31 diciembre 1998

Crisis en el Gobierno de Glafcos Clerides en Chipre por la instalación de misiles rusos en el sur

Hechos

Fue noticia el 30 de diciembre de 1998.

31 Diciembre 1998

Misiles en Chipre

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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LA RENUNCIA del presidente Clerides en el último momento, presionado por Atenas, a instalar modernos misiles rusos tierra-aire en el sur de Chipre (y en su lugar almacenarlos en la isla griega de Creta) es una victoria del sentido común, y así ha sido saludada por la OTAN y la Unión Europea. Turquía había amenazado con emplear sus cazabombarderos para destruir los emplazamientos de los S 300, cohetes muy perfeccionados que pueden alcanzar blancos a 150 kilómetros y cuyos radares, capaces de seguir a la aviación de la OTAN en el Mediterráneo oriental, exigiría la presencia en la dividida isla de expertos militares rusos. Se explica el alivio de la Alianza Atlantica, que manejaba de nuevo un escenario de conflicto inminente entre Grecia y Turquía, enemigos históricos y sus dos miembros más volátiles.Chipre, con menos de 800.000 habitantes, griegos en su inmensa mayoría, es un punto caliente del Mediterráneo desde su independencia de Londres en 1960. Partida en 1974, cuando tropas turcas invadieron su tercio norte en respuesta a un golpe en Nicosia inspirado por Atenas para anexionársela, sólo Ankara reconoce la Administración de Rauf Denktash en la parte bajo control turco, que sostiene con un formidable despliegue de 30.000 soldados. El Gobierno turco consideraba ayer la marcha atrás de Glafkos Clerides como un triunfo de su firmeza, pero sostiene que la llegada de los cohetes rusos a Creta, pese a que allí no amenazarían su espacio aéreo, incrementará la tensión en el caldeado Egeo.

El presidente chipriota, en un gesto interpretado como de autoafirmación, decidió hace dos años gastar casi 500 millones de dólares en misiles con el ánimo de forzar a los gobiernos europeos y Estados Unidos a desbloquear la situación de la isla dividida por el odio. Su entrega ha sido desde entonces repetidamente aplazada. Clerides, cuyo retroceso ahora puede poner en peligro su Gobierno -los medios más exaltados en Atenas y Nicosia no ocultaban ayer su ira-, afirmaba esta misma semana que sólo renunciaría a instalar la cohetería rusa si Turquía aceptaba sus propuestas de desmilitarización o progresaban claramente las estancadas conversaciones sobre reunificación que auspicia la ONU. El Consejo de Seguridad adoptó por unanimidad hace unos días una resolución pidiendo la reducción de tropas y armamento en la isla y la reanudación de conversaciones, que siguen sin arrojar luz pese a la mediación de pesos pesados de la diplomacia.

La crisis aparentemente abortada es un serio y renovado toque de atención a Washington y la UE, que recientemente incluyó a Chipre entre los aspirantes a la vía rápida de adhesión, para agravio de Turquía. Una guerra por Chipre es improbable, porque ninguno de los dos contendientes tiene nada serio que ganar con ella, pero Atenas y Ankara deben saber que su largo e intrincado contencioso no tiene solución sin concesiones mutuas. Después de un cuarto de siglo, la pequeña isla no debe seguir siendo una bomba de tiempo en el rincón oriental del Mediterráneo.