21 octubre 1988

Crisis interna en la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, el partido único, por las diferencias étnicas entre serbios, albano-kosovares, croatas y eslovenos

Hechos

En octubre de 1988 se airearon en la prensa internacional los debates internos en la Liga de los Comunistas de Yugoslavia.

Lecturas

Desde 1986 Slobodan Milosevic era el Jefe de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia en Serbia.

21 Octubre 1988

El marasmo yugoslavo

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA RECIENTE sesión del Comité Central de la Liga de los Comunistas, paralizada por sus divisiones internas, no ha tomado ninguna medida susceptible de frenar el empeoramiento de la crisis política y económica que vive Yugoslavia. Al cabo de tres días de reunión, el resultado más claro es que el dirigente serbio, Siobodan Milosevic, ha fracasado en su intento de eliminar a tres miembros albaneses del Presidium y de imponer una política más dura y represiva en la región de Kosovo. Pero eso es la punta de un iceberg.En la base de una crisis que afecta a toda la sociedad está una situación económica angustiosa, con una inflación de más del 200% y el nivel de vida más bajo conocido desde hace varias décadas. Ello engendra un descontento generalizado de la población, que ha perdido confianza en el Gobierno y en la Liga de los Comunistas, el partido único. La gravedad de la crisis ha provocado un desgaste acelerado del Gobierno federal, un «desmantelamiento del poder político central», corno se ha dicho en el comité central. Se abre paso así una tendencia centrífuga: cada república se encierra cada vez más en sí misma.

En ese clima estalló el problema de Kosovo, donde grupos nacionalistas albaneses, utilizando en cíertos casos métodos violentos, pretenden obligar a los, serbios a emigrar de esa región. La reacción en Serbia, a partir de manifestaciones de solidaridad con «los perseguidos de Kosovo», se ha convertido en una ola arrolladora de nacionalismo con objetivos que desbordan claramente el tema albanés. Hoy esa ola nacionalista es el problema número uno para Yugoslavia. Los serbios son la nación más numerosa, pero, además, en la primera etapa de la existencia del Estado yugoslavo -después de la primera guerra mundial- fueron la nación hegemónica. Ya entonces surgieron resentimientos en las otras naciones, cuyos rescoldos no se han apagado.

Al frente de ese nuevo nacionalismo serbío se halla un político de gran carisma, Slobodan Milosevic, que dirige desde hace dos años la Liga de los Comunistas en esa república. En un plazo relativamente breve, Milosevic se ha convertido en una figura política con un apoyo de masas extraordinario. Su plataforma populista -mezcla de denuncias de la corrupción y de la fosilización del sistema, de promesas de medidas democratizadoras, de soluciones drásticas a la situación económica y de llamadas nacionalistas a elevar el papel de Serbia- refleja los anhelos de sectores muy diversos. Milosevic expresa un deseo -sentido por muchos- de salir de la inercia, de que se realicen reformas y cambios efectivos. Por eso recibe apoyos incluso de grupos opositores radicales. Pero cuando se compara a Milosevic con Tito hay que advertir una diferencia esencial: la popularidad de éste se extendía a todas las repúblicas. Milosevic es muy popular, pero sólo en Serbía.

A diferencia de otros países, en Yugoslavia los enfrentamientos nacionales impiden que se produzca una delimitación de campos entre los partidarios de una reforma y los que se aferran a la defensa de un sistema impotente. Eslovenia es la república que más ha avanzado, con notable diferencia, hacia la democracia y el pluralismo. Pero, frente a Milosevic, en el que ven la amenaza. de una nueva hegemonía serbia, los eslovenos más progresistas coinciden con los sectores conservadores. Por eso Milosevic ha sido derrotado en el comité central por una mayoría que tiene un sentido exclusivamente negativo. No sirve para construir una nueva política.

En la medida en que los órganos federales del Estado y del partido pierden poder, el futuro depende cada vez más de lo que ocurra en cada una de las repúblicas. Si la ola nacionalista sigue creciendo en Serbia se acentuarán en otras repúblicas las tendencias a la segregación. Tal desarrollo sería sumamente preocupante para Europa. Pero el camino para evitarlo no se ha perfilado aún en la escena política yugoslava.

28 Noviembre 1988

El fenómeno Milosevic

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EUROPA SIGUE con preocupación los esfuerzos de Yugoslavia por superar las enormes dificultades económicas por las que está atravesando y por evitar que las tendencias centrífugas en algunas de las repúblicas de la Federación no desemboquen en crisis desestabilizadoras. Los Balcanes han constituido siempre una zona delicada para la seguridad europea, y el papel de Yugoslavia en los Balcanes es fundamental. La sucesión de Tito no ha dado lugar a los desgarramientos dramáticos que algunos habían previsto, pero sí se ha producido una erosión de los órganos centrales, mientras crecía el poder de los Gobiernos de las repúblicas. A la vez, el sistema de rotación en los altos cargos no ha facilitado que surjan líderes duraderos a la altura de la gravedad de la situación presente.En ese marco, Slobodan Milosevic ha introducido un factor político nuevo en la vida yugoslava. Jefe desde hace dos años de la Liga Comunista de Serbia, se ha convertido en los últimos meses en un dirigente dotado de un carisma extraordinario, capaz de suscitar el entusiasmo de manifestaciones multitudinarias. En este sentido, Milosevic ha colmado la carencia de líderes antes apuntada. La historia advierte, sin embargo, de las peligrosas derivaciones a las que puede conducir un fenómeno semejante.

En torno a la personalidad de Milosevic han surgido opiniones encontradas. Se trata de un fenómeno complejo, pero en él se perfilan con bastante claridad dos vertientes. Por un lado, Milosevic es un reformador que denuncia las corrupciones e incompetencias del sistema vigente y que promete medidas radicales para resolver la situación económica y modernizar el país. Como reformador, tiene el apoyo de los sectores serbios que luchan por transformaciones democráticas, pero a la vez Milosevic personifica el nacionalismo serbio. Su influencia entre las masas no trasciende a otras repúblicas. Las manifestaciones se han hecho con lemas nacionalistas, en primer término a propósito de los conflictos de Kosovo, y, en términos más generales, en demanda de que Serbia desempeñe un mayor papel en la política yugoslava. En la práctica, Milosevic dispone ya hoy de un poder considerable. Ha logrado colocar en Voivodina una dirección de personas adictas a él; su influencia en Montenegro es enorme, y en Kosovo su presión ha determinado la marginación de dos dirigentes, calificados por él de nacionalistas albaneses y «antiserbios».

¿Cuáles son sus propósitos ahora? La coyuntura política exigiría que Milosevic se colocase por encima de las confusiones propias de la ideología nacionalista. En anteriores épocas de la historia yugoslava, la lucha del irredentismo serbio ha conducido a trágicas situaciones en la reciente historia europea. Milosevic debería demostrar que su proyecto se aleja de ese pasado.

Yugoslavia está preparando una reforma constitucional que facilite un nuevo marco político para sacar al país de la profunda crisis en que se encuentra. Será para Milosevic la prueba decisiva. El éxito de la reforma constitucional depende sobre todo -con un Gobierno central muy debilitado- de que logren ponerse de acuerdo las tres nacionalidades históricas más importantes del país: Serbia, Croacia y Eslovenia. La primera es la república más numerosa y extensa; las dos últimas, las más avanzadas económica y culturalmente. Una solución que evite el riesgo de la desintegración requiere de la complementariedad de todas ellas.