Marzo 2002

Iglesia y pedofilia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El abuso sexual de menores cometido por una minoría, aunque se cuente por decenas, de sacerdotes en Estados Unidos está costando a la Iglesia católica no sólo millones de dólares como resarcimientos, sino también una fuerte quiebra de su credibilidad entre sus fieles y la opinión pública. El Papa se ha referido a este grave problema en términos burocráticos, en una carta dirigida a los sacerdotes de todo el mundo, señalando que la Iglesia prevé las penas de suspensión e incluso la expulsión para los clérigos pederastas. Es, en cualquier caso, muy positivo que la Iglesia se enfrente con este mal que ha sido detectado en la comunidad católica más rica del mundo.

Se trata de un mal profundo y lejano. Coyne, el portavoz del actual cardenal de Boston, Bernard Law, lo ha confesado con sorprendente claridad al afirmar que los casos de pederastia de los sacerdotes católicos eran tratados como un pecado en vez de como una enfermedad incurable o como un delito. Afortunadamente, una mayor conciencia social ha obligado a la jerarquía de la Iglesia a denunciar ante los tribunales a los culpables para que los abusos sexuales contra menores sean perseguidos penalmente. El que hoy haya ya dos sacerdotes católicos condenados a cadena perpetua en EE UU es algo que hubiese sido impensable hace bien pocos años.

Sería, sin duda, inexacto establecer una relación directa entre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores -que son también cada día mayores en la sociedad civil- y la obligación del celibato. Pero está aún pendiente en el seno de la Iglesia católica un debate sincero y público, que tantos fieles desean, sobre las relaciones entre la vida sexual y la consagración al sacerdocio.

En cuanto a la pederastia, existe una responsabilidad mayor en quienes se sirven de la impunidad que ofrecen los hábitos para ocultar delitos que en el mundo civil son más fáciles de perseguir. El camino adecuado ante estos comportamientos es el que ha emprendido la jerarquía católica al entregar a la justicia los nombres de los presuntos delincuentes. Es de esperar que la Iglesia termine tratando el problema como una terrible realidad a corregir de raíz y que su actitud no sea una momentánea salida del mal paso, tal como podría deducirse de las dudas, reticencias y silencios que han rodeado este escándalo.

15 Abril 2002

El celibato y los escándalos sexuales de la Iglesia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Las denuncias por pederastia que implican a religiosos católicos afloran día a día en EEUU desde que se destapara en Boston el caso de John Geoghan, el sacerdote juzgado y condenado por múltiples delitos de acoso a menores a pesar de que sus superiores ocultaron su conducta durante años. Nueva York, Ohio, Florida, Oregón…la mayor parte de las archidiócesis estadounidenses se enfrentan desde entonces a una auténtica avalancha de escándalos sexuales que salpican incluso al cardenal de Los Angeles, Roger Mohony.En medio de la indignación de la opinión pública norteamericana, la Iglesia católica de EEUU asiste a la crisis más profunda de su historia, incapaz de atajar la pérdida de credibilidad entre sus fieles con sus promesas de indemnizaciones multimillonarias a los afectados y la suspensión de decenas de clérigos bajo sospecha.La encendida polémica conduce a muchos sectores a establecer una relación causa-efecto entre estas conductas y el celibato, una obligación que la jerarquía eclesiástica considera inamovible por motivos doctrinales y teológicos, como defendió monseñor Rouco en el FORO de EL MUNDO, ignorando que esta exigencia ya no encaja en el contexto social donde los religiosos desempeñan su trabajo pastoral. Guste o no a la Iglesia, el debate en torno al celibato es imparable. La realidad demuestra que la influencia del entorno y el deseo sexual, tan propio de la condición humana, es mucho más poderoso que un voto de castidad cada vez más inexplicable como condición para impartir el magisterio sacerdotal.