5 julio 2005

La Ejecutiva del PP difunde una nota desautorizando al Presidente del PP catalán

Crisis entre el PP catalán y el PP nacional: Josep Piqué acusa a sus compañeros Ángel Acebes Paniagua y Eduardo Zaplana de ‘conectar con el pasado’ y pide ‘gente nueva’

Hechos

Fue noticia el 5 de julio de 2005.

05 Julio 2005

Piqué se sincera

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

No es frecuente que la dirección de un partido emita una nota para desautorizar las opiniones de uno de sus miembros. El Partido Popular acaba de hacerlo. Rajoy le ha dicho a Piqué que se ha equivocado al decir que Acebes y Zaplana «conectan con el pasado» y que se necesita gente nueva para «una nueva etapa». El líder del PP de Cataluña se ha disculpado, pero insiste en que se debe hacer otro tipo de oposición. Mala señal cuando una organización política vive todo como una catástrofe, cualquier opción estratégica del Gobierno como un paso más en la liquidación de la patria y cualquier discrepancia en su casa como una deslealtad inaceptable. Cuando un partido suma todas estas paranoias es que algo no le funciona.

Que Rajoy responda con una nota oficial sólo puede significar dos cosas: o que ha recibido presiones enormes para hacerlo o que necesita sobreactuar para evitar cualquier sospecha de connivencia con Piqué. Ambos caminos conducen a la misma hipótesis: que el presidente del PP no tiene suficiente autoridad. Si la tuviera nadie se atrevería a presionarle y, probablemente, tampoco Piqué habría osado complicarle la vida.

Piqué, sin embargo, ha dicho algo que comparte mucha gente de su grupo. Desde el 14-M, el PP ha seguido alejándose de las posiciones liberales y centristas que le habían dado sus mejores resultados. La inesperada pérdida del poder hizo que se contagiara del síntoma de resentimiento de Aznar. El mismo día en que Rajoy se veía obligado a regañar a Piqué, Aznar se arrogaba el derecho a explicar cuál debe ser la línea a seguir. El PP ha salvado este primer año en la oposición tratando de movilizar a sus incondicionales. Pero hasta tal punto se ha sentido seducido por el calor de la calle que en este momento parece estar maniatado por el exceso de celo doctrinal y el revanchismo del sector más aznarista.

Tiempo habrá para saber si Piqué ha calculado mal o si simplemente está siendo vapuleado por haber sido el que ha dado el primer paso, abriendo un camino irreversible. Piqué lleva tiempo tratando de transmitir la idea de que actúa en Cataluña con cierto margen de libertad táctica. En todo momento ha mantenido viva la posibilidad de que el PP entre en el consenso del Estatuto catalán y no ha escondido cierto distanciamiento respecto a la política de movilizaciones callejeras. No es, sin embargo, la primera vez que la ansiedad le provoca algún error de precipitación. Lo cual no deja de ser una muestra de la incomodidad que siente en su partido un hombre que entró por las alturas y en el que no acaba de encontrar su puesto desde que dejó de ser ministro.

06 Julio 2005

En el rincón

Josep Ramoneda

Leer

El PP ha vuelto al rincón en el que estaba a principios de los 90. El rincón de la derecha nacional, profundamente conservadora, reactiva ante los cambios de costumbres de la sociedad abierta, que busca el amparo ideológico de la Iglesia y que responde paranoicamente a cualquier movimiento que venga de la España periférica, hasta el punto de relacionar reformas estatutarias y terrorismo, como hizo Aznar en la Escuela de Verano de la FAES.

Este arrinconamiento de la derecha ha sido un éxito estratégico de Zapatero. Y uno de los frutos políticos de su ofensiva reformista. La derecha no esperaba perder el poder en 2004 y, por tanto, no tenía previsiones de respuesta en caso de alternancia. La primera sorpresa para la derecha ha sido que Zapatero está cumpliendo su programa: desde la retirada de las tropas de Irak hasta los matrimonios homosexuales. El PP estaba convencido de que las promesas del PSOE no resistirían la prueba de la realidad, porque gozaban del derecho al brindis al sol que tiene el candidato a perder. Zapatero sabe que, tal como fueron las cosas, se le reconocerá o se le castigará en función de su palabra. Y se ha propuesto cumplirla. El PP, que en su primera legislatura de Gobierno robó algunas iniciativas de cambio a la izquierda, se ha encontrado esta vez sin capacidad de respuesta a la ofensiva reformista de Zapatero. Y se ha encerrado en su propia fortaleza, gastando enormes energías en defender los errores que le llevaron a la derrota y respondiendo a las propuestas de Zapatero con los automatismos ideológicos de su sector más conservador.

Seguramente esta estrategia defensiva le ha permitido fijar el voto incondicional. Pero el tono hosco y enfadado de todas las apariciones de sus principales dirigentes, que incluso el propio Rajoy ha acabado adoptando, no invita a los que no son de la familia a acercarse al PP y, en cambio, recuerda el estilo de los peores momentos de Aznar que tanto rechazo generaba. La culminación de esta estrategia de la irritación ha sido la campaña de movilizaciones callejeras que convertía en manifestación cualquier crítica al Gobierno de Zapatero. La serie culminó con la manifestación contra el matrimonio homosexual. El encuentro en la calle del PP y el sector más conservador de la jerarquía eclesiástica provocaba en los mayores el inevitable recuerdo de los paseos bajo palio y transmitía al conjunto de la sociedad una idea de crisis nacional que en nada se correspondía con la percepción de la ciudadanía. El matrimonio homosexual ha hecho el milagro de iluminar a un sector de la derecha. La coincidencia de esta reforma con la pérdida de Galicia ha hecho comprender a las mentes menos rígidas del PP que no podían seguir por este camino: que estaban regresando a la vieja imagen de la derecha española, autoritaria, nacionalista, clerical y puritana, de la que tanto les costó salir. Y que les impidió ganar en el 93 unas elecciones casi imposibles de perder. Piqué se ha atrevido a decirlo en público, otros lo dicen en privado y esta música empieza a sonar incluso en algunos medios de comunicación que apoyaron la campaña callejera. Sin embargo, las resistencias son grandes. Rajoy ha tenido que alinearse rápidamente con los ofendidos por Piqué, y Aznar ha aprovechado su comparecencia en la FAES para decirle a su sucesor que no se mueva un ápice del camino trazado. Paradojas de la política: el que sacó al PP del rincón parece empeñado en volver a encerrarle en aquella inhóspita esquina que aleja del poder. ¿Es este el destino de la derecha española?

La estrategia de la irritación limita el crecimiento del PP y dificulta sus posibilidades de alianzas con otras fuerzas. La soledad en política no acostumbra a ser una buena noticia. La radicalización ideológica de la derecha asegura la movilización de un sector del electorado de la izquierda muy dado a quedarse en casa. Con lo cual no ha hecho más que poner delante de Zapatero un amplio territorio sobre el que consolidarse. Y de hecho si Zapatero no ha tomado más ventaja es, en buena parte, porque el PSOE como partido no ha superado todavía la pésima imagen y la desconfianza que generó en los noventa.